¡Sí! Creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo y nos esforzamos por seguirlo. Al igual que muchas denominaciones cristianas, los detalles de nuestras creencias difieren en cierta medida de los de otras iglesias. Sin embargo, somos devotos seguidores de Cristo y de Sus enseñanzas. Las partes únicas y bellas de nuestra teología contribuyen a profundizar nuestra comprensión de Jesús y Su Evangelio.
La Santísima Trinidad es el término que muchas religiones cristianas utilizan para describir a Dios el Padre, a Jesucristo y al Espíritu Santo. Creemos en la existencia de los tres, pero consideramos que son seres separados y distintos que son uno en propósito. Su propósito es ayudarnos a alcanzar el verdadero gozo tanto en esta vida como después de morir.
¡Sí! Jesús es el fundamento de nuestra fe, es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Creemos que se puede alcanzar la vida eterna con Dios y con nuestros seres queridos si aceptamos Su Evangelio. El nombre completo de nuestra Iglesia es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que refleja Su función central en nuestra vida. La Biblia y el Libro de Mormón testifican de Jesucristo y valoramos a ambos.
Este versículo del Libro de Mormón refleja nuestra creencia: “Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados” (2 Nefi 25:26).
Creemos que la muerte no es el final para ninguno de nosotros y que las relaciones que formamos en esta vida pueden continuar después de ella. Debido al sacrificio que Jesucristo hizo por nosotros, todos resucitaremos para vivir eternamente en cuerpos perfeccionados, sin enfermedad ni dolor. Su gracia nos ayuda a vivir en rectitud, a arrepentirnos de nuestras malas acciones y a parecernos más a Él para que podamos tener la oportunidad de vivir con Dios y con nuestros seres queridos por toda la eternidad.
El término “mormones” es un apodo que proviene de un libro de Escritura propio de nuestra Iglesia llamado el Libro de Mormón. Nosotros no inventamos el apodo, pero muchas personas lo utilizan para describir a la Iglesia y a sus miembros. En el pasado, nosotros mismos adoptamos ese término e incluso lo utilizamos, pero ahora pedimos que se llame a la Iglesia por su nombre completo: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Este hincapié renovado en el nombre de la Iglesia nos ayuda a seguir el mandamiento que el Salvador dio al profeta José Smith: “Porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” (Doctrina y Convenios 115:4). También sirve para confirmar que Jesús es el centro de nuestra religión y de nuestras creencias.
“Santos de los Últimos Días” es una buena manera de referirte a tus amigos que son miembros de nuestra fe.
Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días son muy parecidos a tus amigos y vecinos. Trabajamos, vamos a la escuela, pasamos tiempo con amigos y familiares, practicamos deportes y disfrutamos de diversos pasatiempos.
Experimentamos gozo y desafíos como todo el mundo, pero creemos que, cuando hacemos todo lo posible por seguir el ejemplo de Jesucristo, Dios nos da una perspectiva y una fortaleza adicionales para superar los desafíos de la vida. Además contamos con el apoyo de la comunidad de la Iglesia.
Intentamos mantener a Jesús y a Sus enseñanzas en el centro de nuestra vida. Nuestras creencias sobre el Salvador y Sus enseñanzas influyen en las decisiones que tomamos a diario sobre nuestra forma de hablar, vestirnos y comportarnos. Por ejemplo, tratamos de evitar trabajar o ir de compras los domingos a fin de santificar el día de reposo, tal como se enseña en la Biblia. La nuestra es una religión que se predica los domingos y que, idealmente, se practica todos los días.
En ocasiones, en la Biblia, Dios daba instrucciones por medio de Sus profetas de abstenerse de ciertos alimentos (véase Levítico 11). Ese modelo continúa hoy con la Palabra de Sabiduría, que consta de principios de salud divinamente inspirados y dados al profeta José Smith para nuestro beneficio tanto físico como espiritual. La Palabra de Sabiduría incluye guía de Dios sobre cosas tales como tomar alimentos saludables y hacer ejercicio, así como orientación para abstenerse del café, el té, el tabaco, el alcohol y las drogas.
