2002
Tres centavos
junio de 2002


Tres centavos

Tres centavos no parece una gran cantidad, pero el encontrarlos contribuyó a un gran cambio en mi vida.

“No, obispo, no creo que vaya a la misión”, decía cada vez que mi obispo me invitaba a considerar la idea de servir en una misión.

Cuando mi familia se unió a la Iglesia, hubo muchas cosas que tuvimos que aprender y otras tantas que olvidar. Al ser la primera generación de miembros, nunca habíamos considerado ni hablado de servir en misiones, un sacrificio que parecía demasiado grande.

Aún así, yo era miembro activo de la Iglesia. Asistía a todas mis reuniones y aceptaba responsabilidades a medida que se me extendían. Me hallaba en mi segundo año de estudios de contaduría cuando mi obispo me llamó a servir como secretario financiero.

Un miércoles enfrenté la tarea de encontrar un error en los registros; me sentía frustrado mientras trabajaba para encontrar la diferencia de tres centavos que había entre los registros de la Iglesia y los del banco. Había que presentar el informe al día siguiente y la fecha de entrega no hacía sino contribuir a mi desesperación. Me di cuenta de que la única cosa sensata que restaba por hacer era pedir ayuda.

Le expliqué al obispo el apuro en el que me encontraba y me sorprendió el que, en vez de estudiar el informe de inmediato, me invitara a arrodillarme con él para explicarle nuestro problema al Señor. Cuando nos pusimos de pie, el obispo pidió ver el informe, y casi al instante, sin emplear la calculadora, señaló una columna y dijo: “Aquí está tu problema”.

Sumé las cantidades y vi que tenía razón. Me sentí como si hubiera presenciado un milagro. Mi reciente y débil testimonio de la Iglesia y de sus líderes se vio fortalecido.

Mientras aún me hallaba profundamente conmovido por esa experiencia, el obispo me preguntó: “¿Ahora vas a servir en una misión?”.

Esa vez respondí: “Sí”.

Cuando esa noche abandoné el centro de reuniones, llevaba conmigo los papeles de la misión que tenía que llenar y poco después fui llamado a servir en la Misión Filipinas Baguio.

Han pasado muchos años desde aquella noche y aquella oración que fue contestada. Luego de cumplir una misión de dos años, regresé a mis estudios y obtuve mi título universitario, cuatro años después que la gente de mi edad; pero aún si tuviera que hacerlo otra vez, escogería servir.

Estoy agradecido por un obispo que me dio un buen ejemplo y obedeció las indicaciones del Espíritu de hacerme la pregunta correcta en el momento propicio. También me siento agradecido por mi Padre Celestial, pues no sólo me ayudó a encontrar los tres centavos a fin de reconciliar mi informe, sino que me bendijo con una riqueza incalculable de experiencias misionales.

Joel B. Macariola es miembro del Barrio Tangub, Estaca Bacolod Sur, Filipinas.