Sección 88
Revelación dada por medio de José Smith el Profeta en Kirtland, Ohio, el 27 y el 28 de diciembre de 1832, y el 3 de enero de 1833. El Profeta la designó como la “‘hoja de olivo’… tomada del Árbol del Paraíso, el mensaje de paz del Señor a nosotros”. La revelación se dio después que ciertos sumos sacerdotes oraron en una conferencia “por separado y en voz alta al Señor con el fin de que Él nos revele Su voluntad concerniente a la edificación de Sion”.
1–5, Los santos fieles reciben ese Consolador que es la promesa de vida eterna; 6–13, La Luz de Cristo dirige y gobierna todas las cosas; 14–16, La Resurrección viene por medio de la Redención; 17–31, La obediencia a la ley celestial, terrestre o telestial prepara a los hombres para esos reinos y glorias respectivos; 32–35, Aquellos que disponen permanecer en el pecado permanecen sucios aún; 36–41, Todos los reinos son gobernados por la ley; 42–45, Dios ha dado una ley a todas las cosas; 46–50, El hombre comprenderá aun a Dios; 51–61, La parábola del hombre que envía a sus siervos al campo y los visita por turno; 62–73, Allegaos al Señor y veréis Su faz; 74–80, Santificaos y enseñaos unos a otros la doctrina del reino; 81–85, Todo hombre que ha sido amonestado debe amonestar a su prójimo; 86–94, Señales, conmociones de los elementos y ángeles preparan el camino para la venida del Señor; 95–102, Trompetas angelicales llaman a los muertos a levantarse según su orden; 103–116, Trompetas angelicales proclaman la restauración del Evangelio, la caída de Babilonia y la batalla del gran Dios; 117–126, Buscad conocimiento, estableced una casa de Dios [un templo] y vestíos con el vínculo de la caridad; 127–141, Se establece el orden de la Escuela de los Profetas, incluso la ordenanza del lavamiento de los pies.
1 De cierto, así dice el Señor a los que os habéis reunido para recibir su voluntad concerniente a vosotros:
2 He aquí, esto es agradable a vuestro Señor, y los ángeles se regocijan a causa de vosotros; las ofrendas de vuestras oraciones han subido a los oídos del Señor de Sabaot y están inscritas en el libro de los nombres de los santificados, a saber, los del mundo celestial.
3 Por tanto, ahora os envío a vosotros, mis amigos, otro Consolador, el Santo Espíritu de la promesa, para que permanezca en vuestros corazones; y este otro Consolador es el mismo que prometí a mis discípulos, según se halla escrito en el testimonio de Juan.
4 Este Consolador es la promesa que os doy de vida eterna, sí, la gloria del reino celestial;
5 y esta gloria es la de la iglesia del Primogénito, sí, de Dios, el más santo de todos, mediante Jesucristo su Hijo,
6 quien ascendió a lo alto, como también descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas, a fin de que estuviese en todas las cosas y a través de todas las cosas, la luz de la verdad,
7 la cual verdad brilla. Esta es la luz de Cristo. Como también él está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho.
8 Como también está en la luna, y es la luz de la luna, y el poder por el cual fue hecha;
9 como también la luz de las estrellas, y el poder por el cual fueron hechas.
10 Y la tierra también, y el poder de ella, sí, la tierra sobre la cual estáis.
11 Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento,
12 la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio,
13 la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas, sí, el poder de Dios que se sienta sobre su trono, que existe en el seno de la eternidad, que está en medio de todas las cosas.
14 Ahora, de cierto os digo que mediante la redención que se ha hecho por vosotros, se lleva a efecto la resurrección de los muertos.
15 Y el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre.
16 Y la resurrección de los muertos es la redención del alma.
17 Y la redención del alma viene por medio del que vivifica todas las cosas, en cuyo seno se ha decretado que los pobres y los mansos de la tierra la heredarán.
