2021
Convertir nuestros hogares en refugios de amor y santidad
Marzo de 2021


Sección Doctrinal

Convertir nuestros hogares en refugios de amor y santidad

En la apertura de la Conferencia General de octubre de 2018, el Presidente de la Iglesia, Russell M. Nelson, dijo lo siguiente: “Como Santos de los Últimos Días, nos hemos acostumbrado a pensar en la ‘Iglesia’ como algo que ocurre en nuestros centros de reuniones, respaldado por lo que ocurre en el hogar. Necesitamos un ajuste a este modelo. Ha llegado la hora de una Iglesia centrada en el hogar, respaldada por lo que se lleva a cabo dentro de los edificios de nuestros barrios, ramas y estacas”.

Aquellas palabras proféticas, sin que nos diéramos cuenta, estaban preparando a nuestras familias a enfrentar lo que ocurrió un año después: la pandemia de COVID-19 que obligó a cerrar las capillas y a centrar las reuniones en los hogares, con el apoyo de los barrios y las ramas.

El Manual 2 del año 2010 sobre la Administración de la Iglesia, en su primer capítulo habla de “Las familias y la Iglesia en el plan de Dios”. Y leemos que Dios estableció la familia para hacernos felices, ayudarnos a aprender principios correctos en un ambiente de amor, y prepararnos para la vida eterna. Y nos enseña que los miembros de la Iglesia debemos establecer hogares en los que pueda morar el Espíritu de Dios, y que sean santuarios de fe en los que protegerse del mundo.

La palabra “Santuario” significa “lugar santo”, y es un lugar en el que Dios se revela, y en el que podemos sentir su mano misericordiosa y protectora. Convertir nuestro hogar en un “santuario de fe” es convertirlo en un templo.

En una revelación de 1831, el Señor, después de hablar de una plaga arrasadora y de una enfermedad desoladora, mandó: “Pero mis discípulos estarán en lugares santos y no serán movidos […]” (D. y C. 45:32). Y añadió en otra revelación de 1832: “Por tanto, permaneced en lugares santos y no seáis movidos, hasta que venga el día del Señor” (D. y C. 87:8). Y en 1833 repitió: “He aquí, es mi voluntad que todos […] se congreguen y permanezcan en lugares santos” (D. y C. 101:22).

Convirtamos nuestros hogares en lugares santos en los que nuestra familia se sienta segura física y espiritualmente, amándonos y ayudándonos los unos a los otros, eliminando el egoísmo y el orgullo. Es el momento de demostrar que somos miembros de la Iglesia de Jesucristo: “santos” de los últimos días.