Historia de la Iglesia
39. La Sociedad de Socorro brinda felicidad: Lucrecia Suárez de Juárez


“39. La Sociedad de Socorro brinda felicidad: Lucrecia Suárez de Juárez”, En el púlpito: 185 años de discursos de mujeres Santos de los Últimos Días, 2017, págs. 177–181

“39. Lucrecia Suárez de Juárez”, En el púlpito, págs. 177–181

39

La Sociedad de Socorro brinda felicidad

Conferencia de Área para México y América Central

Auditorio Nacional, Parque Chapultepec, Ciudad de México

26 de agosto de 1972

Una grabación original de este discurso está disponible en churchhistorianspress.org (por cortesía de la Biblioteca de Historia de la Iglesia).

Lucrecia Suárez de Juárez (1896–1998) era presidenta de la Sociedad de Socorro cuando pronunció el siguiente discurso durante una Conferencia de Área para México y América Central en 19721. La hermana Suárez de Juárez, hija de Lucía Mejía y Paulino Suárez, nació en un entorno de opulencia. Los sirvientes de la familia la ayudaban cada día a ir a caballo a la escuela, y tenía profesores particulares que le daban clases de música, pintura y francés. Sin embargo, el ejército zapatista asaltó varias veces su casa después del estallido de la Revolución mexicana en 1910, y la familia se trasladó a la Ciudad de México bajo condiciones más humildes2. Allí la hermana Suárez de Juárez llegó a ser maestra de escuela primaria en 1918. Más tarde, en un baile, conoció a Aurelio Juárez, un músico profesional que había huido a la Ciudad de México tras escapar del ejército de Pancho Villa. Se casaron en 1924 y cuando Aurelio murió en 1947, dos de sus cinco hijos tenían menos de siete años de edad. Luego la hermana Suárez de Juárez ayudaría a criar a su nieto, Miguel Ángel Romero3.

La hermana Suárez de Juárez se unió a la Iglesia en 1956, luego de que le enseñara y bautizara un misionero llamado Rex E. Lee4. En 1961 se convirtió en la primera directora de Moctezuma Xocoyotzin, una escuela de primaria gestionada por la Iglesia al este de la Ciudad de México, y con el tiempo llegó a ser presidenta de la Sociedad de Socorro de la Estaca Ciudad de México Este5.

Para la época de la conferencia de área de 1972 en que la hermana Suárez de Juárez pronunció este discurso, las mujeres mexicanas habían formado parte de la Sociedad de Socorro por cerca de setenta años6. La Iglesia en México continuó creciendo a pesar de la inestabilidad política, la guerra y la legislación que con frecuencia limitaba las actividades religiosas de los líderes eclesiásticos que no fueran mexicanos y de los misioneros entre 1913 y 19347. El número de miembros de la Iglesia creció rápidamente después de 1946: para 1960, una misión se había dividido en cuatro, la primera estaca fue organizada en 1961 y la segunda se formó en 19678.

Cerca de diecisiete mil miembros de la Iglesia asistieron a la primera conferencia de Área en México, muchos de los cuales viajaron largas distancias e hicieron grandes sacrificios para estar allí. Dos tercios de los miembros que asistieron tuvieron dificultades para obtener el dinero para el viaje. Los miembros de Guatemala ayunaron y oraron para que sus empleadores les dieran los días libres que necesitaban. En Tijuana, México, los miembros alquilaron un autobús para hacer el viaje de cuarenta y ocho horas. Después de que todos los asientos hubieran sido reservados, diez miembros que consiguieron el dinero suficiente en el último momento pidieron sumarse al viaje. Los pasajeros se turnaron para estar de pie en el pasillo a fin de acomodar a los que habían llegado tarde. Una mujer de aquella región estuvo cinco meses yendo de puerta en puerta y ofreciéndose para lavar ropa sucia a fin de conseguir el dinero. Los miembros de las regiones agrarias del norte y del centro de México vendieron tacos y tamales, lavaron autos, trabajaron en jardines y vendieron sus pertenencias para recaudar los doscientos pesos necesarios (apenas 16 dólares) para pagar la tarifa del autobús. Cuando llegaron allí, muchas personas se habían quedado sin dinero. Durmieron en el duro piso de madera de un gimnasio y ayunaron durante los tres días que duró la conferencia. En algunas comunidades los miembros aportaron su dinero y decidieron cuál de ellos se beneficiaría de asistir a ella9.

