2023
A pesar de todo lo vivido, nunca perdí la fe
Junio de 2023


Voces de Miembros

A pesar de todo lo vivido, nunca perdí la fe

Por nuestra situación en Venezuela, mis dos hijos, quienes habían retornado de su servicio misional, habían ido a vivir a Perú; mi esposo y yo nos habíamos quedado en Venezuela. Él era ingeniero industrial y yo médico, ambos teníamos buenos trabajos.

Gracias a los programas de autosuficiencia y a todo lo que había aprendido en la Iglesia, llegué a tener una clínica y un laboratorio con todos sus equipos y trabajaba de forma independiente. Un día llegué a mi trabajo y lo habían violentado; habían robado todo.

Esa situación me provocó problemas emocionales porque no podía trabajar. Al cabo de un año de lo ocurrido, mi esposo se quedó sin trabajo y ambos estábamos desempleados. Ante la difícil situación familiar, y siendo que nuestros hijos ya vivían en Perú, decidimos mudarnos allá.

Teníamos todo listo para realizar el viaje; sería el 16 de noviembre. Mi esposo había alistado todas sus cosas y preparado sus mochilas para el gran día, Ese gran día para él nunca llegó, pues falleció, por un paro cardiaco, el 1 de noviembre.

Sin saber qué hacer y estando en un estado de duelo, no podía imaginarme viajar sola; sentía que no podía hacer nada. Sin embargo, seguí preparando mis maletas y el día en que terminé de alistar todo, empecé a sentirme mal físicamente. Me llevaron a varias clínicas hasta llegar a la clínica donde falleció mi esposo; el tan solo pensar o recordar lo que pasó con él me hacía sentir peor hasta llegar a un estado de pánico crítico que no puedo describir con palabras.

En ese momento llegó un médico que me informó que me encontraba bien de salud. Se me acercó y me dijo con una voz muy suave que me ayudaría brindándome tranquilizantes y que fuera a mi casa a descansar. Más allá de la medicina que me prescribieron, las palabras de este doctor me brindaron la tranquilidad que necesitaba. Tiempo después realicé mi viaje a Perú en bus. Partí el 17 y llegué a Lima el 23 de diciembre, en vísperas de Navidad, para estar con mis hijos. Al ver a mis hijos, vi la luz, a pesar del dolor que tenía por la pérdida de mi esposo y el cambio de vida. El estar con mis hijos me aliviaba mucho ese sufrir.

Ya en Perú, validé mis estudios y mi profesión como médico para apoyar a mis hijos quienes ya se encontraban trabajando. Conseguí un buen empleo en una clínica en donde un buen hermano patriarca de la Iglesia confió en mí. Llegó la pandemia y unos hermanos de la Iglesia me solicitaron ayuda para un voluntariado y atender a pacientes que se habían contagiado de COVID-19. Gracias a ello pude ayudar a sanar a la mayoría de los pacientes y en los casos extremos pude brindarles la paz y la calma que necesitaban.

En la actualidad, continúo viviendo feliz con mis hijos y mis hermanos miembros de la Iglesia. De todos mis desafíos, aprendí que mientras no perdamos la fe podremos superar todos los males. Esa fe me salvó la vida, mi profesión y me condujo al lado de mis hijos.