Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
‘Uno en corazón y voluntad’


Capítulo 23

“Uno en corazón y voluntad”

Cuando somos unidos en el Evangelio, estamos preparados para recibir las más ricas bendiciones de los cielos.

De la vida de Wilford Woodruff

El presidente Wilford Woodruff se complacía en la amistad de otros miembros de la Iglesia. Muchas de las anotaciones de su diario incluyen palabras de gratitud por “el espíritu de unión y de amor” que había en las reuniones de la Iglesia1. Después de una de esas reuniones, escribió que dos de los discursantes habían tenido que salir en seguida por tener otro compromiso, pero que les había sido difícil llegar a tiempo porque “apenas pudieron salir de la casa, pues eran tantos los que deseaban estrecharles la mano”. También escribió lo siguiente sobre la misma reunión: “El Espíritu del Señor estaba con nosotros; el amor y la unidad prevalecían en la congregación. Me sentí contento de contemplar a tantos santos unidos en el nuevo y sempiterno convenio”2.

El presidente Woodruff esperaba ver ese espíritu de unidad extenderse desde las reuniones de la Iglesia a todos los aspectos de la vida cotidiana. En sus discursos públicos y en su ejemplo diario, alentaba a los santos a ser unidos en su hogar, en sus responsabilidades de la Iglesia y en sus labores temporales. Matthias F. Cowley escribió: “Para él, no había lugar en la Iglesia para contenciones, dudas ni oposición. La obra era de Dios, y eso bastaba. Ahí estaban las autoridades debidamente nombradas, a quienes se habían dado las responsabilidades del reino. Por lo tanto, a él no le preocupaba lo que otros veían como falta de sabiduría en ellos. No era avaro y consideraba que los reveses financieros no podrían jamás frustrar los propósitos de Dios; tampoco le preocupaba cuánto de los bienes de este mundo pudiera llegar a poseer. Se había dado a la tierra un glorioso mensaje y él quería que todos supieran el valor que tenía para la familia humana y que entendieran las bendiciones de salvación que traía para los obedientes.

“Wilford Woodruff siempre se sintió fuera de lugar en medio de la contención. La evitaba y nunca tuvo interés en relacionarse con los que tenían la tendencia a murmurar, a criticar ni a quejarse. Nunca pensó que eso fuera necesario. No le resultaba difícil ponerse de acuerdo con sus hermanos; siempre era razonable en sus peticiones, nunca tenía intereses privados en lo que hacía y jamás vacilaba cuando había algo importante para hacer. Era leal al Profeta y veraz para con sus hermanos”3.

Las enseñanzas de Wilford Woodruff

Entre los integrantes de la Trinidad y en el reino celestial prevalece la unidad.

El Salvador dijo a Sus Apóstoles de la antigüedad y dice a los de nuestros días: “…Yo os digo: Sed uno; y si no sois uno, no sois míos” [D. y C. 38:27]. “Yo y el Padre uno somos” [Juan 10:30]. Hay un principio estrechamente relacionado con esto que creo es muy importante para nosotros, como pueblo y como Iglesia en la tierra. Con todas las divisiones, y todo el descontento, y las contiendas y oposiciones entre los poderes de la tierra o que han sido revelados desde los cielos, nunca he oído que se haya revelado jamás a los hijos de los hombres que hubiera ninguna división entre Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. Ellos son uno, siempre han sido uno y siempre serán uno de eternidad en eternidad. Nuestro Padre Celestial está a la cabeza, siendo el Autor de la salvación de los hijos de los hombres, habiendo creado y habitado el mundo y habiendo dado leyes a los habitantes de la tierra4.

Jesús era uno con el Padre. Él dijo: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” [Juan 6:38]. Esta unión entre el Padre y el Hijo nunca se rompió. La primera revelación que se dio a José Smith fue la del Padre y el Hijo. Los cielos se abrieron y el Padre con Su Hijo apareció ante José en respuesta a su oración, y señalando a Su Hijo, le dijo: “…Éste es mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!” [Véase José Smith—Historia 1:17]5.

