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Capítulo 8: El convenio abrahámico


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El convenio abrahámico

Introducción

Abraham era un profeta del Antiguo Testamento, que nació alrededor de 2000 a.C. Creció en una familia que se había apartado del Evangelio, pero Abraham “[buscó] las bendiciones de los padres, y el derecho al cual yo debía ser ordenado, a fin de administrarlas” (Abraham 1:2). Las bendiciones que buscaba eran las del sacerdocio que habían poseído aquellos que encabezaron las dispensaciones que precedieron a él, Adán, Enoc y Noé y sus descendientes justos. Abraham recibió el sacerdocio por parte de Melquisedec, el profeta (véase Traducción de José Smith, Génesis 14:25, en el apéndice de la Biblia; D. y C. 84:14). El Señor habló a Abraham y estableció un convenio con él, el cual es conocido como el convenio abrahámico. Todas las personas que aceptan el Evangelio y son bautizadas son la simiente de Abraham, ya sea literalmente o por adopción, y tienen derecho a las mismas bendiciones que se le prometieron a él si se mantienen fieles.

Debido a la Gran Apostasía que prosiguió al ministerio de Jesucristo y Sus apóstoles, el convenio abrahámico ya no estaba disponible para el hombre, sino que requirió una restauración del Evangelio por medio del profeta José Smith para reinstituir las promesas asociadas con el convenio abrahámico otra vez en la tierra. Hoy, el Evangelio se está extendiendo por todo el mundo, tal como el Señor lo prometió a Abraham. Y, como se explica en este capítulo, mediante la obra de historia familiar las bendiciones y las promesas hechas a Abraham también están disponibles a los habitantes del mundo de los espíritus, muchos de los cuales vivieron en tiempos de apostasía o no tuvieron la oportunidad de recibir la plenitud del Evangelio de Jesucristo mientras que estaban en la tierra. De esta manera, la oportunidad de lograr la exaltación en el reino de nuestro Padre Celestial se extiende a todos los hijos de nuestro Padre Celestial.

Comentario

Jehová hizo un convenio con Abraham que incluía promesas de las bendiciones del Evangelio a Abraham y al mundo entero por medio de la descendencia de éste [8.1]

Abraham fue un profeta de Dios. [8.1.1]

Jehová cambió el nombre de Abram a Abraham, que significa “padre de muchas naciones” o “padre de una multitud” (véase Génesis 17:5; Guía para el Estudio de las Escrituras, “Abraham”). Abraham tuvo el privilegio de ver al Señor en varias ocasiones (véase Génesis 12:7; 17:1; Abraham 2:6, 19; 3:11). Él rescató a Lot (su sobrino) del cautiverio (véase Génesis 11:27; 14:14–16); pagó diezmos a Melquisedec, rey de Salem (véase Génesis 14:18–20); y en obediencia se sometió al mandato de Dios de sacrificar a su hijo Isaac (véase Génesis 22:1–13).

Abraham “fue bendecido grandemente con la revelación divina sobre el sistema planetario, la creación de la tierra y las actividades premortales de los espíritus de la humanidad. Como uno de los espíritus más valientes en la vida preterrenal, fue elegido para ser un líder en el reino de Dios antes de nacer a este mundo (Abraham 1–5). También aprendemos por revelación de los últimos días que, debido a la fidelidad de Abraham, ‘él ha entrado en su exaltación y se sienta sobre su trono’ en la eternidad (D. y C. 132:29, 37)” (Bible Dictionary, “Abraham”).

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Melquisedec bendice a Abram

Abraham recibió el sacerdocio de parte de Melquisedec.

Abraham hizo convenio con el Señor. [8.1.2]

Abraham deseaba llegar a ser un digno poseedor del sacerdocio y hacer convenios con el Señor (véase Abraham 1:1–4). El diccionario bíblico en inglés describe el convenio que Abraham hizo con el Señor: “Abraham recibió el Evangelio primeramente por medio del bautismo (el cual es el convenio de la salvación) (véase “Abraham: Covenant of”). Luego fue ordenado al sacerdocio mayor, y entró en el convenio del matrimonio celestial, el cual es el convenio de la exaltación, obteniendo con ello la garantía de que tendría engrandecimiento eterno. Finalmente recibió la promesa de que todas las bendiciones de estos convenios se ofrecerían a su posteridad terrenal (D. y C. 132:29–50; Abraham 2:6–11)” (véase Guía para el Estudio de las Escrituras: “Abraham, Convenio de”).

