2022
Cambiar la perspectiva sobre los problemas crónicos
Septiembre de 2022


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

Cambiar la perspectiva sobre los problemas crónicos

Cuando afrontamos problemas que quizás no se resuelvan, ¿cómo podemos seguir adelante con fe?

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Una joven adulta sonriendo hacia el cielo

¿No es agradable tener un plan para la vida? ¿Tener todo resuelto? Yo pensaba que lo tenía, hasta que me diagnosticaron una enfermedad crónica llamada síndrome de ovario poliquístico (SOP).

Cuando me diagnosticaron, por momentos me sentía enojada y por momentos me sentía confundida, y centraba todas mis energías en liberarme de la enfermedad. 

Más adelante me di cuenta de que no era así como Dios quería que yo viera esta prueba. El Espíritu me ayudó a liberarme de esas tres actitudes poco saludables con las que tenía dificultades y a reemplazarlas por otras mejores: 

“Este problema es mi culpa” “Este problema no es mi culpa, es simplemente parte de la vida terrenal”

Al principio, pensé que había hecho algo malo para merecer la enfermedad y que si cambiaba mis hábitos, podría “repararme”.  

Investigué obsesivamente y probé muchas “soluciones” que no fueron de mucha ayuda.

Cuando acudí al Padre Celestial en busca de respuestas, el Espíritu me ayudó a darme cuenta de que no tenemos la culpa de muchas de las dificultades que afrontamos; algunos problemas simplemente forman parte de la vida terrenal. El élder Anthony D. Perkins, de los Setenta, dijo: “[E]l sufrimiento no significa que Dios esté disgustado con nuestra vida”1. Al soltar la culpa y recurrir a la fe, pude hallar esperanza y paz.  

“Este problema debe desaparecer” “Puedo hallar gozo aunque el problema siga existiendo”

Creía que podía ser sanada por completo si tenía suficiente fe, y me decepcionaba constantemente cuando no sucedía. Con el tiempo, aprendí que también es importante tener fe para aceptar no ser sanados. 

Me encanta el mensaje que el élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió acerca de un joven con cáncer que pidió una bendición del sacerdocio para sanar. Sin embargo, el élder Bednar le dijo que para ser sanado debía tener fe para no ser sanado también. Dijo: “[E]ra necesario que [él] superar[a], mediante la expiación del Señor Jesucristo, la tendencia del ‘hombre natural’ que todos tenemos de exigir con impaciencia e insistir incesantemente recibir las bendiciones que deseamos y que creemos merecer”2.

La fe en Dios puede conducir a milagros, si tal es la voluntad de Dios. Pero, si no experimentamos milagros, ¿qué hacemos entonces?  

En el Nuevo Testamento, Pablo habla acerca de orar para quitar un “aguijón en mi carne” (véase 2 Corintios 12:7). Aunque su problema no se resolvió de inmediato, Pablo aprendió a confiar en Dios y a apoyarse en Él a fin de recibir la fortaleza para afrontar un desafío difícil: “Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). 

El “aguijón en mi carne” también me ha ayudado a confiar en Dios, convirtiendo así mi debilidad en una fortaleza. He aprendido que superar las dificultades puede significar ser capaz de manejarlas al confiar en la fortaleza proveniente del Salvador, en lugar de deshacerse de ellas por completo.

La fe en Dios puede conducir a milagros, si tal es la voluntad del Padre Celestial. Pero si no experimentamos los milagros que buscamos de la manera que esperábamos, aun podemos ver Su mano obrar milagrosamente a lo largo de nuestra vida. Tal como el presidente Russell M. Nelson enseñó: “Hagan el esfuerzo espiritual para procurar milagros; oren pidiendo a Dios que los ayude a ejercer ese tipo de fe. Les prometo que pueden experimentar por ustedes mismos que Jesucristo ‘da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene vigor’ (Isaías 40:29)3.

“No hay esperanza”Siempre hay esperanza”

Un aspecto doloroso de padecer SOP es la infertilidad. Inicialmente, cuando me di cuenta de que sería difícil que tuviera hijos, me sentí enojada y traicionada.

Al confiar en Cristo, he aprendido a confiar en la voluntad y el tiempo de Dios.  

No sé si tendré hijos en esta vida, pero creo, como enseñó el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, que “tenemos todos los motivos para esperar bendiciones aún mayores que las que ya hemos recibido”4.

Aunque tus desafíos no se resuelvan, siempre hay esperanza: esperanza en el gozo, esperanza en ayudar a los demás mediante la empatía que has obtenido a través de tus experiencias, y esperanza en muchas bendiciones por venir.

Todavía lucho a veces con actitudes poco saludables en cuanto a mis problemas, pero cuando lo hago, miro hacia el Salvador y Sus promesas. Si sigo tratando de mejorar de maneras pequeñas cada día, confiando en Dios y pidiéndole ayuda a Él y a los demás, mi futuro rebosará de gozo y bendiciones, y el tuyo también.