2021
Cómo tener siempre el Espíritu
Marzo de 2021


“Cómo tener siempre el Espíritu”, Para la Fortaleza de la Juventud, marzo de 2021, págs. 26–29.

Ven, sígueme

Prepararnos para tener siempre Su Espíritu

Prepararnos para participar dignamente de la Santa Cena cada semana puede ayudarnos a tener siempre el Espíritu con nosotros.

Imagen
hombres jóvenes repartiendo y tomando la Santa Cena

Cuando tenía doce años, fui con mi familia a visitar los lugares históricos de la Iglesia al norte del estado de Nueva York, Estados Unidos. En la Arboleda Sagrada, recuerdo haber meditado sobre la Primera Visión y otras extraordinarias visiones que tuvo José y haber pensado: “¡Vaya! Si yo tuviera una extraordinaria manifestación espiritual de seres celestiales como la que tuvo José, mi vida estaría hecha”.

Desde entonces he aprendido que, más que una gran manifestación espiritual una vez en la vida, necesito pequeñas experiencias frecuentes que me ayuden a mantenerme firme en mi testimonio y seguro en la senda de regreso a casa. El Padre Celestial sabía que necesitaríamos guía constante en nuestra vida, y preparó la vía para que podamos recibirla.

A todos aquellos que tienen suficiente fe en Su Hijo para arrepentirse y ser bautizados, Él concede el don del Espíritu Santo. Por medio de la ordenanza semanal de la Santa Cena, Él nos proporciona la posibilidad de “que siempre p[odamos] tener su Espíritu con [nosotros]” si recordamos al Salvador y guardamos Sus mandamientos (Doctrina y Convenios 20:77). Eso hace posible que tengamos acceso a la guía diaria del Espíritu en nuestra vida a medida que utilizamos nuestro albedrío para tomar decisiones que nos ayudarán a lo largo de la senda de regreso al Padre Celestial.

La Santa Cena y el Espíritu

Imagen
Santa Cena

El Padre Celestial sabía que necesitaríamos tener acceso regular a la guía de Su Espíritu, no solo grandes experiencias que suceden una vez en la vida. Por medio del profeta José Smith, Él restauró la ordenanza del bautismo por inmersión, la cual nos ayuda a llegar a ser limpios. Es entonces cuando estamos preparados para recibir el don del Espíritu Santo mediante la confirmación, brindándonos la posibilidad de recibir guía diaria por medio del Espíritu.

El Padre Celestial sabía que el llegar a ser limpios una vez no sería suficiente, y que necesitaríamos recordar al Salvador y llegar a ser limpios una y otra vez a fin de conservar el Espíritu siempre con nosotros. Él restauró la ordenanza de la Santa Cena con ese propósito. Si nos preparamos minuciosamente y participamos con regularidad de la Santa Cena, se nos promete que “siempre p[odremos] tener su Espíritu con [nosotros] (véase Doctrina y Convenios 20:77; cursiva agregada).

Sin embargo, el solo hecho de presentarnos en la Iglesia y comer el pan y beber el agua no nos permitirá acceder a la promesa del Señor. El prepararnos a conciencia para la ordenanza nos permite recibir el poder del Salvador en nuestra vida.

Los atletas no llegan a destacarse con solo ponerse un uniforme y caminar hacia la pista o el campo de juego. Ellos deben entrenar sus cuerpos, aprender las técnicas y practicar a fin de llegar a ser competentes en su deporte. De manera similar, nosotros debemos saber cómo prepararnos para participar de la Santa Cena dignamente y con reverencia de modo que podamos recibir el poder que Él puede darnos.

Una manera de preparar el corazón y el espíritu para participar de la Santa Cena es tener cada semana una pequeña entrevista con uno mismo. Me gusta usar Doctrina y Convenios 20:37 para entrevistarme a mí mismo. Ese versículo contiene los requisitos para el bautismo que Dios reveló al profeta José. Contiene los requisitos que debe reunir todo aquel que desee ser bautizado. A mí me ayuda a prepararme para recibir las promesas renovadoras que tenemos a nuestro alcance mediante la Santa Cena.

Imagen
jovencita meditando

Fotografía de Getty Images.

Utilizando ese pasaje de las Escrituras como guía, estas son algunas de las preguntas que me hago para saber si estoy preparado para participar de la Santa Cena.

¿Me he humillado ante el Señor?

El primer requisito que aparece en Doctrina y Convenios 20:37 es humillarse ante Dios. Lo hacemos al aceptar Su voluntad y estar dispuestos a obedecerla tal y como se halla en las Escrituras, como la enseñan Sus siervos o como la recibimos por medio de impresiones.

