Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Cómo enseñar a la familia


Capítulo 24

Cómo enseñar a la familia

“Vivamos de manera que el espíritu de nuestra religión se manifieste en nosotros; entonces tendremos paz, gozo, felicidad y contentamiento, lo cual produce padres agradables, madres agradables, hijos agradables y hogares, vecindarios, comunidades y ciudades agradables. Todo eso vale la pena y creo que los Santos de los Últimos Días deberían esforzarse por lograrlo” (DBY, 204).

Las enseñanzas de Brigham Young

La familia es una institución divina por esta vida y por la eternidad.

Si cada persona que profesa ser un Santo de los Últimos Días fuese en realidad un santo, nuestros hogares serían un verdadero paraíso y en ellos no se escucharía, sentiría o haría otra cosa sino cantar al nombre de nuestro Dios, cumplir con nuestro deber y guardar Sus mandamientos (DBY, 203).

Cuando un hombre y una mujer hayan recibido sus investiduras y sellamientos [por la eternidad en el templo] y les nazcan luego los hijos, éstos serán los herederos legales del reino y de todas sus bendiciones y promesas y serán ellos los únicos [herederos legales] en la tierra (DBY, 195).

La ordenanza del sellamiento debe efectuarse aquí… la mujer al hombre y los hijos a los padres, etc., hasta que la cadena de la generación sea perfecta en las ordenanzas de sellamiento hasta nuestro Padre Adán; por tanto, se nos ha mandado congregarnos, salir de Babilonia y santificarnos, y edificar la Sión de nuestro Dios… hasta que la tierra sea santificada y preparada para que residan en ella Dios y Sus ángeles (DBY, 407).

Imagen
Edward Martin family 1870

Edward Martin y su familia en 1870. Edward fue el capitán de la malograda Compañía de Carros de Martin en 1856 y uno de los sobrevivientes. Trabajó luego como fotógrafo en Salt Lake City.

Los padres deben enseñar a sus hijos a guardar los mandamientos de Dios.

Vemos a los bebés en brazos de sus madres. ¿Para qué está aquí un bebé? ¿Cuál es el propósito de la creación de este pequeño niño? …Uno ve este fundamento, este punto de partida, el germen de inteligencia incorporado en este niño diseñado para que crezca y se desarrolle hasta la madurez humana y luego hasta la capacidad de un ángel, y así progrese hasta lograr la exaltación eterna. Pero el fundamento está aquí… Éste es el primer lugar donde aprendemos, éste es el primer peldaño (DBY, 205–206).

Con frecuencia he pensado y dicho: “¡Cuán importante es que las madres, que son las primeras maestras de sus hijos y que graban en su tierna mente las primeras impresiones, sean estrictas!” ¡Cuán cuidadosas deben ser para nunca imbuir en la mente de los niños una idea falsa! Nunca deben enseñarles nada que no sepan que es lo correcto en todo sentido. Nunca deben, en especial cuando las escuche un niño, emplear una palabra indebida (DBY, 206–207).

Las madres deben empezar a enseñar a sus hijos mientras los tengan en su falda; es entonces que se les debe enseñar a amar al Señor y cumplir Sus mandamientos (DBY, 206).

Si ustedes, madres, quieren vivir su religión, entonces enseñen constante y cabalmente a sus hijos, mediante el amor y el temor de Dios, en el camino de la vida y la salvación, e instrúyanlos en cuanto al camino que deben seguir, y cuando lleguen a viejos no se apartarán de él [véase Proverbios 22:6]. Yo se los prometo; es tan real como el sol brillante; es una verdad eterna. No estamos cumpliendo con este deber (DBY, 206).

Críen a sus hijos en el amor y el temor de Dios; evalúen su disposición y su temperamento y procedan de acuerdo con éstos, y nunca se inclinen a reprenderles en medio del enojo; enséñenles a que les amen y no a que les teman; ocúpense de que a esos niños, que con tanta bondad les ha confiado Dios, se les enseñe durante su temprana edad, en cuanto a la importancia de los oráculos de Dios y los hermosos principios de nuestra santa religión para que cuando crezcan hasta ser hombres y mujeres de madurez siempre lo aprecien y nunca se aparten de la verdad (DBY, 207).

Padres, enseñen a sus hijos, mediante el precepto y el ejemplo, en cuanto a la importancia de recurrir al Trono de la gracia; enséñenles cómo deben vivir, cómo obtener de los recursos de la tierra todo lo necesario para su sostén en la vida; enséñenles las leyes de la vida para que puedan conservar su propia salud y sean capaces de ayudar al prójimo. Y cuando los eduquen en cuanto a los principios del Evangelio, enséñenles que son verdaderos porque han sido enviados de los cielos para nuestra salvación, y que el Evangelio incluye todas las verdades, ya sea en los cielos, en la tierra o en el infierno; asimismo, enséñenles que nuestra Iglesia posee las llaves de la vida eterna y que deben obedecer y observar las ordenanzas y las leyes pertenecientes a este santo sacerdocio que Dios ha revelado y restaurado para la exaltación de los hijos de los hombres (DBY, 207).

