2021
La amistad marcó la diferencia
Junio de 2021


“La amistad marcó la diferencia”, Para la Fortaleza de la Juventud, junio de 2021, págs. 8–9.

Ven, sígueme

La amistad marcó la diferencia

Mi conversión tomó seis años. Si no hubiera tenido buenos amigos, no habría podido lograrlo.

Soy converso, pero me tomó seis años unirme a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Una de las razones es que, al crecer, no tenía una buena opinión de la Iglesia. Si hubieran leído lo que yo leí en mi libro de texto escolar cuando tenía doce años, quizás les hubiera pasado lo mismo. Lo que decía no era muy agradable y como no conocía a ningún Santo de los Últimos Días, acepté lo que leía como la verdad.

Crecí en Kentucky, EE. UU. Donde yo vivía había muy pocos miembros de la Iglesia. Por eso me sorprendí cuando la familia Martínez se mudó a nuestro vecindario cuando yo tenía 13 años.

A todos les caían bien, eran amables y fáciles de tratar. Tenían seis hijos, ¡lo que parecía mucho! Y tenían un hijo de mi edad, que enseguida se convirtió en mi mejor amigo.

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hombres jóvenes conversan

En realidad, creo que era el mejor amigo de todos. Había una luz que rodeaba a Mateo y que atraía a las personas hacia él; por lo que, aunque pensaba que su iglesia era un poco rara, enseguida eso dejó de molestarme debido a nuestra amistad.

Conocer a otros miembros

Un par de años más tarde, Mateo y yo comenzamos la escuela secundaria y fue entonces que conocí a otros miembros de la Iglesia. Había varios en nuestra escuela y otros en la comunidad. Con el tiempo, al hablar sobre sus vidas, sacaban el tema de la Iglesia de forma natural. Finalmente empecé a ir a las actividades de la Iglesia, jugué al baloncesto con otros jóvenes e incluso asistí a Seminario matutino durante algunas semanas.

Tenía muchos buenos amigos que elegían seguir buenas normas, pero había algo especial acerca de mis amigos Santos de los Últimos Días. Por supuesto, no bebían ni fumaban, ni consumían drogas. Y mientras algunos de mis amigos se involucraban físicamente con su novio o novia, ellos no lo hacían; pero era incluso más que eso: tenían una luz de honestidad que los rodeaba. Nunca me insistieron con el Evangelio, simplemente lo vivían. Cuando era el momento indicado, compartían pequeñas cosas conmigo.

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jóvenes hablando

Y la familia Martínez siempre era muy abierta y generosa. En todo momento me sentí bienvenido en su casa. ¡Y su cocina también estaba siempre abierta!

Seguía dudando

Sin embargo, estaba bastante arraigado en mi religión y todavía pensaba que algunas de las cosas en las que Mateo creía eran raras. Además, yo tenía un carácter fuerte. Aunque mayormente vivía las normas de la Iglesia, no quería que nadie me dijera qué normas debía tener.

Al mismo tiempo, me sentía perdido espiritualmente. Creo que eso puede suceder cuando te sientes atraído hacia la luz y la bondad del Evangelio, pero intentas alejarlo. Aunque creía en Dios, me resultaba difícil aceptar que Dios pudiera o quisiera participar activamente en mi vida. Sin embargo, me atraía la luz del Evangelio que veía en otras personas.

Probablemente es por eso por lo que decidí unirme a mis amigos e ir a una institución educativa de la Iglesia cuando tenía dieciocho años. Asistimos a la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, EE. UU., donde conocí a incluso más miembros de la Iglesia. Gente buena, gente amable, llena de luz, igual que allá en casa y, aun así, no me uní a la Iglesia.

Lo que finalmente marcó la diferencia

Luego de ese primer año en la universidad, me quedé sin dinero y volví a Kentucky a vivir con mi papá. Tenía diecinueve años y todos mis amigos empezaron a irse para servir en misiones o todavía estaban en Utah.

Pero lo asombroso es que Dios puso a otras personas increíbles en mi vida. La familia Martínez todavía vivía cerca y me invitaban a ir a su casa cada vez que quisiera. Descubrí que había otros Santos de los Últimos Días de mi edad que también vivían cerca. Todos ellos estuvieron a mi lado mientras luchaba con mis creencias.

Nadie me insistió, nadie me presionó, solo eran buenos conmigo.

Finalmente, luego de seis largos años, empecé a estudiar con los misioneros. Fueron necesarios bastantes cuestionamientos profundos, pero con la bondad y el aliento de mis amigos, finalmente estuve listo para abrir mi corazón, estudiar y orar acerca del Libro de Mormón, reconocer el Espíritu y aceptar el bautismo.

De todas las cosas que me ayudaron en el trayecto, probablemente la más importante fue el apoyo paciente y amable de los demás.

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joven con los misioneros