Historia de la Iglesia
8. Todas tenemos una misión que cumplir: Elicia A. Grist


“8. Todas tenemos una misión que cumplir: Elicia A. Grist”, At the Pulpit: 185 Years of Discourses by Latter-day Saint Women, 2017, págs. 33–36

“8. Elicia A. Grist”, At the Pulpit, págs. 33–36

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Todas tenemos una misión que cumplir

Discurso en Latter-day Saints’ Millennial Star

Liverpool, Inglaterra

4 de mayo de 1861

La actriz británica Elicia Allely Grist [Suhrke Garthwaite] (1827–1898) se bautizó en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en mayo de 1853, unos cinco meses después que su esposo, John Grist1. Como resultado de su nueva afiliación a la Iglesia, los padres de Elicia la desheredaron2. Con los años, la familia Grist vivió en Inglaterra e Irlanda, entre Birmingham, Dublín y Liverpool, en donde se publicó este discurso3.

En los siglos dieciocho y diecinueve, Gran Bretaña experimentó los profundos cambios económicos, sociales, culturales y políticos de la Revolución Industrial. El desarrollo de la imprenta a vapor, por ejemplo, hizo que las publicaciones fueran más accesibles para la creciente clase obrera. La cultura impresa estaba en auge, y creó un espacio público donde la gente podía expresar más plenamente su sentido de identidad personal, sus valores y su actividad eclesiástica, tal como Grist demostró4. Además, muchas personas que experimentaban la conmoción de la Revolución Industrial estaban abiertas a la posibilidad de explorar nuevas ideas y nuevos grupos religiosos, y la Iglesia creció rápidamente en Gran Bretaña a mediados del siglo diecinueve. El periódico semestral de la Iglesia en Gran Bretaña, el Millennial Star, que se publicó por primera vez en 1840, “se dedicaba a la propagación de la plenitud del Evangelio” y se comunicaba con los santos de toda la Misión Británica5.

El Millennial Star era particularmente importante porque los santos en Gran Bretaña estaban muy dispersados y carecían de una organización formal de la Iglesia. Por ejemplo, la Sociedad de Socorro en Gran Bretaña no fue formalmente organizada hasta 18736. El Millennial Star servía, en parte, como un foro para las mujeres; algunos de sus artículos, editoriales, discursos y mensajes estaban dirigidos específicamente a la audiencia femenina7.

En su discurso, Grist habló de las responsabilidades distintivas de las mujeres. Como consecuencia de la Revolución Industrial, las mujeres británicas estaban experimentando nuevas oportunidades económicas, culturales y políticas. Algunas mujeres inglesas de mediados del siglo diecinueve que luchaban por los derechos y el sufragio de las mujeres, defendían simultáneamente los conceptos victorianos de los roles de género y el lugar de la mujer en el hogar8. En su discurso, Grist hacía uso de metáforas de su carrera como actriz, animando a las mujeres a reconocer su papel en los diferentes actos de la vida. También hablaba como madre (el matrimonio Grist tuvo siete hijas, cuatro de las cuales murieron en la infancia)9.

Grist llevó personalmente a cabo el plan de emigración que se describe en este discurso cuando su familia se trasladó a Utah en 1863 gracias a la ayuda del Fondo Perpetuo para la Emigración10. En cuanto llegó a Salt Lake City, comenzó inmediatamente a actuar en el Teatro de Salt Lake, retomando una afición de su pasado11. Se desconoce si en efecto pronunció este discurso o simplemente lo publicó en el Millennial Star.

Al dirigirme a las hermanas de la Iglesia, lo hago con la intención de promover y alentar los mejores sentimientos entre ellas, pero de ninguna manera pretendo ser prescriptora. Simplemente sugiero lo que considero que produciría un interés más activo de las unas por las otras, al unirnos más en nuestros esfuerzos y extender una importante influencia en la esfera en que seamos llamadas a obrar.

