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Capítulo 7: Cómo estudiar los discursos de conferencia general


Capítulo 7

Cómo estudiar los discursos de conferencia general

Introducción

Los capítulos del 1 al 6 brindan una comprensión doctrinal de la función de los profetas, videntes y reveladores vivientes; el capítulo 7 analiza la forma de enseñar utilizando el ejemplar de la revista Liahona que contiene el informe de la conferencia general. Tal como se indica en la introducción del curso, la intención no es que el maestro tome todo el semestre para enseñar los primeros seis capítulos; por el contrario, este curso está diseñado para que la mayor parte del tiempo de la clase se dedique a analizar la conferencia general más reciente y aprender de ella. Los maestros podrían utilizar tiempo de la clase para estudiar todo un discurso o partes de varios discursos.

Un objetivo principal de este curso es ayudar a los alumnos a aprender de las palabras de los profetas vivientes. El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó a los educadores religiosos que deben ayudar a los alumnos a ser autosuficientes espiritualmente:

“Todos conocemos el dicho de que dar un pescado a un hombre lo alimenta por un día, pero enseñarle a pescar, [en cambio], lo alimenta toda la vida. Nosotros, como… maestros del Evangelio, no estamos en el negocio de la distribución de pescado; más bien, nuestra labor consiste en ayudar a las personas a aprender a ‘pescar’ y a llegar a ser autosuficientes espiritualmente…

“He descubierto una característica común entre los maestros que más han influido en mi vida; me ayudaron a buscar conocimiento por la fe y se negaron a darme respuestas fáciles a las preguntas difíciles. De hecho, no me dieron respuesta alguna, sino que me indicaron el camino y me ayudaron a dar los pasos necesarios para encontrar mis propias respuestas. No siempre aprecié ese método, pero la experiencia me ha permitido entender que no solemos recordar por largo tiempo la respuesta de otra persona, si es que la recordamos; mas la respuesta que descubrimos u obtenemos mediante el ejercicio de la fe, por lo general la conservamos toda la vida. Las enseñanzas más importantes de la vida se obtienen, no se enseñan” (véase de David A. Bednar, “Buscar conocimiento por la fe”, Liahona, septiembre de 2007, pág. 23).

Nota: Se debe instar a los alumnos, y se espera de ellos, que cada vez que se reúnan, lleven a la clase un ejemplar personal de la revista Liahona que contenga el informe de la conferencia general más reciente.

Preparación preliminar: Al final de esta lección se incluyen dos copias del discurso del presidente Dieter F. Uchtdorf, “Estamos [ocupados en] una gran obra y no podemos ir”, de la Conferencia General de abril de 2009 (véase Liahona, mayo de 2009, págs. 59–62). La primera copia es para el maestro y la segunda para los alumnos. Haga copias del discurso que corresponde a los alumnos para cada uno de sus alumnos.

Sugerencias para la enseñanza

Técnicas para el estudio de las Escrituras que se pueden utilizar para estudiar los discursos de las conferencias

Pregunte a los alumnos:

  • ¿En qué se diferencian estudiar y escudriñar de leer?

Muestre a los alumnos un libro de texto escolar y pregunte:

  • ¿Qué estrategias específicas han utilizado para mejorar la comprensión y retención del material que se encuentra en los libros de texto? (Anote las respuestas de los alumnos en la pizarra, tales como: memorizar, volver a leer, marcar el material importante y tomar notas).

Nota: No es necesario dedicar mucho tiempo a que los alumnos expliquen las estrategias. Las respuestas breves y sencillas son suficiente.

Muestre un ejemplar de la revista Liahona que contenga el informe de la conferencia general más reciente y pregunte:

  • Además del texto escrito de los discursos de la conferencia, ¿qué otras partes de la revista pueden ayudarles a mejorar su estudio? (Entre las respuestas se podrían incluir el “Índice de temas”, al principio de la revista; y “Se dirigen a nosotros” e “Índice de relatos de la conferencia”, en la parte de atrás de la revista).

Explique a la clase que los discursos de la conferencia general se pueden estudiar utilizando muchas de las mismas técnicas que se usan para estudiar los libros de texto escolares y, lo que es más importante, las técnicas que se utilizan para el estudio de las Escrituras. Pregunte:

  • ¿Cuáles son algunas de las técnicas para el estudio de las Escrituras que han utilizado a fin de comprenderlas mejor? (Agregue las respuestas de los alumnos a la lista de la pizarra; entre ellas se podrían incluir: orar, meditar, leer en voz alta y correlacionar pasajes).

Cuando los alumnos den una respuesta, ínstelos a explicar brevemente la forma en que esa técnica de estudio los ha ayudado a comprender el significado de las Escrituras.

