2003
La cuerda de salvamento de la oración
julio de 2003


Ven y escucha la voz de un profeta

La cuerda de salvamento de la oración

Doy testimonio de la importancia de la oración. El tener acceso a nuestro Creador por medio de nuestro Salvador es sin duda uno de los grandes privilegios y bendiciones de nuestras vidas. Nunca surgen fallas mecánicas ni electrónicas cuando oramos. No hay límite para el número de veces al día que podemos orar ni para la duración de las oraciones. No hay una cantidad fija de asuntos por los que deseemos rogar en cada oración. Podemos llegar a Él en cualquier momento y en cualquier lugar.

Cuando Dios puso al hombre sobre la tierra, la oración llegó a ser la cuerda de salvamento entre el género humano y Dios…

Tenemos el privilegio de orar a diario por las inquietudes grandes y pequeñas de nuestra vida. Reflexionemos en las palabras de Amulek, que nos amonesta a orar en nuestros campos por nuestros rebaños; en nuestras casas, por todos los de nuestra casa, tanto por la mañana, como al mediodía y al atardecer (véase Alma 34:20–21)…

El consejo de Amulek en nuestra época podría ser la ferviente oración de una esposa: “Bendice a Jason y guárdalo de todo peligro mientras sirve al país en este tiempo de guerra”. La oración de una madre: “Te ruego que bendigas a mi querida Jane para que tome decisiones acertadas”. La oración de un padre: “Padre Celestial, bendice a Johnny en su obra misional”. La oración de un niño: “Que hoy no me porte mal” o “que todos tengan suficiente que comer”, o “que mamá se mejore pronto”…

El Salvador nos ha dicho: “Orad al Padre en vuestras familias, siempre en mi nombre” (3 Nefi 18:21). En la actualidad, en la Iglesia se nos insta a orar en familia todas las noches y todas las mañanas…

La oración familiar es una influencia poderosa y sustentadora [un poder duradero que nos ayuda a mejorar]. Durante los tenebrosos días de la Segunda Guerra mundial, cayó una bomba de unos 230 kilos a la entrada de la pequeña vivienda del hermano Patey, un joven padre de familia, en Liverpool, Inglaterra, pero la bomba no estalló. Su esposa había fallecido, por lo que él criaba solo a sus cinco hijos. En aquel angustioso momento, los reunió a todos para hacer una oración familiar. “Todos oraron… fervientemente y, cuando hubieron terminado de orar, los niños dijeron: ‘Papá, vamos a estar bien. Estaremos bien en casa esta noche’.

“De modo que se fueron a dormir; imagínense, con aquella aterradora bomba inmediatamente fuera de la puerta de entrada medio sepultada en la tierra. Si hubiese hecho explosión, habría destruido probablemente de cuarenta a cincuenta casas y habría matado de doscientas a trescientas personas…

“A la mañana siguiente… sacaron a todo el vecindario durante cuarenta y ocho horas hasta que por fin extrajeron la bomba…

“Al regresar, el hermano Patey preguntó al supervisor del grupo de desactivación de explosivos: ‘Y bien, ¿qué averiguaron?’.

“ ‘Señor Patey, cuando llegamos a la bomba que estaba semienterrada a la puerta de su casa, la hallamos lista para estallar en cualquier momento. No tenía ninguna falla. No logramos entender por qué no hizo explosión’ ” (Andre K. Anastasiou, en Conference Report , octubre de 1946, pág. 26). Ocurren milagros cuando la familia ora junta.

Adaptado de un discurso de la conferencia general de abril de 2002.