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El arrepentimiento


Lección 28

El arrepentimiento

El propósito de esta lección es ayudarnos a comprender cómo el arrepentimiento puede prepararnos para volver a nuestro Padre Celestial.

Introducción

El profeta José Smith nos fijó una vez esta meta: “…digamos hoy, de todo corazón, que abandonaremos nuestros pecados y seremos justos” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 452).

Debido a que todos nosotros estamos en la tierra para aprender y crecer, cometemos errores. Hay muchas clases de errores. A veces hacemos cosas que sabemos que no debemos hacer, como ser groseros o tomar algo que no nos pertenece. A estos se les llama pecados de comisión. A veces fracasamos en hacer las cosas que sabemos que debemos hacer, tales como pagar los diezmos o ser amables con nuestros vecinos, los cuales constituyen pecados de omisión.

La necesidad del arrepentimiento

Cuando sabemos que hemos obrado mal, no podemos ser felices. Nos sentimos avergonzados por nuestros errores y nos damos cuenta de que no podemos servir apropiadamente al Señor. A veces nuestra infelicidad puede incluso ser la causa de que tratemos a otros con desconsideración. Nuestro Padre Celestial no desea que seamos infelices, sino que desea que recibamos todas las bendiciones que nos tiene reservadas. Sin embargo, no nos dará las que no merezcamos, lo cual no significa que se haya alejado o que nos ame menos, sino que simplemente desea que superemos nuestras debilidades, cosa que no haríamos si nos bendijera cuando hacemos lo incorrecto. Por lo tanto, el arrepentimiento es el plan de Dios para ayudarnos a superar nuestras debilidades y de ese modo hacernos dignos de vivir con Él.

Por esta razón nos ha dicho que examinemos nuestra vida para descubrir en qué debemos mejorar. El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “Hoy, nuestro deber es ser mejores de lo que fuimos ayer y mañana mejores de lo que somos hoy. ¿Por qué? Porque estamos… en ese camino hacia la perfección, y eso sólo puede venir mediante la obediencia y un ferviente deseo en nuestro corazón de vencer [nuestros pecados]” (Doctrina de Salvación, tomo 2, pág.17).

Lea Alma 11:37. ¿Por qué es necesario el arrepentimiento? Lea 1 Juan 1:8–10, Alma 34:33–34; 3 Nefi 30. ¿Por qué debemos arrepentirnos tan pronto como sea posible?

¿Cómo se arrepiente una persona?

El pecado es como el barro en nuestros cuerpos: nos ensucia espiritualmente. El arrepentimiento es como lavarse el barro con agua y jabón. Después de arrepentirnos, nos sentimos frescos y limpios. El élder A. Theodore Tuttle lo explica de este modo:

“El arrepentimiento es como jabón. Es el jabón de la vida. De la misma manera que el jabón, lava los pecados de la vida y debe usarse con tanta frecuencia como sea necesario. Sin embargo, uno debe recordar que el uso erróneo —el descuido de lavarse por completo y de un esfuerzo a medias— hará que se percuda. No obstante, si se usa con propiedad, el jabón de la vida purifica por completo y en forma permanente…

“Un día… seremos llevados ante el tribunal del Señor y estaremos ante Él ya sea manchados, sucios e impuros, o mediante la aceptación y aplicación del gran maravilloso don de purificación —el jabón de la vida— podremos estar limpios, perdonados y puros ante el Señor. La próxima vez que usen jabón, quizá deseen purificar su espíritu usando el jabón de la vida, la ley universal del arrepentimiento” (“Arrepentimiento”, Liahona, abril de 1969, págs. 28–29).

Para arrepentirnos debemos seguir ciertos pasos.

Muestre la ayuda visual 28-a, “El verdadero arrepentimiento requiere tiempo y esfuerzo”.
Analice las siete partes del arrepentimiento tal como se explican en el capítulo 19 del manual Principios del Evangelio. Si es posible, deje a varios hermanos que tomen cada uno una parte, se preparen para analizarlo y lo presenten a la clase. Muestre un cartel que muestre las siete partes del arrepentimiento, mientras se esté hablando de ellas. (Las siete partes son: Reconocer el pecado, sentir pesar por el pecado, abandonar el pecado confesar el pecado, restituir el daño, perdonar a los demás y guardar los mandamientos de Dios.)

El verdadero arrepentimiento no es fácil: requiere tiempo y esfuerzo; por esta razón no podemos demorar el día de nuestro arrepentimiento (véase Alma 13:27).