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mujer leyendo las Escrituras

Pida a los alumnos que vayan a la sección 7.2 del Manual del alumno para el curso Enseñanzas de los profetas vivientes y divida entre los alumnos las diecisiete técnicas de estudio que se describen en dicha sección. Invite a los alumnos a tomar de dos a tres minutos para analizar las técnicas de estudio que se les hayan asignado. Después de unos minutos, pida a los alumnos que describan dichas técnicas al resto de la clase. Conforme los alumnos hagan sus presentaciones, agregue a la lista de la pizarra cualquier técnica de estudio que no se haya mencionado anteriormente.

Entregue a cada alumno una copia del discurso “Estamos [ocupados en] una gran obra y no podemos ir”, del presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia (que se encuentra al final de este capítulo). Divida la clase en cuatro grupos y asigne a cada uno que lea y busque uno de los siguientes elementos:

  • Referencias correlacionadas con las Escrituras

  • Exhortaciones o invitaciones

  • Frases memorables

  • Repeticiones

Nota: Se provee una copia sin marcar del discurso del presidente Uchtdorf para que se distribuya a los alumnos, así como una copia para el maestro que contiene ejemplos resaltados de estos cuatro elementos (ambas copias del discurso se encuentran al final de este capítulo; la primera copia es la del maestro). La copia del maestro demuestra solo algunos de los elementos descritos más arriba. Al estudiar el discurso, es posible que los alumnos encuentren varios ejemplos más que no se encuentren en la copia del maestro.

Después de dar a los alumnos suficiente tiempo para estudiar el discurso, pida a cada grupo que informe acerca de lo que encontró y que describa cómo el utilizar esa técnica de estudio aumentó su comprensión del mensaje del presidente Uchtdorf.

A lo largo del curso, anime a los alumnos a que utilicen las técnicas de estudio que se describen en el capítulo 7 del manual del alumno a fin de mejorar su estudio del ejemplar de la revista Liahona que contiene el informe de la conferencia. Dichas técnicas también se pueden utilizar eficazmente para estudiar discursos pronunciados por las Autoridades Generales en otras ocasiones que no sean la conferencia general, o para estudiar otros artículos que ellos hayan escrito para las revistas de la Iglesia. Comparta con sus alumnos de qué manera usted se ha visto beneficiado al utilizar algunas de esas técnicas en su estudio de los mensajes de la conferencia general.

Maneras de enseñar los discursos de las conferencias generales

Asegúrese de que los alumnos sepan con anticipación qué discursos se analizarán en la clase. Quizá podría entregarles una reseña del curso que indique qué discursos se tratarán en cada clase. Asegúrese de que cada alumno tenga una copia del discurso, e ínstelos a leerlo y estudiarlo antes de la clase. El hacerlo permitirá que los alumnos participen más plenamente en los análisis.

Como en cualquier curso, utilizar una variedad de técnicas para la enseñanza ayudará a mantener el interés del alumno y a aumentar su conocimiento del Evangelio. A continuación figuran algunas sugerencias sobre cómo enseñar los discursos de la conferencia general:

  • Mostrar partes de la conferencia general. Mientras muestra la grabación en video de un discurso, haga que los alumnos sigan el discurso en una copia impresa. Invite a los alumnos a marcar las partes que les llamen la atención. Si lo desea, anime a los alumnos a que levanten la mano cuando quieran que se detenga el video y se analice esa parte del discurso. Tal vez podría invitar a los alumnos a buscar un detalle específico o la respuesta a una pregunta. Cuando no haya videos disponibles, los discursos de la conferencia se podrían leer en clase.

  • Asignar presentaciones a los alumnos. Los alumnos pueden anotarse (o se les puede asignar) con anticipación para dirigir un análisis sobre un discurso en particular. También se les puede asignar enseñar la información biográfica de las Autoridades Generales.

  • Compartir relatos personales. Muestre videoclips en los que las Autoridades Generales compartan experiencias personales. Cuando no haya videos disponibles, las experiencias se podrían leer en clase.

  • Trabajar en grupo en la clase. Pida a los alumnos que analicen, ya sea en equipos de dos o en grupos pequeños, ciertos aspectos de un discurso o preguntas específicas que se relacionen con él. Invite a los grupos a compartir con el resto de la clase lo que hayan analizado.

  • Dar asignaciones para “buscar” algo al estudiar discursos en casa. Al estudiar los discursos de la conferencia en casa, pida a los alumnos que busquen doctrinas y principios clave, pasajes de las Escrituras que los apoyen, y frases u oraciones significativas. Quizá podría asignarles que escriban un ensayo breve que resuma con sus propias palabras las cosas que hayan descubierto.

  • Pedir a los alumnos que lleven un diario de estudio. Anime a los alumnos a anotar, antes de la clase, las impresiones espirituales que hayan recibido, o concédales tiempo para ello al final de la clase.

  • Asignar a los alumnos que escriban resúmenes de temas. Asigne a los alumnos que escriban una composición breve que incluya las enseñanzas de varios oradores en cuanto a un tema específico.

