2021
La esencia de la Pascua de Resurrección: El Jesucristo viviente
Marzo de 2021


“La esencia de la Pascua de Resurrección: El Jesucristo viviente”, Para la Fortaleza de la Juventud, marzo de 2021, págs. 00 [2–5].

La esencia de la Pascua de Resurrección: El Jesucristo viviente

Al celebrar la Pascua de Resurrección, nos regocijamos de que Jesucristo vive ahora y de que ello sea para todos nosotros.

Tomado de un discurso de la Conferencia General de abril de 2020.

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Jesucristo entra en Jerusalén montado en un pollino de asna

En esta época de Pascua, celebramos al Jesucristo viviente. Con perfecto amor, nuestro Salvador nos asegura: “… que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Al celebrar la Pascua, nos regocijamos de que Jesucristo vive, no solo en aquel entonces, sino ahora; no solo para algunos, sino para todos. Él vino y sigue viniendo a sanar a los quebrantados de corazón, liberar a los cautivos, dar vista a los ciegos y poner en libertad a los quebrantados (véase Lucas 4:18). Esos somos cada uno de nosotros. Sus promesas de redención se cumplen, independientemente de nuestro pasado, nuestro presente o de las preocupaciones por nuestro futuro.

Hosanna y aleluya

El Domingo de Ramos, Jesús entró en Jerusalén montado en un pollino y “mucha gente […] tomaron ramas de palmeras y salieron a recibirle” (Juan 12:12–13; véanse también Mateo 21:8–9; Marcos 11:8–10). Tradicionalmente, las palmas son un símbolo sagrado para expresar gozo por nuestro Señor. Los fieles reconocieron aquello como el cumplimiento de las profecías y, entendiendo, aclamaron: “Hosanna en las alturas” (Mateo 21:9). Hosanna significa “sálvanos” (véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Hosanna”).

Una semana después del Domingo de Ramos es el Domingo de Resurrección. El presidente Russell M. Nelson enseña que Jesucristo “vino a saldar una deuda que no era Suya porque nosotros teníamos una deuda que no podíamos saldar”1. Ciertamente, por medio de la expiación de Cristo todos los hijos de Dios “puede[n] salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio” (Artículos de Fe 1:3). En la Pascua, cantamos aleluya. Aleluya significa “alabad a Jehová el Señor” (véase Bible Dictionary, “Hallelujah” [Aleluya]).

Los acontecimientos sagrados que ocurrieron entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Pascua son la historia del hosanna y del aleluya. Hosanna es nuestra súplica a Dios de que nos salve; aleluya expresa nuestra alabanza al Señor por la esperanza de la salvación y la exaltación. En el hosanna y el aleluya reconocemos al Jesucristo viviente como la esencia de la Pascua de Resurrección.

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Jesucristo

La Restauración y la Resurrección

El Domingo de Pascua de Resurrección, el 3 de abril de 1836, en la primera época de la Restauración, el Jesucristo viviente apareció después de dedicarse el Templo de Kirtland. Quienes allí lo vieron testificaron de Él mediante contrastes complementarios de fuego y agua: “Sus ojos eran como llama de fuego; el cabello de su cabeza era blanco como la nieve pura; su semblante brillaba más que el resplandor del sol; y su voz era como el estruendo de muchas aguas, sí, la voz de Jehová” (Doctrina y Convenios 110:3; cursiva agregada).

En esa ocasión, nuestro Salvador declaró: “Soy el primero y el último; soy el que vive, soy el que fue muerto; soy vuestro abogado ante el Padre” (Doctrina y Convenios 110:4). Nuevamente, contrastes complementarios: primero y último, vivo y muerto. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin (véanse Apocalipsis 1:8; 3 Nefi 9:18; Doctrina y Convenios 19:1; 38:1; 45:7), el autor y consumador de nuestra fe (véanse Hebreos 12:2; Moroni 6:4).

Tras la aparición de Jesucristo, Moisés, Elías y Elías el Profeta también vinieron. Por mandato divino, esos grandes profetas de antaño restauraron llaves y autoridad del sacerdocio. De esa manera, “se entregan […] las llaves de esta dispensación” (Doctrina y Convenios 110:16) dentro de Su Iglesia para bendecir a todos los hijos de Dios.

Es significativo que el Libro de Mormón describa “el poder y la resurrección de Cristo” (Alma 41:2) —la esencia de la Pascua de Resurrección— en términos de dos restauraciones.

Primero, la resurrección incluye la restauración física de nuestra “propia y perfecta forma”; “todo miembro y coyuntura serán restablecidos a su cuerpo; sí, ni un cabello de la cabeza se perderá” (Alma 40:23). Esa promesa da esperanza a quienes han perdido extremidades, a los que han perdido la capacidad de ver, oír o caminar; o aquellos que creíamos que habían sucumbido a enfermedades implacables, o mentales, o alguna otra discapacidad. Él nos halla; Él nos sana.

Una segunda promesa de la Pascua de Resurrección y de la expiación de nuestro Salvador es que “todas las cosas serán restablecidas a su propio orden” (Alma 41:4). Esa restauración espiritual refleja nuestras obras y nuestros deseos. Restaura “lo que es bueno”, “recto”, “justo” y “misericordioso” (Alma 41:13). No es de extrañar que el profeta Alma utilice variaciones de las palabras restaurar, restablecer y restituir veintidós veces2 al instarnos a “trata[r] con justicia, juzga[r] con rectitud, y ha[cer] lo bueno sin cesar” (Alma 41:14).

Debido a que “Dios mismo expía los pecados del mundo” (Alma 42:15), la expiación del Señor puede sanar no solo lo que fue, sino también lo que puede ser. Debido a que Él conoce nuestros dolores, aflicciones, enfermedades, nuestras “tentaciones de todo tipo” (Alma 7:11), Él puede, con misericordia, socorrernos según nuestras enfermedades (véase Alma 7:12). Puesto que Dios es “un Dios perfecto, justo y misericordioso también”, el plan de misericordia puede “apaciguar las demandas de la justicia” (Alma 42:15). Nos arrepentimos y hacemos todo lo que podemos. Él nos envuelve eternamente “entre los brazos de su amor” (2 Nefi 1:15).

Cantar canciones de gozo sempiterno

Con ustedes, en esta época de Pascua de Resurrección, testifico de Dios nuestro Padre Eterno y de Su Hijo Amado, el Jesucristo viviente. Hubo hombres mortales que fueron cruelmente crucificados y después resucitados, pero solo el Jesucristo viviente en Su perfecta forma resucitada todavía tiene las marcas de la crucifixión en Sus manos, pies y costado. Solo Él puede decir: “[E]n las palmas de mis manos te tengo grabad[o]” (Isaías 49:16; 1 Nefi 21:16). Solo Él puede declarar: “Soy el que fue levantado. Soy Jesús que fue crucificado. Soy el Hijo de Dios” (Doctrina y Convenios 45:52).

En estos tiempos, podemos aprender mucho de la bondad de Dios y nuestro potencial divino para que el amor de Dios crezca en nosotros al buscarlo a Él y ayudarnos mutuamente. “Y acontecerá que los justos serán recogidos de entre todas las naciones, y vendrán a Sion entonando canciones de gozo sempiterno” (Doctrina y Convenios 45:71). En esta época de hosanna y aleluya, canten aleluya, ¡porque Él reinará para siempre jamás! ¡Exclamen hosanna a Dios y al Cordero!