2015
Dormir el sábado y sonreír el domingo
Marzo de 2015


Para los más pequeños

Dormir el sábado y sonreír el domingo

La autora vive en Utah, EE. UU.

“Siempre me siento feliz cuando a la Iglesia voy” (Children’s Songbook, pág. 157).

A Mara le encantaba hacer sonreír a las personas; hacía sonreír a su maestra de la escuela cuando levantaba la mano para hacer preguntas; hacía sonreír a su hermana, Marcella, cuando le decía cosas amables.

Entonces Mara también sonreía. Se sentía bien al ayudar a otras personas a ser felices.

Pero había un tiempo de la semana en que Mara casi nunca sonreía; ese tiempo era el domingo temprano por la mañana; era cuando Mara y Marcella siempre estaban más cansadas. El tener que apresurarse para prepararse para ir a la Iglesia las hacía estar aún más malhumoradas. Entonces estaba el largo camino a la Iglesia que ¡era de más de un kilómetro y medio de distancia! Mara y Marcella con frecuencia llegaban tarde y se perdían la primera parte de la Primaria.

“Las extrañamos cuando no están aquí a tiempo”, dijo un día la hermana Lima. Ella era la presidenta de la Primaria de su barrio en Brasil.

Mara sabía que debía llegar a la Iglesia a tiempo, pero, ¿cómo? Entonces tuvo una idea. La noche del siguiente sábado decidió intentar algo nuevo; en lugar de comer golosinas a la hora de acostarse después de la cena, Mara se cepilló los dientes. Casi todos los días, la mamá tenía que recordar a las niñas que apagaran el televisor y se fueran a acostar. Incluso entonces, jugaban y susurraban bajo las sábanas hasta tarde en la noche. A veces se quedaban hasta tan tarde que al día siguiente casi no podían mantener los ojos abiertos y tenían que moverse para evitar quedarse dormidas.

Esa noche, Mara se puso los pijamas y se metió de inmediato en la cama. La mamá ni siquiera le tuvo que recordar. Comenzó a mirar las imágenes al principio de su Libro de Mormón.

“¿Qué haces?”, preguntó Marcella.

“Una prueba”, dijo Mara. Tenía la mente llena de pensamientos felices y ya se sentía somnolienta.

Para cuando Mara se dio cuenta, el sol se asomaba por la ventana. Casi era hora de prepararse para ir a la Iglesia. En vez de sentirse mal, Mara se sentía muy bien; no se sentía soñolenta ni se sentía cansada.

Llegó a la Primaria incluso antes que algunas de las líderes.

“Gracias por ser tan buen ejemplo para los otros niños”, dijo la hermana Lima.

Ahora le tocaba sonreír a Mara. Decidió que siempre se iría a acostar temprano el sábado; de esa forma, podría repartir sonrisas todo el domingo.