Conferencia General
Las cosas de mi alma
Conferencia General de octubre de 2021


Las cosas de mi alma

¿Qué cosas meditas? ¿Qué cosas te importan mucho? ¿Cuáles son las cosas de tu alma?

Mis hermanos y hermanas, al estar otra vez aquí en nuestro amado Centro de Conferencias, acuden a mí las palabras del apóstol Pedro: “Señor, bueno es que estemos aquí”1.

Hoy mis pensamientos se centran en las palabras del profeta Nefi, quien llevó el registro de su pueblo tras la muerte del padre Lehi. Nefi escribió: “Y sobre estas escribo las cosas de mi alma…”2.

Solía pasar por alto ese versículo, pensando que la palabra cosas no era muy elegante ni espiritual, ni lo suficientemente grandiosa como para combinarla con “mi alma”. Sin embargo, he aprendido que la palabra cosas aparece en las Escrituras [en inglés] 2354 veces3. Por ejemplo, en Moisés: “Soy el Principio y el Fin, el Dios Omnipotente; he creado estas cosas por medio de mi Unigénito…”4. Y las palabras de Nefi: “He aquí, mi alma se deleita en las cosas del Señor, y mi corazón medita continuamente en las cosas que he visto y oído”5.

Las palabras de Nefi plantean las preguntas: “¿Qué cosas meditas?”, “¿qué cosas te importan mucho?”, “¿cuáles son las cosas de tu alma?”.

A menudo, las cosas de nuestra alma se aclaran y profundizan al hacer preguntas.

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El élder Rasband en una reunión virtual
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Devocional para los jóvenes
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Transmisiones para jóvenes adultos

Durante la pandemia, me he reunido con jóvenes de todo el mundo en muchos devocionales, grandes y pequeños, a través de transmisiones y redes sociales, y hemos hablado sobre sus preguntas.

A los catorce años de edad, José Smith sintió una pregunta en lo profundo del alma y se la presentó al Señor. El presidente Russell M. Nelson ha recalcado: “Lleven sus preguntas al Señor y a otras fuentes fidedignas. Estudien con el deseo de creer más que con la esperanza de encontrar una falla en la trama de la vida de un profeta o una discrepancia en las Escrituras. Dejen de aumentar sus dudas repitiéndolas con […] incrédulos. Permitan que el Señor los guíe en su trayecto de descubrimiento espiritual”6.

Los jóvenes a menudo me preguntan en qué creo y por qué creo.

Recuerdo haber visitado virtualmente a una joven en su casa. Le pregunté si era la primera vez que un Apóstol estaba en su casa; rápidamente sonrió y respondió: “Sí”. Me hizo una buena pregunta: “¿Cuáles son las cosas más importantes que debo saber?”.

Respondí con las cosas de mi alma, las cosas que me preparan para escuchar impresiones, que elevan mi perspectiva más allá de las vías del mundo, que le dan propósito a mi labor en el Evangelio y a mi vida.

Permítanme compartir con ustedes las cosas de mi alma. Dichas cosas se aplican a todos los que procuran ser verdaderos discípulos de Jesucristo. Diez sería un buen número redondo. Hoy les daré siete, con la esperanza de que ustedes completen la ocho, la nueve y la diez a partir de sus propias experiencias.

Primero, amen a Dios el Padre y a Jesucristo, nuestro Salvador.

Jesús decretó el primer y gran mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente”7.

El presidente Nelson declaró su devoción a Dios, nuestro Padre Eterno, y a Su Hijo Jesucristo cuando fue llamado a dirigir la Iglesia del Señor, y dijo: “Los conozco; los amo, y me comprometo a servirles a Ellos —y a ustedes— con cada aliento de vida que me quede”8.

De modo que, primero, amen al Padre y al Hijo.

Segundo: “Am[en] a [su] prójimo”9.

No se trata solo de una buena idea; es el segundo gran mandamiento. Su prójimo son su cónyuge y su familia, los miembros del barrio, los compañeros de trabajo, los compañeros de habitación, los que no son de nuestra fe, los que necesitan una mano amiga y, francamente, todos. La esencia de “ama a tu prójimo” se manifiesta en el himno “Amad a otros”10.

El presidente Nelson nos recuerda: “Cuando amamos a Dios con todo el corazón, Él nos vuelve el corazón hacia el bienestar de otras personas11.

Tercero, ámense a ustedes mismos.

Muchos tienen dificultades con eso. ¿No es curioso que amarnos a nosotros mismos nos resulte más difícil que amar a los demás? No obstante, el Señor ha dicho: “Am[a] a tu prójimo como a ti mismo”12. Él valora la divinidad que tenemos en nuestro interior; y nosotros también debemos hacerlo. Cuando estamos cargados de errores, angustias, sentimientos de insuficiencia, desilusión, ira o pecado, el poder de la expiación del Salvador es, por designio divino, una de las cosas que eleva el alma.

Cuarto, guarden los mandamientos.

El Señor lo ha dejado claro: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”13. Esfuércense cada día por ser mejores y actuar un poco mejor, y seguir adelante con rectitud.

Quinto, sean siempre dignos de asistir al templo.

Yo lo llamo “ser recomendados al Señor”. Ya sea que tengan acceso a un templo o no, ser digno de una recomendación vigente para el templo nos mantiene firmemente centrados en las cosas que importan, la senda de los convenios.

Sexto, tengan gozo y sean alegres.

