2022
Los milagros llegaron de otra forma
Diciembre de 2022


Voces de los Santos

Los milagros llegaron de otra forma

Cuando nuestro primer hijo, Franco, tenía cinco años, comenzó un camino lleno de dificultades. En este sendero arduo estuvo rodeado de muchos desafíos, pero también de grandes bendiciones y milagros inesperados.

Todo inició a principios de 2017, cuando al mismo tiempo que nos enteramos de que seríamos padres por tercera vez, Franco comenzó con conductas extrañas que incluían la necesidad de tomar abundante agua al punto de desesperarse por ella y al mismo tiempo aumentó la cantidad de veces que iba al baño, de tal manera que muchas veces se quedaba dormido en la puerta del baño, agotado por no poder dormir al hacer esos recorridos nocturnos.

Lo llevamos a muchos médicos, pero ninguno lograba decirnos cuál era su patología. Franco seguía empeorando y decidimos llevarlo a una provincia vecina, para que le practicaran estudios más profundos. Como el embarazo de mi esposa ya estaba avanzado y en situación de riesgo, tuvimos que separarnos por un mes aproximadamente. Mientras mi esposa se quedó al cuidado de Joaquín, nuestro segundo hijo, en la provincia de San Juan, yo fui con Franco para que se realizaran innumerables estudios a fin de detectar cuál era la causa de su deterioro.

Fueron momentos muy difíciles y con mucha incertidumbre. Los resultados indicaron que tenía diabetes insípida, una condición que afecta a muy pocas personas en el mundo y que lo acompañaría para toda la vida. Con muchas dudas y miedos volvimos a San Juan, pero el estado de Franco seguía empeorando. En medio de esa situación nació Josefina y sucedió que a los quince días fue internada en terapia intensiva por un cuadro respiratorio de bronquiolitis que le impedía respirar con normalidad.

Mediante mucho esfuerzo y trabajo, pudimos llevar a nuestro hijo a un hospital de alta complejidad donde le hicieron estudios que determinaron que padecía una extraña enfermedad poco frecuente llamada Histiocitosis Multisistémica de células de Langerhans. Nos dieron la devastadora noticia y dijeron que debía iniciar inmediatamente un tratamiento de quimioterapia. Con Josefina recién salida de terapia y una noticia que nos había partido el alma, armamos una valija y nos fuimos los cinco a enfrentar el tratamiento de Franco.

Llegamos desolados a la Capital Federal, en la provincia de Buenos Aires, un lugar eufórico, totalmente diferente a nuestras costumbres y totalmente desconocido para nosotros. Al comienzo pasamos por muchos momentos de tristeza, soledad, angustia y dolor, pero estábamos todos juntos y eso nos fortaleció.

Luego de un mes se acercó a nosotros nuestro primer milagro, nuestro primer ángel terrenal: la presidenta de la Sociedad de Socorro de la Estaca Belgrano. Sin conocernos se acercó a nuestro pequeño departamento y nos dio un abrazo tan fuerte como si nos conociera de toda la vida. Nos dejó impactados. Se puso a nuestra disposición y nunca más se apartó de nosotros. Desde ese día comenzaron a suceder una seguidilla de milagros y actos de servicio desinteresados, por ejemplo: visitas de amigos; ropa lavada, doblada y perfumada; mensajes de ánimo. Un batallón de ángeles del barrio al que pertenecíamos comenzó a desfilar por los pasillos de nuestra casa al servicio de nuestra familia. En cada internación había un plan de acción programado que se ponía en marcha a cualquier hora del día.

Así fueron pasando los días, los meses y los años. El tratamiento de Franco no daba resultado y se extendía en el tiempo, pero nuestra vida ya no era tan trágica, había bendiciones, esperanza y milagros. En una ocasión, Franco estuvo al borde de la muerte y Josefina también, ya que sus reiterados cuadros respiratorios se debían a una rara condición de una arteria de más en el corazón que le oprimía el esófago y le impedía respirar de forma normal.

Cuando todo esto empezó, le suplicamos al Padre un milagro de sanidad para nuestro hijo. Pasaron los años y hasta el día de hoy no se ha recuperado, tuvimos que volver a la provincia de San Juan por la pandemia en el año 2020.

Sin embargo, aún continúa su tratamiento de quimioterapia y debemos hacer viajes a la Capital cada tanto, pero pudimos aprender y darnos cuenta de que los milagros llegaron de otra forma: sanando y puliendo nuestras almas, dándonos un testimonio de que Dios está en cada detalle, que está al tanto de cada necesidad y de los deseos de nuestro corazón y que nunca nos deja solos. Nos da pruebas, pero también nos da las herramientas para poder superarlas.

Aprendimos que, si aceptamos Su voluntad, el camino por el desierto está lleno de pozos de agua a los que podemos acercarnos a beber.

Damos gracias cada día por saber que contamos con un Padre que nos conoce, nos escucha y da oído a nuestros clamores.