2005
El día en que se vendió el cordero
marzo de 2005


El día en que se vendió el cordero

Nuestra familia se mudó a Logandale, Nevada, hace más de ocho años y juntos hemos participado en las actividades de la feria del condado de Clark desde entonces. La feria se realiza anualmente en el mes de abril, cerca de la Pascua de resurrección. Los niños pueden exhibir cerdos, novillos y ovejas que hayan criado ellos mismos. A los animales se los evalúa los jueves y la subasta se realiza los sábados.

Siempre he temido la subasta. Me preocupa el hecho de que uno de mis hijos presente un animal que no se pueda vender. La mayoría de los padres trata de conseguir que alguien compre previamente el animal de su niño. Pero aun si el animal del niño se vende con anterioridad, de todos modos hay que esperar mucho tiempo su turno en la subasta.

Uno de los más emocionantes sucesos de que haya sido testigo tuvo lugar durante una subasta hace tres años. Habíamos estado sentados en las tribunas de aluminio la mayor parte del día, escuchando los gritos del subastador, el murmullo de la multitud y el ruido, los quejidos y los chillidos de los animales. De súbito, escuchamos otro ruido: el viento azotando la lluvia helada en contra del edificio.

De pronto, además de los padres y familiares que asistían a la subasta, muchas otras personas buscaban refugio en ese pabellón metálico para los animales. Al entrar, se sorprendieron mucho de ver que se estuviera realizando una subasta. La mayoría de los asistentes era de la gran ciudad de Las Vegas y nunca antes habían estado en una subasta de animales. Aparentemente pensaban que era entretenida y algunos hasta presentaron ofertas por animales. Por supuesto que después que el subastador explicó que el precio era por libra, la puja se volvió considerablemente menos animada.

Llegó el turno de subastar el cerdo de nuestro hijo y recuerdo bien el alivio que sentí cuando se vendió. Sólo pensaba en llegar a casa, estar lejos de la muchedumbre, del bullicio y del mal olor. Todavía estaba lloviendo afuera, por lo que, mientras esperaba que mi cuñado trajera el automóvil, escuché involuntariamente mientras el subastador iniciaba la subasta de los corderos.

Una jovencita sacó su cordero y la puja comenzó. No recuerdo el monto correcto, pero recuerdo haber pensado: “Eso es mucho dinero por un cordero”. Luego sucedió algo increíble. El subastador explicó que la persona que había comprado el cordero lo donaría de vuelta a la jovencita para que lo volviera a vender. Él continuó su explicación diciendo que el padre de la jovencita, que normalmente habría estado con ella ahí, estaba en el hospital. Tenía cáncer y la prognosis no era buena. La familia no tenía seguro médico y el padre era su único sostén económico.

Lo que sucedió después quedará grabado en mi mente y en mi corazón para siempre.

La puja siguió y otra vez se vendió el cordero por una cantidad exorbitante de dinero. Una vez más se donó el cordero para que se volviera a vender. En esos momentos, mi cuñado volvió, mojado y claramente expuesto al viento, pero yo no me podía mover. Le dije que algo increíble estaba sucediendo, y aunque lo intenté, no podía dejar de llorar.

El cordero se vendió vez tras vez y todas esas personas, muchas de la ciudad, ofrecían comprar el animal y hacían donaciones para esa familia local.

Mientras lo presenciaba todo en asombro, no pude sino pensar en otro cordero, no uno que se hubiera vendido una y otra vez para el beneficio de una sola familia, sino Uno que se dejó sacrificar por todos los hijos de Dios. Parecía apropiado que la Pascua de resurrección estuviera tan cerca. El Espíritu me testificó ese día de la importancia de sacrificarnos en bien de los demás y del valor de la comunidad.

Lamentablemente, el padre de la jovencita no sobrevivió. Con el tiempo, la familia se mudó a nuestro barrio y la esposa de ese buen hombre compartió su testimonio en la Sociedad de Socorro un domingo. Nos contó que se encontraba en el hospital con su esposo moribundo cuando supo de la subasta. Ella no sabía cuántas personas habían donado dinero ni quiénes eran, pero lloró de emoción al expresar su gratitud por todas aquellas personas que la amaron lo suficiente como para ayudarla. Se quedó asombrada por las expresiones de amor y el apoyo demostrado a su familia ese día tormentoso durante la Feria del Condado de Clark, el día en que se vendió el cordero.

Julie A. Masters es miembro del Barrio Logandale 1, Estaca Logandale, Nevada.