  • Analizar la respuesta de las Autoridades Generales en cuanto a acontecimientos de actualidad. Invite a los alumnos a considerar y analizar la forma en que las Autoridades Generales responden a acontecimientos que tienen lugar actualmente en el mundo por medio de sus enseñanzas en la conferencia general.

  • Leer discursos en clase. Quizá desee pedir a los alumnos que lean los discursos en silencio, en voz alta, en grupos de dos o en pequeños grupos. En ocasiones, usted también podría leer parte de un discurso a la clase si desea hacer hincapié en una enseñanza en particular.

  • Compartir relatos. Repasen los relatos que se compartieron en la conferencia general haciendo uso del “Índice de relatos de la conferencia” que se encuentra cerca de la parte de atrás del ejemplar de la revista Liahona de la conferencia. Podría pedir a los alumnos que compartan por qué un relato en particular fue significativo para ellos. Ayude a los alumnos a determinar las doctrinas y los principios subyacentes del relato, y a correlacionar esas doctrinas o principios con los pasajes de las Escrituras correspondientes.

Biografías de los Apóstoles

El apóstol Pablo aconsejó: “Y os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan” (1 Tesalonicenses 5:12). A fin de ayudar a los alumnos a fortalecer su testimonio de los profetas, videntes y reveladores, comparta información biográfica breve sobre ellos. Se puede encontrar la información biográfica en newsroom.lds.org y en almanaques de la Iglesia. Las láminas de Autoridades Generales, disponibles en el centro de distribución, también incluyen información biográfica al dorso.

Estamos [ocupados en] una gran obra y no podemos ir (copia del maestro)

Presidente Dieter F. Uchtdorf

Segundo Consejero de la Primera Presidencia

Véase Liahona, mayo de 2009, págs. 59–62; cursiva agregada [redacción actualizada].

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Presidente Dieter F. Uchtdorf

Mis queridos hermanos, desde hace meses he sabido cuál es el mensaje que quiero darles hoy. Durante ese tiempo, he buscado un relato que sirviera para ilustrar lo que quiero decir. Busqué un relato sobre granjas; busqué otro sobre animales. En honor al élder Scott, busqué uno sobre ingeniería nuclear, y en honor al presidente Monson, busqué uno sobre la cría de palomas.

Pero al final, seguía acudiendo a mi mente un relato, uno que he llevado grabado en la memoria durante muchos, muchos años. No es sobre granjas, animales, ingeniería nuclear ni palomas. Trata —como quizás lo habrán adivinado— sobre la aviación. Lo llamo “El relato de la bombilla”.

El relato de la bombilla, o cómo perder la perspectiva de lo que es más importante

Una oscura noche de diciembre, hace 36 años, un avión jumbo Lockheed 1011 se estrelló en los Everglades de Florida, provocando la muerte de más de cien personas. Aquel terrible accidente fue una de las peores catástrofes de la historia de la aviación de los Estados Unidos.

Algo extraño de aquel accidente fue que todas las partes y los sistemas vitales de la aeronave funcionaban a la perfección; el avión fácilmente podría haber aterrizado a salvo en su destino en Miami, a solo 32 kilómetros de distancia.

Sin embargo, durante la fase final del vuelo, la tripulación se percató de que una lucecita verde no se había encendido, una luz que indica si el tren de aterrizaje se ha desplegado correctamente. Los pilotos suspendieron el aterrizaje, fijaron la trayectoria del avión para volar en círculos sobre los oscuros Everglades, y fijaron su atención en la investigación del problema.

Tanto se preocuparon por detectar el problema que no se dieron cuenta de que la aeronave iba perdiendo altura, acercándose cada vez más a los oscuros pantanos. Para cuando alguien se dio cuenta de lo que sucedía, ya era demasiado tarde para evitar el desastre.

Después del accidente, los investigadores trataron de determinar la causa. El tren de aterrizaje había descendido correctamente. El avión estaba en perfectas condiciones mecánicas; todo funcionaba debidamente, todo, excepto una cosa: una bombilla o un foco que se había fundido. Aquella pequeña bombilla, que costaba unos 20 centavos, dio comienzo a la cadena de acontecimientos que condujeron a la trágica muerte de más de cien personas.

Naturalmente, la bombilla que no funcionaba no causó el accidente; este se produjo porque la tripulación centró su atención en algo que por el momento parecía importante, haciéndoles perder de vista lo que era de más importancia.

Presten atención a lo que es de más importancia

La tendencia a centrarse en lo insignificante a costa de lo profundo no solo les sucede a los pilotos, sino a todos. [Frase memorable] Todos corremos ese peligro. El conductor que centra su atención en la carretera tiene más probabilidades de llegar a su destino sin sufrir percance alguno que el que está más preocupado por enviar mensajes de texto por teléfono.