Hay un reino celestial, un reino terrestre y un reino telestial; hay una gloria del sol, una gloria de la luna y una gloria de las estrellas; y así como una estrella difiere de otra en gloria, también es así en la resurrección de los muertos [véase 1 Corintios 15:41–42]. En el reino celestial de Dios, todos son uno, existe la unión6.

Para usar una comparación, ¿quién piensa tener un terreno de veinte hectáreas solo en el reino de Dios, o en el cielo, cuando lleguemos allá? Nadie debe esperar eso, porque en ese reino, ya sea en el cielo o en la tierra, encontraremos unidad; y el Señor nos exige que nos unamos, de acuerdo con los principios de Su ley celestial7.

Los profetas deben estar unidos con los integrantes de la Trinidad, y todos los miembros de la Iglesia deben procurar esa misma unidad.

Al leer en la Biblia, en el Libro de Mormón y en Doctrina y Convenios la historia de los tratos de Dios con el hombre, vemos que, desde los días de nuestro padre Adán, el Señor ha levantado en cada dispensación una clase de hombres a los cuales ha conferido Su sacerdocio y a quienes ha dado poder y autoridad para efectuar Su obra sobre la faz de la tierra y entre los hijos de los hombres. Y esos hombres han tenido en su posesión los principios de unión con Dios, con el Hijo de Dios y con el Espíritu Santo. A nuestro padre Adán se le dio el Espíritu Santo, que se derramó sobre él cuando, en sus últimos días, bendijo a los de sus hijos que eran sumos sacerdotes y al resto de su posteridad [véase D. y C. 107:53–56].

El padre Adán, Enoc, Moisés, Noé, Abraham, Isaac y Jacob, y todos los antiguos patriarcas y profetas se veían obligados a tener comunión con Dios; tenían la necesidad de buscar al Señor porque, sin esa comunión, no estaban capacitados para cumplir su deber. Dependían de Él para recibir revelación, luz e instrucción a fin de tener el poder para cumplir los mandamientos de Dios. Esa unidad que el Señor exigía a los antiguos profetas y patriarcas y que Jesús requirió de Sus Apóstoles también se les exigió a José Smith y a sus hermanos. Se ha exigido a todos los santos de Dios desde la fundación del mundo hasta hoy8.

Comprendo que la Presidencia de esta Iglesia se encuentra entre este pueblo y el Señor, porque ellos forman la cabeza; y comprendo que Dios les revela Su voluntad y, por lo tanto, debemos buscar en ellos luz e instrucción. La cabeza puede estar llena de luz, inspiración y revelación, y saber la intención y voluntad de Dios, pero si los oficiales que les siguen en jerarquía y si nosotros mismos estamos inertes con respecto a nuestros deberes, y no estamos en condiciones de recibir esa luz, ¿no les parece que la corriente se corta? No hay una corriente ni un medio por el cual la luz pueda fluir hacia las ramas y las hojas del cuerpo.

Imagen
First Presidency in 1894

La Primera Presidencia en 1894. De izquierda a derecha: el presidente George Q. Cannon, Primer Consejero; el presidente Wilford Woodruff; y el presidente Joseph F. Smith, Segundo Consejero.

Comprendo que tenemos el deber, no sólo nosotros los que poseemos el sacerdocio, sino también este pueblo en general, de presentarnos ante el Señor con fe y humildad para poder obtener las bendiciones preparadas para nosotros; y podemos obtener toda la luz, el conocimiento, la fe, la inteligencia y la potestad indispensables para nuestra salvación por medio de la humildad, la obediencia y la sumisión a la voluntad de Dios. Debemos prestar atención a eso a fin de que nuestra mente esté preparada y nuestro cuerpo sea idóneo para la recepción del Espíritu Santo, a fin de que el Espíritu de Dios fluya libremente por todo el cuerpo, de la cabeza a los pies. Y, cuando ése sea el caso, todos veremos lo mismo, sentiremos lo mismo y seremos iguales, y llegaremos a ser uno en lo que concierne al Evangelio y al reino de Dios, como el Padre y el Hijo son uno; entonces este pueblo comenzará a ver la posición y la relación que ocupamos el uno hacia el otro, y hacia Dios; y veremos la importancia de encargarnos de nuestros deberes, de tener la disposición de mejorar nuestro tiempo, de emplear bien nuestro talento y obtener las bendiciones que el Señor tiene para nuestro gozo. Pero, si la gente es negligente y haragana y no está viviendo de acuerdo con sus privilegios, ¿no se dan cuenta ustedes de que cuando el Espíritu de Dios empiece a fluir de la cabeza al cuerpo, pronto habrá una obstrucción que le impedirá seguir?