El cuerpo físico y el albedrío son dos de los mayores dones que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. Obedecer la Palabra de Sabiduría nos ayuda a respetar y a cuidar el cuerpo y a mantener la mente despejada para estar más abiertos al Espíritu Santo. También nos ayuda a evitar las adicciones, las cuales pueden socavar nuestro albedrío.
Las horas de inicio de los servicios dominicales varían según el lugar. En zonas con muchos miembros de la Iglesia puede haber varias congregaciones que se reúnan a distintas horas en el mismo edificio. Puedes encontrar la ubicación y la hora de reunión de la congregación más cercana a ti aquí: Busca una capilla.
Las congregaciones de todo el mundo siguen un formato similar de dos horas para las reuniones dominicales. Nos reunimos todos juntos durante lo que llamamos la reunión sacramental. Esta reunión incluye una oración de apertura y otra de cierre, algunos himnos y breves mensajes a cargo de miembros de la congregación.
La parte más importante de la reunión sacramental es participar de la Santa Cena, que es similar a la comunión en otras religiones cristianas. Durante la Santa Cena recordamos a Jesucristo y nos comprometemos de nuevo a seguirlo mientras tomamos un trocito de pan y un vasito de agua que simbolizan el cuerpo y la sangre que Él sacrificó por nosotros.
Además de la reunión sacramental, se invita a las personas a una segunda hora de aprendizaje en contextos más pequeños e interactivos. Hay varias clases disponibles para adultos, adolescentes y niños en las que estudiamos las Escrituras, las palabras de los profetas actuales y analizamos cómo podemos seguir a Jesucristo.
Eres más que bienvenido a venir tal como eres. Si te preocupa llamar la atención, tratamos de vestirnos de manera más arreglada a la del resto de la semana, con el fin de reflejar nuestra reverencia por Dios. La ropa más habitual que verás en las reuniones es camisa de vestir y corbata para los hombres y falda o vestido para las mujeres.
Tenemos visitantes en casi todas las congregaciones, así que estamos acostumbrados a ver caras nuevas. En una congregación numerosa es posible que la gente ni siquiera se dé cuenta de que eres un visitante. En otros lugares la gente podría fijarse en ti y saludarte. De cualquier manera, no dudes en presentarte y hacer cualquier pregunta que puedas tener.
No. Cuando el pan y el agua de la Santa Cena se pasan a la congregación, puedes simplemente pasar la bandeja a la siguiente persona y, luego, ponerte cómodo y disfrutar del resto del servicio. Verás a gente que se ofrece como voluntaria para participar de otras formas, como responder a las preguntas de un maestro durante una clase, pero no tienes por qué levantar la mano si no es algo que quieras hacer.
No. Creemos en la ley del diezmo, que se encuentra en la Biblia. Sin embargo, los miembros que eligen pagar el diezmo lo hacen en privado, no como parte del servicio de adoración. No te pedirán donativos durante una reunión.
¡Sí! Esta es una Iglesia para la familia. Los niños se sientan con sus padres durante la reunión sacramental y luego participan en actividades con niños o adolescentes de su edad mientras los adultos van a la Escuela Dominical. Las clases de niños y jóvenes siempre están dirigidas por dos o más adultos. Una sala para madres ofrece intimidad para alimentar a los bebés o atender otras necesidades.
¡Claro! Creemos que todos somos hijos de Dios y que Sus bendiciones prometidas están al alcance de todos si nos esforzamos por seguir Su palabra, sin importar nuestras características ni nuestro pasado. La Iglesia es un lugar para que todos aprendan y crezcan. Es posible que tengas en la cabeza un estereotipo en el que sientas que no encajas, pero la realidad es que nuestros miembros proceden de todos los ámbitos e intereses. Ven a visitarnos y quizás te sorprendas al ver a quién encontrarás sentado en los bancos de al lado.
Sí. En nuestras congregaciones, todos tienen la oportunidad de contribuir. Las mujeres y los hombres ocupan puestos de liderazgo, sirven en comités, enseñan clases, hablan desde el púlpito, ofrecen oraciones y organizan y dirigen actividades. Incluso los niños y los adolescentes tienen oportunidades de hacer estas cosas.