Si no hacemos el esfuerzo de educar a nuestros hijos ni les enseñamos e instruimos en cuanto a estas verdades reveladas, la condenación recaerá sobre nosotros, como padres, o cuando menos en parte (DBY, 207).

Al guiar a su familia mediante el debido ejemplo, los padres le ayudan a seguir por el buen camino.

Nunca debemos permitirnos enseñar a nuestros hijos una cosa y practicar otra (DBY, 206).

Nunca debemos permitirnos hacer nada que no querríamos que nuestros hijos hagan. Debemos darles el ejemplo que queremos que imiten. ¿Nos damos cuenta de esto? ¡Con mucha frecuencia vemos que algunos padres exigen la obediencia, el buen comportamiento, las palabras bondadosas, una apariencia agradable, una voz dulce y la atención de un hijo o hijos cuando ellos mismos están llenos de amargura y regaño! ¡Cuán contradictorio e irrazonable es esto! (DBY, 208).

Si los padres les demostraran en todo momento un buen ejemplo digno de emulación y de la aprobación de nuestro Padre Celestial, lograrían que sus hijos encauzaran el rumbo de sus sentimientos y que con el correr del tiempo deseen lo bueno más que lo malo (DBY, 208).

Tomen los padres y las madres que sean miembros de esta Iglesia y reino una dirección correcta y traten con todas sus fuerzas de no hacer el mal sino el bien durante toda su vida; ya sea que tengan un hijo o cien hijos, si proceden con ellos como deben, uniéndolos al Señor mediante su fe y sus oraciones, no importa a dónde hayan de ir esos hijos, estarán sellado a sus padres con un lazo sempiterno y no habrá poder en la tierra ni en el infierno que podrá separarlos de ellos en la eternidad; volverán otra vez a la fuente de donde provinieron (DBY, 208).

Nuestros hijos amarán la verdad si sólo vivimos nuestra religión. Los padres deben hacerlo para que sus hijos puedan decir: “Yo nunca vi a mi padre engañar o aprovecharse de ningún vecino; nunca vi a mi padre apoderarse de algo que no le perteneciera, ¡nunca, nunca! Por el contrario, siempre nos decía, ‘Hijo o hija, sé honrado, verídico, virtuoso, bondadoso, trabajador, prudente y pleno de buenas obras’ ”. Tales enseñanzas de los padres perdurarán para siempre con sus hijos, a menos que pequen contra el Espíritu Santo (DBY, 209).

Podemos guiar, orientar y podar un tierno retoño y hará lo que dispongamos, siempre y cuando se efectúe sabiamente y con destreza. Entonces, si rodeamos a un niño con influencias saludables y benéficas, le damos instrucciones apropiadas y le alimentamos la mente con tradiciones veraces, probablemente esto lo guiará por el camino de la vida (DBY, 209).

La templanza y una disciplina benevolente ayudan a crear una familia fuerte.

Nuestra primera preocupación y nuestro deber principal es lograr, mediante una estricta autodisciplina, el control espiritual sobre uno mismo y sobre las influencias que nos rodean, antes de que podamos preparar el camino para que nuestros hijos progresen, sin pecar, hasta alcanzar la salvación (DBY, 203).

¿Qué le prometió a su hijita a cambio de que hiciera algo en particular? ¿Le prometió un regalo si lo hacía bien? “Sí.” ¿Se acordó de dárselo? “No”, responde la madre, “se me olvidó.” Si la niña hiciese algo malo, ¿le prometió castigarla? “Sí.” ¿Cumplió usted, acaso, su palabra? No, no la ha cumplido y la niña llega entonces a la conclusión de que su madre no habla la verdad, que le dice que hará esto o aquello pero no lo hace. Es en realidad fácil para las madres el aprender a compartir su tiempo con sus hijos y no darles jamás una falsa impresión. Piensen antes de hablar… Si desean darles regalos, háganlo; si les prometen castigarlos, cumplan su palabra, pero ¡tengan mucho cuidado! (DBY, 210).

Los padres no debieran nunca obligar a sus hijos, sino guiarlos y darles conocimientos a medida que su mente se va preparando para recibirlos. La reprensión puede ser a veces necesaria, pero los padres deben gobernar a sus hijos mediante la fe en vez del castigo, y guiarlos con bondad por el buen ejemplo hacia la verdad y la virtud (DBY, 208).

Yo podría señalar a muchos hombres en esta congregación cuyos hijos se han alejado de ellos por causa de que los castigaban con varas de madera. Donde exista la severidad no hay amor o sentimiento filial en el corazón de ambos; los hijos preferirían alejarse del padre en vez de estar con él (DBY, 203).