Podemos hallar ese principio en toda la Iglesia y reino de Dios y aplicarlo al gobierno de la familia… Es como la vid con sus ramas y sus pámpanos [véase Juan 15:1–11]. Ésta es una buena analogía para enseñarnos el principio de la rectitud.

A fin de que estemos preparados para hacer la voluntad de Dios y estar en situación de edificar Su reino en la tierra y de llevar a cabo Sus propósitos, no sólo debemos ser unidos y actuar como un solo corazón, sino que debemos obtener el Santo Espíritu de Dios y saber la intención y la voluntad de Él para con nosotros; y ser gobernados y dirigidos por Él en todas nuestras actividades y nuestros actos, para estar a salvo y asegurarnos la salvación9.

La unión hace la fuerza.

No creo que se necesite mucho argumento para probarnos que la unión hace la fuerza y que un pueblo unido tiene un poder que uno que esté dividido no lo tiene10.

Debemos ser unidos y permanecer juntos en medio de la oposición que tendremos que enfrentar11.

Si somos unidos, no se espera que los inicuos tengan fuerza para hacer que el mal prevalezca sobre nosotros12.

Babilonia podrá dividirse; los habitantes de la tierra pueden tener toda la división que quieran, pero recibirán los resultados de esa desunión, y así ha sido siempre. Ciudad tras ciudad, nación tras nación, han sido destruidas por los juicios del Omnipotente siempre que han madurado en la iniquidad, como sucedió a Sodoma y Gomorra, a Babilonia, a Nínive, a Tiro y Sidón, y a muchas otras ciudades y naciones antiguas. Pero los santos de Dios no podrán prosperar a menos que sean unidos13.

A medida que la Iglesia crece y que el reino de Dios se establece más plenamente, la importancia de la unión de sus miembros se hace más evidente. Es absolutamente indispensable que haya unión no sólo de palabra, sino una fusión total de corazón y de alma entre todos los presidentes, los consejos y las ramas de la Iglesia de Cristo, a fin de lograr los designios de Dios en la edificación de Sión y en la obtención de esas bendiciones que es su privilegio disfrutar; porque, tengan la seguridad, santos del Altísimo, de que los cielos se cerrarán sobre los integrantes de cualquier presidencia, quórum, consejo o rama que estén divididos de corazón, pensamiento o sentimientos, y así seguirán y las bendiciones se les quitarán hasta que desaparezca lo malo; porque el Señor jamás derramará las ricas bendiciones del cielo y el sacerdocio y los dones del Evangelio [a menos] que sea sobre el principio de esa unión que la ley celestial de Dios exige… Solamente por los esfuerzos unidos de los santos de Dios en esta última dispensación se realizará la edificación de Sión y se preparará al reino de Dios en la tierra para unirse con el reino de Dios en el cielo; y así la cadena que ha mantenido fusionadas en una a las huestes celestiales se extenderá y abarcará con su circunferencia a todos los que hayan sido obedientes a los mandatos de Dios14.

Debemos ser unidos en nuestra doctrina, en nuestras labores en el reino de Dios y en el amor de los unos por los otros.