Cuando el Salvador visitó a los descendientes de Lehi en el continente americano, Él les dijo que eran hijos de los profetas, de la casa de Israel y herederos de las promesas hechas a Abraham. Ellos se vieron favorecidos por las bendiciones de la Expiación como se prometió a Abraham (véase 3 Nefi 20:25–27). El Señor le reveló al profeta José Smith que los miembros de la Iglesia en estos últimos días también son herederos de las bendiciones prometidas a Abraham (véase D. y C. 132:29–32).

Existen bendiciones prometidas mediante el convenio abrahámico. [8.1.3]

Las bendiciones del convenio abrahámico pueden resumirse de la siguiente manera:

Tierras de herencia. Dios le dio la tierra de Canaán (Israel) a Abraham y a su posteridad (véase Génesis 13:14–15; 15:18; 17:8; Abraham 2:6). El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó en cuanto a la herencia de tierras en el convenio abrahámico: “[La tierra de Canaán] es su tierra, por el tiempo y por la eternidad. Ahora es su tierra cada vez que sean dignos de pisar su superficie bendecida. Y será de ellos nuevamente en la eternidad sin fin que les espera. ‘Se ha decretado que los pobres y los mansos de la tierra la heredarán’, en ese día celestial cuando será coronada con la presencia de Dios, el Padre. (D. y C. 88:17–19)”. (The Millennial Messiah: The Second Coming of the Son of Man, 1982, pág. 322). Finalmente, esta promesa de herencia eterna de tierras se cumplirá cuando los justos hereden la tierra en su estado glorificado y celestial (véase D. y C. 45:57–59; 63:20; 88:17–20).

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arena y agua a orillas del mar

Abraham recibió la promesa de una posteridad tan numerosa “como la arena que está a la orilla del mar” (Génesis 22:17).

Posteridad.El Señor prometió a Abraham que a causa de su fidelidad se convertiría en el padre de “una nación grande” (Abraham 2:9; véase también Génesis 17:4–6). Él le dijo a Abraham: “Te multiplicaré a ti, y a tu posteridad después de ti… y si puedes contar el número de las arenas, así será el número de tus descendientes” (Abraham 3:14). Él prometió que los descendientes de Abraham serían “como el polvo de la tierra” (Génesis 13:16), y que serían tan numerosos como las estrellas en los cielos (véaseGénesis 15:5). Con respecto a la promesa que Dios hizo a Abraham que su descendencia sería como el “polvo de la tierra” el élder Bruce R. McConkie explicó:

“Esto tiene relación con el crecimiento eterno, ya que las semillas de nadie podrían superar en número a las partículas de polvo de la tierra…

Entonces, ¿qué es el convenio de Abraham? Es que Abraham y su descendencia (incluso los adoptados en su familia) tendrán todas las bendiciones del Evangelio, del sacerdocio y de la vida eterna. La puerta a la vida eterna es el matrimonio celestial, el orden sagrado del matrimonio permite que la unidad familiar continúe por la eternidad, de modo que las partes participantes pueden tener descendientes tan numerosos como las arenas del mar o las estrellas en los cielos. El convenio abrahámico permite que los hombres creen para sí mismos unidades familiares eternas que siguen el modelo de la familia de Dios, nuestro Padre Celestial” (A New Witness for the Articles of Faith, 1985, págs. 504–505; véase también D. y C. 132:30).

Una parte de la promesa que se hizo a Abraham en cuanto a su posteridad es que “reyes saldrán de ti” (Génesis 17:6). El descendiente más importante de Abraham fue el Rey de reyes, Jesucristo mismo, que vino por el linaje real de Judá (véase Mateo 1:1–16; véase también Apocalipsis 19:16). Además, las personas que reciben el convenio abrahámico y son fieles a él se les promete llegar a ser “reyes y sacerdotes [o reinas y sacerdotisas] para Dios” (Apocalipsis 1:6; véase también D. y C. 76:56).