El gozo del arrepentimiento

Muestre la ayuda visual 28-b, “El arrepentimiento es posible porque Cristo pagó por nuestros pecados”.

Nos arrepentimos para obtener el perdón de nuestros pecados, pero si Jesucristo no hubiera pagado por ellos y muerto por nosotros, nunca podríamos ser perdonados. Es sólo por medio de Su sacrificio expiatorio que la misericordia puede satisfacer a la justicia y, por lo tanto, podemos ser limpiados de nuestros pecados (véase Alma 34:10–16). Es una gran bendición por la que siempre deberíamos sentirnos agradecidos.

Jesús pagó por nuestros pecados, pero estos no se apartan de nosotros a menos que nos arrepintamos. Cuando el joven Alma se dio cuenta de que había pecado, dijo: “Me acordaba de todos mis pecados e iniquidades, por causa de los cuales yo era atormentado con las penas del infierno…

“También me acordé de haber oído a mi padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo.

“Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí…

“Y he aquí, que cuando pensé esto, ya no me pude acordar más de mis dolores…

“Y ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor” (Alma 36:13, 17–20).

Pida a un miembro de la clase que explique la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11–32). ¿Qué sintió el hijo pródigo cuando comenzó el proceso del arrepentimiento? ¿Qué sintió su padre?

Debido a que los hombres continúan pecando y necesitan arrepentirse, la historia del hijo pródigo se repite una y otra vez, tal como se relata a continuación:

Pida al miembro de la clase previamente asignado que explique la historia que viene a continuación de un hijo pródigo moderno, y pida a los miembros de la clase que identifiquen en silencio los pasos del arrepentimiento que siguió.

“Hasta los diecisiete años me mantuve apegado a la Iglesia, asistía a todas las reuniones y cumplía con mis responsabilidades del sacerdocio, sin siquiera pensar en hacer lo contrario. Amaba a la Iglesia y sus programas.

“Sin embargo, a los diecisiete años comencé a sentir los deseos del adolescente por la independencia, me rebelé en contra de mi familia y exigí mi ‘libre albedrío’. Uno de mis mejores amigos pertenecía a otra iglesia y caí en la trampa de experimentar con algunas de las cosas que me ofrecía, como alcohol y tabaco. Comencé a salir con jovencitas que no eran miembros de la Iglesia y después me enamoré de una de ellas, quien era encantadora. Sus padres me invitaron a su casa de campo muchos fines de semana y esto, por supuesto, me mantenía alejado de la actividad de la Iglesia.

“Después vino la Segunda Guerra Mundial y cuando mi obispo me preguntó si deseaba salir a una misión, le contesté que prefería alistarme en el ejército y servir a mi país. Todavía considero que servir al país es importante, pero sé que hubiera sido más sabio cumplir en primer lugar con una misión para mi Padre Celestial.

“Fue también en esta época cuando descubrí que algunos miembros de la Iglesia, a quienes admiraba mucho, no estaban cumpliendo con todas las normas del Evangelio; me convertí en su juez y para mí no eran otra cosa que hipócritas. Me prometí que si algún día dejaba de vivir nuestras normas, en lugar de ser un hipócrita que enseñara una cosa e hiciera otra, me apartaría de la Iglesia. Este fue otro error muy serio, ya que fue precisamente lo que hice y lo que el adversario quería.

“Cuatro años de piloto en la marina y quince como agente viajero profesional me ayudaron a permanecer menos activo y, sin embargo, durante todos esos años continué creyendo en las verdades que habían sido implantadas en mi alma con tanta profundidad. Cuando tenía treinta y ocho años, Tom, mi hermano menor, estuvo con nosotros durante seis semanas, y cada domingo por la mañana asistía solo al sacerdocio y a otras reuniones; la conciencia comenzó a molestarme. No era feliz, sabía que algo andaba mal y ese sentimiento me afligía cada vez con más frecuencia. En el pasado había podido dejar de fumar siempre que lo había deseado, mas ahora no me era posible. Visitaba a mi hermano Tom en su oficina y, cuando menos lo pensaba, me encontraba criticando a la Iglesia y después, aunque nunca se lo decía, me sentía culpable.

“Se aproximaba la crisis, y finalmente explotó una noche después de una reunión social en el club. Ya era tarde cuando me acosté pero no podía dormir, cosa muy rara en mí. Por fin me levanté y salí del cuarto para no inquietar a mi esposa; preocupado comencé a caminar de un lado a otro, y terminé por reconocer que tendría que cambiar.