En la doctrina

Siempre me regocijo al ver que mis semejantes llegan al conocimiento de la verdad por la obediencia al Evangelio que enseñan los siervos del Señor. Cuando las personas van a las aguas del bautismo y reciben la imposición de manos para el don del Espíritu Santo, reciben también la misma verdad, la misma luz que nosotros hemos recibido, y así nos volvemos uno de corazón y voluntad, y seguimos la inspiración del Espíritu Santo que es inherente a este Evangelio. Cuando se predica el Evangelio y se administran las ordenanzas de la casa del Señor, el espíritu de inspiración del cielo acompaña a los que ofician, hasta el punto de que permanecerá siempre con ellos, si son fieles, en todos los deberes de la vida.

Cuando oigo a las autoridades hablar de los tratos de Dios con esta generación, percibo que son uno en voluntad; el testimonio que expresan es uno y todos están de acuerdo en ese testimonio; y son uno al declarar que la obra del Señor nuestro Dios prevalecerá sobre todos sus enemigos15.

En la prédica del Evangelio existe una característica particular: Se puede mandar a mil élderes y todos enseñarán las mismas doctrinas; todos trabajarán para edificar la misma Iglesia; estarán unidos porque su fe, sus doctrinas y la organización de la Iglesia todas tienen su origen en las revelaciones de Dios y por eso todos están de acuerdo con respecto a los principios del Evangelio… Nuestra unión y unidad de sentimientos constituye uno de los elementos más hermosos de la organización del reino de Dios16.

Las labores en el reino de Dios

Tenemos que edificar este reino por medio de la unión y por la obediencia fiel a los hombres que están para dirigirnos, o de lo contrario seremos esparcidos; si seguimos cualquier otro curso, se nos quitarán las bendiciones de Dios17.

Aun cuando yo sea un débil instrumento en las manos de Dios, tengo el deber de tener Su compañía. Tengo la obligación de tener Su poder; y si lo tengo, mis Consejeros deben apoyarme y sostenerme. Debemos ser uno de corazón y voluntad en todos los asuntos, ya sean temporales o espirituales, que se nos presenten en las labores de la Iglesia y reino de Dios. Y estoy agradecido de poder decir que así ha sido el caso desde que fui llamado a esta posición, o sea, desde que fue organizada [esta] Presidencia de la Iglesia. Y unidos a nosotros aquí están los Doce Apóstoles; ellos tienen el deber de ser uno de corazón y voluntad; no tienen derecho a ser de otra manera, pues no prosperarían ante Dios si lo fueran. Ellos deben ser uno con nosotros y nosotros con ellos: Tienen sus derechos y tienen su albedrío, pero cuando la Presidencia de la Iglesia dice a cualquiera de ellos: “Ésta es la palabra del Señor”, o “Esto es lo correcto”, deben aceptarlo y trabajar con nosotros. La ley de Dios exige de nosotros esa unión. También los setenta tienen el deber de ser unidos con los Doce Apóstoles; ellos son llamados por los apóstoles para ir a trabajar en la viña del Señor, y trabajan juntos. Lo mismo pasa con toda organización de la Iglesia, hermanos y hermanas; debe haber unión. No debe haber discordia ni desunión; si las hay, el Señor no está complacido y nuestra obra se retrasa18.

Por todas partes sobre la faz de la tierra vemos cuáles son los efectos de la desunión. Cuanto más divididos están las naciones, las comunidades, las familias o los grupos de gente de cualquier tipo bajo el cielo, menos poder tienen para cumplir cualquier propósito o principio imaginable; y cuanto más unidad hay entre ellos, ya sea legislativa o de otra clase, más poder tienen para lograr lo que se propongan. A diario vemos cada vez más división entre gente del mundo y los resultados de ello son muy evidentes. Somos llamados a edificar Sión y no podremos hacerlo a menos que seamos unidos. Y en esa unión, tenemos que cumplir los mandamientos que Dios nos ha dado y tenemos que obedecer a aquellos que han sido nombrados para dirigirnos y para guiar los asuntos del reino de Dios…

…Los principios del Evangelio de Jesucristo que se han revelado en nuestros días son el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree, sea judío o gentil, tanto en esta época del mundo como en cualquier otra; y en tanto que seamos unidos en cumplir los consejos que recibimos, podremos vencer todo mal que se cruce en nuestro camino, edificar la Sión de Dios y ponernos en tal posición que podamos ser salvos en ella19.

