Recursos para la familia
Sesión Uno: Cómo Aplicar los Principios del Evangelio


Sesión Uno

Cómo Aplicar los Principios del Evangelio

Al ser discípulos de Cristo, reciben la guía divina en todos los aspectos de la vida, incluso en el de ser un buen marido o una buena esposa.

Objetivos de la sesión

Durante esta sesión, ayude a los participantes a:

  • Comprender la posibilidad de gozar de paz y felicidad en el matrimonio.

  • Tener mayor esperanza en que puedan alcanzar la felicidad, en la medida que pongan en práctica los principios del Evangelio en su matrimonio.

  • Comenzar a aplicar estos cuatro principios para fortalecer su matrimonio:

    • Vivan de acuerdo con los principios del Evangelio.

    • Comprométanse a permanecer casados y a resolver las diferencias.

    • Guarden los convenios.

    • Esfuércense por mejorar cada día.

El cimiento de la felicidad matrimonial

El presidente Ezra Taft Benson enseñó lo siguiente: “El matrimonio… es el principio más glorioso y más exaltado del Evangelio de Jesucristo. Ninguna ordenanza tiene mayor importancia; ninguna es más sagrada e indispensable para el gozo eterno del hombre. La fidelidad al convenio del matrimonio trae gozo pleno aquí en la tierra y recompensas gloriosas en el más allá”1.

Si siguen los consejos que se dan en la Proclamación para la familia, los cónyuges pueden fortalecer su matrimonio y mantener segura a su familia2; si estudian las enseñanzas del Salvador y de Sus siervos, y oran diligentemente pidiendo la guía del Señor, podrán encontrar solución para sus problemas y, de ese modo, pondrán el Evangelio de Jesucristo como base de su relación matrimonial. Por medio de la oración, pueden recibir fortaleza para guardar sus convenios y trabajar conjuntamente; pueden arrepentirse de los malos hábitos y perdonarse el uno al otro. Los cónyuges también pueden aprender técnicas para afrontar problemas y para comunicarse a fin de resolver desacuerdos y evitar posibles conflictos.

El fracaso de la vida familiar

El presidente Hinckley advirtió sobre el fracaso de la vida familiar: “La familia se está desmoronando en todo el mundo… se quebrantan corazones, los hijos sufren”3. Al enfrentarse con problemas y dificultades en el matrimonio, algunas personas se desalientan y se sienten tentadas de darse por vencidas. Muchas otras se dedican a la relación matrimonial, se empeñan en resolver sus problemas y disfrutan de satisfacción, paz y felicidad en su vida conyugal.

A pesar de que las posibilidades de lograr felicidad son muy grandes, muchas personas luchan con sentimientos de frustración, infelicidad y desesperación. El matrimonio se ve amenazado desde fuera por las normas, las prácticas de la sociedad y los quehaceres de la vida diaria; además, también se ve amenazado desde dentro por las malas costumbres, los malentendidos y el orgullo. Los problemas graves no se superan con facilidad, y algunos matrimonios parecen luchar interminablemente con los mismos problemas que, durante años, han socavado su relación. Al darse cuenta del peligro que corren las familias, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce advirtieron en la proclamación sobre la familia que: “la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos”4.

Estas calamidades son muy fáciles de advertir en la sociedad. Las parejas casadas que en algún momento pensaron que el divorcio era la mejor solución para un matrimonio infeliz, se dan cuenta de que éste, con frecuencia, causa problemas inesperados. En un estudio acerca de las consecuencias a largo plazo del divorcio, la psicóloga clínica Judith Wallerstein, junto a las coautoras Julia Lewis y Sandra Blakeslee, llegaron a la conclusión de que el divorcio perturba la vida de los hijos e influye en su comportamiento y decisiones por el resto de sus vidas 5.

Linda Waite, de la Universidad de Chicago, y la coautora Maggie Gallagher descubrieron que, a menudo, el divorcio acarrea otras consecuencias dañinas para los hijos, incluso el aumento de la delincuencia y el crimen, menos oportunidades de recibir educación y más problemas con la salud física y mental6. También descubrieron que, en caso de que se haya abusado de los hijos, es más probable que el culpable, antes que los padres biológicos, haya sido o el novio o la novia de uno de los padres, o el padrastro o madrastra7.

