Historia de la Iglesia
13. La oración de fe: Drusilla D. Hendricks


“13. La oración de fe: Drusilla D. Hendricks”, At the Pulpit: 185 Years of Discourses by Latter-day Saint Women, 2017, págs. 51–54

“13. Drusilla D. Hendricks”, At the Pulpit, págs. 51–54

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La oración de fe

Sociedad de Socorro de Smithfield

Residencia particular, Smithfield, Territorio de Utah

7 de agosto de 1871

Cuando Drusilla Dorris Hendricks (1810–1881) habló en agosto de 1871 en la Sociedad de Socorro de Smithfield, lo hizo sobre confiar en el Señor cuando nos enfrentamos a desafíos importantes. Habló desde la experiencia de muchos años, la cual registró en su reseña biográfica. En esa reseña, ella recordaba que, cuando estuvo tan enferma a los diez años de edad, el doctor —un ministro bautista— oró para que “pudiera llegar a ser una madre en Israel y a hacer mucho bien en [sus] días, lo cual [ella] nunca olvidó”1. En mayo de 1836, cuando eran nuevos conversos a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, su esposo, James Hendricks, y ella se unieron a otros miembros en el condado de Clay, Misuri2. El 25 de octubre de 1838, James fue herido en la Batalla del río Crooked, una refriega entre grupos paramilitares de Santos de los Últimos Días y de Misuri3. Quedó paralítico de por vida, y su esposa lo cuidó y también proveyó para su familia4.

En una ocasión particularmente angustiosa, cuando la familia no tenía alimentos, recordó que una voz le dijo: “No te rindas, pues el Señor proveerá”5. Hendricks encontró diferentes maneras de mantener a su familia, como cultivar, preparar y vender alimentos y bebidas; alojar huéspedes y lavar ropa; o hacer y vender guantes y manoplas6. En 1860, Hendricks y su esposo siguieron a sus hijos e hijas para establecerse en Richmond, Territorio de Utah, a unos ciento sesenta kilómetros (cien millas) al norte de Salt Lake City7.

Hendricks visitaba con frecuencia a su hija, Rebecca Roskelley, en Smithfield, a diez kilómetros (seis millas) al sur de Richmond. El 7 de agosto de 1871 asistieron a la Sociedad de Socorro de Smithfield, de la cual su hija era una de las fundadoras8. Roskelle habló, y también lo hizo Hendricks, quien compartió la historia de su hijo William, el cual en 1846 se ofreció como voluntario con el Batallón Mormón en Council Bluffs, Iowa9. Tras la presión ejercida por los líderes de la Iglesia, el gobierno de los Estados Unidos había decidido reclutar a quinientos hombres Santos de los Últimos Días para luchar en la guerra entre México y Estados Unidos10. Debido a que su esposo había quedado gravemente discapacitado y ella había afrontado la abrumadora tarea de cuidar de él así como del resto de la familia mientras cruzaban las planicies, Hendricks vacilaba en dar su aprobación y dejar ir a su hijo de dieciséis años11. A continuación describió la manera en que el Espíritu le recordó que confiara en Dios, quien había proveído para ella en el pasado. Aunque el viaje fue difícil, la familia Hendricks llegó a salvo a Salt Lake City, y William —después de marchar con el batallón desde Iowa hasta California— llegó al Valle del Lago Salado diez días más tarde. Hendricks añadió: “Fue la mano del Señor; la he visto desde entonces”12.

La hermana Drusilla Hendricks, una visitante de Richmond, se levantó y tomó la palabra en la reunión: Habría preferido sentarse y escuchar a sus hermanas, pero siempre estaba dispuesta a compartir su testimonio de la verdad y decir unas palabras de aliento. Sentía la necesidad de vivir de manera tal que en su corazón hubiera constantemente una oración de fe. En los últimos días se había dado cuenta de la importancia que eso tenía. Había trabajado día y noche para mantener a su familia y había pagado el diezmo cuando para sostenerla no había nada más que una oración de fe y el consuelo que recibió como respuesta13.

