2006
Vela por nosotros
Junio de 2006


Vela por nosotros

Cuando encontré la dirección que había anotado en mi cuaderno, pensé que el lugar parecía escalofriante. Era una vieja casa grande de color gris a la que habían convertido en apartamentos, pero parecía más una casa embrujada de una película en blanco y negro. Aún así, deseaba conocer a Rachael, por lo que subí por las desvencijadas escaleras.

Más temprano ese día, cuando miraba los anuncios de viviendas que se habían colocado en el tablero del edificio de instituto, no se distinguían claramente, puesto que estaban todos amontonados como un acolchado hecho de papel y alfileres. Pero entre todos resaltaba uno; mostraba el dibujo de una figura de trazos, que decía: “Me llamo Rachael. Me gusta correr, la música jazz y los chocolates”. Me causó risa. No decía mucho en cuanto al apartamento, pero la compañera de cuarto parecía divertida.

Después de hablar con Rachael durante unos momentos, decidí que el sentimiento que se percibía dentro de su apartamento parecía acogedor. Descarté la primera impresión que tuve y me mudé al apartamento unas semanas después.

A la mañana siguiente, Rachael se fue de vacaciones con su familia durante dos semanas. En el momento en que se fue me asaltó un sentimiento inquietante, pero no le presté atención y me mantuve ocupada deshaciendo las valijas. “Estoy nerviosa porque no estoy acostumbrada a estar aquí”, pensé. “Necesito tiempo para adaptarme”.

Cerca de la medianoche, empecé a sentir un dolor de garganta punzante. “Tal vez soy alérgica a algo”, me dije. Busqué por todos lados hasta que encontré las velas aromáticas de Rachael y decidí ponerlas afuera.

Anteriormente me había dado cuenta de que la luz de la entrada no funcionaba, así que dejé entreabierta la puerta, lo que permitía que saliera un poco de luz. Me apresuré caminando descalza en la oscuridad hacia el vestíbulo.

De repente, me quedé paralizada.

El aire nocturno estaba calmo; no se escuchaba nada, pero sentí que alguien se acercaba.

“Vuelve a tu apartamento antes de que otra persona lo haga”. Las indicaciones del Espíritu fueron inconfundibles y apremiantes.

Aún con las velas en la mano, corrí en la oscuridad hacia la sala y cerré la puerta con fuerza; en cuanto la cerré con llave, el picaporte comenzó a girar. Estaba atónita. Observé cómo el picaporte giraba lentamente de un lado a otro silenciosamente.

¡Alguien había estado escondido en el vestíbulo del apartamento!; había tratado de seguirme hasta adentro, pero sólo por un instante no lo logró. Nos separaba nada más que una endeble puerta de madera. Por instinto, golpeé la puerta con el puño lo más fuerte que pude.

No sé cuánto tiempo permanecí allí orando en silencio y esperando que algo sucediera. Finalmente, una sensación de paz me aseguró que el peligro había pasado y que estaría a salvo esa noche.

Mi madre me llamó a la mañana siguiente. Ella y mi padre se habían ido de vacaciones, o de otro modo los hubiera llamado antes. Aun antes de que le dijera a mi madre lo que había sucedido, me dijo: “¡He estado preocupada por ti!. Sigo teniendo la impresión de que la entrada de tu apartamento es un lugar peligroso. ¿Tiene buena iluminación? Sería muy fácil que alguien se escondiera allí”.

Me estremecí al pensar lo cerca que estuve de que me atacaran, lo bastante cerca como para que mi madre sintiera el peligro desde 320 kilómetros de distancia.

Entonces me dijo que había tratado de llamarme el día anterior para prevenirme sobre la impresión que tuvo. “Nunca me pude comunicar contigo, así que oré. Sabía que yo no podía protegerte, pero nuestro Padre Celestial sí”.

Mi madre tenía razón. Un extraño se había escondido a la entrada y había estado observándome. Los poderes de lo alto también habían estado observando y me dijeron lo que debía hacer.

Sé que el Señor no siempre va a protegerme de la tragedia, pero al seguirle, no permitirá que se frustre el plan que Él tiene para mi vida. Era Su voluntad que yo fuese protegida esa noche y me siento agradecida de que Él estaba velando por mí.