Siguiendo el modelo que Jesús estableció al llamar a Sus Doce Apóstoles y darles las llaves de la autoridad del sacerdocio de Dios, solo los hombres tienen llaves del sacerdocio en la actualidad. Por ese motivo, ciertos puestos de liderazgo y deberes en la Iglesia solo los realizan los hombres. Sin embargo, otras posiciones y deberes importantes solo los poseen y cumplen las mujeres. Ellas prestan servicio, dirigen, testifican y enseñan a menudo en las reuniones de la Iglesia. Si tienes la disposición a contribuir a tu congregación local, siempre habrá oportunidades para hacerlo.
Muchas personas se sienten incómodas con la religión organizada y prefieren experimentar la espiritualidad y llevar vidas buenas por su cuenta. La verdad es que necesitamos ambas cosas.
Las experiencias espirituales y el servicio a los demás a lo largo de la semana son fundamentales para mantener una relación con Dios. No obstante, algunos de los mandamientos de Dios, como ser bautizados y participar de la Santa Cena instituida por Jesucristo, requieren la autoridad del sacerdocio de Dios. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días proporciona la estructura y la autoridad del sacerdocio necesarias para cumplir esos mandamientos. También brinda un ambiente de amor y apoyo donde puedes trabajar para convertirte en una persona mejor y escuchar ideas que tal vez no hayas encontrado al estudiar la palabra de Dios por tu cuenta. Otro beneficio de la religión organizada es el modo en que fomenta y promueve las oportunidades de servicio.
La conferencia general es una reunión mundial de creyentes. Dos veces al año, pasamos un fin de semana escuchando a los profetas, apóstoles y otros líderes del Señor de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días compartir el mensaje de Dios para nuestros días. Miles de personas participan de manera presencial en Salt Lake City, Utah, EE. UU., mientras que millones más la ven a distancia o estudian los mensajes por su cuenta en una fecha posterior.
En 1820, un muchacho de catorce años llamado José Smith comenzó a cuestionar el bienestar de su alma y a preguntarse a qué iglesia debía unirse. Un día, al estudiar la Biblia, leyó Santiago 1:5:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”.
Ese versículo tuvo un potente efecto en José, que lo impulsó a buscar una arboleda tranquila e intentar, por primera vez en su vida, orar en voz alta. Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo se le aparecieron ese día, diciéndole que sus pecados habían sido perdonados y que no debía unirse a ninguna de las iglesias de las que había oído.
José fue escogido como el profeta de Dios que, bajo la dirección de Jesucristo, restauraría Su Iglesia en la tierra. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se estableció formalmente en 1830.
Los discursos pronunciados por el profeta, los apóstoles y otros líderes de la Iglesia en la conferencia general se pueden encontrar aquí, en los archivos de la conferencia general. Puedes mantenerte al día sobre lo que dicen los líderes de la Iglesia al margen de la conferencia general, como en las dedicaciones de templos o en eventos multirreligiosos, visitando la Sala de prensa de la Iglesia. También puedes utilizar la función Buscar en LaIglesiadeJesucristo.org para consultar discursos de conferencias generales, artículos de revistas y otros recursos por temas.
Cuando el profeta y Presidente de la Iglesia muere, el apóstol de más antigüedad (por tiempo de servicio, no por edad) se convierte en el nuevo profeta. Cuando hay una vacante en el Cuórum de los Doce Apóstoles, el profeta elige, por medio de la inspiración de Dios, a una nueva persona para servir.
Otros puestos de responsabilidad en la Iglesia, los que conocemos como “llamamientos”, a nivel regional y local también se eligen mediante la inspiración de Dios. Por ejemplo, el obispo que dirige una congregación puede orar y sentirse inspirado a pedir a una mujer específica que dirija la organización de mujeres conocida como la Sociedad de Socorro. Ella, a su vez, orará pidiendo guía sobre quiénes deben ayudarla como consejeras, secretarias o maestras, y en otras funciones.
¡Sí! Creemos que la Biblia es la palabra de Dios. La estudiamos con regularidad en nuestros hogares y en las reuniones, e intentamos vivir según sus enseñanzas. Creemos que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento van de la mano con el Libro de Mormón, el cual es otro testamento de Jesucristo, para actuar como testigos de Jesús y darnos una comprensión más completa del plan de Dios.