Como indicó el presidente Spencer W. Kimball, las vicisitudes en el matrimonio surgen por diferentes razones:

“Dos personas que proceden de diferentes hogares, después de la ceremonia se dan cuenta de que es necesario hacer frente a la realidad. Atrás queda una vida de fantasía, de ensueño; debemos bajar de las nubes y poner bien los pies sobre la tierra. Se deben asumir responsabilidades y aceptar nuevos deberes; tendrán que abandonar algunas libertades personales y efectuar muchos ajustes desinteresados.

“Después de la ceremonia, uno empieza a descubrir muy pronto que el cónyuge tiene debilidades que antes no se habían advertido o descubierto. Las virtudes que constantemente se realzaban durante el cortejo, parecen hacerse más pequeñas, mientras que las debilidades que antes parecían tan pequeñas e insignificantes, ahora alcanzan proporciones considerables… Es ahora cuando afloran los hábitos adquiridos con los años; nuestro cónyuge puede ser tacaño o despilfarrador, vago o trabajador, devoto o irreligioso; puede que sea amable y cooperador, o petulante y enfadadizo; exigente o desprendido, egoísta o modesto. El problema de la relación con los suegros se hace aparente y la relación de nuestro cónyuge con ellos vuelve a agrandarse”8.

Buenas noticias para el matrimonio

El presidente Kimball aseguró a los cónyuges que el matrimonio puede tener éxito, aun cuando existan éstos y otros problemas: “Aunque la mayoría de nuestros jóvenes tratan con toda diligencia y devoción de encontrar una persona con la cual la vida pueda ser más compatible y hermosa, también es cierto que casi todo buen hombre y toda buena mujer podrían tener felicidad y éxito en el matrimonio si ambos estuvieran dispuestos a pagar el precio” 9.

A pesar de que tendrán desacuerdos y diferencias, las parejas casadas pueden resolverlos con éxito: Los problemas se resuelven mejor cuando, tanto esposo como esposa, se esfuerzan por superarlos. Lamentablemente, no siempre los dos están igualmente motivados para salvar su matrimonio y cuando hay diferentes grados en la motivación, el cónyuge más dedicado debe sacar fuerzas del conocimiento de que el ser persistentes en aplicar los principios de las relaciones, puede traer, con el tiempo, éxito a su matrimonio. El amor, el compromiso y la perspectiva eterna de uno de los esposos con frecuencia pueden sostener la relación hasta que el otro cónyuge madure o se arrepienta y se dé cuenta de la pérdida y el daño que significaría el divorciarse. La ley de la cosecha —“todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7) — y el volver la otra mejilla (véase Mateo 5:39) se aplica tanto al matrimonio como a otros tipos de relaciones.

Cómo fortalecer el matrimonio

Los cónyuges fortalecerán su matrimonio a medida que:

  • Vivan de acuerdo con lo que enseña el Evangelio.

  • Se comprometan con su matrimonio.

  • Guarden los convenios que hayan hecho.

  • Se esfuercen por mejorar día a día.

Vivan de acuerdo con los principios del Evangelio

Cuando los esposos se ven el uno al otro y ven a su relación de una manera distorsionada, engañosa o falsa, las diferencias normales que existen entre ellos crecen hasta terminar en conflictos o en la falta de armonía. Los matrimonios pueden vencer estas impresiones erróneas a medida que aprenden a seguir a Jesucristo.

El élder Neal A. Maxwell del Quórum de los Doce Apóstoles, observó que el Evangelio ayuda a las personas a ver con mayor claridad y con la perspectiva correcta: “Dado que el mirar la vida y a otras personas a través de los cristales del Evangelio nos proporciona una perspectiva eterna, si miramos durante bastante tiempo, y tan a menudo como sea necesario, podremos ver con mucha mayor claridad… Tales cosas como un plato de guisado, treinta piezas de plata e instantes de placer sexual, desaparecen por completo de nuestra vista; lo mismo sucede con un tiro de golf o un saque de tenis mejorados cuando los comparamos con el progreso hacia la paciencia, o cuando comparamos los planes de redecorar la sala principal con el escuchar y enseñar a los propios hijos”10. Cuando las personas viven el Evangelio, ven con mayor claridad y toman decisiones más adecuadas.