El sacerdocio y las bendiciones del Evangelio. El Señor prometió a Abraham que recibiría el nombre del Señor, “sí, el sacerdocio” (Abraham 1:18; véase también Abraham 2:11). Esta bendición se cumplió en la vida de Abraham cuando recibió el sacerdocio de manos de Melquisedec (véase Traducción de José Smith, Génesis 14:25, 37, en apéndice de la Biblia; D. y C. 84:14; Abraham 1:2–4). Debido a que Abraham recibió la promesa de que su posteridad tendría el derecho al sacerdocio de sus días hasta el fin del mundo, todos los que desean las bendiciones de las ordenanzas salvadoras del sacerdocio las reciben de manos de Abraham y sus descendientes. Esta bendición se cumple cuando los que poseen el mismo sacerdocio que Abraham poseía administran ordenanzas, tales como el bautismo, la Santa Cena y las ordenanzas del templo.

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Familia coreana frente al Templo de Seúl, Corea

El convenio abrahámico permite que las familias continúen por toda la eternidad.

La salvación y la vida eterna.El Señor prometió a Abraham que mediante sus descendientes “serán bendecidas todas las familias de la tierra, sí, con las bendiciones del evangelio, que son las bendiciones de salvación, sí, de vida eterna” (Abraham 2:11). Las familias son bendecidas específicamente por medio del convenio abrahámico, ya que la bendición suprema del convenio del Evangelio es el matrimonio eterno. Por medio de las ordenanzas del sacerdocio, que incluyen el matrimonio celestial, o matrimonio en el templo, por los vivos y los muertos, las familias pueden estar unidas por la eternidad. La posteridad de Abraham hoy en día también puede efectuar las ordenanzas del templo por sus antepasados fallecidos y otras personas. En última instancia, la mejor manera en que las familias de la tierra son bendecidas es mediante la Expiación de Jesucristo, que es descendiente de Abraham. Debido a Su Expiación, es posible recibir todas las bendiciones de la vida eterna.

Existen responsabilidades asociadas con el convenio abrahámico. [8.1.4]

¿Qué deben hacer para recibir y compartir las bendiciones prometidas en el convenio abrahámico? Al igual que con todos los convenios eternos, las condiciones son establecidas por el Señor. El Señor mandó a Abraham: “…anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1). También le dijo:

“Mediante tu ministerio se conocerá mi nombre en la tierra para siempre…

“Y serás una bendición para tu descendencia después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y sacerdocio a todas las naciones” (Abraham 1:19; 2:9).

Abraham y su posteridad ofrecen las bendiciones del Evangelio y de la salvación a todas las familias de la tierra (véase Abraham 2:11). El Señor afirmó que “oyó Abraham mi voz y guardó mi encargo, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Génesis 26:5) y “ha entrado en su exaltación y se sienta sobre su trono” (D. y C. 132:29).

El convenio abrahámico ha sido restaurado en nuestros días [8.2]

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La restauración del Sacerdocio de Melquisedec

Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio de Melquisedec en la tierra, preparando así el camino para que las bendiciones del convenio abrahámico fueran recibidas una vez más.

El convenio abrahámico se restauró con el Evangelio. [8.2.1]

Las bendiciones del convenio abrahámico, que administra el sacerdocio de Dios, desaparecieron de la tierra a causa de la apostasía y, como consecuencia, era necesaria una restauración para ofrecer una vez más estas bendiciones a la humanidad. El diccionario bíblico declara: “Para cumplir con el convenio que Dios hizo con Abraham, con especial referencia al hecho de que la simiente literal de su cuerpo tendría derecho a todas las bendiciones del Evangelio (Abraham 2:10–11), una serie de cosas específicas y particulares debe suceder en los últimos días. El Evangelio debe ser restaurado, el sacerdocio debe ser conferido al hombre otra vez, las llaves del poder sellador deben otorgarse una vez más a los mortales, Israel debe ser recogido y el Espíritu Santo debe ser derramado sobre los gentiles. Todo esto ya ha ocurrido o está en proceso de realización” (“Abraham, Covenant of”).