El Libro de Mormón es un libro de Escrituras sagradas que testifica de Jesucristo y nos enseña acerca del plan de Dios y Sus mandamientos para nosotros. Una de las bendiciones del Libro de Mormón es que da más claridad y comprensión a las enseñanzas de Jesús que se encuentran en la Biblia, de manera similar a como Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos cuentan sobre el ministerio y las enseñanzas de Jesús desde diferentes perspectivas para dar una visión más completa.
Juntos, el Libro de Mormón y la Biblia contienen miles de años de inspiración, guía e instrucción. Mediante el estudio de ambos libros puedes entender mejor quién es Dios y lo que Él desea para ti.
Al igual que la Biblia, el Libro de Mormón tiene muchos autores. Es una colección de diarios e historias que se transmitieron de un escritor a otro durante un período de aproximadamente mil años. El primer autor es el profeta Nefi, quien salió de Jerusalén con su familia en el año 600 a. C. y navegó hasta el continente americano. Nefi pasó el registro a su hermano menor, quien después se lo dio a su hijo. Cada autor entregó el registro a una persona en quien confiaba. Mormón es el nombre del profeta que compiló todos los escritos en un solo libro y, por esa razón, se llama el Libro de Mormón.
En 1823, José Smith fue guiado al lugar donde estaban escondidos los registros antiguos y los tradujo por el poder de Dios.
Al igual que la Santa Biblia, el Libro de Mormón testifica de Jesucristo. El acontecimiento más importante registrado en el Libro de Mormón es la visita de Jesucristo —que incluye Sus enseñanzas y ministerio— a los creyentes de la antigua América.
El Libro de Mormón comienza con la historia de una familia. El padre de esta familia, Lehi, es un profeta en la antigua Jerusalén hacia el año 600 a. C. Dios le advierte a Lehi en un sueño que se lleve a su familia y abandone Jerusalén porque la ciudad pronto será destruida y muchas personas serán llevadas cautivas por otra nación. La familia cruza el océano hacia el continente americano.
Los descendientes de Lehi y su esposa, Saríah, con el tiempo se dividen en dos naciones: los nefitas y los lamanitas. Durante los siglos siguientes, ambas naciones están a menudo en guerra la una contra la otra y su fe en Dios y en Jesucristo se pone a prueba constantemente. Estas experiencias llenan las páginas del Libro de Mormón con poderosos sermones, profecías, lecciones de vida e historias.
Después de resucitar en Jerusalén, Jesús se aparece al pueblo del continente americano. Les enseña acerca del bautismo y el perdón. Él sana a los enfermos y bendice a los niños y establece Su Iglesia. Después de eso viven en paz durante cientos de años. Con el tiempo, el pueblo pierde la fe y muchos mueren en una batalla. Un profeta de aquella época, llamado Moroni, entierra los registros a fin de preservarlos para un tiempo y pueblo futuros: ¡para nosotros!
La mayor parte de nuestra adoración se lleva a cabo en iglesias, que a veces también se denominan capillas, centros de reuniones o centros de estaca. Puedes reconocer estos edificios por las palabras “Los visitantes son bienvenidos” y “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” colocadas cerca de la entrada de la mayoría de ellos. En su interior celebramos servicios de adoración dominicales, actividades de jóvenes entre semana, reuniones sociales, presentaciones culturales y otros eventos abiertos a todos los miembros de la comunidad.
Los templos tienen una finalidad más específica. Son lugares especialmente apartados para servicios y ceremonias sagrados. Son designados por el Señor y dedicados a Sus propósitos. Los templos son los únicos lugares donde se cuenta con la autoridad para efectuar ciertas ordenanzas. Estas ceremonias sagradas elevan e inspiran a los participantes conforme se comprometen a seguir las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo.
Los templos gozan de una reverencia especial: no se ve a la gente hablando despreocupadamente de la última película, usando el teléfono o realizando otras actividades cotidianas. En cambio, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que se han esforzado para prepararse para esta experiencia sagrada se centran en participar en las ordenanzas y en buscar revelación personal de Dios.