Aquellos que deseen de todo corazón un matrimonio eterno y una vida familiar de éxito, deben procurar llegar a ser verdaderos discípulos del Señor Jesucristo. Al ser discípulos, reciben guía divina en todos los aspectos de la vida, incluso en los de ser un buen marido o una buena esposa y un buen padre. El Salvador enseñó que Él ayudará a los hombres y a las mujeres a vencer sus debilidades:

“Si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos.

“He aquí, mostraré a los gentiles su debilidad, y les mostraré que la fe, la esperanza y la caridad conducen a mí, la fuente de toda rectitud” (Éter 12:27–28).

De manera análoga, el profeta José Smith enseñó lo siguiente: “…cuanto más se acerca el hombre [o mujer] a la perfección, tanto más claros son sus pensamientos y tanto mayor su gozo, hasta que llega a vencer todas las malas cosas de su vida y pierde todo el deseo de pecar”11.

El ser seguidores de Cristo mejora la perspectiva y ayuda a las personas a ver “las cosas como realmente son” (Jacob 4:13). Las reacciones adversas hacia otros se sustituyen con amor, paciencia y longanimidad. La adherencia a los nueve principios de la proclamación sobre la familia, lleva a la rectitud personal y a estar más cerca de Dios; aumenta el aprecio por los integrantes de nuestra familia y la guía divina se hace posible.

La vida nos presenta grandes desafíos, muchos de los cuales resultan de nuestra asociación con otras personas; pero las pruebas pueden convertirse en bendiciones cuando las consideramos bajo una perspectiva eterna, tal como dijo el presidente Kimball:

“Si consideramos la vida terrenal como una existencia completa, entonces el dolor, el pesar, el fracaso o una vida breve serían una calamidad. Pero si consideramos la vida como algo eterno que se extiende desde antes del pasado de la tierra hasta un futuro eterno posterior a la muerte, entonces todos los sucesos adquieren su debida perspectiva.

“¿Es que no podemos ver la sabiduría de Dios al darnos pruebas a las cuales sobreponernos, responsabilidades que podamos cumplir, trabajo que vigorice nuestros músculos y nuestras penas y que pongan a prueba nuestra alma? ¿No se nos expone a las tentaciones para probar nuestra fortaleza, a la enfermedad para probar nuestra paciencia, y a la muerte para que podamos ser un día inmortalizados y glorificados?”12.

Los esposos y las esposas progresan por medio de las tribulaciones, la instrucción, la fe, la rectitud y la guía espiritual; junto con esta última, aumenta su capacidad para vencer los problemas y los desafíos de la vida, incluso aquellos que tienen que ver con la familia.

Comprométanse a permanecer casados y a resolver las diferencias

Todos los matrimonios tienen dificultades; a menos que estén firmemente comprometidos el uno con el otro, no tendrán el cimiento necesario para enfrentarse a las tormentas de la vida. Los matrimonios que se comprometen se preocupan lo suficiente como para solucionar los problemas que tienen.

Catherine Lundell, una terapeuta familiar y matrimonial, explicó el caso de una pareja que luchaba con serios problemas en su matrimonio, y que había planeado divorciarse en primavera, si no lograba solucionar sus problemas. Tras varios meses de terapia, habían avanzado muy poco y estaban preparados para el divorcio, pero Lundell se negó a agregar su autorización a la decisión de ellos; por el contrario, les recordó sus convenios: “Son ustedes los que tienen que decidir romper los convenios que han hecho”, les dijo. “Son ustedes los que tendrán que vivir con esa decisión”. Cuando volvieron para su próxima sesión, estaban “extrañamente cariñosos y receptivos a lo que decía el otro”. Le explicaron que después de haber considerado su situación, eligieron comprometerse con su matrimonio; y, aunque todavía tenían problemas que solucionar, el renovado compromiso estableció una gran diferencia en su relación13.

