2003
Me quedé fuera
julio de 2003


Me quedé fuera

Los miembros de mi estaca estaban muy contentos porque la dedicación del Templo de Palmyra, Nueva York, se iba a retransmitir a nuestro centro de estaca y parecían llenos de entusiasmo. Yo también ansiaba ese acontecimiento, pero por alguna razón yo seguía dejando para después el obtener el boleto para entrar.

Finalmente, el día de la dedicación hablé con uno de los consejeros del obispo para conseguirlo; él me lo entregó y lo metí en el bolso sin siquiera mirarlo. Durante la reunión sacramental se realizaron los anuncios de la dedicación, pero no les presté atención porque yo ya tenía mi boleto.

Ese día me fui a casa y estuve muy ocupada con otras actividades. Unos quince minutos antes de que empezara la dedicación, decidí que ya era hora de salir. Pensé que iba preparada luego de poner un pañuelo blanco en el bolso e incluso volví a cerciorarme de que llevaba el boleto.

Mi familia había salido más temprano para conseguir buenos asientos y me advirtieron que llegara temprano. Tenía pensado ir con ellos, pero como aún no estaba lista, decidí ir por mi cuenta.

Al entrar en el estacionamiento del centro de reuniones me llevé una sorpresa al ver lo lleno que estaba. Estaba abarrotado de automóviles, pero no había nadie a la vista. Al principio temí haber llegado tarde, pero miré la hora en el reloj y aún faltaban cinco minutos para que comenzara la dedicación.

Subí las gradas del centro de reuniones e intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada. Me extrañó; pero recordé que habían dicho en algún lugar que sólo se podría entrar por determinadas puertas. No estaba segura de cuáles eran, así que decidí probarlas todas. Fui alrededor del edificio, tirando levemente de las puertas, tratando de abrirlas, con cierta frustración.

Al acercarme al último par de puertas sentía que el corazón me latía con más rapidez. Traté de abrir la puerta, pero también estaba cerrada. Me asomé hacia el vestíbulo, pero estaba vacío. Las puertas de la capilla estaban cerradas; tristemente caí en la cuenta de que todos ya estaban dentro mientras que yo estaba afuera, sola, mirando.

Mientras me dirigía desanimada hacia el auto, decidí verificar de nuevo la hora de la dedicación. Busqué en el bolso hasta que encontré el boleto y vi que la hora era la correcta. Me invadió la ira por haberme quedado fuera. ¿Por qué no había podido entrar? ¡Me estaba perdiendo un acontecimiento histórico!

Vi el reverso del boleto y me sorprendió ver que tenía algo escrito. Lo leí con curiosidad; allí, impresa claramente, estaba la instrucción de que se debía estar en los asientos treinta minutos antes del comienzo de la dedicación.

¿Por qué no la había visto antes? No había leído lo que decía en el reverso; lo había metido en el bolso tan pronto como lo había recibido. No me había preparado en una de las formas más sencillas. Al estar sentada en el automóvil, demasiado cansada para moverme, me di cuenta de que yo era como una de las cinco vírgenes insensatas de la parábola de las diez vírgenes. Me quedé fuera de las bodas con una lámpara que no tenía aceite, mientras las demás estaban dentro con el novio.

Siempre que había leído aquel relato en Mateo 25, me había preguntado por qué habían sido tan tontas aquellas cinco mujeres. Siempre había pensado que comprar aceite era algo tan sencillo. Sabía que el aceite y las lámparas representaban nuestro testimonio y la guía el Espíritu Santo (véase D. y C. 45:57). Había pensado que estaba preparada para asistir a la dedicación del templo, sin embargo, no estaba dentro escuchando al profeta.

Estando sola en el estacionamiento, me di cuenta de que no bastaba con tener un boleto. Tenemos más que hacer que simplemente estar presentes el día que venga Cristo. Precisamos estar preparados en todos los aspectos, llenando nuestras lámparas constantemente, en vez de limitarnos a pensar que tenemos aceite suficiente.

Mientras regresaba a casa, tenía los ojos bañados en lágrimas. Me dolía estar sola y saber que mi familia y mis amigos estaban allí dentro siendo edificados y yo no pude entrar con ellos. Me prometí que a partir de entonces haría todo lo posible para estar preparada con aceite suficiente. Deseo formar parte de la gozosa fiesta nupcial en vez de ser una de las que se quedan fuera por no estar preparada.

Michele Tolley es miembro del Barrio El Cerrito, Estaca Corona, California.