En nuestras preocupaciones cotidianas, no importa su naturaleza o clase, los Santos de los Últimos Días, y en particular aquellos que ocupan importantes posiciones en el Reino de Dios, deben mantener un temperamento uniforme y equilibrado, tanto en su casa como fuera de ella. No deben permitir que las contrariedades y las circunstancias desagradables les afecten hasta el punto de irritarse y ser descorteses en el hogar y hablar palabras de amargura y rencor… y crear en sus hogares un ambiente de tristeza y de pesar, y provocar el temor en vez del amor de sus familias. Nunca debemos permitir que el enojo nos inunde el pecho y jamás que pase por nuestros labios ninguna palabra nacida de sentimientos iracundos. “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” [Proverbios 15:1]. “Cruel es la ira, e impetuoso el furor” [Proverbios 27:4]; pero “la cordura del hombre detiene su furor, Y su honra es pasar por alto la ofensa” [Proverbios 19:11] (DBY, 203–204).

Algunos de ustedes, si no todos, pueden ver, oír y presenciar bastante contención entre los niños, y por eso quiero decirles unas pocas palabras con respecto a su vida futura, a fin de que tengan hijos que no sean contenciosos ni pendencieros. Siempre demuestren ustedes mismos una buena actitud; ése es el primer paso. Nunca se permitan tener un mal temperamento ni mostrarse irritados… Los niños tienen tanta vitalidad que sus huesos siempre parecen vibrar de energía. Tienen tanta vitalidad, o vida, fortaleza y actividad, que necesitan deshacerse de ella y los más jóvenes contienden unos con otros. No pierdan ustedes la templanza. Deben siempre simpatizar con ellos y calmarlos. Sean mansos y placenteros (DBY, 209–210).

Yo he aprendido por experiencia propia que la mayor dificultad que existe en los pequeños altercados entre un hombre y otro, una mujer y otra, un niño y otro, un padre y sus hijos, los hermanos y sus hermanas, y éstas y aquéllos, surge cuando no se entienden justamente entre sí (DBY, 203).

Sugerencias para el estudio

La familia es una institución divina por esta vida y por la eternidad.

  • ¿Por qué es tan importante el sellamiento de las familias por la eternidad? (Véase también D. y C. 128:18.) ¿Cómo nos ayuda el entender la importancia eterna y la naturaleza divina de las relaciones familiares en la interacción con nuestros familiares?

  • ¿Qué podrían hacer ustedes para fortalecer los lazos familiares que haya entre las distintas generaciones de su propia familia? ¿En qué forma podrían sus acciones influir en sus antepasados y en sus descendientes?

Los padres deben enseñar a sus hijos a guardar los mandamientos de Dios.

  • ¿Quién tiene la primordial responsabilidad de enseñar a los hijos? ¿Cuándo deben los padres comenzar a enseñar a sus hijos a ser justos? ¿Qué aconsejó el presidente Young a los padres con respecto a sus funciones como los primeros maestros de sus hijos?

  • El presidente Young dijo que los padres debían “educar a [sus] hijos mediante el amor y el temor [respeto] de Dios.” (Véase también D. y C. 68:25–28.) ¿Cómo pueden ustedes enseñar a los niños a amar y a respetar a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo?

  • ¿Qué principios describió el presidente Young que los padres deben enseñar a sus hijos? ¿Qué podría suceder si los padres no enseñan debidamente a sus hijos?

Al guiar a su familia mediante el debido ejemplo, los padres le ayudan a seguir por el buen camino.

  • ¿Por qué es el ejemplo una formidable manera de enseñar a los niños? ¿Qué clase de ejemplo están dándoles ustedes a los niños que les rodean?

  • El presidente Young declaró que los niños “volverán otra vez a la fuente de donde provinieron”. ¿Por qué es esta promesa en particular consoladora para los padres cuyos hijos se alejan de la verdad? ¿Qué podrían hacer los padres para ayudar a los hijos descarriados a fin de que deseen retornar al seno familiar?

  • ¿Qué valores positivos aprendieron ustedes de sus respectivos padres? ¿Qué valores desean ustedes inculcar en sus propios hijos? ¿Cómo podrían enseñarles esos valores? ¿Qué evidencias perciben ustedes de que sus hijos están aprendiendo valores mediante ustedes?

  • ¿Cómo pueden las “tradiciones veraces” ayudar a sus hijos para que se dediquen con mayor esfuerzo a la rectitud? ¿Qué tradiciones virtuosas han fortalecido a sus respectivas familias? ¿Qué tradiciones virtuosas querrían establecer en su propia familia?

La templanza y una disciplina benevolente ayudan a crear una familia fuerte.

  • ¿Cuál es la diferencia que hay entre “obligar” y “guiar” a los niños? ¿Por qué es el guiarlos más eficaz para enseñarles la rectitud?

  • ¿Por qué es esencial “conservar un temperamento uniforme y equilibrado” al tratar a otros, en especial a los niños?

  • Las discusiones y las peleas suelen ser algo común en la vida familiar. ¿Por qué son estas cosas perjudiciales para la familia? (Véase también Mosíah 4:14.) Según el presidente Young, ¿cuál es la razón principal por la que suceden estas cosas? Cómo podrían ustedes fomentar una mejor comunicación y mayor comprensión entre sus respectivas familias? ¿Qué han hecho ustedes que haya ayudado para que los miembros de sus propias familias manifiesten su amor entre sí más a menudo?