El Salvador enseñó sobre el compromiso que debe existir en un matrimonio: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer… Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:5–6).

El élder Bruce C. Hafen, de los Setenta, enseñó que el matrimonio es un convenio, no un contrato. Las partes que han entrado en un contrato, muchas veces se separan cuando surgen problemas, e interrumpen la corriente de beneficios. “Pero cuando las dificultades les sobrevienen a un matrimonio por convenio”, dice élder Hafen, “ambos cónyuges se esfuerzan juntos por superarlas; se casan para dar de sí y progresar, unidos en virtud de los convenios que han hecho el uno con el otro, con la comunidad y con Dios”14.

La mayoría de los cónyuges que permanecen juntos, descubren que pueden resolver sus problemas. Según Waite y Gallagher, un alto porcentaje de matrimonios infelices que no se separan, solucionan sus problemas y llegan a disfrutar de su relación: “El 86 por ciento de las personas que no son felices en su matrimonio pero perseveran en él, descubren que, cinco años más tarde, son más felices… La mayoría dice que realmente han llegado a ser muy felices. De hecho, cerca de las tres quintas partes de aquellos que alguna vez dijeron que su matrimonio no era feliz… pero siguieron casados, lo calificaron de ‘muy feliz’ o de ‘bastante feliz’”15.

En los matrimonios muy infelices también tuvo lugar esta mejora. Waite y Gallagher hicieron la siguiente observación: “Los peores matrimonios mostraron los cambios más drásticos: El 77 por ciento de los matrimonios estables que catalogaron su relación como ‘muy infeliz’… dijeron cinco años más tarde, que esa misma relación era ‘muy feliz’ o ‘bastante feliz’”16.

Aquellos matrimonios que permanecen juntos también disfrutan de otros beneficios. Waite y Gallagher descubrieron que esos matrimonios viven más17, son más prósperos económicamente18, disfrutan de mejor salud, son más felices19 y experimentan mayor satisfacción sexual que las personas que no están casadas20.

Guarden los convenios

Los convenios, que son acuerdos sagrados entre Dios y Sus hijos, llevan consigo bendiciones especiales que ayudan a salvar las familias, y cuando los matrimonios se enfrentan con problemas, a fin de encontrar fuerza para resolver las dificultades, pueden recordar los mencionados convenios, que pueden ayudarles de diversas formas:

Los convenios aumentan la motivación. El Señor ha prometido que, por medio del nuevo y sempiterno convenio del matrimonio, los que sean dignos heredarán todo lo que Él posee (véase D. y C. 132:19–20). El apóstol Pablo enseñó: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). Cuando los esposos y las esposas se acuerdan de los convenios que han concertado, pueden encontrar inspiración y motivación para trabajar en su matrimonio, y solucionar los problemas a medida que surjan.

Los convenios guían la conducta. Los convenios que las personas hacen a medida que crecen en el Evangelio, ayudan a fortalecer su relación matrimonial. Cuando se bautizan, los miembros entran en el convenio de obedecer los mandamientos de Dios y de ser como Jesucristo; el vivir de acuerdo con el mencionado convenio bautismal resolverá la mayoría de los problemas en el matrimonio. El que los poseedores del sacerdocio estipulan, es el de magnificar sus llamamientos y de aceptar la dirección del Señor y de Sus Siervos (véanse D. y C. 84:33–39, 43–44). Los convenios del templo también guían al esposo y a la esposa en su relación recíproca.

Los convenios bendicen a las parejas casadas. Cuando estableció Su convenio con Abraham, el Señor prometió: “Te bendeciré sobremanera” (Abraham 2:9). Las Escrituras demuestran claramente que el Señor bendice y apoya a Su pueblo del convenio y aquellos que lo sigan se convertirán en herederos de las bendiciones prometidas a Abraham. El Señor brinda sostén y guía durante épocas de dificultades a los esposos y esposas que sean dignos; y al final, recibirán felicidad eterna y la exaltación en el reino celestial. El élder Bruce C. Hafen comentó que, por medio de la obediencia a los convenios, las personas “descubrirán fuentes escondidas de fortaleza” y “profundos manantiales internos de compasión”21. Esas bendiciones los fortalecerán en tiempos difíciles.