18 Por tanto, es menester que sea santificada de toda injusticia, a fin de estar preparada para la gloria celestial;
19 porque después de haber cumplido la medida de su creación, será coronada de gloria, sí, con la presencia de Dios el Padre;
20 para que los cuerpos que son del reino celestial la posean para siempre jamás; porque para este fin fue hecha y creada, y para este fin ellos son santificados.
21 Y aquellos que no son santificados por la ley que os he dado, a saber, la ley de Cristo, deberán heredar otro reino, ya sea un reino terrestre o un reino telestial.
22 Porque el que no es capaz de obedecer la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial.
23 Y el que no puede obedecer la ley de un reino terrestre, no puede soportar una gloria terrestre.
24 Y el que no puede obedecer la ley de un reino telestial, no puede soportar una gloria telestial; por tanto, no es digno de un reino de gloria. Por consiguiente, deberá soportar un reino que no es de gloria.
25 Y además, de cierto os digo que la tierra obedece la ley de un reino celestial, porque cumple la medida de su creación y no traspasa la ley;
26 así que, será santificada; sí, a pesar de que morirá, será vivificada de nuevo; y aguantará el poder que la vivifica, y los justos la heredarán.
27 Porque a pesar de que mueren, también ellos se levantarán, cuerpos espirituales.
28 Aquellos que son de un espíritu celestial recibirán el mismo cuerpo que fue el cuerpo natural; sí, vosotros recibiréis vuestros cuerpos, y vuestra gloria será aquella por medio de la cual vuestro cuerpo sea vivificado.
29 Vosotros los que seáis vivificados por una porción de la gloria celestial, recibiréis entonces de ella, sí, una plenitud.
30 Y los que sean vivificados por una porción de la gloria terrestre, recibirán entonces de ella, sí, una plenitud.
31 Y también los que sean vivificados por una porción de la gloria telestial, recibirán entonces de ella, sí, una plenitud.
32 Y los que queden serán vivificados también; sin embargo, volverán otra vez a su propio lugar para gozar de lo que están dispuestos a recibir, porque no quisieron gozar de lo que pudieron haber recibido.
33 Porque, ¿en qué se beneficia el hombre a quien se le confiere un don, si no lo recibe? He aquí, ni se regocija con lo que le es dado, ni se regocija en aquel que le dio la dádiva.
34 Y además, de cierto os digo que lo que la ley gobierna, también preserva, y por ella es perfeccionado y santificado.
35 Aquello que traspasa una ley, y no se rige por la ley, antes procura ser una ley a sí mismo, y dispone permanecer en el pecado, y del todo permanece en el pecado, no puede ser santificado por la ley, ni por la misericordia, ni por la justicia ni por el juicio. Por tanto, tendrá que permanecer sucio aún.
36 A todos los reinos se ha dado una ley;
37 y hay muchos reinos; pues no hay espacio en el cual no haya reino; ni hay reino en el cual no haya espacio, bien sea un reino mayor o menor.
38 Y a cada reino se le ha dado una ley; y para cada ley también hay ciertos límites y condiciones.
39 Todos los seres que no se sujetan a esas condiciones no son justificados.
40 Porque la inteligencia se allega a la inteligencia; la sabiduría recibe a la sabiduría; la verdad abraza a la verdad; la virtud ama a la virtud; la luz se allega a la luz; la misericordia tiene compasión de la misericordia y reclama lo suyo; la justicia sigue su curso y reclama lo suyo; el juicio va ante la faz de aquel que se sienta sobre el trono y gobierna y ejecuta todas las cosas.
41 Él comprende todas las cosas, y todas las cosas están delante de él, y todas las cosas están alrededor de él; y él está sobre todas las cosas, y en todas las cosas, y por en medio de todas las cosas, y circunda todas las cosas; y todas las cosas son por él, y de él, sí, Dios, para siempre jamás.
42 Y además, de cierto os digo, él ha dado una ley a todas las cosas, mediante la cual se mueven en sus tiempos y estaciones;
43 y sus cursos son fijos, sí, los cursos de los cielos y de la tierra, que comprenden la tierra y todos los planetas.
44 Y se dan luz unos a otros en sus tiempos y estaciones, en sus minutos, en sus horas, sus días, sus semanas, sus meses y sus años. Todos estos son un año para Dios, mas no para el hombre.