Sabemos qué es lo más importante en la vida: la Luz de Cristo enseña esto a todas las personas. Nosotros, en calidad de fieles Santos de los Últimos Días, tenemos el Espíritu Santo como un “compañero constante”1 para enseñarnos las cosas que tienen valor eterno. Supongo que si se le pidiera a cualquiera de los poseedores del sacerdocio que me está escuchando que preparara un discurso sobre el tema “lo que es más importante”, podría lograrlo y haría un magnífico trabajo. Nuestra debilidad reside en no actuar de acuerdo con nuestra conciencia. [Frase memorable]

Hagan una pausa y examinen por un momento dónde están sus pensamientos y su corazón. ¿Está centrada su atención en las cosas que son más importantes? El uso que hacen de sus momentos de tranquilidad puede darnos una idea valiosa. ¿A dónde se dirigen sus pensamientos cuando pasa la presión de las fechas de vencimiento? ¿Están sus pensamientos y su corazón centrados en lo efímero que solo tiene importancia en ese momento, o acaso está centrado en lo que es más importante? [Invitación]

¿A quién le guardan rencor? ¿A qué excusas se aferran que les impiden ser la clase de esposo, padre, hijo o poseedor del sacerdocio que saben que deberían ser? ¿Qué los distrae de sus deberes o les impide magnificar sus llamamientos más diligentemente?

Eviten distraerse

A veces, las cosas que nos distraen no son malas por naturaleza; con frecuencia, hasta nos hacen sentir bien.

Es posible participar incluso de lo bueno en exceso. [Frase memorable] Un ejemplo se puede ver en el padre o abuelo que dedica horas y horas a la búsqueda de antepasados o a crear un blog mientras que desatiende o evita pasar tiempo de calidad o significativo con sus propios hijos o nietos. Otro ejemplo sería el del jardinero que pasa los días arrancando las malas hierbas mientras que pasa por alto la maleza espiritual que amenaza con ahogar su alma.

Incluso algunos programas de la Iglesia pueden convertirse en una distracción si los llevamos hasta los extremos y permitimos que controlen nuestro tiempo y nuestra atención a costa de lo que es más importante. Necesitamos un equilibrio en la vida. [Frase memorable]

Cuando de verdad amamos a nuestro Padre Celestial y a Sus hijos, demostramos ese amor mediante nuestras obras. Nos perdonamos los unos a los otros y tratamos de hacer el bien, pues “… nuestro viejo [yo] fue crucificado juntamente con [Cristo]”2. [Pasaje correlacionado] “[Visitamos] a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”, y nos conservamos “sin mancha de los vicios del mundo”3. [Pasaje correlacionado]

Mis queridos hermanos del sacerdocio, vivimos en los últimos días. El evangelio de Jesucristo se ha restaurado en la tierra; las llaves del sacerdocio de Dios se han dado de nuevo a los hombres. Vivimos en una época de anticipación y preparación en la que Dios nos ha encomendado que nos preparemos a nosotros mismos, a nuestras familias y al mundo para el alba que se acerca, el día cuando el Hijo de Dios “… con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, [descienda] del cielo”4 y dé comienzo a Su reinado milenario.

Se nos ha confiado el santo sacerdocio y se nos ha encomendado la responsabilidad, el poder y el derecho de obrar como agentes de nuestro Rey Celestial.

Estas son las cosas que más importan. Estas son las cosas de valor eterno que merecen nuestra atención.

No podemos ni debemos darnos el lujo de distraernos de nuestro deber sagrado. No podemos ni debemos perder la perspectiva de las cosas que más importan. [Frase memorable]

Nehemías

Nehemías, el profeta del Antiguo Testamento, es un gran ejemplo del permanecer centrado y dedicado a una importante tarea. Él era un israelita que vivía exiliado en Babilonia, donde servía como copero del rey. Un día, este le preguntó por qué estaba tan triste y Nehemías le respondió: “¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de [las tumbas] de mis padres, está desolada y sus puertas consumidas por el fuego?”5. [Pasaje correlacionado]

Al oír estas palabras, el rey tuvo compasión y autorizó a Nehemías a regresar a Jerusalén y reconstruir la ciudad. Sin embargo, no a todos les agradó ese plan. De hecho, a varios gobernantes que residían cerca de Jerusalén les disgustaba en extremo “… que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel”6 y “… se [enojaron] y se [enfurecieron] en gran manera, y se [burlaron] de los judíos”7. [Pasaje correlacionado]

Con valor, Nehemías no permitió que la oposición lo distrajera, sino que organizó sus recursos y la mano de obra, y siguió adelante con la reconstrucción de la ciudad “… porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar”8. [Pasaje correlacionado]

Pero a medida que empezaron a levantar las murallas de la ciudad, aumentó la oposición. Los enemigos de Nehemías lo amenazaron, conspiraron contra él y lo ridiculizaron. Tan reales e intimidantes fueron sus amenazas que Nehemías admitió: “… todos ellos nos amedrentaban”9. [Pasaje correlacionado] Pero a pesar del peligro y de la constante amenaza de ser invadidos, la obra progresaba. Fue una época de mucha tensión, pues cada obrero “… tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban”10. [Pasaje correlacionado]