Después de que a su esposo lo abatieron a tiros en Misuri y que el populacho sin compasión lo arrastró de un lado a otro al no poder valerse por sí mismo14, y después de ser expulsados de su hogar, cuando se pidieron voluntarios para que se uniesen al batallón ella estaba tan indignada por la forma en que se había tratado a los mormones que dijo que su hijo no podía ir, y le impidió que hiciera ningún preparativo hasta la mañana en que la compañía había de partir15. Entonces, al verle adentrarse en el alto y húmedo pasto que rodeaba su campamento para traer a la vaca, pensó en cuán fácilmente podía arrancárselo la muerte por congelación, o por las privaciones que tendría que pasar si se quedaba con ella16; y cuántas vueltas le daría a que eso no habría sucedido si el chico se hubiera ido con el batallón. Pero entonces la impresión volvió: “¡No puedo dejarlo ir!”. Luego tuvo una extraña sensación, y fue como si una voz le dijera: “¿No deseas la gloria más alta?”. Naturalmente respondió: “Sí”, y la voz continuó: “¿Cómo esperas ganarla si no es al hacer los sacrificios más grandes?”. Ella preguntó: “Señor, ¿qué más me falta?”17. “Deja al hijo ir con el batallón”, fue la respuesta que recibió. Pero ella alegó: “Es demasiado tarde, ya se están yendo; y además es demasiado joven y no puede portar armas”. Su corazón estaba enormemente angustiado.

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James y Drusilla D. Hendricks con un niño

James y Drusilla D. Hendricks con su nieto. Aproximadamente 1852. Drusilla Hendricks fue una de las primeras partidarias de la Sociedad de Socorro. Ella rememoraba que, antes de que la Sociedad de Socorro fuera organizada en Nauvoo, soñó que las mujeres tenían reuniones y llevaban registros de su labor. Hendricks se unió a la Sociedad de Socorro de Nauvoo el 14 de abril de 1842, y fue llamada a formar parte de un comité visitante en el Barrio Dos de Nauvoo. (Fotografía en posesión de la familia).

Inmediatamente el muchacho llegó con la vaca, y poco después apareció un hombre gritando: “Preséntense y ofrézcanse como voluntarios para ir con el batallón. Todavía nos faltan algunos hombres; pero no queremos presionar a nadie”18. En ese momento quiso ocultarse detrás de la vaca y, tomando un cubo, se arrodilló como si fuera a ordeñarla, pero en realidad iba a orar. Y así fue como oró: “Señor, si quieres a mi hijo, tómalo; solo permite que regrese a mí, tal como el hijo de Abraham”. La respuesta llegó en espíritu: “Así será, tal como tú has dicho”19. Se levantó y con la ayuda de algunos vecinos preparó rápidamente al muchacho y lo dejó ir con la firme convicción de que Dios cumpliría Su palabra y le traería a su hijo de regreso. Durante su ausencia, oró constantemente por él, y como recompensa por su fidelidad su hijo le fue devuelto20. Así será con todos nosotros; tenemos que hacer sacrificios, pero si lo hacemos con espíritu de mansedumbre, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, nunca dejaremos de cosechar un rico galardón21.

  1. Su enfermedad continuó durante al menos dos años, y quizá más. (Drusilla Dorris Hendricks, “Historical Sketch of James Hendricks and Drusilla Dorris Hendricks”, texto mecanografiado, 1877, pág. 2, Biblioteca de Historia de la Iglesia [CHL, por sus siglas en inglés]).

  2. Hendricks, “Historical Sketch”, pág. 9; “Died”, Deseret News, 20 de julio de 1870.

  3. Alexander L. Baugh, A Call to Arms: The 1838 Mormon Defense of Northern Missouri, Dissertations in Latter-day Saint History, Provo, UT: Joseph Fielding Smith Institute for Latter-day Saint History; BYU Studies, 2000, págs. 99–113.

  4. James Hendricks progresó hasta el punto de poder sujetar cosas con una de las manos y caminar distancias cortas con la ayuda de otras personas o de un bastón. Murió el 8 de julio de 1870, tras una larga enfermedad. (Hendricks, “Historical Sketch”, págs. 11–21; “Died”).

  5. Vecinos y amigos ayudaban a la familia Hendricks con frecuencia. Hendricks recordaba: “Acabo de entender el modo en que el contenido de la vasija y la tinaja de la viuda no escasearon durante la hambruna… Así como se vaciaban, alguien era enviado a llenarlas”. (Hendricks, “Historical Sketch”, págs. 14–16).

  6. Hendricks, “Historical Sketch”, pág. 15.

  7. De sus cinco hijos, cuatro se asentaron en Cache Valley, Territorio de Utah, y uno falleció antes de que la familia se trasladase a Cache Valley. (Richmond Branch, Cache Stake, manuscript history, documento mecanografiado, 1860, Biblioteca de Historia de la Iglesia; Hendricks, “Historical Sketch”, pág. 21).

  8. Smithfield Branch, Cache Stake, Relief Society Minutes, tomo I, 1868–1878, 13 de mayo de 1868, pág. 2, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  9. Smithfield Branch Relief Society Minutes, 7 de agosto de 1871, págs. 98–99.