Esa conferencia fue la reunión más multitudinaria de santos de habla hispana hasta aquel día, y la primera vez que el Coro del Tabernáculo Mormón emitía una actuación desde un país de habla no inglesa (en su 125º aniversario)10. Más de tres mil mujeres se reunieron en el Auditorio Nacional para la sesión de mujeres del sábado por la tarde, donde la hermana Suárez de Juárez pronunció el siguiente discurso en español sobre la felicidad, la maternidad y el poder colectivo de la Sociedad de Socorro11.

Queridas hermanas, qué hermoso y significativo es para todas nosotras pensar que en muchos lugares del mundo, en tierras lejanas, en pueblos, ciudades y regiones rurales, se encuentran las hermanas cuidando sus hogares y familias, y dedicándose al trascendental programa de la Sociedad de Socorro12.

Bienvenidas sean todas ustedes, mis hermanas, y que nuestros corazones sean como uno solo en amor y humildad para el Señor. No hay océanos, ni montañas, ni desiertos, ni barreras de tierra que puedan separar a las hermanas de la Sociedad de Socorro, porque todas son iguales en fe y devoción, iguales en sus deseos de seguir las enseñanzas del Evangelio y en ser mujeres ejemplares ante el mundo. El programa y el espíritu de la Sociedad de Socorro abren la puerta hacia un amplio campo en el que se cultivan los más nobles atributos de la mujer, y esto nos trae felicidad; el ganarla y contribuir a la felicidad de los demás, debe ser la meta más importante de nuestra vida.

Maneras de lograr la felicidad

Las hermanas que logran desarrollar esas cualidades deben manifestarlas primero en su hogar, y después al prójimo en general. La felicidad nos llega por diversos caminos; si damos consuelo a los enfermos y necesitados, a los afligidos, moribundos, huérfanos y viudas, nuestro corazón se siente feliz. Cuando el Señor nos bendice con un llamamiento, sentimos miedo porque sabemos que somos incompetentes, mas si ponemos nuestra voluntad y esfuerzo para desempeñarlo, después sentimos felicidad y decimos, bienaventurado el llamamiento que nos hizo ir más allá de nuestras capacidades. En el trabajo de la Sociedad de Socorro tenemos muchas experiencias, unas más satisfactorias que otras. Si la experiencia fue un éxito, somos felices, y si fracasamos, debemos ser valientes y continuar con más caridad y amor. El amor hacia nuestras hermanas hay que probarlo con hechos a fin de que nos brinde felicidad. La caridad es un amor tan grande que estamos dispuestas a dar parte de nosotras mismas. Tenemos el ejemplo de las maestras visitantes, que llevan mensajes de fe y consolación, y ellas son felices. Las bellas y útiles manualidades para nuestros hogares contribuyen a la felicidad de nuestros seres queridos13; los cánticos que se elevan en alabanza a Dios unen a las hermanas en comunión espiritual, y eso nos hace sentir gozo.

¿Podrá una mujer sola combatir las influencias negativas que dañan a nuestros hijos? No, hermanas; pero estamos unidas como un ejército de mujeres rectas y resueltas que pueden hacer algo.

Como hermanas de la Sociedad de Socorro e hijas de nuestro Padre Celestial, debemos buscar sabiduría, paz, buenos frutos y humildad. ¡Qué mayor felicidad que ver a nuestra familia viviendo limpia y rectamente! En una ocasión, el presidente McKay dijo que una mujer debe ser inteligente y pura porque es la fuente de la vida, “el origen viviente del cual fluye la corriente de la humanidad”14.

El papel que desempeña la madre

Veamos ahora a una hermana en su papel de madre. La experiencia que voy a relatar nos muestra la preparación que la Sociedad de Socorro puede brindar a una madre para educar a sus hijos.

Esta joven madre comenzó el camino de la vida. “¿Es largo el camino?”, preguntó. Su guía respondió: “Sí; el camino es duro y tú serás anciana antes de llegar a su fin, pero el final será mejor que el principio”. La madre era feliz; jugaba con sus hijos, recogía flores para ellos al lado del camino y los bañaba en arroyos puros; el sol brillaba sobre ellos y la vida era buena; la joven madre exclamó: “Nada podría ser mejor que esto”. Después anocheció y vinieron tempestades; el camino senda estaba oscuro y los niños temblaban de miedo y de frío. La madre se acercó y los cubrió con su manto, y los niños dijeron: “Mamita, no tenemos temor porque tú estás con nosotros y sabemos que ningún daño nos puede sobrevenir”. La madre dijo: “Esto es mejor que la luz del día, porque he enseñado el valor a mis hijos, y soy feliz”.