A medida que continuaba la reconstrucción, los enemigos de Nehemías se desesperaban más. En cuatro ocasiones trataron de que abandonara la seguridad que le brindaba la ciudad para que se reuniera con ellos bajo pretexto de resolver el conflicto; pero Nehemías sabía que solo procuraban dañarlo. Cada vez que se le acercaban, él siempre les daba la misma respuesta: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”11. [Pasaje correlacionado]

¡Qué gran respuesta! Con ese claro e inmutable propósito en el corazón y la mente, con esa gran determinación, las murallas de Jerusalén se levantaron en un tiempo asombroso de cincuenta y dos días12.

Nehemías se negó a permitir que las distracciones le impidieran hacer lo que el Señor deseaba que hiciera. [Pasaje correlacionado]

No podemos ir

Me siento animado e inspirado por los muchos fieles poseedores del sacerdocio cuyos pensamientos e intenciones son similares a estos. Al igual que Nehemías, ustedes aman al Señor y desean magnificar el sacerdocio que poseen. El Señor los ama y es consciente de la pureza de sus corazones y de la firmeza de su determinación. Él los bendice por su fidelidad, los guía por el camino y se vale de los dones y talentos de ustedes para edificar Su reino en esta tierra.

Sin embargo, no todos somos como Nehemías; hay aspectos en los que podemos mejorar.

Me pregunto, mis queridos hermanos del sacerdocio, qué se lograría si todos, como sucedió con el pueblo de Nehemías, tuviéramos “ánimo para trabajar”. Me pregunto cuántas cosas lograríamos si “… [dejáramos] lo que [es] de niño”13 y nos entregáramos, en corazón y alma, a ser dignos poseedores del sacerdocio y verdaderos representantes del Señor Jesucristo. [Invitación]

Piensen por un instante en lo que lograríamos en nuestra vida personal y profesional, en nuestra familia y en nuestros barrios y ramas. Piensen en cómo se extendería el Reino de Dios por la tierra. Imaginen cuánto mejoraría el mundo si todo hombre que posee el sacerdocio de Dios se ciñera los lomos y desarrollara su verdadero potencial, convirtiéndose desde lo más recóndito de su alma en un varón verídico y fiel del sacerdocio, comprometido a edificar el Reino de Dios. [Invitación]

Es fácil distraerse, concentrarse en una bombilla averiada o en los rudos actos de gente desagradable, sin importar cuál sea su motivo. Pero piensen en el poder que tendríamos como personas y como sacerdocio si, en respuesta a cada tentación que pretendiera distraernos o rebajar nuestras normas, las normas de Dios, respondiéramos: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”. [Repetición]

Vivimos en una época de grandes dificultades y de grandes oportunidades. El Señor busca a hombres como Nehemías, hermanos fieles que magnifiquen el juramento y el convenio del sacerdocio. Él desea reclutar almas decididas que con diligencia lleven a cabo la obra de edificar el Reino de Dios; aquellos que, ante la oposición y la tentación, digan en sus corazones: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”. [Repetición]

Que ante las pruebas y el sufrimiento, respondan: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”. [Repetición]

Que ante el ridículo y las afrentas, proclamen: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”. [Repetición]

Nuestro Padre Celestial busca a personas que se nieguen a permitir que lo trivial obstruya su búsqueda de lo eterno; busca a personas que no cedan a la atracción de lo fácil ni caigan en las trampas del adversario que les distraerán de la obra que el Señor les ha encomendado. Él busca personas cuyas obras estén en armonía con sus palabras, y que manifiesten con convicción: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”. [Repetición]

Una gran obra que hacer

Testifico solemnemente que Dios vive y es consciente de todos y cada uno de nosotros. Él tenderá Su mano y sostendrá a todo el que permanezca erguido y posea el sacerdocio con honor, pues tiene una gran obra para nosotros en estos, los últimos días.

Este no es un Evangelio de hombres. La doctrina de la Iglesia no es fruto de la mejor interpretación que alguien hizo de las antiguas Escrituras, sino que es la verdad del cielo revelada por Dios mismo. Testifico que José Smith vio lo que dijo que vio. En verdad, él vio los cielos y se comunicó con Dios el Padre y el Hijo, y con ángeles.

Testifico que nuestro Padre Celestial habla a aquellos que lo buscan en espíritu y verdad. He presenciado con mis propios ojos, y les testifico dichoso, que actualmente Dios habla a través de Su profeta, vidente y revelador, sí, Thomas S. Monson.

Mis queridos hermanos, al igual que Nehemías, también nosotros tenemos una gran obra que hacer. Nos encontramos mirando hacia el horizonte de nuestra época. Ruego con fervor que, a pesar de las tentaciones, sin importar de donde vengan, nunca rebajemos nuestras normas ni perdamos de vista lo que es más importante. Ruego que seamos firmes y permanezcamos juntos, hombro con hombro, al portar con valor el estandarte del Señor Jesucristo.