45 La tierra rueda sobre sus alas, y el sol da su luz de día, y la luna da su luz de noche, y las estrellas también dan su luz, a medida que ruedan sobre sus alas en su gloria, en medio del poder de Dios.
46 ¿A qué compararé estos reinos para que comprendáis?
47 He aquí, todos estos son reinos, y el hombre que ha visto a cualquiera o al menor de ellos, ha visto a Dios obrando en su majestad y poder.
48 Os digo que lo ha visto; sin embargo, aquel que vino a los suyos no fue comprendido.
49 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no la comprenden; no obstante, el día vendrá en que comprenderéis aun a Dios, siendo vivificados en él y por él.
50 Entonces sabréis que me habéis visto, que yo soy, y que soy la luz verdadera que en vosotros está, y que vosotros estáis en mí; de lo contrario no podríais abundar.
51 He aquí, compararé estos reinos a un hombre que tiene un campo, y envió a sus siervos a cavar en él.
52 Y dijo al primero: Ve y trabaja en el campo, y en la primera hora vendré a ti, y verás el gozo de mi semblante.
53 Y dijo al segundo: Ve tú también al campo, y en la segunda hora te visitaré con el gozo de mi semblante;
54 y también al tercero, diciendo: Te visitaré;
55 y al cuarto, y así hasta el duodécimo.
56 Y el señor del campo visitó al primero en la primera hora, y permaneció con él toda aquella hora, y se alegró con la luz del semblante de su señor.
57 Entonces se retiró del primero para visitar también al segundo, y al tercero, y al cuarto, y así hasta el duodécimo.
58 Y así, todos recibieron la luz del semblante de su señor, cada hombre en su hora, en su tiempo y en su sazón,
59 empezando por el primero, y así hasta el último; y desde el último hasta el primero; y desde el primero hasta el último;
60 cada hombre en su propio orden hasta que se cumplió su hora, de acuerdo con lo que su señor le había mandado, para que su señor se glorificara en él, y él en su señor, a fin de que todos fuesen glorificados.
61 Por consiguiente, compararé todos estos reinos y sus habitantes a esta parábola, cada reino en su hora y en su tiempo y su sazón, de acuerdo con el decreto que Dios ha establecido.
62 Y además, de cierto os digo, mis amigos, os dejo estas palabras para que las meditéis en vuestro corazón, junto con este mandamiento que os doy, de llamarme mientras estoy cerca.
63 Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá;
64 cualquier cosa que le pidáis al Padre en mi nombre os será dada, si es para vuestro bien;
65 y si pedís algo que no os conviene, se tornará para vuestra condenación.
66 He aquí, lo que oís es como la voz de uno que clama en el desierto —en el desierto, porque no lo podéis ver— mi voz, porque mi voz es Espíritu; mi Espíritu es verdad; la verdad perdura y no tiene fin; y si está en vosotros, abundará.
67 Y si vuestra mira está puesta únicamente en mi gloria, vuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en vosotros; y el cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas.
68 Por tanto, santificaos para que vuestras mentes se enfoquen únicamente en Dios, y vendrán los días en que lo veréis, porque os descubrirá su faz; y será en su propio tiempo y a su propia manera, y de acuerdo con su propia voluntad.
69 Recordad la grande y última promesa que os he hecho; desechad vuestros pensamientos ociosos y risa excesiva de entre vosotros.
70 Deteneos, deteneos, en este lugar, y convocad una asamblea solemne de aquellos que son los primeros obreros en este último reino.
71 E invoquen al Señor los que han sido amonestados por ellos en sus viajes, y mediten en sus corazones, por una corta temporada, la amonestación que han recibido.