El amor del uno por el otro

Sean bondadosos unos con otros. No se critiquen el uno al otro… Apóyense mutuamente20.

No deben existir sentimientos egoístas de parte de ningún miembro de una familia. “No me importa lo que pase, esto o lo otro, con tal de que me salga con la mía”, eso es egoísmo, produce división y no está de acuerdo con lo que profesa un santo de Dios. Debemos esforzarnos, cada uno de nosotros, por eliminar esos sentimientos de nuestro corazón; y luego, en nuestra organización familiar, debemos tratar de promover el interés general de sus miembros21.

Si nuestra religión no nos lleva a amar a Dios y a nuestro prójimo, y a tratar justa y correctamente a todas las personas, entonces es en vano profesarla. El Apóstol dijo:

“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? [1 Juan 4:20].

La mejor forma de ejemplificar nuestro amor por Dios es vivir nuestra religión. Es en vano profesar que amamos a Dios mientras censuramos o hacemos mal a Sus hijos. Los convenios sagrados que hemos hecho con Él nos imponen estrictamente los deberes que tenemos unos con otros; y el gran objeto de la religión es enseñarnos cómo llevar a cabo esos deberes de tal modo que originen la mayor felicidad para nosotros y para nuestros semejantes. Si observamos las obligaciones de nuestra religión, no se dicen palabras ni se cometen actos que puedan dañar al prójimo. Si los Santos de los Últimos Días vivieran como deben y como su religión les enseña, jamás existiría en ellos un sentimiento que no fuera de aprecio y amor fraternal. La crítica y las calumnias no se conocerían entre nosotros, sino que la paz, el amor y la buena voluntad reinarían en nuestros corazones, casas y comunidades. Seríamos el pueblo más feliz sobre la faz de la tierra, y la bendición y la paz del cielo estarían con nosotros y con todos los nuestros.

Si hay tristezas, resentimientos, contenciones y odios entre nosotros, es porque todavía no cumplimos la religión en la que profesamos creer; ésos no son sus frutos. Donde existan esos males, hay una desesperada necesidad de arrepentimiento…

Los Santos de los Últimos Días por lo general tenemos la costumbre de tomar la Santa Cena una vez por semana. Si se observan las enseñanzas de nuestro Señor, en memoria de quien cumplimos esa sagrada ordenanza, no se puede permitir que nadie que haya pecado tome parte en ella sino hasta que haya una reconciliación. El mandamiento expreso del Señor Jesús es de que no se permitirá que nadie participe indignamente de Su carne y sangre [véase 3 Nefi 18:28–32]. No es posible imaginar un sistema más perfecto para evitar la existencia de malos sentimientos entre hermanos y hermanas. Si los santos cumplen su deber, no puede haber problemas que queden sin resolver más allá del día del Señor, cuando se reúnen para comer y beber en memoria de Él22.

Exhorto a todos los santos a observar unidos las palabras del Señor que están registradas en los versículos 12, 13 y 14 del [capítulo 15] de Juan: Si nos amamos unos a otros como Cristo nos amó, será fácil resolver todas las dificultades que se nos puedan presentar y perdonarnos unos a otros y estar llenos de misericordia; la luz, el amor, el gozo, la unión, la paz y la hermandad nos darán estabilidad en nuestra época, lo cual será mucho mejor ante la vista de Dios, los ángeles y los hombres que los resentimientos mezquinos por las faltas de nuestros hermanos23.

Deberíamos ser uno de corazón y de voluntad, y no permitir que nada de naturaleza temporal o espiritual nos separe del amor de Dios y del hombre24.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Considere estas ideas al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñarlo. Si necesita más ayuda, fíjese en las páginas V–X.

  • Repase el primer párrafo de la página 245. ¿Qué experiencias similares ha tenido usted?

