2023
El poder que cambia la vida al recordarlo a Él
Junio de 2023


“El poder que cambia la vida al recordarlo a Él”, Para la Fortaleza de la Juventud, junio de 2023.

Ven, sígueme

Mateo 26:26–29; Marcos 14:22–25

El poder que cambia la vida al recordarlo a Él

Por medio de la Santa Cena y el Espíritu Santo, recordamos a Jesucristo y hallamos fortaleza, paz y gozo.

Imagen
David A. Bednar

Cuando Jesucristo reunió a Sus apóstoles en un aposento alto en Jerusalén para la Pascua, Su última cena con ellos en la vida terrenal, Él sabía que “su hora había llegado” (Juan 13:1). Pronto ofrecería Su infinito y eterno sacrificio expiatorio.

Los apóstoles habían caminado junto a Jesús y hablado con Él. Habían escuchado Sus enseñanzas y visto Sus milagros. ¿Tenía ahora que irse? ¿Cómo continuarían sin Él?

Imagen
Jesucristo en la última cena

The Last Supper [La última cena], por Simon Dewey

Jesús les habló de cómo podían recordarlo cuando ya no estuviera con ellos. Instituyó la Santa Cena y prometió enviar al Espíritu Santo.

Como discípulos del Señor en los últimos días, se nos manda recordarlo siempre. Al hablar de cómo la Santa Cena y el Espíritu Santo nos ayudan a recordar y seguir a Jesucristo, los invito a considerar maneras en que puedan recordarlo y seguirlo mejor todos los días.

Imagen
Santa Cena

Las bendiciones de la Santa Cena

Durante la Última Cena, Jesús bendijo el pan y se lo dio a Sus apóstoles, diciendo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo”. Luego, “tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre […] que por muchos es derramada” (Mateo 26:26–28).

Les dijo: “[H]aced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19).

Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se nos manda participar de la Santa Cena cada semana (véase Doctrina y Convenios 59:9, 12). Esta santa ordenanza del sacerdocio es una invitación reiterada a arrepentirse con sinceridad, a renovarse espiritualmente y a recordar a Jesucristo.

Los actos de comer el pan y beber el agua no producen la remisión de pecados, pero a medida que nos preparamos con sinceridad y espíritu de oración, y participamos dignamente en la ordenanza, examinamos nuestras acciones y los deseos de nuestro corazón y aceptamos la invitación del Señor a arrepentirnos (véase Moisés 6:57). Cuando ofrecemos el sacrificio que Él requiere, un corazón quebrantado y un espíritu contrito (véase 3 Nefi 9:20), se nos promete que siempre podremos tener Su Espíritu con nosotros. Mediante la compañía constante del poder santificador del Espíritu Santo podemos obtener y retener siempre la remisión de nuestros pecados (véase Moroni 6:4).

Después de participar de la Santa Cena durante una reunión de liderazgo, el presidente Russell M. Nelson dijo: “Al participar de la Santa Cena he hecho el convenio de que estoy dispuesto a tomar sobre mí el nombre de Jesucristo y […] a obedecer Sus mandamientos. Oigo con frecuencia la expresión de que participamos de la Santa Cena para renovar los convenios que hicimos al bautizarnos. Si bien eso es cierto, es mucho más que eso. He hecho un convenio nuevo. Ustedes han hecho un convenio nuevo […]. Y, a cambio, [el Señor] declara que siempre tendremos Su Espíritu con nosotros. ¡Qué bendición!”1.

Durante la Santa Cena recordamos a Jesucristo y la manera en que “[S]u sangre Él derramó”2 por nosotros. Prepararse cuidadosamente y participar sinceramente de la Santa Cena brinda renovación espiritual, poder celestial y las bendiciones prometidas del Señor.

Invitar al Espíritu Santo

Jesús prometió a Sus apóstoles que el Padre les enviaría al Consolador, o el Espíritu Santo, para bendecirlos después de que Él se fuera (véase Juan 14:26).

La función del Espíritu Santo es guiarnos (véase Juan 16:13), dirigirnos (véase 2 Nefi 32:5), consolarnos (véase Juan 14:26), protegernos (véase Mosíah 2:36) y santificarnos (véase 3 Nefi 27:20). Él puede obrar con nosotros y por medio de nosotros solo si deseamos sinceramente Su compañía constante, nos preparamos de forma adecuada y lo invitamos a nuestra vida.

Para invitar al Espíritu Santo, estudien, mediten y deléitense en las palabras de Cristo que se hallan en las Escrituras (véase 2 Nefi 31:20). Oren de forma continua. Actúen fielmente de acuerdo con las impresiones. Procuren pensamientos, acciones y lenguaje virtuosos. Adoren en el hogar, en el templo y en la capilla.

Si incorporan esas prácticas justas a su vida, el Señor les promete que “siempre pued[e]n tener su Espíritu con [ustedes]” (Doctrina y Convenios 20:77; cursiva agregada).

Imagen
un ángel se aparece a Alma y a los hijos de Mosíah

Alma, Arise [Alma, levántate], por Walter Rane

Un cambio potente

Cuando un ángel del Señor se le apareció a Alma, hijo, y lo llamó al arrepentimiento, este cayó al suelo y no pudo hablar ni moverse por varios días.

Durante ese tiempo lo atormentó el recuerdo de sus pecados, pero entonces recordó que su padre había profetizado “concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo”. Más tarde recordó: “Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí […]! Y he aquí que cuando pensé esto, ya no me pude acordar más de mis dolores” (Alma 36:17–19).

No fue la aparición del ángel lo que cambió a Alma. Recordar a Jesucristo y Su sacrificio expiatorio lo condujo a arrepentirse y a orar para pedir perdón y misericordia, sentir un gozo exquisito y llegar a ser un discípulo devoto.

Cuando recuerdan a Jesucristo, lo buscan y lo siguen con fervor, Él llega a ser mucho más que el personaje principal de los relatos de las Escrituras. Su divinidad y realidad viviente influyen en las decisiones diarias de ustedes, los bendicen y los animan a llegar a ser más semejantes a Él. ¡Este cambio potente comienza cuando recuerdan a Jesucristo!

Mi esperanza para ustedes

Testifico que el Señor Jesucristo los bendecirá a medida que lo recuerden, tomen Su nombre sobre ustedes y guarden Sus mandamientos (véase Doctrina y Convenios 20:77, 79). Él dijo: “Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros” (3 Nefi 18:7).

Espero que la próxima vez que participen del pan y del agua durante la Santa Cena, digan en su corazón: “Nunca lo olvidaré a Él ni al sacrificio que hizo por mí. Lo amaré y lo seguiré”. Ruego que tengan esa determinación a lo largo de la vida.

Sigan adelante con la fortaleza, la paz y el gozo que provienen de recordar y seguir siempre a Jesucristo.