2019
Somos demasiado duros con nosotros mismos
Septiembre de 2019


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

Somos demasiado duros con nosotros mismos

Eres mucho mejor de lo que crees.

La autora vive en Utah, EE. UU.

Muchos de nosotros luchamos en diferentes grados con sentimientos de ineptitud o de que no estamos haciendo lo suficiente. He tenido ese sentimiento en diferentes momentos de mi vida. Uno de esos momentos más impactantes ocurrió cerca del final de mi misión.

Me encontraba en una de mis últimas conferencias misionales y, como solía hacerlo, mi presidente de misión compartió un mensaje que había recibido de una de las misioneras. A veces los mensajes eran divertidos, a veces eran inspiradores y, a veces, servían para demostrar un principio. Puede que el propósito del mensaje fuera inspirarnos, pero, en vez de ello, me impactó enormemente. Habló de lo mucho que aquella misionera anónima apreciaba a su compañera, del gran amor y cariño que su compañera le demostraba y el gran ejemplo que la compañera era para ella. Mientras escuchaba, sentía que mi alma añoraba ser como esa compañera. Deseaba desesperadamente que yo pudiese ser tan cariñosa y amorosa, y hacer tanto bien. Después, sentí que me derrumbaba en mi interior al darme cuenta de que no lo era.

Yo no era así y nunca lo sería. Ni siquiera había tiempo para que pudiera cambiar y, si lo hubiera, probablemente no podría hacerlo de todos modos.

Más tarde, ese mismo día, después de que mi compañera y yo habíamos vuelto a nuestro apartamento, ella mencionó la parte del discurso del presidente de misión que me había destrozado por completo, y me confió que ella había escrito eso sobre mí. Aquellas eran las palabras con las que me describió a . Yo había tenido la mirada fija en un interminable y oscuro vacío, deseando desesperadamente ser la clase de persona que quería ser, y fracasando en el intento. Sin embargo, sus palabras encendieron una luz y, en lugar de un vacío interminable, me encontré frente a un espejo mirando el reflejo de mí misma tal y como era. ¡Sus palabras significaron tanto para mí! El hecho de que ella pensara que yo era siquiera la mitad del tipo de persona que describió en su carta me llenó de alegría.

Comparto esta experiencia no para jactarme, ya que es demasiado significativa para mí, sino para ilustrar lo innecesariamente (y a menudo incorrectamente) duros que podemos ser con nosotros mismos. ¡Había usado el elogio que iba dirigido a para criticarme a mí misma!

Eso tampoco quiere decir que podemos dejar de esforzarnos por ser más como Cristo. Yo no pensé: “Genial, ya puedo marcar que sí me preocupo por las personas; ya no tengo que preocuparme más por eso”. Debemos reconocer y admitir el progreso que hemos logrado y que valemos mucho más de lo que a veces pensamos. Tal como dijo el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Muchísima gente va por la vida pensando que son de poco valor cuando en realidad son criaturas elegantes, eternas, de infinito valor y con un potencial que supera la imaginación”1.

Por favor, deténganse un momento y evalúen lo bueno que han hecho y los atributos que han cultivado o que están cultivando. Recuerden que se los acepta, que se los ama y que son suficiente.

Y, si hubiera cosas que en realidad consideren que no han logrado ni obtenido, esfuércense por lograrlas; no se den por vencidos. Por supuesto, establezcan metas, pero no pongan límites a cuándo deben llegar a ser más como Cristo; eso fue lo que yo hice. Me imaginé un muro que me impedía cambiar después de la misión; y aunque aquellas maravillosas palabras no hubieran sido sobre mí, el final de mi misión no habría significado que toda esperanza de mejorar había terminado.

No siempre es fácil tener la mentalidad de que somos suficiente; todavía necesito recordatorios para no ser demasiado dura conmigo misma. Tengan presente que su valor es grande a la vista de Dios (véase Doctrina y Convenios 18:10). Recuerden que son hijos o hijas de Dios y que “como hijos de Dios, no debemos menospreciarnos ni vilipendiarnos”2. Esfuércense siempre por ser más como Cristo, pero no se castiguen por ser como son; es posible que estén más cerca de ser quienes desean ser de lo que jamás creyeron posible.

Notas

  1. Véase Dieter F. Uchtdorf, “El reflejo en el agua”, charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 1.º de noviembre de 2009, broadcasts.ChurchofJesusChrist.org.

  2. Jeffrey R. Holland, “Sed, pues, vosotros perfectos… con el tiempo”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 40.