Cuando tenemos en cuenta las muchas oportunidades y las diversas maneras en que podemos ser de utilidad, y todo lo bueno que podemos lograr quienes estamos embarcadas en una causa tan grande, puede que algunas de ustedes sientan que no nos corresponde interferir en lo más mínimo ni dar un paso para edificar el Reino de Dios. Pero creo que es un error suponer que no podemos realizar actos que ennoblecerían nuestro carácter y posición cuando estamos tan estrechamente alineadas con los hermanos del sacerdocio y a ellos se les requiere realizar intensos esfuerzos para impulsar la causa de Dios. No querría dar a entender que sugiero algo que interferiría con los derechos y las responsabilidades del alto y santo llamamiento de ellos, pero ¿no podríamos abrigar un amoroso espíritu fraternal las unas por las otras? Si no podemos reunirnos con frecuencia en un entorno social, podríamos retener individualmente una unidad más sagrada, e imbuir nuestros pensamientos y sentimientos de un mayor deseo de bendecir y edificar, de fortalecer y alentar, y ser así un medio para esparcir ampliamente un interés más activo en el reino de nuestro Padre, por quien declaramos haber sido adoptadas. Ya que todas somos una familia, seamos unidas en hacer todo el bien que podamos en nuestra área de influencia, porque podemos lograr mucho si tenemos el deseo de hacerlo. Además, nuestras reuniones de hermanamiento dependen mucho de lo que nosotras aportemos12.

Todas tenemos una misión que cumplir si tan solo tenemos en cuenta la responsabilidad que recae sobre nosotras en cada cosa que hacemos, aunque seamos la parte débil y no podamos ser llamadas a cumplir las más altas responsabilidades que recaen sobre aquellos que poseen los oráculos de Dios13. Pero ¿no podríamos, queridas hermanas, tener un sentimiento puro de bondad y ayudar a crear un espíritu entusiasta y una devota sinceridad hacia la causa? Y no hace falta que nombre siquiera uno de nuestros grandes privilegios cuando se nos han dado abundantes oportunidades para testificar y ejercer los dones del Espíritu. ¡Cuántas veces hemos visto claramente el poder de Dios manifestarse en nuestras reuniones!14. En muchos casos, al participar en esas santas inspiraciones, puede que nuestro testimonio haya hecho que alguno de los presentes reflexionase más profunda y atentamente en cuanto a lo que se había declarado15. También se puede hacer lo mismo en otras ocasiones, cuando estamos en compañía de una vecina o de una amable visitante que, quizás, hayan acudido a nosotras para pedirnos un libro prestado. Es posible que esa sea la oportunidad de conversar sobre los principios de la Iglesia y también de difundir la labor de la Iglesia. Y quién sabe, quizá así seamos el medio para convencer a algún amante sincero de la verdad y mostrarle el camino de la salvación. Podría mencionar muchos ejemplos de este tipo, pero básteme decir que no es propio de mí dar ese tipo de instrucciones a mis hermanas, que quizás comprenden plenamente sus deberes y las muchas maneras en que pueden ser de utilidad, y cómo pueden ellas participar más en la propagación del conocimiento de la verdad al invitar a otras personas a asistir a las asambleas y las congregaciones de los santos, porque “la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!” para quienes capten la indirecta16.

Ahora dirijamos nuestra atención al ámbito doméstico. Gran parte de la clase de espíritu que impregna nuestro hogar depende de nosotras. Como esposas, podemos crear un pedacito de cielo aquí. Cuando el cabeza de familia regresa de un largo día de trabajo, inevitablemente busca esas comodidades y atenciones que no hace falta que mencione, ya que todas saben cuál es la mejor manera para ellas de complacer y consolar a quienes es su privilegio mostrar deferencia. También recaen importantes responsabilidades sobre aquellas de nosotras que somos madres, esto es, la adecuada formación y educación de nuestros hijos. Nunca es demasiado pronto para inculcar en sus jóvenes mentes los principios de la Iglesia. Las preguntas de mis pequeñitos sobre la Iglesia me conducen con frecuencia a una procesión de serias reflexiones. Sus preguntas a menudo despiertan mi sentido del deber. Nosotras, queridas hermanas, somos responsables ante Dios del modo en que criemos a nuestros hijos. ¿Nos escuchan alguna vez nuestros pequeñitos orar por ellos? ¿Nos ven arrodillarnos junto a sus camitas? Porque son los niños que escuchan a sus madres orar los que con mayor probabilidad orarán por sí mismos.

Permítanme sugerirles también otra fuente de bien para nuestros hijos, esto es, leerles en voz alta las obras impresas de la Iglesia tan a menudo como nos sea posible17. Sus jóvenes mentes son muy receptivas, las impresiones se forjan pronto y su interés se estimula con facilidad hacia lo que es bueno. Tomen, por ejemplo, una idea que han sugerido últimamente algunos hermanos del sacerdocio: la de viajar a Sion por un penique cada cinco kilómetros (tres millas), de modo que cada penique ahorrado ¡nos acercará a Sion cinco kilómetros más!18. Si tan solo logramos despertar el interés de nuestros hijos en esto, controlaremos el deseo natural tan extendido entre ellos de correr a comprar pasteles (tortas) y dulces que solo les hacen mal.