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Élder Russell M. Nelson

El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló el cumplimiento de una profecía del Libro de Mormón en cuanto al establecimiento del convenio abrahámico en nuestros días:

“Citaré parte de una profecía que se hizo casi seiscientos años antes de Jesucristo: ‘…nuestro padre no ha hablado solamente de nuestra posteridad, sino también de toda la casa de Israel, indicando el convenio que se ha de cumplir en los postreros días, convenio que el Señor hizo con nuestro padre Abraham…’ (1 Nefi 15:18; cursiva agregada).

“Exactamente como lo prometió, el Maestro apareció en éstos, los últimos días, para renovar el convenio de Abraham. Al profeta José Smith, el Señor le dijo: ‘Abraham recibió promesas en cuanto a su posteridad y del fruto de sus lomos—de cuyos lomos eres tú, mi siervo José… Esta promesa es para ti también, pues eres de Abraham’ (D. y C. 132:30–31; véase también D. y C. 124:58)” (“Los hijos del convenio”, Liahona, julio de 1995, pág. 37).

Las promesas hechas a los padres se han restaurado. [8.2.2]

Cuando el ángel Moroni se le apareció al profeta José Smith el 21 de septiembre de 1823, Moroni hizo referencia al hecho de “[plantar] en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres” (D. y C. 2:2; José Smith—Historia 1:39). La frase “las promesas hechas a los padres” incluye las bendiciones y las promesas hechas a Abraham, que luego se renovaron con Isaac y Jacob (véase Génesis 26:24; 28:10–15). El presidente Joseph F. Smith (1876–1972) enseñó: “Los padres son nuestros antepasados fallecidos; los que murieron sin el privilegio de recibir el evangelio, pero que han recibido la promesa de que llegaría el tiempo en que ese privilegio les sería concedido” (Doctrina de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie, 3 tomos, 1954–1956, tomo 2, pág. 127).

El élder Russell M. Nelson habló de la restauración de las promesas hechas a los padres:

“Nosotros también somos hijos del convenio, ya que, como los de antaño, hemos recibido el Santo Sacerdocio y el Evangelio sempiterno. Abraham, Isaac y Jacob son nuestros antepasados y nosotros somos de Israel. Tenemos derecho a recibir el Evangelio, las bendiciones del sacerdocio y la vida eterna. Las naciones de la tierra serán bendecidas por nuestra laboriosidad, así como por la de nuestra posteridad. La descendencia literal de Abraham y los que son reunidos con su familia por adopción reciben esas bendiciones prometidas, las que se basan en el hecho de que aceptemos al Señor y obedezcamos Sus mandamientos.

“Elías el Profeta vino a plantar el conocimiento de esas promesas hechas a los padres (véase D. y C. 2:1–3). Posteriormente, el Libro de Mormón salió a luz como señal de que el Señor había comenzado a recoger a los hijos del convenio (véase 3 Nefi 29:1–9). En ese libro, escrito para nuestra época, dice:

“‘Entonces sabréis que ya empieza a cumplirse el convenio que el Padre ha hecho con los hijos de Israel…

“‘Pues he aquí, el Señor se acordará del convenio que ha hecho con su pueblo de la casa de Israel’ (3 Nefi 29:1, 3)” (“Los hijos del convenio”, Liahona, julio de 1995, págs. 37–38).

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Moroni visita a José Smith

Moroni citó las palabras de Malaquías a José Smith con respecto a Elías (véase José Smith—Historia 1:38).

Las bendiciones del convenio abrahámico se confieren en los templos. [8.2.3]

El élder Russell M. Nelson testificó de la importancia del templo y la Expiación de Jesucristo a fin de recibir las bendiciones más grandes del convenio abrahámico:

“Hermanos y hermanas, ustedes también pueden reclamar las bendiciones divinas prometidas al linaje fiel de Abraham. El Señor explicó que las bendiciones y responsabilidades de Su sacerdocio son de ustedes debido a su fe, obras y linaje, el linaje declarado en su bendición patriarcal. ‘Sois herederos legítimos’, dijo Él, ‘vuestra vida y el sacerdocio han permanecido, y es necesario que permanezcan por medio de vosotros y de vuestro linaje’ (D. y C. 86:9–10).