“Sed de buen ánimo, pues, y no temáis”14, ha dicho el Señor. ¿Por qué? ¿De qué manera si afrontamos desafíos a cada paso? Gracias a la promesa que hizo Jesucristo: “[Y]o, el Señor, estoy con vosotros y os ampararé”15.

El presidente Nelson describe el Evangelio restaurado como “¡un mensaje de gozo!”16 y explica: “… el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene mucho que ver con el enfoque de nuestra vida”17.

Séptimo, sigan al profeta viviente de Dios.

Quizás sea la séptima en mi lista de cosas, pero está primera en mi mente en términos de importancia hoy en día.

¡Tenemos un profeta de Dios en la tierra hoy día! Nunca menosprecien lo que eso significa para ustedes. Recuerden a la joven que mencioné al principio. Quería saber qué cosas importaban más. “Seguir al profeta viviente”, dije entonces y lo vuelvo a recalcar hoy.

Se nos distingue como una Iglesia que es dirigida por profetas, videntes y reveladores llamados por Dios para este tiempo. Les prometo que, conforme escuchen y sigan sus consejos, nunca se les llevará por mal camino. ¡Nunca!

Vivimos en una época en la que somos “llevados por doquiera”18; en la que la espiritualidad, la decencia, la integridad y el respeto están bajo ataque. Tenemos que tomar decisiones. Tenemos la voz del Señor a través de Su profeta para calmar nuestros temores y elevar nuestras miras y ánimo, porque cuando el presidente Nelson habla, habla por el Señor.

Somos bendecidos con Escrituras y enseñanzas que nos recuerdan: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová”19.

Así sucedió con Naamán, un gran líder militar de Siria, pero leproso, a quien se le dijo que el profeta Eliseo podía sanarlo. Eliseo mandó a un mensajero a decirle a Naamán que se lavara siete veces en el río Jordán y sería sanado. Naamán se disgustó. Ciertamente, había un río más poderoso que el Jordán y ¿por qué había enviado un criado cuando él esperaba que Eliseo, el profeta, lo curara personalmente? Naamán se fue, aunque luego sus criados lo persuadieron: “… si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías?”20. Al final, Naamán se sumergió siete veces en el Jordán y fue sanado.

El relato de Naamán nos recuerda el riesgo de escoger solo las partes del consejo profético que se ajusten a nuestro pensamiento, nuestras expectativas o a las normas actuales. Nuestro profeta nos señala continuamente nuestro propio río Jordán para ser sanados.

Las palabras más importantes que podemos escuchar, meditar y seguir son las que se revelan mediante nuestro profeta viviente. Testifico que me he sentado en consejo con el presidente Nelson para tratar asuntos importantes de la Iglesia y del mundo, y he visto fluir la revelación a través de él. Él conoce al Señor, conoce Sus caminos y desea que todos los hijos de Dios lo escuchen a Él, al Señor Jesucristo.

Durante muchos años escuchamos al profeta dos veces al año en la conferencia general. Sin embargo, con los problemas complejos de nuestros días, el presidente Nelson habla con mucha más frecuencia en foros21, redes sociales22, devocionales23 e incluso conferencias de prensa24. Lo he observado preparar y presentar profundos mensajes reveladores que han fomentado una mayor gratitud; promovido una mayor inclusión de todos nuestros hermanos y hermanas en la tierra; y aumentado la paz, la esperanza, la alegría, la salud y la sanación en nuestras propias vidas.

El presidente Nelson es un brillante comunicador, pero, lo que es más importante, es un profeta de Dios. Es asombroso pensar en ello, pero es crucial darse cuenta de que su dirección clara nos protegerá a todos del engaño, de la astucia y de las vías seculares que cobran ímpetu en el mundo hoy25.

El manto profético consiste en la revelación. “La Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo: Una proclamación para el mundo en el bicentenario”, que se presentó en la Conferencia General de abril de 2020, recalca que el Señor dirige esta obra. En esa proclamación, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles declaran: “Con alegría declaramos que la Restauración prometida avanza por medio de la revelación continua. La tierra jamás volverá a ser la misma, dado que Dios ‘reunir[á] todas las cosas en Cristo’ (Efesios 1:10)”26.

“Todas las cosas en Cristo”27 y “las cosas de mi alma”28 son aquello en lo que consiste esta Iglesia, este Evangelio y este pueblo.

Concluyo con la invitación de que cada uno de ustedes considere las siete “cosas de mi alma” que he compartido hoy: amar a Dios el Padre y a Jesucristo, nuestro Salvador; amar a su prójimo; amarse a ustedes mismos; guardar los mandamientos; ser siempre dignos de tener la recomendación para el templo; tener gozo y ser alegres; y seguir al profeta viviente de Dios. Los invito a determinar sus propias cosas número ocho, nueve y diez. Consideren las formas en que podrían compartir sus “cosas” sinceras con los demás y exhórtenlos a orar, meditar y buscar la guía del Señor.

Las cosas de mi alma son tan preciadas para mí como las suyas lo son para ustedes. Esas cosas fortalecen nuestro servicio en la Iglesia y en todos los aspectos de la vida. Hacen que nos dediquemos a Jesucristo, nos recuerdan nuestros convenios y nos ayudan a sentirnos seguros en los brazos del Señor. Testifico que Él desea que nuestra alma “nunca ten[ga] hambre ni sed, sino que se[a] llena”29 de Su amor conforme procuramos llegar a ser Sus verdaderos discípulos, ser uno con Él como Él lo es con el Padre. En el nombre de Jesucristo. Amén.