Les contaré una anécdota que llegó a mi conocimiento para animar a los jóvenes que puedan leerlo o escucharlo. Dos pequeñitos de una familia de la Iglesia recibieron dos peniques cada uno, y fueron corriendo a su madre con rostros rebosantes de alegría: “¡Oh, madre, ya estamos diez kilómetros (seis millas) más cerca de Sion! Póngalo en la caja, por favor”. Sería bueno animar a nuestros hijos en este nuevo movimiento. Aunque parezca sencillo, nuestros niños más pequeños pueden en algunos casos viajar cinco kilómetros cada día, y podrían hacerlo fácilmente poniendo su penique en la alcancía para este fin19. Esto hará que en su corazón y en el nuestro surja el interés en el recogimiento.

Confío en que estas pocas palabras dispersas, escritas con toda humildad, se reciban con el mismo amable sentimiento; y espero que alguna hermana con más talento retome este tema, para que de ese modo podamos beneficiarnos grandemente las unas a las otras. No quiero que piensen que afirmo ser perfecta. Desafortunadamente no lo soy. Siento mis propias imperfecciones, pero trato de vencer esas cosas que sé que me impiden progresar hacia el Reino de Dios.

  1. “Death of Mrs. Garthwaite”, Salt Lake Tribune, 25 de septiembre de 1898.

  2. John Knapp Grist, Journal of John Knapp Grist, Spanish Fork, UT: Liberty Press, s.f., pág. 2. En la época en que los Grist se bautizaron, unos treinta mil Santos de los Últimos Días vivían en la Misión Británica, donde la Iglesia llevaba unos dieciséis años establecida. (“Statistical Report of the Church of Jesus Christ of Latter Day Saints in the British Islands, for the Half-Year Ending June 30th, 1853”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo XV, nro. 31, 30 de julio de 1853, pág. 510).

  3. Grist, Journal of John Knapp Grist, págs. 63, 65, 79, 83.

  4. Jennifer L. Goloboy, “Introduction”, en Industrial Revolution: People and Perspectives, editado por Jennifer L. Goloboy, Santa Barbara, CA: ABC-CLIO, 2008, pág. XX; Paul J. Erickson, “Readers and Writers”, en Goloboy, Industrial Revolution, págs. 85, 94–95.

  5. Peter Crawley, A Descriptive Bibliography of the Mormon Church, Volume One, 1830–1847, Provo, UT: Religious Studies Center, Universidad Brigham Young, 1997, págs. 108–113.

  6. Rebecca Bartholomew, Audacious Women: Early British Mormon Immigrants, Salt Lake City: Signature Books, 1995, págs. 89, 109–118; Leonard J. Arrington, “Mormon Women in Nineteenth-Century Britain”, en Coming to Zion, editado por James B. Allen y John W. Welch, Provo, UT: BYU Studies, 1997, pág. 285.

  7. Véase Hannah Selina Pegg, “Friendly Suggestions to My Young Sisters”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo XXIII, nro. 16, 20 de abril de 1861, págs. 252–254; véanse también Elizabeth Tullidge, “Life”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo XXI, nro. 2, 8 de enero de 1859, págs. 21–22; Emily G. Teasdale, “Woman—Her Sphere and Duties”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo XXI, nro. 13, 26 de marzo de 1859, págs. 206–208; y Mary [Fielding] Smith y M. R. [Mercy Fielding] Thompson, “To the Sisters of the Church of Jesus Christ in England: Greeting”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo V, nro. 1, junio de 1844, pág. 15.

  8. Bartholomew, Audacious Women, págs. 103–106.

  9. En la época en que Grist escribió este discurso, sus hijas Evangeline y Alice tenían ocho y nueve años. (Véase Grist, Journal of John Knapp Grist, pág. 3).

  10. El Fondo Perpetuo para la Emigración, introducido en 1849, proporcionaba ayuda económica y coordinaba la organización entre los Santos de los Últimos Días que viajaban a Utah. (Names of Persons and Sureties Indebted to the Perpetual Emigrating Fund Company from 1850 to 1877 Inclusive, Salt Lake City: Star Book and Job Printing Office, 1877, pág. 59; véase también Richard L. Jensen y Maurine Carr Ward, “Names of Persons and Sureties Indebted to the Perpetual Emigrating Fund Company, 1850 to 1877”, Mormon Historical Studies, tomo I, nro. 2, otoño de 2000, págs. 141–142).