  10. El Batallón Mormón prestó servicio desde julio de 1846 hasta julio de 1847, pero nunca entró en batalla. (Véanse Larry C. Porter, Clark V. Johnson y Susan Easton Black, “Mormon Battalion”, en Encyclopedia of Latter-day Saint History, editado por Arnold K. Garr, Donald Q. Cannon y Richard O. Cowan, Salt Lake City: Deseret Book, 2000, págs. 783–785; y Larry C. Porter, “The Church and the Mexican-American War”, en Nineteenth-Century Saints at War, editado por Robert C. Freeman, Provo, UT: Religious Studies Center, Universidad Brigham Young, 2006, págs. 41–76).

  11. William Hendricks fue uno de los miembros más jóvenes del Batallón Mormón. (Martha Hendricks Aylworth, “A Sketch of the Life of William Dorris Hendricks”, documento mecanografiado, s.f., pág. 1, Biblioteca de Historia de la Iglesia; Tim Vitale, “William Dorris Hendricks”, Portraits in Time: Notes from Cache Valley’s Pioneer Past, Logan, UT: Logan Herald Journal, 1997, pág. 58).

  12. Hendricks, “Historical Sketch”, págs. 17–19.

  13. Hendricks declaró haber hecho guantes y manoplas para pagar el diezmo. Con la yunta de ganado de la familia, su hijo William también “acarreaba rocas para el templo a fin de pagar el diezmo”. (Hendricks, “Historical Sketch”, pág. 15).

  14. Cuando años más tarde recordaba a su esposo, Hendricks escribió: “Él fue un mártir por la causa de la verdad… Con frecuencia deseaba que los hermanos pusieran las manos sobre su cabeza para aliviar su dolor”. (Hendricks, “Historical Sketch”, págs. 11–12, 21).

  15. Brigham Young apoyó la formación del Batallón Mormón con la esperanza de recibir la ayuda económica necesaria para cruzar las planicies, y para demostrar lealtad a los Estados Unidos. No obstante, muchos de los Santos de los Últimos Días en general veían el batallón con bastante recelo, y creían que era una conspiración para oprimirlos más. (Porter, “The Church and the Mexican-American War”, págs. 43–44, 51–52; Matthew J. Grow, “Liberty to the Downtrodden”: Thomas L. Kane, Romantic Reformer, New Haven, CT: Yale University Press, 2009, pág. 58).

  16. En sus recuerdos, Hendricks escribió acerca de esta experiencia: “Lo seguí con la mirada a medida que comenzaba a adentrarse en el alto y denso pasto, húmedo por el rocío. Pensé en cuán fácilmente podía suceder algo, ya que aquel era un clima enfermizo”. (Hendricks, “Historical Sketch”, pág. 18).

  17. Véase Mateo 19:20.

  18. Hendricks recordaba: “William levantó la vista y me miró a la cara. Entonces supe que iría, tan bien como ahora sé que fue. Durante el desayuno no pude tragar bocado, pero esperé a los demás mientras pensaba que tal vez nunca volvería a tener a toda mi familia junta. No tenía una fotografía suya, pero tomé una en mi mente y me dije: ‘Si no vuelvo a verte hasta la mañana de la resurrección, sabré que eres mi hijo’”. (Hendricks, “Historical Sketch”, pág. 18).

  19. Hendricks escribió: “Pensé que las vacas me ocultarían, y me arrodillé y le dije al Señor que si quería a mi hijo, que lo tomara; que solo preservara su vida y lo dejara regresar a mí y al seno de la Iglesia. Sentí que eso era todo lo que podía hacer. Luego la voz que me habló en la mañana me respondió, diciendo: ‘Te será hecho tal como le fue hecho a Abraham cuando ofreció a Isaac sobre el altar’. No sé si ordeñé o no, porque sentí que el Señor me había hablado… No creo que Abraham se sintiera peor de lo que nos sentimos nosotros; no puedo expresar las dificultades que padecimos a causa de su partida… Lo sobrellevamos con la paciencia de Job”. (Hendricks, “Historical Sketch”, págs. 18–19; véase también Génesis 22:1–13).

  20. Martha Hendricks Aylworth, hija de William Hendricks, escribió acerca de cómo su padre, mientras cumplía con su deber, “pensaba en las palabras de despedida de su madre: ‘Hijo, si alguna vez estás en problemas, arrodíllate y pide ayuda al Señor’. Él se arrodillaba y oraba con fervor para ser librado”. (Aylworth, “Sketch of the Life of William Dorris Hendricks”, pág. 1).

  21. Véanse Doctrina y Convenios 4:5; 82:19.