Los convenios ayudan a salvar a los hijos. Las bendiciones del convenio del matrimonio influyen tanto en los hijos como en los padres. Aquellos padres que observan este convenio reciben fortaleza para enseñar y criar a sus hijos. El presidente Brigham Young enseñó: “Cuando un hombre y una mujer hayan recibido sus investiduras y sellamientos [por la eternidad en el templo] y les nazcan luego los hijos, éstos serán los herederos legales del reino y de todas sus bendiciones y promesas”22. El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, reiteró la importancia de los convenios del templo: “No se puede recalcar demasiado el valor del matrimonio en el templo, los lazos de unión de la ordenanza selladora y las normas requeridas de dignidad. Cuando los padres guardan los convenios que han hecho en el altar del templo, sus hijos estarán sellados a ellos para siempre”23y a pesar de que los padres no pueden “imponer la salvación sobre aquéllos que no la desean”24, las bendiciones de los convenios del templo fortalecen a los padres y a sus hijos.

En la página 12 se encuentra una lista de los convenios que los miembros de la Iglesia hacen con Dios. Pueden fotocopiarla y repartirla entre los integrantes de la clase.

Algunos esposos y esposas dignos se preguntan qué sucede con las bendiciones del convenio que han hecho cuando uno de ellos lo quebranta. Cuando uno de los cónyuges renuncia al convenio, al compañero fiel no se le niegan las bendiciones prometidas. El presidente Gordon B. Hinckley aseguró a aquellos en esta situación: “Nosotros no los vemos a ustedes como fracasados porque un matrimonio no haya funcionado… El Señor no les negará ni les rechazará”25. De la misma manera, un hijo no pierde la bendición de ser sellado o nacer dentro del convenio, aun en el caso de que uno o los dos padres renuncien al convenio. El padre o la madre que guarde el convenio mantendrá la relación con el hijo establecida por el convenio.

Esfuércense por mejorar día a día

El desaliento es una de las mejores armas de Satanás. Muchos matrimonios se sienten abrumados ante la idea de ser “perfectos, como [su] Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Se desaniman al ser conscientes de sus propias imperfecciones y al enfrentarse con los problemas familiares cotidianos; la vida eterna familiar les parece una ilusión. “Nunca lo lograré”, se lamentan. “¿Para qué ni siquiera intentarlo?”.

Aquellos que pierden la fe en ellos mismos, en su cónyuge y en sus hijos abren la puerta a las malas influencias; en oposición a esto, aquellos que procuran seguir a Jesucristo pueden vencerlas: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago 4:7–8). Si perseveran y aprenden de sus errores, las personas pueden convertir los fracasos personales en éxitos.

Muchos tienden a compararse en forma negativa con otros; en éstos ven la perfección, mientras que, con sumo dolor, son conscientes de sus propias debilidades. Un terapeuta recuerda haber trabajado con dos amigas que sufrían de depresión y falta de seguridad en ellas mismas; ninguna de las dos sabía que la otra estaba siendo atendida, pero ambas contaron básicamente la misma historia: “Cada vez que voy a casa de mi amiga, todo parece estar siempre bajo control: La casa está ordenada, los hijos son bien educados y ella parece estar en perfecto control de su vida. Por otro lado, yo siento que me estoy desmoronando: la casa es un desastre, los niños son terribles y yo lucho por mantenerme cuerda”. Después de algunas sesiones, el terapeuta se dio cuenta de que las dos mujeres estaban hablando una de la otra. Cada una veía a la otra como casi perfecta, mientras que ellas mismas se veían muy imperfectas.

