Me tomó un tiempo entender cómo lo escucho a Él.
Recuerdo la primera vez que compartí mi testimonio en la Iglesia cuando tenía doce años. Mi corazón empezó a latir con fuerza y supe que tenía que ponerme de pie. Estaba muerta de miedo, me temblaban las rodillas. Compartí tartamudeando un testimonio muy sencillo, pero sentí gran calidez y certeza de que el Padre Celestial me amaba. Esa fue una de las primeras veces que me di cuenta de que una de las maneras en que siento el Espíritu y escucho la voz del Salvador es esa cálida certeza de que estoy haciendo lo correcto.
Con tantas cosas difíciles que suceden en el mundo y tantas voces que nos dicen cosas diferentes, la invitación de Dios a escuchar la voz de Su Hijo es sumamente relevante en la actualidad. Necesito esa dirección y enfoque para sofocar todas esas otras voces y eliminar las distracciones. Si bien todos reciben revelación de diferentes maneras, me gustaría compartir algunas de las maneras en que yo lo escucho a Él.
Lo escucho por medio de las Escrituras
Una de las primeras cosas que hago por la mañana a fin de tener el Espíritu es leer las Escrituras. Me ayuda a tener la actitud adecuada para poder recibir revelación.
Me doy cuenta de que cuando leo las Escrituras, oigo la voz del Salvador y escucho al Espíritu. Leo lo que el Salvador ha dicho acerca de Sí mismo y acerca de nosotros. Cosas como: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”; y “Ven, sígueme”; y “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Esas sencillas declaraciones del Salvador me recuerdan lo que quiero ser, dónde quiero estar y a quién quiero seguir.
Cuando tenía unos catorce años, comencé a preguntarme: “¿Existe realmente un Dios? ¿Es todo esto solo una fantasía?”. Crecí rodeada por el Espíritu en mi hogar y en realidad no había tenido dudas hasta entonces. Un día estaba leyendo el Libro de Mormón y leí el pasaje de Mosíah 4:9 que dice: “Creed en Dios; creed que él existe”, y tuve ese mismo sentimiento cálido y de certeza que se extendió por todo mi cuerpo cuando era niña y compartí mi testimonio por primera vez. Sabía que lo que se me había enseñado acerca del Evangelio era verdad.
Lo escucho en momentos de desesperación o pruebas
En ocasiones, durante un tiempo de desesperación o de pruebas, me siento lo suficientemente humilde para escuchar y realmente buscar, y es entonces cuando con frecuencia lo escucho mejor. Al igual que yo tuve pruebas y preguntas en mi juventud, mis hijos han pasado por sus propias pruebas.
Cuando mi hija estaba pasando por un momento difícil en su vida, oré al respecto y ya tenía decidido lo que iba a decir para ayudarla. Fijamos una hora para hablar por teléfono, pero antes de llamarla, oré para saber cómo comunicarme mejor con ella. Durante la llamada, no dije nada de lo que había planeado decir. Sentí que me eran dadas palabras que eran justo lo que ella necesitaba y terminamos esa conversación con un gran sentimiento de amor.
Sabía que no había sido yo, era el Espíritu el que me había dado esas palabras y ese sentimiento de seguridad. Estoy muy agradecida por esa instrucción y dirección, y que estuve receptiva para recibirla. Gracias a esta conversación, nuestra relación se hizo más profunda y, más adelante, ella se sintió cómoda para compartir otras cosas.
Lo escucho por medio de la adoración en el templo
Otra manera maravillosa de poder escuchar la voz del Salvador con más claridad es asistir al templo. A veces, cuando estoy sentada en el templo, recibo respuesta a una oración o me viene algo a la mente cuando estoy lo suficientemente tranquila para escuchar al Espíritu. También he tenido experiencias en las que he ido al templo sintiéndome muy angustiada y me costó sentir paz. Eso me recuerda que debo dejar atrás las cosas mundanas. Es fácil distraerse y quedarse atrapada en esos problemas realmente difíciles. Sin embargo, al llegar al templo, uno reflexiona: “¿Cuál es mi propósito aquí? ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Adónde quiero ir realmente?”. Uno de los verdaderos beneficios de ir al templo es volver a tener ese sentimiento de perspectiva eterna.
Lo escucho por medio de la música
La música también me ayuda a escuchar la voz del Salvador. Me encanta escuchar los himnos, aunque solo escuche música instrumental sin la letra. Me sé la letra porque la he cantado por mucho tiempo, así que me viene a la mente. Cuando estoy pasando por un momento difícil o una época de gozo, me siento al piano, y no toco muy bien, pero puedo tocar varios himnos, y esas palabras alimentan mi espíritu y me ayudan a sentirme más cerca del Salvador.
Lo escucho a Él al utilizar el nombre completo de la Iglesia
Mientras me esfuerzo por escuchar la voz del Señor, el usar el nombre completo y sagrado de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días me ayuda a lograrlo. Si pensamos en ello, cada palabra es significativa. Una iglesia es una congregación de creyentes. La Iglesia de Jesucristo: Él es el elemento central. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: no la iglesia anterior, ni la primitiva, sino una muy actual, para nuestros días. ¿Y quiénes son los santos? Son personas que se esfuerzan por ser mejores. Para mí, el uso del nombre completo de la Iglesia realmente describe quién soy como miembro de esa Iglesia. Es mucho más edificante y enriquecedor que decir “soy mormón” o “soy SUD”. Ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, eso es en verdad significativo. Eso es lo que soy y donde me centro, en llegar a ser discípula de Jesucristo.
Cuanto más lo escucho, más lo entiendo
Estoy más que agradecida por el Salvador, por Su don de la Expiación, por Su vida perfecta y Su ejemplo. Cada vez que tengo una pregunta sobre cómo debo comportarme, puedo preguntarme a mí misma lo que sé acerca del Salvador. ¿Cómo respondió Él? ¿Cómo respondería en esta situación en la actualidad? Y cada vez, esa es la respuesta correcta. ¡Él es el camino, y la verdad y la vida!
Cuanto más lo escucho, más entiendo y aprecio lo que Él ha hecho por mí. Cuanto más lo escuche, seré un instrumento más eficaz para traer a otras personas al mismo amor que siento. Si puedo aprender a escucharlo, escuchar Su voz, escuchar Su espíritu, entonces podré manejar los desafíos que se me presenten.