72 He aquí, yo me encargaré de vuestros rebaños, y levantaré élderes y los enviaré a ellos.
73 He aquí, apresuraré mi obra en su tiempo.
74 Y os doy a vosotros, que sois los primeros obreros en este último reino, el mandamiento de que os reunáis, y de que os organicéis, os preparéis y santifiquéis; sí, purificad vuestro corazón y limpiad vuestras manos y vuestros pies ante mí, para que yo os haga limpios;
75 a fin de que yo testifique a vuestro Padre, y vuestro Dios y mi Dios, que sois limpios de la sangre de esta perversa generación; para que yo cumpla esta promesa, esta grande y última promesa que os he hecho, cuando sea mi voluntad.
76 También os doy el mandamiento de perseverar en la oración y el ayuno desde ahora en adelante.
77 Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino.
78 Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender;
79 de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos,
80 a fin de que estéis preparados en todas las cosas, cuando de nuevo os envíe a magnificar el llamamiento al cual os he nombrado y la misión con la que os he comisionado.
81 He aquí, os envié para testificar y amonestar al pueblo, y conviene que todo hombre que ha sido amonestado, amoneste a su prójimo.
82 Por tanto, quedan sin excusa, y sus pecados descansan sobre su propia cabeza.
83 El que temprano me busca, me hallará, y no será abandonado.
84 Permaneced, pues, y trabajad diligentemente, para que seáis perfeccionados en vuestro ministerio de ir entre los gentiles por última vez, cuantos la boca del Señor llame, para atar la ley y sellar el testimonio, y preparar a los santos para la hora del juicio que ha de venir;
85 a fin de que sus almas escapen de la ira de Dios, la abominación desoladora que espera a los malvados, tanto en este mundo como en el venidero. De cierto os digo, continúen en la viña aquellos que no son los primeros élderes, hasta que la boca del Señor los llame, porque su tiempo no ha llegado aún; sus vestidos no están limpios de la sangre de esta generación.
86 Perseverad en la libertad mediante la cual se os hace libres; no os enredéis en el pecado, sino queden limpias vuestras manos hasta que el Señor venga.
87 Porque de aquí a poco tiempo, la tierra temblará y se tambaleará como un borracho; y el sol esconderá su faz y se negará a dar luz; y la luna será bañada en sangre; y las estrellas se irritarán extremadamente, y se lanzarán hacia abajo como el higo que cae de la higuera.
88 Y después de vuestro testimonio vienen la ira y la indignación sobre el pueblo.
89 Porque después de vuestro testimonio viene el testimonio de terremotos que causarán gemidos en el centro de la tierra, y los hombres caerán al suelo y no podrán permanecer en pie.
90 Y también viene el testimonio de la voz de truenos, y la voz de relámpagos, y la voz de tempestades, y la voz de las olas del mar que se precipitan allende sus límites.
91 Y todas las cosas estarán en conmoción; y de cierto, desfallecerá el corazón de los hombres, porque el temor vendrá sobre todo pueblo.
92 Y ángeles volarán por en medio del cielo, clamando en voz alta, tocando la trompeta de Dios, diciendo: Preparaos, preparaos, oh habitantes de la tierra, porque el juicio de nuestro Dios ha llegado. He aquí, el Esposo viene; salid a recibirlo.
93 E inmediatamente aparecerá una gran señal en el cielo, y todo pueblo la verá juntamente.
94 Y otro ángel tocará su trompeta, diciendo: Esa grande iglesia, la madre de las abominaciones, que hizo que todas las naciones bebieran del vino de la ira de su fornicación, que persigue a los santos de Dios, que derrama su sangre, la misma que se sienta sobre muchas aguas y sobre las islas del mar, he aquí, ella es la cizaña de la tierra; es atada en haces; sus ligaduras son afianzadas y nadie las puede soltar; por tanto, está presta para ser quemada. Y él tocará su trompeta larga y fuertemente, y todas las naciones la oirán.
95 Y habrá silencio en el cielo por espacio de media hora; e inmediatamente después se desplegará el velo del cielo, como un rollo que se desenvuelve después de haber sido arrollado, y la faz del Señor será descubierta.
96 Y los santos que se hallen sobre la tierra, que estén vivos, serán vivificados y arrebatados para recibirlo.
97 Y los que hayan dormido en sus sepulcros saldrán, porque serán abiertos sus sepulcros; y también ellos serán arrebatados para recibirlo en medio del pilar del cielo.