Les enseñó acerca de Dios

Amaneció y frente a ellos había un cerro; los niños subieron y se cansaron, pero ella siempre les decía: “Tengan paciencia y en un ratito llegaremos a la cima”. Cuando los niños llegaron dijeron: “Nunca habríamos llegado sin ti, mamá”. Y la madre, mientras descansaba feliz esa noche, mirando el cielo estrellado, dijo: “Este día ha sido mejor que ayer, porque mis hijos han aprendido a ser fuertes ante las dificultades; ayer les di valor y hoy fuerza”. Al día siguiente vinieron nubes extrañas que obscurecieron la tierra, nubes de guerra, de odio y maldad; y los niños andaban a tientas y tropezaban, y la madre dijo: “Miren hacia arriba; alcen la vista hacia la luz”. Los niños alzaron la vista y vieron, por encima de las nubes, una gloria sempiterna que los guio y los llevó más allá de la obscuridad. Esa noche la madre dijo: “Me siento más feliz que los otros días, porque he enseñado a mis hijos acerca de Dios”.

Pasaron los días, los meses y los años, y la madre envejeció. Era pequeña y frágil, pero sus hijos eran altos y fuertes, y ella caminaba con valor. Cuando el camino era difícil y escabroso la llevaban en sus brazos, porque ella era pequeña y ligera. Al fin llegaron a una colina, y más allá de la colina vieron un camino brillante y una puerta de oro que estaba abierta. La madre feliz dijo: “He llegado al fin de mi jornada, y ahora sé que el fin es mejor que el principio, porque ahora mis hijos pueden caminar solos”. Y los hijos respondieron: “Tu siempre caminarás con nosotros, madre, aun cuando hayas entrado por esa puerta”. Ellos se detuvieron y la vieron avanzar sola, y las puertas se cerraron tras ella. Entonces los hijos, con la mirada fija en el infinito, dijeron: “No la podemos ver, pero aún está con nosotros”.

Y así es, queridas hermanas; nuestra madre no es un dulce recuerdo; es como si estuviera con nosotras. La felicidad de las madres se encuentra en la rectitud de sus hijos, que se alcanza con la guía de la Sociedad de Socorro, el brazo fuerte del sacerdocio, y la valentía de esas madres, así como su fe en Dios.

La Sociedad de Socorro brinda felicidad

La idea que trato de transmitirles es esta: La Sociedad de Socorro brinda felicidad a nuestra vida, si la buscamos diligentemente.

Nuestros corazones en esta noche rebosan de gratitud hacia nuestro Padre Celestial por bendecirnos con la presencia de Sus siervos escogidos, a quienes amamos entrañablemente, porque sabemos que la palabra de Dios está en ellos15. Mi testimonio es que Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo viven, y que el alma del hombre puede comunicarse con Ellos por medio del Espíritu Santo. Mi oración esta noche es que, en el curso que viene, la Sociedad de Socorro nos brinde a cada una de nosotras la fuerza para cumplir con nuestros deberes, el gozo en el servicio y el éxito conforme a nuestros esfuerzos justos.

Les dejo estos humildes pensamientos en el bendito nombre de nuestro Salvador, Jesucristo. Amén.

  1. En 1971, la Iglesia ya había comenzado a celebrar conferencias de Área para dar a los miembros fuera de los Estados Unidos la oportunidad de reunirse con los líderes generales de la Iglesia y aprender de ellos. Esa conferencia de Área tuvo lugar en México un año más tarde, los días 25–27 de agosto de 1972. Las conferencias de Área eran la respuesta al crecimiento del número de miembros de la Iglesia alrededor del mundo. (Joseph Fielding Smith, Harold B. Lee y N. Eldon Tanner, “First Presidency Issues Statement on Conference”, Church News, 27 de febrero de 1971; N. Eldon Tanner, en Official Report of the One Hundred Forty-Sixth Semi-annual General Conference of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1–3 de octubre de 1976 [Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1977], págs. 119–121).

  2. Para saber más en cuanto a la Revolución mexicana, véase Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, In the Shadow of the Mexican Revolution: Contemporary Mexican History, 1910–1989, traducido por Luis Alberto Fierro (Austin: University of Texas Press, 1993).

  3. Romero nació en 1974. (Miguel A. Romero, correos electrónicos para Kate Holbrook, 14 de agosto, 2 de septiembre de 2015).

