2022
Lecciones junto al pozo
Mayo de 2022


Lecciones junto al pozo

Nosotras podemos acudir al Salvador para recibir la fortaleza y sanación que nos permitirán hacer todo lo que se nos envió a hacer aquí.

¡Qué alegría me da reunirme con cada una de ustedes en la Sesión de mujeres de la conferencia general!

Crecí en el oeste de Nueva York y asistí a una pequeña rama de la Iglesia a unos 30 kilómetros [20 millas] de nuestra casa. Mientras me sentaba solo con mi amiga Patti Jo en la clase de la Escuela Dominical en el sótano de nuestra vieja capilla alquilada, jamás me hubiera imaginado ser parte de una hermandad mundial de millones de mujeres.

Hace cinco años, Bruce, mi esposo, enfermó gravemente cuando prestábamos servicio a los consagrados santos del Área Europa Este. Regresamos a casa y él falleció solo unas semanas después. Mi vida cambió de la noche a la mañana; estaba afligida y me sentía débil y vulnerable. Le supliqué al Señor que dirigiera mi camino: “¿Qué deseas que haga?”.

Unas semanas después, mientras revisaba la correspondencia, me llamó la atención una pequeña imagen en un catálogo. Al observar más de cerca me di cuenta de que era una representación artística de la mujer samaritana con Jesús junto al pozo. En aquel momento, el Espíritu me dijo claramente: “Eso es lo que deberías hacer”. Un amoroso Padre Celestial me estaba invitando a acudir al Salvador y aprender.

Deseo compartir con ustedes tres lecciones que estoy aprendiendo al seguir bebiendo de Su pozo de “agua viva”1.

Primera: Nuestras circunstancias pasadas y presentes no determinan nuestro futuro

Hermanas, sé que muchas de ustedes se sienten como yo me sentía: inseguras de cómo afrontar desafíos difíciles y la pérdida de un ser querido; la pérdida porque la vida no transcurre conforme a lo que habían esperado, orado y planificado.

Sean cuales sean nuestras circunstancias, nuestra vida es sagrada y tiene significado y propósito. Cada una de nosotras es una amada hija de Dios que nació con divinidad en el alma.

Mediante Su sacrificio expiatorio, nuestro Salvador, Jesucristo, hizo posible que seamos purificadas y sanadas, permitiéndonos cumplir con nuestro propósito en la tierra sin importar las decisiones de nuestros familiares, nuestro estado civil, la salud física o mental, ni ninguna otra situación.

Consideren a la mujer junto al pozo. ¿Cómo era su vida? Jesús percibió que había tenido cinco esposos y que no estaba casada con el hombre con el que vivía; y sin embargo, pese a las dificultades de su vida, fue a ella a quien el Salvador hizo una de las primeras declaraciones públicas de que Él era el Mesías, diciéndole: “Yo soy, el que habla contigo”2.

La mujer llegó a ser una poderosa testigo al declarar a los de su ciudad que Jesús era el Cristo: “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer”3.

Sus circunstancias pasadas y presentes no determinaron su futuro. Al igual que ella, nosotras podemos escoger acudir al Salvador hoy para recibir la fortaleza y sanación que nos permitirán cumplir con todo lo que se nos envió a hacer aquí.

Segunda: El poder está en nosotras

En un conocido versículo de Doctrina y Convenios, el Señor insta a mujeres y hombres a “estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia; porque el poder está en ellos4.

Hermanas, ¡el poder de efectuar mucha justicia está en nosotras!

El presidente Russell M. Nelson ha testificado: “Toda mujer y todo hombre que hace convenios con Dios y los guarda, y que participa dignamente en las ordenanzas del sacerdocio, tiene acceso directo al poder de Dios”5.

He llegado a saber que conforme nos esforzamos por honrar los convenios sagrados hechos en el bautismo y en los santos templos, el Señor nos bendecirá “con Su poder sanador y fortalecedor”, y con “perspectivas y despertares espirituales que nunca antes h[emos] tenido”6.