Otro problema muy común entre los matrimonios con problemas, tiene que ver con los esposos y esposas que pasan por alto sus faltas personales, pero prestan cuidadosa atención a las imperfecciones reales o imaginarias de su cónyuge. Muchos matrimonios fracasan porque llevan esto a tal extremo que no se sienten satisfechos ni felices el uno con el otro. Siempre es bueno reconocer y resolver los problemas personales, antes que procurar cambiar el comportamiento de nuestro esposo o esposa.

Los matrimonios deben recordar que ningún ser mortal es perfecto; la perfección lleva tiempo. El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce, les sugirió a los miembros de la Iglesia que, con paciencia, se esforzaran por mejorar día a día: “Cuando surjan nuestras imperfecciones, continuemos corrigiéndolas; aprendamos a perdonarnos a nosotros mismos por nuestros defectos, así como a las personas que amamos. Podemos recibir consuelo y paciencia”26.

El Gozo de la Familia Eterna

Dios es omnipotente. A medida que los participantes van en pos de una perspectiva eterna de sus familias, ínsteles a considerar la inmensidad de las creaciones de Dios y el propósito por el cual fueron creadas. El Señor dijo a Moisés: “He creado incontables mundos, y también los he creado para mi propio fin; y por medio del Hijo, que es mi Unigénito… Son incontables para el hombre; pero para mí todas las cosas están contadas, porque son mías y las conozco” (Moisés 1:33, 35). Un escritor se maravilló ante la inmensidad del universo: “[El telescopio Hubble] apuntaba a una de las partes más vacías del cielo, enfocado en una región del tamaño de un granito de arena a distancia de un brazo; y descubrió capa sobre capa de galaxias hasta donde le alcanzaba la vista…, cada una abarcaba millones de estrellas”28.

El mismo Dios que creó mundos incontables, ha declarado que Su obra y Su gloria es la felicidad eterna de Sus hijos (véase Moisés 1:39). Él quiere que nosotros y nuestras familias hallemos felicidad en esta vida y que, finalmente, recibamos las “riquezas de la eternidad” (D. y C. 78:18). A pesar de que podemos llegar a sentirnos insignificantes en relación con la inmensidad de las creaciones de Dios, debemos recordar que somos Sus hijos; Él prometió ayudarnos y bendecirnos a medida que cumplamos Sus mandamientos. Podemos recibir las bendiciones que Dios tiene reservadas para nosotros, si obedecemos los convenios y vivimos de acuerdo con los principios del Evangelio.

La familia es el núcleo del plan del Evangelio. El presidente Gordon B. Hinckley enseñó lo siguiente:

“El Señor ha ordenado que debemos casarnos, que debemos vivir juntos en amor, paz y armonía, y que debemos criar a nuestros hijos en Sus vías santas…

“A fin de cuentas, eso es lo que significa en verdad el Evangelio. La familia es una creación de Dios. Es la creación básica. La forma de fortalecer al país es fortalecer los hogares de la gente.

“Estoy convencido de que si buscáramos las virtudes el uno del otro, y no los defectos, habría más felicidad en los hogares de nuestra gente. Habría muchos menos divorcios, mucha menos infidelidad, muchos menos enojos, rencores y peleas. Habría mucho más perdón, más amor, más paz y más felicidad. Así es como el Señor quiere que sea”29.

Notas

  1. Véase de F. Burton Howard, “El matrimonio eterno”, Liahona, mayo de 2003, pág. 92.

  2. “La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

  3. “Miren hacia el futuro”, Liahona, enero de 1998, pág. 81.

  4. “La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

  5. The Unexpected Legacy of Divorce: A 25 Year Landmark Study, Nueva York: Hyperion, 2000, pág. XXVII.

  6. The Case for Marriage: Why Married People Are Happier, Healthier, and Better Off Financially, Nueva York: Doubleday, 2000, pág. 125.

  7. The Case for Marriage, págs. 135, 159.

  8. “Unidad en el matrimonio”, Liahona, octubre de 2002, págs. 36–38.

  9. “Unidad en el matrimonio”, Liahona, octubre de 2002, págs. 36–38.

  10. We Will Prove Them Herewith, Salt Lake City: Deseret Book, 1982, pág. 76.

  11. Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 51.