“Las bendiciones más grandes del convenio de Abraham se confieren en los santos templos. Esas bendiciones nos permiten levantarnos en la Primera Resurrección y heredar tronos, reinos, potestades, principados y dominios para nuestra ‘exaltación y gloria en todas las cosas’ (D. y C. 132:19). El cumplimiento del antiguo convenio de Abraham es posible solo debido al Señor Jesucristo; es Él quien ha hecho posible que moremos con Dios, con Él y con nuestras familias eternamente” (en “Testigos especiales de Cristo”, Liahona, abril de 2001, pág. 7).

Todos los que aceptan el Evangelio y son bautizados son simiente de Abraham y, mediante su fidelidad, heredan las bendiciones prometidas [8.3]

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bautismo

Las personas que permanecen fieles a su convenio bautismal pueden recibir las bendiciones del convenio abrahámico.

¿Pertenecen ustedes a la simiente de Abraham? [8.3.1]

En las bendiciones patriarcales se determina el linaje de los miembros de la Iglesia hasta Abraham mediante una de las doce tribus de Israel. Además de las personas que son descendientes literales por sangre, los descendientes de Abraham son también aquellos que hacen los mismos convenios del Evangelio que hicieron Abraham, Isaac y Jacob. En el caso de las personas que probablemente no son descendientes literales de Abraham y se convierten al evangelio de Jesucristo y son bautizadas, son adoptadas en la familia de Abraham. A causa de su conversión, pueden recibir todas las bendiciones prometidas a Abraham y sus descendientes (véase Gálatas 3:26–29; 4:5–7). El juramento y el convenio del Sacerdocio de Melquisedec enseña que aquellos que son fieles y reciben el sacerdocio “llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón, y la descendencia de Abraham” (D. y C. 84:34).

El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó: “Cualquier hombre o mujer puede reclamar para sí las bendiciones de Abraham. Al aceptar el Evangelio, bautizarse, casarse en el templo, ser fieles en la observancia de sus convenios y ayudar a proclamar el Evangelio en todas las naciones de la tierra, llegan a ser su descendencia y herederos de las bendiciones prometidas. (“La llave del conocimiento de Dios”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 54).

Tenemos la responsabilidad de hacer las obras de Abraham. [8.3.2]

El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó acerca de nuestra responsabilidad de hacer las obras de Abraham: “Como linaje de Abraham, tenemos ciertas obligaciones. Se nos manda venir a Cristo al hacer ‘las obras de Abraham’ (Juan 8:39; véase también Juan 8:32–50), las cuales comprenden: obedecer a Dios; recibir las ordenanzas y los convenios del sacerdocio y del templo, y honrarlos; predicar el Evangelio; edificar una unidad familiar y enseñar a nuestros hijos; y ser fieles hasta el fin” (“La llave del conocimiento de Dios”, Liahona, noviembre de 2004, págs. 54–55).

El convenio abrahámico nos ayuda a definir quiénes somos. [8.3.3]

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Élder David A. Bednar

El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, declaró que nuestra identidad como simiente de Abraham nos ayuda a definir quiénes somos:

“En verdad, sobre la descendencia de Abraham descansa una gran responsabilidad en estos últimos días.

“¿En qué forma se relacionan estas promesas y bendiciones con nosotros hoy día?… Somos la descendencia de Abraham. Una de las razones fundamentales por la que recibimos una bendición patriarcal es para ayudarnos a comprender mejor quiénes somos en calidad de posteridad de Abraham, y a reconocer la responsabilidad que descansa sobre nosotros…

“Tal vez les guste la música, los deportes o sean diestros en mecánica, y es posible que algún día trabajen en un oficio, en una profesión o en las artes. Pese a lo importante que puedan ser esas actividades y ocupaciones, éstas no definen nuestra identidad. Lo primero y más importante es que somos seres espirituales; somos hijos de Dios y la descendencia de Abraham…

“mucho se nos ha dado, y mucho se espera de nosotros… que todos nos levantemos… y seamos una bendición para las naciones de la tierra con un testimonio y un poder espiritual más grandes de los que jamás hayamos tenido” (“Llegar a ser misioneros”, Liahona, noviembre 2005, pág. 47).