Tercera: “[D]e las cosas pequeñas proceden las grandes”7

Jesús enseñó a Sus discípulos en el Sermón del Monte: “Vosotros sois la sal de la tierra”8 y “vosotros sois la luz del mundo”9. Más adelante comparó el crecimiento del reino de los cielos con la levadura “que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado”10.

  • La sal

  • La levadura

  • La luz

Aun en cantidades muy pequeñas, cada una de las tres influye en todo lo que la rodea. El Salvador nos invita a utilizar Su poder para ser como la sal, la levadura y la luz.

La sal

Es sorprendente cuánta diferencia produce una pizca de sal en el sabor de lo que comemos y, sin embargo, la sal es uno de los ingredientes menos costosos y más sencillos.

En el libro de 2 Reyes leemos sobre “una muchacha”11 que fue capturada por los sirios y llegó a ser sierva de la esposa de Naamán, general del ejército sirio. Ella era como la sal: era joven, sin importancia para el mundo, y su vida de esclava en una nación extranjera claramente no era lo que ella había esperado.

No obstante, ella dijo dos frases con el poder de Dios, testificando a la esposa de Naamán: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra”12.

Sus palabras de fe fueron comunicadas a Naamán, quien actuó conforme a ellas, lo que le permitió sanar tanto física como espiritualmente.

A menudo nos centramos en los siervos que convencieron a Naamán para que se lavase en el río Jordán como lo había indicado el profeta Eliseo, pero Naamán ni siquiera habría acudido a la puerta de Eliseo de no ser por aquella “muchacha”.

Puede que ustedes sean jóvenes o se sientan insignificantes, pero pueden ser como la sal en su familia, en la escuela y en su comunidad.

La levadura

¿Alguna vez han comido pan sin levadura? ¿Cómo lo describirían? ¿Compacto? ¿Pesado? ¿Duro? El pan fermenta con solo una pequeña cantidad de levadura, expandiéndose para volverse más ligero y blando.

Cuando invitamos el poder de Dios a nuestra vida, podemos reemplazar el “espíritu apesadumbrado”13 por perspectivas inspiradas que elevan a los demás y dan lugar a que sanen los corazones.

Hace poco, en la mañana de Navidad, una amiga mía se hallaba en cama, vencida por el pesar. Sus hijos le rogaban que se levantara; sin embargo, ella estaba llena de dolor por su divorcio en curso. Mientras estaba en cama sollozando, derramó el alma en oración al Padre Celestial, hablándole de su desesperación.

Al terminar la oración, el Espíritu le susurró que Dios conocía su dolor y la embargó la compasión que Él sentía por ella. Esta sagrada experiencia legitimó sus emociones y le dio la esperanza de que no sufría sola. Se levantó, salió de la casa e hizo un muñeco de nieve con sus hijos, y reemplazó la pesadumbre de la mañana por risas y alegría.

La luz

¿Cuánta luz se necesita para penetrar la oscuridad de un cuarto? Un pequeño rayo; y ese rayo de luz en un lugar oscuro puede emanar del poder de Dios que está en ustedes.

Aunque se sientan solas cuando rujan las tormentas de la vida, ustedes pueden irradiar luz en la oscuridad de la incomprensión, en la confusión y en la incredulidad. Su luz de la fe en Cristo puede ser firme y segura, y conducir a quienes las rodean al amparo y la paz.

Hermanas, los corazones pueden cambiar y las vidas ser bendecidas conforme ofrezcamos una pizca de sal, una cucharadita de levadura y un rayo de luz.

Testifico que el Salvador es la sal de nuestra vida que nos invita a probar Su gozo y amor14. Él es la levadura cuando la vida es difícil, brindándonos esperanza15 y aligerando nuestras cargas16 mediante Su incomparable poder y amor que redime17. Él es nuestra luz18 que ilumina nuestro camino de regreso a casa.

Ruego que podamos acudir al Salvador, tal como la mujer junto al pozo, y bebamos de Su agua viva. Entonces podremos declarar junto con la gente de Samaria: “creemos […], porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo”19. En el nombre de Jesucristo. Amén.