  12. The Teachings of Spencer W. Kimball, editado por Edward L. Kimball, Salt Lake City: Bookcraft, 1982, págs. 38–39.

  13. “Helping Couples in Counseling Remain Committed to Their Marriage”, en Strengthening Our Families: An In-Depth Look at the Proclamation on the Family, editado por David C. Dollahite, Salt Lake City: Bookcraft, 2000, págs. 48–49.

  14. Véase “El matrimonio por convenio”, Liahona, enero de 1997, pág. 30.

  15. The Case for Marriage, pág. 148.

  16. The Case for Marriage, pág. 148.

  17. The Case for Marriage, págs. 47–48.

  18. The Case for Marriage, págs. 111–112.

  19. The Case for Marriage, pág. 77.

  20. The Case for Marriage, pág. 96.

  21. “El matrimonio por convenio”, Liahona, enero de 1997, pág. 30.

  22. Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: Brigham Young, pág. 81.

  23. “Nuestro ambiente moral”, Liahona, julio de 1992, pág. 75.

  24. Véase Doctrinas de Salvación, tomo II, pág. 85.

  25. “To Single Adults”, Ensign, junio de 1989, pág. 74.

  26. Véase “La inminencia de la perfección”, Liahona, enero de 1996, págs. 101–102.

  27. Véase “La inminencia de la perfección”, Liahona, enero de 1996, págs. 99–102.

  28. William R. Newcott, “Time Exposures”, National Geographic, abr. de 1997, pág. 11.

  29. Véase “Sean dignos de la joven con la cual se van a casar algún día”, Liahona, julio de 1998, págs. 55–56.

Forma En Que Los Convenios Guían La Conducta

A menudo los miembros de la Iglesia hacen convenios con el Señor. La lista que sigue a continuación indica la manera en que algunos convenios guían la conducta. El posible impacto de estos convenios es enorme. Sólo guardando el convenio bautismal se resolverá la mayoría de los problemas que puedan surgir en el matrimonio.

El bautismo

(Véase 2 Nefi 31:17–21; Mosíah 18:8–10; D. y C. 20:37; Artículos de Fe 1:4).

  • Tomar sobre sí el nombre de Jesucristo.

  • Ser testigos de Jesucristo.

  • Guardar siempre los mandamientos.

  • Llevar las cargas los unos de los otros; llorar con los que lloran; consolar a los que necesitan de consuelo.

  • Estar dispuestos a servir a Dios durante toda la vida.

  • Arrepentirse de los pecados.

La Santa Cena

(Véase 3 Nefi 18:28–29; Moroni 4, 5; D. y C. 20:75–79; 27:2; 46:4.)

  • Renovar los convenios bautismales.

  • Volver a comprometerse a tomar sobre sí el nombre de Jesucristo, a recordarlo siempre y a guardar Sus mandamientos.

El juramento y el convenio del sacerdocio

(Véase Jacob 1:19; D. y C. 84:33–44; 107:31.)

  • Magnificar los llamamientos por medio del cumplimiento de las responsabilidades del sacerdocio.

  • Enseñar la palabra de Dios y trabajar diligentemente para llevar adelante los propósitos del Señor.

  • Ser obediente; obtener un conocimiento del Evangelio y vivir de acuerdo con él.

  • Servir a los demás y trabajar para bendecir sus vidas.

La investidura del templo

“Observar la ley de absoluta virtud y castidad, ser caritativo, benevolente, tolerante y puro; consagrar su talento y medios a la propagación de la verdad y el ennoblecimiento de la raza humana; mantener su devoción a la causa de la verdad, y procurar en toda forma contribuir a la gran preparación, a fin de que la tierra quede lista para recibir a su Rey, el Señor Jesucristo” (James E. Talmage, La Casa del Señor, pág. 90).

El matrimonio celestial

  • Amar a su cónyuge y mantenerse fiel a él o a ella y a Dios por toda la eternidad.

  • Vivir de tal forma que contribuya a la felicidad de la vida familiar y trabajar para bendecir a su cónyuge e hijos.

  • “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (Génesis 1:28).