98 Ellos son de Cristo, las primicias, los que descenderán con él primero, y los que se encuentran en la tierra y en sus sepulcros, que son los primeros en ser arrebatados para recibirlo; y todo esto por la voz del son de la trompeta del ángel de Dios.
99 Y después de esto, otro ángel tocará, y será la segunda trompeta; y entonces viene la redención de los que son de Cristo a su venida, los que han recibido su parte en aquella prisión preparada para ellos, a fin de que recibiesen el evangelio y fuesen juzgados según los hombres en la carne.
100 Y además, sonará otra trompeta, que es la tercera trompeta; y entonces vienen los espíritus de los hombres que han de ser juzgados, y que se hallan bajo condenación.
101 Y estos son el resto de los muertos; y no vuelven a vivir sino hasta que pasen los mil años, ni volverán a vivir hasta el fin de la tierra.
102 Y sonará otra trompeta, que es la cuarta trompeta, diciendo: Se encuentran entre los que han de quedar hasta ese grande y postrer día, sí, el fin, quienes permanecerán sucios aún.
103 Y otra trompeta sonará, la cual es la quinta trompeta, y es el quinto ángel que vuela por en medio del cielo y entrega el evangelio eterno a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos;
104 y este será el sonido de su trompeta, diciendo a todo pueblo, tanto en el cielo como en la tierra y debajo de la tierra; porque todo oído lo oirá, y toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará, al escuchar el sonido de la trompeta, que dice: Temed a Dios y dad gloria al que se sienta sobre el trono, para siempre jamás; porque la hora de su juicio ha llegado.
105 Y además, otro ángel, que es el sexto ángel, tocará su trompeta, diciendo: ¡Ha caído la que hizo que todas las naciones bebieran del vino de la ira de su fornicación; ha caído, ha caído!
106 Y otro ángel más, que es el séptimo ángel, tocará su trompeta, diciendo: ¡Consumado es; consumado es! El Cordero de Dios ha vencido y pisado él solo el lagar, sí, el lagar del furor de la ira del Dios Omnipotente.
107 Y entonces serán coronados los ángeles con la gloria de la potencia de él, y los santos serán llenos de la gloria de él, y recibirán su herencia y serán hechos iguales con él.
108 Y entonces el primer ángel hará sonar de nuevo su trompeta en los oídos de todos los vivientes, y revelará los hechos secretos de los hombres y las prodigiosas obras de Dios durante el primer milenio.
109 Y entonces el segundo ángel tocará su trompeta y revelará las obras secretas de los hombres, y los pensamientos e intenciones de su corazón, y las prodigiosas obras de Dios durante el segundo milenio.
110 Y así, hasta que el séptimo ángel toque su trompeta; y estará de pie sobre la tierra y sobre el mar, y jurará en el nombre del que se sienta sobre el trono, que el tiempo dejará de ser; y Satanás será atado, aquella serpiente antigua que es llamada el diablo, y no será desatado por espacio de mil años.
111 Y entonces quedará suelto por una corta temporada, para reunir a sus ejércitos.
112 Y Miguel, el séptimo ángel, el arcángel, reunirá a sus ejércitos, sí, las huestes del cielo.
113 Y el diablo reunirá a sus ejércitos, las huestes del infierno, e irá a la batalla contra Miguel y sus ejércitos.
114 Y entonces viene la batalla del gran Dios; y el diablo y sus ejércitos serán arrojados a su propio lugar, para que nunca más tengan poder sobre los santos.
115 Porque Miguel peleará sus batallas, y vencerá al que ambiciona el trono de aquel que sobre él se sienta, sí, el Cordero.
116 Esta es la gloria de Dios y los santificados; y nunca más verán la muerte.
117 Por tanto, de cierto os digo, mis amigos, convocad vuestra asamblea solemne como os he mandado.
118 Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe.
119 Organizaos; preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios;
120 para que vuestras entradas sean en el nombre del Señor; vuestras salidas sean en el nombre del Señor; y todas vuestras salutaciones sean en el nombre del Señor, con las manos extendidas hacia el Altísimo.
