Cuando anhelo la compañía del Espíritu Santo y silencio las distracciones y hago tiempo para los preciados momentos de sutileza espiritual, veo con ojos nuevos y escucho con oídos nuevos.

Me fascina la palabra “escuchar”.

Se utiliza muchas veces en las Escrituras y no creo que se refiera únicamente a escuchar fisiológicamente, con los oídos naturales. Más bien, es escuchar con la mente y escuchar con el corazón. ¿Cómo escucho la voz de Jesucristo, no necesariamente solo mediante las palabras o los sonidos, sino cómo lo escucho a Él en mi mente y en mi corazón? (Véase Doctrina y Convenios 8:1-4).

Me gustaría describir varias lecciones importantes que he aprendido en cuanto a cómo esforzarme adecuadamente por escucharlo a Él.

Lo escucho de muchas maneras diferentes

Al reflexionar en los modelos que me ayudan a escucharlo a Él, recuerdo que las revelaciones se transmiten por medio del Espíritu Santo de diversas maneras, incluidos los sueños, las visiones, la inspiración y las conversaciones con mensajeros celestiales (por ejemplo, la Primera Visión de José Smith). Algunas revelaciones se reciben de forma inmediata e intensa, mientras que otras se reconocen de manera gradual y sutil.

Lo escucho al seguir adelante prestando servicio

Por lo general, escucharlo a Él y recibir inspiración ocurre cuando lo sigo y actúo de acuerdo con lo que Él me ha indicado que haga. Por ejemplo, me doy cuenta de que al ministrar a una persona, reconozco con mayor facilidad los pensamientos y sentimientos inspirados acerca de las necesidades de esa persona en particular. Actuar de acuerdo con las enseñanzas del Señor Jesucristo es una expresión de nuestra fe en Él, y seguir adelante en el servicio es una invitación a recibir inspiración.

Lo escucho por medio de la música edificante

Me encanta cantar el himno “Qué firmes cimientos”. Nadie en el planeta canta tan terriblemente como yo, pero la combinación de la música conmovedora y la letra del himno me ayudan a saber de una manera poderosa acerca de la gracia y el poder fortalecedor de la expiación del Salvador. Los himnos que más me gustan se centran en la Restauración y enseñan lecciones doctrinales poderosas; y en esos mensajes, tanto en la música como en la letra, puedes escucharlo a Él. Para mí, la música a menudo es un conducto para la voz del Señor.

Lo escucho por medio de las Escrituras y la oración sincera

“No puedo pensar en nada que sea más importante en esta época que tener la promesa de que puedo escucharlo a Él, que puedo recibir Su guía, Su consuelo y Su protección en mi vida. Escucharlo a Él no es complicado, pero es espiritualmente exigente y requiere tiempo. Una de las maneras en que puedo escucharlo a Él es en las Escrituras. Las Escrituras constituyen la voz del Señor registrada en tiempos antiguos. No es que vas a escuchar una voz por sí misma, aunque eso puede ocurrir; es escuchar las Escrituras en un sentimiento: un sentimiento en mi mente, un sentimiento en el corazón. Para mí, las Escrituras son clave para recibir y reconocer esos pensamientos y sentimientos.

Aun en un mundo ocupado y acelerado, donde muchas voces atraen nuestra atención, puedo estar “tranquilo” y “escucharlo a Él”. Al esforzarme por oír su voz en las Escrituras, al orar sinceramente —no solo diciendo oraciones, sino orando con un corazón sincero y verdadera intención—, entonces, de acuerdo con la voluntad y el tiempo del Señor, puedo ser bendecido de maneras maravillosas.

Lo escucho por medio del Espíritu Santo

Con el tiempo, he aprendido que una de las grandes bendiciones de esforzarme por tener la compañía del Espíritu Santo es que puedo verme a mí mismo como realmente soy. Tales experiencias son dolorosas y llenas de gozo. Por el poder del Espíritu Santo, vienen a mi mente pensamientos y sentimientos a mi corazón que pueden ayudarme a ver las cosas que van bien y las cosas que necesito mejorar y hacer mejor. El Espíritu Santo me permite ver lo bueno, lo malo y las oportunidades de mejorar que de otro modo nunca vería.

Lo escucho al registrar las impresiones espirituales

En una ocasión, el élder Richard G. Scott me enseñó que el conocimiento espiritual, debidamente registrado, está a mi disposición en momentos de necesidad. Al registrar lo que siento en el corazón y los pensamientos que acuden a mi mente por el poder del Espíritu Santo, es como escribir en “planchas menores”, mis escritos sagrados personales. Constituye un modelo de escucharlo a Él y registrar las cosas que me ayudarán a recordar siempre lo que Él dijo.

No se requiere la perfección para escucharlo

Creo que a veces nuestras expectativas son un estorbo. El seguir adelante y dar mi mejor esfuerzo no requiere la perfección inmediata. A veces, puedo pensar que vendrá una impresión espiritual muy asombrosa, pero la mayoría de las veces Sus mensajes son discretos, sutiles y pequeños. Si espero una respuesta grande y recibo una serie de pequeñas respuestas, es posible que no las reconozca; y si espero una respuesta sonora y recibo muchas respuestas sutiles, es posible que no las reconozca.

A veces también podemos sentirnos indignos o nos preguntamos: “¿Era solo yo o era el Espíritu del Señor?”. “¿Fue esa una impresión del Espíritu Santo?”. El Espíritu del Señor siempre invita y atrae a los hijos de Dios a hacer el bien, a ser buenos y a llegar a ser mejores. Al esforzarnos constantemente por recordar y honrar nuestros convenios y guardar los mandamientos, las cosas salen bien. No tengo que ser perfecto; más bien, de manera sencilla, tengo que hacer mi mejor esfuerzo y seguir adelante en la senda de los convenios.

A medida que aumenta mi deseo de escucharlo a Él, a medida que me esfuerzo por vivir el Evangelio restaurado y trabajo para vencer las distracciones del mundo, y a medida que hago tiempo para los momentos sencillos de meditación y oración, el poder del Espíritu Santo me bendice para ver con ojos nuevos y escucharlo a Él con oídos nuevos.

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