Los templos se construyen para complementar el paisaje, la cultura y las necesidades de la zona, por lo que cada uno tiene un aspecto un poco diferente. Sin embargo, la mayoría están construidos con mármol blanco y tienen agujas que apuntan al cielo. En el exterior de los templos siempre puedes encontrar las palabras “Santidad al Señor. La Casa del Señor”.
Cuando se construyen los templos por primera vez o cuando han pasado por renovaciones extensas, se llevan a cabo programas de puertas abiertas para que el público pueda verlos por dentro. Además, muchos de ellos tienen centros de visitantes, zonas de espera o jardines abiertos a todo el mundo.
Una vez terminado el templo, se dedica para la adoración sagrada. Debido a la naturaleza sagrada de la obra que realizamos en los templos, solo están abiertos para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que se han preparado para la experiencia. Aunque no puedas entrar en el templo ahora mismo, todos los hijos de Dios están invitados a aprender más sobre el Evangelio de Jesucristo y a entablar relaciones de convenio que te permitirán participar plenamente en las bendiciones del templo.
Los templos son diferentes de los otros edificios donde celebramos los servicios de adoración dominicales. Son nuestros lugares más sagrados, reservados para la obra más sagrada de Dios. Lo que hacemos en ellos gira en torno a la promesa de que podremos vivir con Dios y con nuestros seres queridos por toda la eternidad.
En el templo nos comprometemos a seguir a Jesucristo más plenamente. Le hacemos promesas a Dios, como la de guardar Sus mandamientos y dedicarnos nosotros mismos y todo lo que tenemos a Él. Esposos y esposas, padres e hijos se unen, o “sellan”, el uno al otro por toda la eternidad. Hacemos la misma obra por nuestros antepasados, dándoles la oportunidad de aceptar esas bendiciones en la próxima vida si así lo desean.
Jesús enseñó que el bautismo es necesario para entrar en el reino de Dios (véase Juan 3:5). Sin embargo, ¿qué ocurre con las personas que mueren sin haber sido bautizadas o sin siquiera haber oído hablar de Jesús?
Afortunadamente, Dios ha provisto una manera para que cada persona pueda recibir todas Sus bendiciones, incluso después de morir. En el templo se hacen bautismos por quienes fallecieron sin tener la oportunidad de ser bautizados en esta vida. El apóstol Pablo habló del bautismo por los muertos en la Biblia (véase 1 Corintios 15:29) y los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días continúan con esa misma práctica en los templos en la actualidad.
Así es como funciona: Los Santos de los Últimos Días estudian su historia familiar y descubren los nombres de familiares que murieron sin ser bautizados. Entonces ellos son bautizados por esos antepasados en el templo. Este acto de servicio por otras personas se presta con amor y, dado que la vida continúa después de la muerte, quienes han muerto están al corriente de las ordenanzas y pueden elegir si las aceptan.
En el templo, el esposo y la esposa se unen para siempre. Esta ceremonia de casamiento se llama “sellamiento” en el templo porque la pareja se une por esta vida y por la eternidad. Durante una ceremonia breve y sencilla, los novios se toman de la mano en un altar. Hacen un convenio con Dios de que se honrarán y amarán completamente y se comprometen a seguir las enseñanzas y el ejemplo de Jesús. A cambio, se les promete que su matrimonio y su familia perdurarán en la vida venidera y por la eternidad.
Las parejas que se casan en el templo suelen celebrarlo después con un grupo más amplio de familiares y amigos, con una recepción nupcial u otra tradición cultural. Las parejas que se casaron anteriormente en ceremonias civiles fuera del templo (como las que se unieron a la Iglesia después de que ya se habían casado) también pueden experimentar las bendiciones de ser sellados en el templo.
La ropa y las joyas religiosas simbólicas son una práctica común para muchas personas de fe en todo el mundo, incluidos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Los miembros adultos visten las prendas del templo como un recordatorio personal de su relación con Dios, de las promesas hechas a Él en el templo y de su compromiso de seguir a Jesucristo y guardar Sus mandamientos. La prenda del templo consta de dos piezas, similares a una camiseta interior ligera y un pantalón corto. Los miembros que las llevan las consideran sagradas.
