2022
Cómo afrontar un diagnóstico no deseado
Agosto de 2022


“Cómo afrontar un diagnóstico no deseado”, Liahona, agosto de 2022.

Envejecer fielmente

Cómo afrontar un diagnóstico no deseado

Sí, tenía una enfermedad progresiva e irreversible. Pero eso no significaba que mi vida hubiera terminado.

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Douglas y Alice Mae Lemon

Fotografía de Douglas y Alice Mae Lemon por cortesía del autor

Mi esposa, Alice Mae, y yo estábamos sirviendo como misioneros mayores en Filadelfia, Pensilvania, EE. UU. Estábamos en el penúltimo mes de nuestra misión cuando la degradación de mis habilidades motoras llegó a ser muy difícil de ignorar. Siguiendo el consejo del médico y la enfermera de la misión, fui a un hospital local.

Me hicieron un electrocardiograma y una tomografía computarizada. Luego me atendió una neuróloga. Me hizo más preguntas y ordenó más exámenes. Finalmente, para mi sorpresa, me dijo: “Señor Lemon, tiene la enfermedad de Parkinson”. No era el diagnóstico que esperaba y ciertamente tampoco lo deseaba, pero ¿qué podía hacer?

Cuatro fases

Eso fue hace dos años, y comenzó un proceso que desde entonces he agrupado en cuatro fases. Las comparto aquí con la esperanza de que puedan ser útiles para otras personas que estén lidiando con un diagnóstico no deseado. Estas son algunas de las cosas que he aprendido.

1. Aprender acerca de la enfermedad.

Busqué en línea. Compré algunos libros. Me reuní con otro neurólogo. Quería saber qué impacto podría tener la enfermedad de Parkinson en mi esperanza de vida y mis capacidades motrices. Mientras reunía información, también oraba pidiendo guía. Sabía que el Padre Celestial y Jesucristo me ayudarían a obtener la información y la ayuda médica que necesitaba. Aprendí que la enfermedad de Parkinson por lo general no afecta cuánto tiempo vives, pero sí influye en lo que puedes hacer. Avanza de manera diferente en cada persona. Empeora con el tiempo. No es curable.

2. Adaptarse y redefinir las expectativas.

Una vez que pasó el impacto inicial del diagnóstico, gradualmente empecé a darme cuenta de que la enfermedad no iba a desaparecer. Mi esposa y yo hablamos sobre nuestro futuro y lo que significaría si perdiera parte de mi movilidad. ¿Qué sucedería si no pudiera conducir o caminar? En un tierno momento en que le hice esas preguntas a mi querida esposa, ella respondió con sencillez y sin vacilar: “Entonces yo cuidaré de ti”.

Estábamos agradecidos de no haber esperado para servir al Señor como misioneros de tiempo completo y de haber podido servir mientras nuestra salud aún era buena. También estábamos agradecidos por habernos mudado a una casa más pequeña, sin escaleras en la planta principal, con casi todos los pisos duros en lugar de alfombras, y con barras de sujeción cerca de todos los baños y duchas. Sentimos que el Señor había sabido que algún día necesitaríamos una casa así y había preparado el camino para que cuando la necesitáramos, estuviera lista.

3. Lidiar con el sentimiento de pérdida y dolor.

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people sitting at a table

Durante los meses siguientes, pasé mucho tiempo en casa y tuve mucho tiempo para pensar. Hice duelo por la pérdida de la persona que pensaba que sería en mis últimos años. Hice duelo por el futuro que mi esposa y yo habíamos imaginado anteriormente. Soporté días de desánimo. Oré mucho a medida que los síntomas empeoraban. Aumentó mi necesidad de encontrar maneras positivas de lidiar con la situación.

Entonces el Señor proporcionó una fuente inesperada de apoyo. Mi esposa y yo fuimos llamados a ser los especialistas de bienestar y autosuficiencia de nuestro barrio. Como parte de nuestro llamamiento, dirigimos una reunión de grupo sobre resiliencia emocional. No había pensado en que necesitaría la clase para mí mismo. Sin embargo, al final de la primera reunión, pensé: “¡Vaya! Esto es para mí”. Hablamos de evitar los patrones de pensamiento negativos, ser positivos y controlar nuestros sentimientos. Me dio algunas herramientas prácticas que, con el tiempo, me ayudaron a mí y a mi esposa también a desarrollar una actitud saludable hacia mi enfermedad.

4. Aprender de esta prueba.

Recuerdo que un día pensé: “Si fuera a elegir una enfermedad para mí, sería esta”, porque en este momento no acorta mi vida, pero me obliga a someterme a la voluntad de Dios. No se me ha dado más opción que aceptarla, y aquello ha sido una bendición. Estoy más tranquilo, más en paz. Siempre había vivido demasiado en el futuro, preocupado por cuál sería el siguiente capítulo de mi vida. La enfermedad de Parkinson me ha ayudado a contentarme con vivir en el presente, a hacer el bien que puedo hacer ahora. Poco a poco, he aprendido a someterme a mí mismo y a mi futuro al Señor de forma más completa y sin reservas.

Estudié pasajes de las Escrituras que hablan sobre cómo progresar gracias a las pruebas1. Volví a leer discursos y artículos del élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles2. Recordé un discurso en el que el élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos aconsejó que en momentos de prueba no preguntáramos: “¿Por qué tengo que sufrir esto?”, sino, más bien: “¿Qué debo aprender de esta experiencia?”3.

A lo largo de este proceso, he encontrado un nivel de paz, gozo y satisfacción que antes me era esquivo. He llegado a ver que la muerte y el pasar por el velo es solo otro “traslado” en mi viaje por la senda de los convenios. Es parte del plan de felicidad de Dios.

Hice un pequeño cartel en mi computadora y lo puse en la pared de la oficina que tengo en casa, donde lo veo todos los días. Dice: “Sé bueno. Haz el bien. Conténtate. Relájate y confía en el Señor”.

Confíen en el Señor

Hoy en día, en este punto de avance de la enfermedad, llevo una vida bastante normal. Todavía puedo conducir un auto. Hace poco fuimos llamados como obreros del templo. Hay cosas que puedo hacer y cosas que no puedo hacer. Ando con un bastón cuando salgo de la casa. Me emocionan las cosas pequeñas, pero también me he vuelto más sensible a las necesidades de los demás. No estoy seguro de cómo se desarrollará mi futuro, pero tengo la seguridad de que, pase lo que pase, el Señor me ayudará a sobrellevarlo bien y a encontrar gozo. Ha sido una buena instrucción para mí, y no quiero perderme la lección4.

El autor vive en Utah, EE. UU.