121 Por consiguiente, cesad de todas vuestras conversaciones livianas, de toda risa, de todos vuestros deseos de concupiscencia, de todo vuestro orgullo y frivolidad y de todos vuestros hechos malos.
122 Nombrad de entre vosotros a un maestro; y no tomen todos la palabra al mismo tiempo, sino hable uno a la vez y escuchen todos lo que él dijere, para que cuando todos hayan hablado, todos sean edificados de todos y cada hombre tenga igual privilegio.
123 Mirad que os améis los unos a los otros; cesad de ser codiciosos; aprended a compartir unos con otros como el evangelio lo requiere.
124 Cesad de ser ociosos; cesad de ser impuros; cesad de criticaros el uno al otro; cesad de dormir más de lo necesario; acostaos temprano para que no os fatiguéis; levantaos temprano para que vuestros cuerpos y vuestras mentes sean vigorizados.
125 Y sobre todo, vestíos, como con un manto, con el vínculo de la caridad, que es el vínculo de la perfección y de la paz.
126 Orad siempre para que no desmayéis, hasta que yo venga. He aquí, vendré presto y os tomaré para mí. Amén.
127 Y además, el orden de la casa preparada para la presidencia de la escuela de los profetas, establecida para su instrucción en todas las cosas que les convienen, sí, para todos los oficiales de la iglesia, o en otras palabras, aquellos que son llamados al ministerio en la iglesia, comenzando por los sumos sacerdotes, hasta los diáconos,
128 y este será el orden de la casa de la presidencia de la escuela: El que sea nombrado presidente o maestro ocupará su lugar en la casa que será preparada para él.
129 De manera que será el primero en la casa de Dios, en un lugar desde el cual los congregados que estén en la casa puedan oír sus palabras atenta y distintamente, sin hablar en voz alta.
130 Y al entrar en la casa de Dios, porque ha de ser el primero en la casa —he aquí, esto es bello, para que sirva él de ejemplo—
131 entréguese él en oración, de rodillas ante Dios, en señal o memoria del convenio sempiterno.
132 Y cuando alguien entre después de él, levántese el maestro, y con las manos extendidas directamente hacia el cielo, salude a su hermano o hermanos con estas palabras:
133 ¿Eres hermano, o sois hermanos? Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo, en señal o memoria del convenio sempiterno, convenio en el cual os recibo en confraternidad, con una determinación que es fija, inalterable e inmutable, de ser vuestro amigo y hermano por la gracia de Dios en los lazos de amor, de andar conforme a todos los mandamientos de Dios, irreprensible, con acción de gracias, para siempre jamás. Amén.
134 Y el que sea hallado indigno de este saludo no tendrá cabida entre vosotros; porque no le permitiréis que profane mi casa.
135 Y el que entra y es fiel ante mí, y es un hermano, o si son hermanos, saludarán, con las manos extendidas hacia el cielo, al presidente o al maestro con esta misma oración y convenio, o diciendo Amén, en señal de acuerdo.
136 He aquí, de cierto os digo, esta es una norma para vosotros en cuanto a la manera de saludaros el uno al otro en la casa de Dios, en la escuela de los profetas.
137 Y se os manda hacer esto con oración y acción de gracias, según lo que os inspire a decir el Espíritu en todos vuestros hechos en la casa del Señor, en la escuela de los profetas, para que llegue a ser un santuario, un tabernáculo del Santo Espíritu para vuestra edificación.
138 Y no recibiréis entre vosotros a nadie en esta escuela, a menos que esté limpio de la sangre de esta generación;
139 y será recibido mediante la ordenanza del lavamiento de los pies, porque para este fin fue instituida.
140 Y además, el presidente o élder presidente de la iglesia administrará la ordenanza del lavamiento de los pies.
141 Se comenzará con oración; y después de participar del pan y del vino, ha de ceñirse según el modelo dado en el capítulo decimotercero del testimonio de Juan concerniente a mí. Amén.