Sí. Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pueden casarse con quien quieran. Sin embargo, los matrimonios sagrados por la eternidad realizados en el templo pueden llevarse a cabo solo cuando ambos, el hombre y la mujer, son miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y se han preparado para hacer un compromiso eterno el uno con el otro y con Dios. Por esa razón, muchos Santos de los Últimos Días solteros prefieren centrarse en salir con personas que compartan sus creencias y el objetivo de casarse en el templo.
El objetivo de todo misionero es compartir el Evangelio de Jesucristo. Algunas de las cosas que hacen incluyen reunirse e interactuar con personas que están interesadas en aprender más, enseñarles, estudiar las Escrituras juntos y prestar servicio voluntario en la comunidad.
Las misiones son un poco diferentes dependiendo del lugar. Por ejemplo, algunos misioneros van a pie o en bicicleta, mientras que otros conducen automóviles. Algunos son asignados a zonas rurales, otros a grandes ciudades. A veces la obra misional consiste en conectarse con personas a través de las redes sociales; otras veces implica llamar a las puertas o dar a las personas recorridos por lugares históricos de la Iglesia.
Algo que todos los misioneros tienen en común es que quieren ayudar a los demás a conocer a Jesús y a desarrollar una relación con Él. Si tienes preguntas relacionadas con la fe, buscas a alguien con quien orar o quieres ir a la iglesia con alguien, ¡háznoslo saber! Los misioneros estarán encantados de hablar contigo.
Se anima a todos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a compartir el Evangelio de Jesucristo con los demás. A algunos miembros se les invita a servir en una misión de tiempo completo durante un período determinado (a menudo dieciocho o veinticuatro meses) y pueden optar por hacerlo. La mayoría de nuestros misioneros son adultos solteros que están al final de la adolescencia o a principios de sus veintes, pero también prestan servicio miembros de mayor edad y parejas casadas. Dado que las circunstancias de cada persona son diferentes, algunas pueden optar por servir en una misión durante unas horas a la semana. Muchos miembros de la Iglesia nunca han servido en una misión oficial, pero comparten el Evangelio a través de sus hechos cotidianos.
Es posible que observes que a los misioneros se los conoce por élder o hermana junto con su apellido. Este es un título que utilizamos como señal de respeto y honor. Del mismo modo, los miembros comunes y corrientes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a menudo se llaman entre sí hermano o hermana en lugar de Sr./Sra. o D./Dña. con el fin de honrar nuestra relación como hijos de Dios.
Sí. Jesús dejó claro que el bautismo es necesario para entrar en el reino de los cielos y enseñó que debemos “nac[er] de agua y del Espíritu” (Juan 3:5). Jesús mismo fue bautizado, aun cuando Él era perfecto, a fin de ser un ejemplo para nosotros.
Sí. Muchos de los que han sido bautizados en otra iglesia dieron ese paso de buena fe, con un deseo sincero de aceptar y seguir a Jesucristo.
Creemos que cuando se trata de ordenanzas o actos sagrados que son esenciales para nuestra salvación eterna, necesitamos seguir el modelo establecido por Jesucristo. Esto significa que los bautismos deben ser realizados por la autoridad del sacerdocio de Dios y de una manera acorde con la forma en que Jesús fue bautizado: por inmersión.
Ser bautizado en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, seguido de recibir el don del Espíritu Santo por alguien que tiene la autoridad de Jesús, es la manera que el Salvador indicó para ser miembro de Su Iglesia.
Se invita y se anima a todos a adorar con nosotros, pero para ser miembro oficial de la Iglesia se requiere aprender sobre el Evangelio del Salvador, elegir el bautismo y recibir el don del Espíritu Santo.
El primer paso para unirse a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es aprender más sobre Jesucristo, así como sobre las promesas y los compromisos que se hacen al ser bautizados en Su Iglesia.
El Evangelio de Jesucristo bendice a las personas con esperanza, gozo y una mayor comprensión del propósito de la vida. Cuando estés listo para ver cómo puede bendecirte el ser miembro de la Iglesia del Salvador, puedes comenzar por aprender con los misioneros, que pueden ayudarte a conocer nuestras creencias y a tu congregación local.