  • ¿En qué sentido son “uno” el Padre Celestial, Jesucristo y el Espíritu Santo? (Véanse las páginas 247–248.)

  • ¿Cómo están unidos los profetas con los integrantes de la Trinidad? (Véanse las páginas 248–249.) ¿Cómo podemos lograr todos esa unidad? (Véanse las páginas 249–250.)

  • Repase las páginas 248–250, fijándose en los comentarios del presidente Woodruff sobre un terreno de veinte hectáreas, un río y una vid. ¿Qué aprendemos de esas comparaciones?

  • Lea el primer párrafo de la página 251. ¿Qué experiencias ha tenido que le demuestren que “la unión hace la fuerza”?

  • Analice o piense en los diversos antecedentes, características, intereses, talentos y deberes de los miembros de su barrio, rama o familia. En su opinión ¿cómo pueden esas personas unirse para el bien?

  • ¿Qué bendiciones recibimos cuando estamos unidos para el bien en nuestro hogar? ¿Y en las organizaciones de la Iglesia? ¿Cuáles son algunas consecuencias de la desunión en el hogar y en la Iglesia?

  • ¿Qué recursos nos ofrece la Iglesia para ayudarnos a ser unidos en la doctrina que enseñamos? ¿Qué debemos hacer para asegurarnos de que nuestra enseñanza tenga unidad con las enseñanzas de los profetas de los últimos días?

  • ¿Por qué es imposible decir que amamos a Dios si aborrecemos a nuestro hermano? (Véase la pág. 253–254.)

  • Estudie el primer párrafo de la página 255. ¿Cómo nos ayuda la Santa Cena a ser más unidos?

Pasajes de las Escrituras relacionados: Salmos 133:1; Mosíah 18:21; 3 Nefi 11:28–29.

Notas

  1. Journal of Wilford Woodruff, 21 de junio de 1840, Archivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; véase también Journal of Wilford Woodruff, 2 de abril de 1841; de abril de 1841; 16 de febrero de 1845; 20 de julio de 1845; 31 de agosto de 1845; 26 de marzo de 1847.

  2. Journal of Wilford Woodruff, 16 de febrero de 1845.

  3. Wilford Woodruff: History of His Life and Labors As Recorded in his Daily Journals, 1964, pág. 70.

  4. Deseret Weekly, 30 de agosto de 1890, pág. 305.

  5. Deseret Weekly, 30 de agosto de 1890, págs. 305–306.

  6. Deseret Weekly, 30 de agosto de 1890, pág. 305.

  7. The Discourses of Wilford Woodruff, sel. de G. Homer Durham, 1946, pág. 83.

  8. Deseret Weekly, 30 de agosto de 1890, pág. 305.

  9. Deseret News, 4 de febrero de 1857, pág. 379.

  10. The Discourses of Wilford Woodruff, pág. 172.

  11. Deseret Weekly, 23 de marzo de 1889, pág. 391.

  12. Deseret Weekly, 22 de junio de 1889, pág. 824.

  13. Deseret Weekly, 30 de agosto de 1890, pág. 305.

  14. “Union”, Millennial Star, 15 de noviembre de 1845, pág. 168.

  15. Deseret News, 26 de junio de 1861, pág. 130.

  16. The Discourses of Wilford Woodruff, pág. 135.

  17. Deseret News, 13 de mayo de 1857, pág. 76.

  18. The Discourses of Wilford Woodruff, pág. 89.

  19. Deseret News: Semi-Weekly, 25 de mayo de 1867, pág. 3.

  20. Deseret Weekly, 22 de octubre de 1892, pág. 548.

  21. Deseret News: Semi-Weekly, 20 de septiembre de 1870, pág. 2.

  22. “An Epistle to the Members of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints”, Millennial Star, 14 de noviembre de 1887, págs. 729–730.

  23. “To the Officers and Members of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints in the British Islands”, Millennial Star, febrero de 1845, pág. 142.

  24. Salt Lake Herald Church and Farm, 15 de junio de 1895, pág. 385.