Ruego que seamos dignos del santo sacerdocio del Dios Todopoderoso y que unidos levantemos la cabeza y proclamemos al mundo sin que vacile nuestra voz: “Estamos [ocupados en] una gran obra y no podemos ir”. [Repetición] En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Doctrina y Convenios 121:46.

  2. Romanos 6:6.

  3. Traducción de José Smith, Santiago 1:27.

  4. 1 Tesalonicenses 4:16.

  5. Nehemías 2:3.

  6. Nehemías 2:10.

  7. Nehemías 4:1.

  8. Nehemías 4:6.

  9. Nehemías 6:9.

  10. Nehemías 4:18.

  11. Nehemías 6:3.

  12. Véase Nehemías 6:15.

  13. 1 Corintios 13:11.

Estamos [ocupados en] una gran obra y no podemos ir (copia del alumno)

Presidente Dieter F. Uchtdorf

Segundo Consejero de la Primera Presidencia

Véase Liahona, mayo de 2009, págs. 59–62 [redacción actualizada].

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Presidente Dieter F. Uchtdorf

Mis queridos hermanos, desde hace meses he sabido cuál es el mensaje que quiero darles hoy. Durante ese tiempo, he buscado un relato que sirviera para ilustrar lo que quiero decir. Busqué un relato sobre granjas; busqué otro sobre animales. En honor al élder Scott, busqué uno sobre ingeniería nuclear, y en honor al presidente Monson, busqué uno sobre la cría de palomas.

Pero al final, seguía acudiendo a mi mente un relato, uno que he llevado grabado en la memoria durante muchos, muchos años. No es sobre granjas, animales, ingeniería nuclear ni palomas. Trata —como quizás lo habrán adivinado— sobre la aviación. Lo llamo “El relato de la bombilla”.

El relato de la bombilla, o cómo perder la perspectiva de lo que es más importante

Una oscura noche de diciembre, hace 36 años, un avión jumbo Lockheed 1011 se estrelló en los Everglades de Florida, provocando la muerte de más de cien personas. Aquel terrible accidente fue una de las peores catástrofes de la historia de la aviación de los Estados Unidos.

Algo extraño de aquel accidente fue que todas las partes y los sistemas vitales de la aeronave funcionaban a la perfección; el avión fácilmente podría haber aterrizado a salvo en su destino en Miami, a solo 32 kilómetros de distancia.

Sin embargo, durante la fase final del vuelo, la tripulación se percató de que una lucecita verde no se había encendido, una luz que indica si el tren de aterrizaje se ha desplegado correctamente. Los pilotos suspendieron el aterrizaje, fijaron la trayectoria del avión para volar en círculos sobre los oscuros Everglades, y fijaron su atención en la investigación del problema.

Tanto se preocuparon por detectar el problema que no se dieron cuenta de que la aeronave iba perdiendo altura, acercándose cada vez más a los oscuros pantanos. Para cuando alguien se dio cuenta de lo que sucedía, ya era demasiado tarde para evitar el desastre.

Después del accidente, los investigadores trataron de determinar la causa. El tren de aterrizaje había descendido correctamente. El avión estaba en perfectas condiciones mecánicas; todo funcionaba debidamente, todo, excepto una cosa: una bombilla o un foco que se había fundido. Aquella pequeña bombilla, que costaba unos 20 centavos, dio comienzo a la cadena de acontecimientos que condujeron a la trágica muerte de más de cien personas.

Naturalmente, la bombilla que no funcionaba no causó el accidente; este se produjo porque la tripulación centró su atención en algo que por el momento parecía importante, haciéndoles perder de vista lo que era de más importancia.

Presten atención a lo que es de más importancia

La tendencia a centrarse en lo insignificante a costa de lo profundo no solo les sucede a los pilotos, sino a todos. Todos corremos ese peligro. El conductor que centra su atención en la carretera tiene más probabilidades de llegar a su destino sin sufrir percance alguno que el que está más preocupado por enviar mensajes de texto por teléfono.

Sabemos qué es lo más importante en la vida: la Luz de Cristo enseña esto a todas las personas. Nosotros, en calidad de fieles Santos de los Últimos Días, tenemos el Espíritu Santo como un “compañero constante”1 para enseñarnos las cosas que tienen valor eterno. Supongo que si se le pidiera a cualquiera de los poseedores del sacerdocio que me está escuchando que preparara un discurso sobre el tema “lo que es más importante”, podría lograrlo y haría un magnífico trabajo. Nuestra debilidad reside en no actuar de acuerdo con nuestra conciencia.