  4. Rex E. Lee supuestamente se refería a la hermana Suárez de Juárez cuando en un discurso posterior habló de haber enseñado a “una viuda y a sus hijas”. Después de su misión en México, Lee fue el decano fundador de la Facultad de Derecho J. Reuben Clark de la Universidad Brigham Young, en 1971, y sirvió como trigésimo séptimo fiscal general de los Estados Unidos desde 1981 hasta 1985, y como décimo rector de la Universidad Brigham Young desde 1989 hasta 1995. (Rex E. Lee, “By Study and Also by Faith”, en Educating Zion, edición de John W. Welch y Don E. Norton [Provo, UT: BYU Studies, 1996], págs. 137–139; Romero, correo electrónico para Holbrook, 14 de agosto de 2015).

  5. “Historia de la Escuela ‘Moctezuma Xocoyotzin’”, México, Distrito Federal, 1961–1972, pág. 1, Biblioteca de Historia de la Iglesia (CHL, por sus siglas en inglés); Paul Swenson, “Thousands Come to Share Peace”, Deseret News, 4 de octubre de 1968.

  6. Ammon M. Tenney, diario, nro. 3, 22 de febrero de 1903, pág. 66, CHL; Misión Mexicana, Historical Record, 4–15 de marzo de 1903, CHL. La primera reunión de la Sociedad de Socorro en México tuvo lugar el 22 de febrero de 1903. Si desea más información sobre el establecimiento de la Sociedad de Socorro en México, véase Jared M. Tamez, “‘Our Faithful Sisters’: Mormon Worship and the Establishment of the Relief Society in the Mexican Mission, 1901–1903”, en Just South of Zion: The Mormons in Mexico and Its Borderlands, edición de Jason H. Dormady y Jared M. Tamez (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2015), págs. 73–88.

  7. F. LaMond Tullis, Mormons in Mexico: The Dynamics of Faith and Culture (Logan: Utah State University Press, 1987), págs. 101–104, 110–112, 119–121.

  8. En 1975, el apóstol Howard W. Hunter abrió once nuevas estacas en la región de la Ciudad de México. (Boanerges Rubalcava, “Mexico and Central America, the Church in”, en Encyclopedia of Mormonism, edición de Daniel H. Ludlow, 5 tomos [New York: Macmillan, 1992], tomo II, pág. 900).

  9. Jay M. Todd, “The Remarkable Mexico City Area Conference”, Ensign, tomo II, nro. 11 (noviembre de 1972), págs. 89–90.

  10. Todd, “The Remarkable Mexico City Area Conference”, pág. 93.

  11. Todd, “The Remarkable Mexico City Area Conference”, pág. 95.

  12. En 1972, había sociedades de socorro en Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica, así como en Gran Bretaña, Europa Occidental, Asia, el Pacífico Sur y África. (Relief Society Annual General Conference Program, 1972, pág. 21, en Relief Society Annual Conference Proceedings, 1945–1975, CHL).

  13. En la década de 1970, la Sociedad de Socorro produjo un manual en español, tal como se hizo en inglés, que incluía mensajes de las maestras visitantes y lecciones de economía doméstica. En las instrucciones de la Sociedad de Socorro para las reuniones de economía doméstica de 1972 se aclara: “La reunión de economía doméstica proporciona una oportunidad para satisfacer, por medio de diversas actividades, las necesidades de las hermanas relacionadas con las ciencias del hogar, y debe adaptarse a las condiciones y a la cultura local”. (Manual de Lecciones de la Sociedad de Socorro, 1971, CHL; 1971–72 Relief Society Courses of Study [Salt Lake City: Relief Society of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1971]; Handbook of Instructions of the Relief Society of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints [Salt Lake City: General Board of Relief Society, 1972], págs. 64–65).

  14. Citado en el original: “David O. McKay, Gospel Ideals (Salt Lake City: An Improvement Era Publication, 1953), pág. 449”.

  15. Entre los visitantes a la sesión de las mujeres se hallaban el Presidente de la Iglesia, Harold B. Lee, y Freda Joan Lee; el primer consejero del presidente Lee, N. Eldon Tanner, y Sara Isabelle Merrill Tanner; Amelia Smith McConkie y Helen Kearnes Richards (esposas de las autoridades visitantes); Leanor J. Brown, de la Mesa Directiva General de la Sociedad de Socorro; Sharon Lee Staples, de la Mesa Directiva General de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes; y Fulvia Call Dixon, de la Mesa Directiva General de la Primaria. (“Women’s Session Saturday Evening”, Official Report of the First Mexico and Central America Area General Conference of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints [Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1973], págs. 79–80, 85, 87).