“Jamás había podido demostrar mis sentimientos por medio de lágrimas o humildad; sin embargo, de repente me encontré arrodillado y, por primera vez en diecinueve años, imploré a mi Padre Celestial que me ayudara. Mientras oraba, un sentimiento maravilloso de amor, comprensión y felicidad invadió mi ser, y el Espíritu Santo se apoderó de mí con tal poder que sollocé convulsivamente durante un largo rato. Cuando me levanté me sentía bien y mi corazón estaba lleno de gratitud. Jamás en mi vida había experimentado tal sentimiento de tranquilidad, y un fuego llenó todo mi ser con tal intensidad que creí consumirme.

“Me dirigí al dormitorio y desperté a mi esposa. Todavía estaba llorando, y ella al verme, me preguntó qué había sucedido. Le hablé de mi deseo de cambiar de vida y abrazar el Evangelio de Jesucristo y de inmediato manifestó que me apoyaría. Desde aquel momento, nunca he tenido el deseo de fumar, tomar alcohol o beber una taza de café.

“El Señor comenzó a bendecirme, y no ha dejado de hacerlo hasta ahora. Al cabo de un año, tuve el privilegio de bautizar a mis hijos y poco después a mi esposa. Un año más tarde fuimos al Templo de Logan para ser sellados por esta vida y la eternidad, junto con nuestros hijos.

“Testifico que el Señor se siente complacido cuando la oveja perdida regresa a su redil. A todos nos muestra su amor y ternura cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y guardamos Sus mandamientos (véase Lewis W. Cottle, “Regreso del hijo pródigo”, Liahona, agosto de 1974, págs. 19, 20).

¿Cuáles fueron los sentimientos de este hijo pródigo moderno cuando se arrepintió? Lea Lucas 15:10. ¿Cómo ve nuestro Padre Celestial nuestro arrepentimiento? (véase D. y C. 58:42 e Isaías 1:18). ¿Cómo debemos tratar a alguien que se ha arrepentido?

Conclusión

Todos tenemos necesidad de arrepentirnos para convertirnos en seres como nuestro Padre Celestial y para vivir de nuevo con Él; por esta razón, Jesucristo hizo posible que nos arrepintiéramos por medio de Su expiación por nuestros pecados. Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, proporcionamos gozo a nosotros mismos y a nuestro Padre Celestial.

El presidente Harold B. Lee enseñó: “El más importante de todos los mandamientos de Dios es aquel que más se les dificulte observar. Si es de falta de honradez, de falta de castidad, de falsificar, de no decir la verdad, hoy es el día para que se esfuercen hasta que puedan vencer esa debilidad. Luego deben empezar con el siguiente mandamiento que más les dificulte guardar” (Church News, 5 de mayo de 1973, pág. 3).

Cometidos

  1. Ruegue al Señor en sus oraciones personales que le ayude a superar los problemas que está tratando de eliminar, e infórmele cada día sobre su progreso y, a medida que se esfuerza por mejorar, continúe orando para recibir perdón por errores pasados.

  2. Muestre gozo por el arrepentimiento de otros, en especial de los miembros de su propia familia.

Pasajes adicionales de las Escrituras

  • Salmos 51:10 (David ora para pedir perdón).

  • Isaías 1:16–18 (se nos manda que nos arrepintamos).

  • Lucas 15:7 (los cielos se regocijan por quienes se arrepienten).

  • 2 Corintios 7:10 (la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento).

  • Mosíah 4:1–3 (los pecados son perdonados gracias a la expiación de Cristo).

  • Alma 7:15 (el bautismo es una señal del arrepentimiento).

  • Alma 12:14–15 (la fe y el arrepentimiento nos brindan la salvación).

  • Alma 34:8–9 (Cristo expió los pecados del mundo).

  • D. y C. 19:16–17 (Cristo sufrió por los que se arrepienten).

  • D. y C. 76:40–42 (Jesús murió para expiar los pecados del mundo).

Preparación del maestro

Antes de presentar esta lección:

  1. Lea el capítulo 19 del manual Principios del Evangelio, intitulado “El arrepentimiento”.

  2. Pida a los miembros de la clase que lleven a la misma sus libros canónicos.

  3. Si lo desea, asigne a varios miembros de la clase que hablen sobre los siete pasos del arrepentimiento que se identifican en el capítulo 19 del manual Principios del Evangelio.

  4. Asigne a miembros de la clase para que relaten las historias y para que lean los pasajes de las Escrituras de la lección.

  5. Prepare la lección de tal manera que se evite hablar de los problemas personales de los miembros del quórum.