  11. “Death of Mrs. Garthwaite”; A. A. [Annie Adams] Kiskadden, “Greenroom Memories at the Salt Lake Theatre”, Deseret Evening News, 15 de diciembre de 1906. Grist formaba parte de un numeroso grupo de santos británicos que emigraron a Utah y llevaron su experiencia teatral consigo. En una carta a Brigham Young sobre estos santos, George Sims describió el Teatro de Salt Lake como “un predicador vociferante”, porque su existencia alentaba a los refinados santos británicos a emigrar a Utah, donde podían encontrar actividades culturales. (George E. Sims a Brigham Young, 5 de marzo de 1863, pág. 3, Brigham Young Office Files, 1832–1878, Biblioteca de Historia de la Iglesia [CHL, por sus siglas en inglés]; véase también Lynne Watkins Jorgensen, “The Mechanics’ Dramatic Association: London and Salt Lake City”, Journal of Mormon History, tomo XXIII, nro. 2, otoño de 1997, págs. 155–184).

  12. Puede que “reunión de hermanamiento” fuese una expresión británica para referirse a una reunión de testimonios. (Véase “The Visitor: The Fellowship Meeting”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo XXI, nro. 4, 22 de enero de 1859, págs. 57–58).

  13. Véase 1 Pedro 3:7. La percepción que en el siglo diecinueve se tenía de Adán y Eva con frecuencia se centraba en que Eva había sido engañada por Satanás; los intérpretes de la Biblia solían hacer hincapié en que la mujer era emocional y físicamente más débil que el hombre y, por lo tanto, sometida a él. (Amanda W. Benckhuysen, “The Prophetic Voice of Christina Rossetti”, en Recovering Nineteenth-Century Women Interpreters of the Bible, editado por Christiana de Groot y Marion Ann Taylor, Atlanta: Society of Biblical Literature, 2007, pág. 170).

  14. Un poeta radicado en Londres describió estas reuniones de hermanamiento en Gran Bretaña como “ardientes palabras de inspiración” pronunciadas en “lenguas desconocidas y profecía”. Los santos fueron grandemente bendecidos por medio de estas reuniones: “Fieles santos reconfortados y fortalecidos / Vivificados y alentados son los caídos / Los días de su felicidad así alargados / El nombre de Jehová de este modo honrado” (T. J. D., “Fellowship Meeting”, Deseret News, 14 de diciembre de 1854).

  15. Véase Doctrina y Convenios 46:14.

  16. Véase Proverbios 15:23. Muchas mujeres británicas invitaban a sus vecinas y amigas a aprender más sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Para tres ejemplos de ello, véase Arrington, “Mormon Women in Nineteenth-Century Britain”, págs. 282, 292, 297.

  17. La defensa de Grist de la educación de los niños contrastaba con las ideas que prevalecían en la sociedad británica de la época, cuando la mayoría de los niños encontraban muchos impedimentos para obtener una educación formal, como la pobreza o la diferencia de clases. Orson Pratt contrató una imprenta en Liverpool con el apoyo de la Misión Británica para la publicación de Escrituras, himnarios, libros de poesía, relatos, folletos de contenido teológico, catecismos, periódicos y diversas obras en francés, alemán, italiano, danés y galés, así como retratos de líderes (varones) importantes de la Iglesia en Utah. (Arrington, “Mormon Women in Nineteenth-Century Britain”, pág. 284; Catalogue of Works Published by the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, and for Sale by Orson Pratt at Their General Repository, and “Millennial Star” Office, Liverpool, aprox. 1856).

  18. Como parte del Fondo Perpetuo para la Emigración, se alentaba a las personas a ahorrar su propio dinero y depositarlo en manos de agentes autorizados para pagar su viaje a Utah. El Millennial Star imprimía a menudo información detallada de los costes específicos del pasaje en barco, el pasaje en tren y el transporte por tierra, además de listas de provisiones sugeridas. (Véanse, por ejemplo, “Individual or Penny Emigration Fund”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo XIX, nro. 36, 5 de septiembre de 1857, págs. 570–571; y “Emigration”, Latter-day Saints’ Millennial Star, tomo XXIII, nro. 1, 5 de enero de 1861, págs. 9–10).

  19. El obituario de Alice Grist Allen, una hija de Elicia Grist, afirmaba que Alice atravesó a pie la mayor parte de la travesía por las planicies. (“Alice Alalee Allen”, Salt Lake Tribune, 29 de enero de 1933).