La obra de historia familiar y las ordenanzas vicarias del templo hacen llegar las bendiciones del convenio abrahámico a las personas que se encuentran en el mundo de los espíritus [8.4]

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estatua del Christus

A los muertos se les invita a venir a Cristo. [8.4.1]

La invitación se extiende a todos los hijos de Dios “a que vengan a [Cristo] y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres; y se acuerda de los paganos; y todos son iguales ante Dios, tanto los judíos como los gentiles” (2 Nefi 26:33; véase también Alma 5:33; 3 Nefi 9:13–14). El élder Russell M. Nelson enseñó: “Felizmente, la invitación a ‘venir a Cristo’ (Jacob 1:7; Omni 1:26; Moroni 10:30, 32; D. y C. 20:59) también puede hacerse a los que han muerto sin conocimiento del Evangelio (véase D. y C. 137:6–8). Parte de la preparación de ellos requiere la obra terrenal de otras personas. Recogemos datos para los cuadros genealógicos, preparamos registros de grupo familiar y efectuamos vicariamente la obra del templo a fin de recoger a las personas para el Señor y en sus familias (véase 1 Corintios 15:29; 1 Pedro 4:6)” (“El recogimiento del Israel disperso”, Liahona, noviembre de 2006, págs. 80–81).

Ayudamos a extender las bendiciones del convenio abrahámico a las personas en el mundo de los espíritus, ofreciéndoles las ordenanzas selladoras que las une y las vincula con los santos fieles de todas las épocas. De esta manera a todos se les da la oportunidad de recibir una familia eterna y la exaltación en el reino de Dios.

Nosotros podemos hacer llegar las bendiciones del convenio abrahámico a nuestros antepasados. [8.4.2]

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Élder Bruce R. McConkie

El élder Bruce R. McConkie señaló que el ser merecedores de las bendiciones del convenio abrahámico nos inspira a hacer extensas esas bendiciones a nuestros antepasados: “Las promesas [hechas a los padres] son las condiciones del convenio abrahámico por medio del cual la descendencia de los antiguos patriarcas tienen derecho a recibir el sacerdocio, el Evangelio y la vida eterna (incluso el matrimonio celestial). Somos los hijos, y después de recibir estas bendiciones para nosotros mismos, nuestra atención se dirige casi por instinto hacia el bienestar de nuestros antepasados quienes murieron sin el conocimiento del Evangelio. Somos descendientes de Abraham, y ellos fueron descendientes de Abraham por medio de Isaac, mediante Jacob y mediante la casa de Israel. Por lo tanto se convierte en un privilegio el buscar a nuestros antepasados para la salvación de los muertos, a quienes se les han prometido las mismas bendiciones que a nosotros y para que estas bendiciones estén a su disposición por conducto de las ordenanzas vicarias de la casa del Señor” (A New Witness for the Articles of Faith, págs. 508–509).

Preguntas para reflexionar

  • De lo que han aprendido acerca de Abraham, ¿cómo se hizo él merecedor de ser elegido por el Señor para ser “el padre de los fieles”? D. y C. 138:41).

  • ¿De qué manera su empeño en la historia familiar ayuda a hacer extensas las bendiciones del convenio abrahámico a las personas que se encuentran en el mundo de los espíritus?

Asignaciones sugeridas

  • Expliquen a otra persona cómo las bendiciones del convenio abrahámico están disponibles para todos, incluyan Gálatas 3:26–29 en su explicación.

  • Preparen un bosquejo para una lección sobre cómo la obra de historia familiar contribuye al cumplimiento del convenio abrahámico. Compartan la presentación en una noche de hogar u otra reunión apropiada.

Recursos adicionales

  • Bruce R. McConkie, A New Witness for the Articles of Faith, 1985, págs. 503–509.

  • Russell M. Nelson, “Los hijos del convenio”, Liahona, julio de 1995, págs. 36–40.

  • La Perla de Gran Precio, Manual para el alumno (manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 2000), págs. 34–36.

  • David A. Bednar, “Llegar a ser misioneros”, Liahona, noviembre de 2005, págs. 44–47.

  • Russell M. Nelson, “El recogimiento del Israel disperso”, Liahona, noviembre 2006, págs. 79–82.