Hagan una pausa y examinen por un momento dónde están sus pensamientos y su corazón. ¿Está centrada su atención en las cosas que son más importantes? El uso que hacen de sus momentos de tranquilidad puede darnos una idea valiosa. ¿A dónde se dirigen sus pensamientos cuando pasa la presión de las fechas de vencimiento? ¿Están sus pensamientos y su corazón centrados en lo efímero que solo tiene importancia en ese momento, o acaso está centrado en lo que es más importante?

¿A quién le guardan rencor? ¿A qué excusas se aferran que les impiden ser la clase de esposo, padre, hijo o poseedor del sacerdocio que saben que deberían ser? ¿Qué los distrae de sus deberes o les impide magnificar sus llamamientos más diligentemente?

Eviten distraerse

A veces, las cosas que nos distraen no son malas por naturaleza; con frecuencia, hasta nos hacen sentir bien.

Es posible participar incluso de lo bueno en exceso. Un ejemplo se puede ver en el padre o abuelo que dedica horas y horas a la búsqueda de antepasados o a crear un blog mientras que desatiende o evita pasar tiempo de calidad o significativo con sus propios hijos o nietos. Otro ejemplo sería el del jardinero que pasa los días arrancando las malas hierbas mientras que pasa por alto la maleza espiritual que amenaza con ahogar su alma.

Incluso algunos programas de la Iglesia pueden convertirse en una distracción si los llevamos hasta los extremos y permitimos que controlen nuestro tiempo y nuestra atención a costa de lo que es más importante. Necesitamos un equilibrio en la vida.

Cuando de verdad amamos a nuestro Padre Celestial y a Sus hijos, demostramos ese amor mediante nuestras obras. Nos perdonamos los unos a los otros y tratamos de hacer el bien, pues “… nuestro viejo [yo] fue crucificado juntamente con [Cristo]”2. “[Visitamos] a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”, y nos conservamos “sin mancha de los vicios del mundo”3.

Mis queridos hermanos del sacerdocio, vivimos en los últimos días. El evangelio de Jesucristo se ha restaurado en la tierra; las llaves del sacerdocio de Dios se han dado de nuevo a los hombres. Vivimos en una época de anticipación y preparación en la que Dios nos ha encomendado que nos preparemos a nosotros mismos, a nuestras familias y al mundo para el alba que se acerca, el día cuando el Hijo de Dios “… con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, [descienda] del cielo”4 y dé comienzo a Su reinado milenario.

Se nos ha confiado el santo sacerdocio y se nos ha encomendado la responsabilidad, el poder y el derecho de obrar como agentes de nuestro Rey Celestial.

Estas son las cosas que más importan. Estas son las cosas de valor eterno que merecen nuestra atención.

No podemos ni debemos darnos el lujo de distraernos de nuestro deber sagrado. No podemos ni debemos perder la perspectiva de las cosas que más importan.

Nehemías

Nehemías, el profeta del Antiguo Testamento, es un gran ejemplo del permanecer centrado y dedicado a una importante tarea. Él era un israelita que vivía exiliado en Babilonia, donde servía como copero del rey. Un día, este le preguntó por qué estaba tan triste y Nehemías le respondió: “¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de [las tumbas] de mis padres, está desolada y sus puertas consumidas por el fuego?”5.

Al oír estas palabras, el rey tuvo compasión y autorizó a Nehemías a regresar a Jerusalén y reconstruir la ciudad. Sin embargo, no a todos les agradó ese plan. De hecho, a varios gobernantes que residían cerca de Jerusalén les disgustaba en extremo “… que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel”6 y “… se [enojaron] y se [enfurecieron] en gran manera, y se [burlaron] de los judíos”7.

Con valor, Nehemías no permitió que la oposición lo distrajera, sino que organizó sus recursos y la mano de obra, y siguió adelante con la reconstrucción de la ciudad “… porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar”8.

Pero a medida que empezaron a levantar las murallas de la ciudad, aumentó la oposición. Los enemigos de Nehemías lo amenazaron, conspiraron contra él y lo ridiculizaron. Tan reales e intimidantes fueron sus amenazas que Nehemías admitió: “… todos ellos nos amedrentaban”9. Pero a pesar del peligro y de la constante amenaza de ser invadidos, la obra progresaba. Fue una época de mucha tensión, pues cada obrero “… tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban”10.

A medida que continuaba la reconstrucción, los enemigos de Nehemías se desesperaban más. En cuatro ocasiones trataron de que abandonara la seguridad que le brindaba la ciudad para que se reuniera con ellos bajo pretexto de resolver el conflicto; pero Nehemías sabía que solo procuraban dañarlo. Cada vez que se le acercaban, él siempre les daba la misma respuesta: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”11.

¡Qué gran respuesta! Con ese claro e inmutable propósito en el corazón y la mente, con esa gran determinación, las murallas de Jerusalén se levantaron en un tiempo asombroso de cincuenta y dos días12.

Nehemías se negó a permitir que las distracciones le impidieran hacer lo que el Señor deseaba que hiciera.