Me pregunto si en este momento me hallo en oposición a Dios en algún aspecto de mi vida. ¿Me estoy resistiendo a Su guía? ¿Presto atención a las enseñanzas de Sus siervos? Si no es así, hago planes para mejorar y me comprometo a mejorar a medida que me preparo para participar de la Santa Cena. Dios es omnisciente; cuando entiendo que Él tiene una visión más amplia de mi vida, me resulta más fácil humillarme ante Él y confiar en que Él me guiará hacia lo que es mejor.

¿Tengo un corazón quebrantado y un espíritu contrito?

Tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito tiene que ver con la humildad. Significa estar dispuestos a someternos a la voluntad de Dios. Ser humilde significa decir que lo sentimos y perdonar aun cuando resulte difícil o tal vez creamos que los demás estaban en error. ¿Puedes decir: “No guardo rencor hacia nadie”? ¿Has hecho daño a alguien a tu alrededor, o tienes malos sentimientos hacia alguna persona? ¿Necesitas pedir perdón?

Cuando tengo un corazón quebrantado y un espíritu contrito, estoy dispuesto a esforzarme por hacer las cosas bien para con Dios y con quienes me rodean. Trato de librarme de los malos pensamientos y sentimientos hacia los demás. El Espíritu no mora en nosotros cuando tenemos sentimientos de contención, de modo que el deshacernos de ellos es un paso importante a fin de prepararnos para recibir la promesa de la Santa Cena.

¿Deseo volver a ser limpio, y puedo testificar que me he arrepentido de todos mis pecados?

Otro requisito en Doctrina y Convenios 20:37 es “arrepenti[rnos] verdaderamente de todos [nuestro]s pecados”. Cuando nos bautizamos, fuimos limpios de nuestros pecados. Hicimos la promesa de tratar de guardar los mandamientos de Dios y de arrepentirnos cuando cometiéramos errores.

Me pregunto: “¿Estoy tomando la Santa Cena simplemente porque es lo que creo que debo hacer o en verdad deseo volver a ser limpio?”. Pienso en los pecados y errores que he cometido durante esa semana y me pregunto si verdaderamente deseo cambiar y librarme de ellos. Al tener el deseo de llegar a ser limpio, el Espíritu te mostrará las cosas que debes mejorar y continuará inspirándote a arrepentirte y a tomar mejores decisiones.

Confesar al Señor (y a otras personas a las que hayamos podido herir u ofender si fuera necesario) es parte de nuestra preparación.

Pregúntate: “¿Hay algo que deba cambiar y no haya cambiado todavía? ¿Hay algo de lo que todavía deba arrepentirme?”. Resolver los problemas mediante el arrepentimiento sincero puede hacernos merecedores de participar dignamente de la Santa Cena.

¿Estoy dispuesto a tomar sobre mí el nombre de Jesucristo?

Cada convenio que hacemos conlleva el compromiso de tomar más plenamente sobre nosotros el nombre de Cristo. Cuando nos bautizamos, demostramos nuestra disposición a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y guardar Sus mandamientos. Al hacer otros convenios en el templo y aceptar llamamientos, seguimos tomando sobre nosotros la causa de Cristo y Sus enseñanzas. El mostrar cada semana nuestra disposición a tomar sobre nosotros Su nombre como parte de la Santa Cena cada semana significa ratificar todos los convenios y los compromisos que previamente hemos hecho con Él.

Cuando evalúo si estoy preparado para tomar la Santa Cena me hago preguntas como: “¿Estoy haciendo todo lo que puedo para ser un ejemplo de Cristo y Sus enseñanzas? ¿Cumplo todas las promesas que hice como parte de mis convenios? ¿Estoy actualmente tan comprometido con Dios y con los convenios que he hecho con Él como el primer día que los hice?”.

¿Tengo la determinación de servirlo hasta el fin?

Cuando hicimos nuestro convenio bautismal, prometimos al Señor que nos esforzaríamos por guardar Sus mandamientos. Los dos grandes mandamientos son amar al Señor y amar a nuestro prójimo (véase Mateo 22:36–40). Demostramos nuestro amor por Dios así como por nuestros semejantes cuando les prestamos servicio.

Me pregunto: “¿Busco tiempo para prestar servicio? ¿Presto servicio de mala gana, o me siento feliz de poder hacerlo?”. “¿Estoy tratando de magnificar mi llamamiento?”. El prestar servicio a otras personas es una maravillosa manera de prepararnos para participar de la Santa Cena. De hecho, cuando más necesitamos la guía del Espíritu es cuando prestamos servicio a los demás.

Confía en las promesas del Señor

Al prepararnos cada semana a conciencia para participar dignamente de la Santa Cena, nos haremos merecedores de tener siempre el Espíritu para que influya y guíe nuestra vida. Esa es una promesa del Señor.