No podemos ir

Me siento animado e inspirado por los muchos fieles poseedores del sacerdocio cuyos pensamientos e intenciones son similares a estos. Al igual que Nehemías, ustedes aman al Señor y desean magnificar el sacerdocio que poseen. El Señor los ama y es consciente de la pureza de sus corazones y de la firmeza de su determinación. Él los bendice por su fidelidad, los guía por el camino y se vale de los dones y talentos de ustedes para edificar Su reino en esta tierra.

Sin embargo, no todos somos como Nehemías; hay aspectos en los que podemos mejorar.

Me pregunto, mis queridos hermanos del sacerdocio, qué se lograría si todos, como sucedió con el pueblo de Nehemías, tuviéramos “ánimo para trabajar”. Me pregunto cuántas cosas lograríamos si “… [dejáramos] lo que [es] de niño”13 y nos entregáramos, en corazón y alma, a ser dignos poseedores del sacerdocio y verdaderos representantes del Señor Jesucristo.

Piensen por un instante en lo que lograríamos en nuestra vida personal y profesional, en nuestra familia y en nuestros barrios y ramas. Piensen en cómo se extendería el Reino de Dios por la tierra. Imaginen cuánto mejoraría el mundo si todo hombre que posee el sacerdocio de Dios se ciñera los lomos y desarrollara su verdadero potencial, convirtiéndose desde lo más recóndito de su alma en un varón verídico y fiel del sacerdocio, comprometido a edificar el Reino de Dios.

Es fácil distraerse, concentrarse en una bombilla averiada o en los rudos actos de gente desagradable, sin importar cuál sea su motivo. Pero piensen en el poder que tendríamos como personas y como sacerdocio si, en respuesta a cada tentación que pretendiera distraernos o rebajar nuestras normas, las normas de Dios, respondiéramos: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”.

Vivimos en una época de grandes dificultades y de grandes oportunidades. El Señor busca a hombres como Nehemías, hermanos fieles que magnifiquen el juramento y el convenio del sacerdocio. Él desea reclutar almas decididas que con diligencia lleven a cabo la obra de edificar el reino de Dios; aquellos que, ante la oposición y la tentación, digan en sus corazones: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”.

Que ante las pruebas y el sufrimiento, respondan: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”.

Que ante el ridículo y las afrentas, proclamen: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”.

Nuestro Padre Celestial busca a personas que se nieguen a permitir que lo trivial obstruya su búsqueda de lo eterno; busca a personas que no cedan a la atracción de lo fácil ni caigan en las trampas del adversario que les distraerán de la obra que el Señor les ha encomendado. Él busca personas cuyas obras estén en armonía con sus palabras, y que manifiesten con convicción: “Yo [estoy ocupado en] una gran obra y no puedo ir”.

Una gran obra que hacer

Testifico solemnemente que Dios vive y es consciente de todos y cada uno de nosotros. Él tenderá Su mano y sostendrá a todo el que permanezca erguido y posea el sacerdocio con honor, pues tiene una gran obra para nosotros en estos, los últimos días.

Este no es un Evangelio de hombres. La doctrina de la Iglesia no es fruto de la mejor interpretación que alguien hizo de las antiguas Escrituras, sino que es la verdad del cielo revelada por Dios mismo. Testifico que José Smith vio lo que dijo que vio. En verdad, él vio los cielos y se comunicó con Dios el Padre y el Hijo, y con ángeles.

Testifico que nuestro Padre Celestial habla a aquellos que lo buscan en espíritu y verdad. He presenciado con mis propios ojos, y les testifico dichoso, que actualmente Dios habla a través de Su profeta, vidente y revelador, sí, Thomas S. Monson.

Mis queridos hermanos, al igual que Nehemías, también nosotros tenemos una gran obra que hacer. Nos encontramos mirando hacia el horizonte de nuestra época. Ruego con fervor que, a pesar de las tentaciones, sin importar de donde vengan, nunca rebajemos nuestras normas ni perdamos de vista lo que es más importante. Ruego que seamos firmes y permanezcamos juntos, hombro con hombro, al portar con valor el estandarte del Señor Jesucristo.

Ruego que seamos dignos del santo sacerdocio del Dios Todopoderoso y que unidos levantemos la cabeza y proclamemos al mundo sin que vacile nuestra voz: “Estamos [ocupados en] una gran obra y no podemos ir”. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Doctrina y Convenios 121:46.

  2. Romanos 6:6.

  3. Traducción de José Smith, Santiago 1:27.

  4. 1 Tesalonicenses 4:16.

  5. Nehemías 2:3.

  6. Nehemías 2:10.

  7. Nehemías 4:1.

  8. Nehemías 4:6.

  9. Nehemías 6:9.

  10. Nehemías 4:18.

  11. Nehemías 6:3.

  12. Véase Nehemías 6:15.

  13. 1 Corintios 13:11.