2014
Abre el Libro de Mormón
Septiembre de 2014


Abre el Libro de Mormón

Eduard Mayer, Alta Austria, Austria

Imagen
illustration of man reading a book

En carácter de miembro del sumo consejo de la Estaca Viena, Austria, asisto a un barrio de Viena una vez al mes. Puesto que vivo a 190 kilómetros de Viena, con frecuencia tomo el tren para llegar allí.

Un domingo, después de haber regresado de visitar el barrio, descubrí, para mi pesar, que no tenía la billetera. Estaba preocupado porque no sabía si la había extraviado o si me la habían robado. En la billetera tenía una pequeña suma de dinero, la recomendación para el templo, una tarjeta de crédito y otras tarjetas importantes.

Al día siguiente, me fue muy difícil concentrarme en el trabajo. Me preguntaba una y otra vez: “¿Cuándo fue la última ocasión en que usé la billetera? ¿La habré dejado en algún sitio?”. Llamé a la policía, a la estación de trenes y al obispo del barrio al que había asistido; nadie la había encontrado. También oré; y las oraciones se intensificaron con el transcurso del día. Aquella noche no dormí bien.

Durante mis oraciones de la mañana del día siguiente, sentí la fuerte impresión espiritual de abrir el Libro de Mormón a fin de encontrar la respuesta al problema. Ignoré el sentimiento de inmediato, ya que ningún pasaje de las Escrituras tenía algo que ver con mi billetera perdida.

El sentimiento persistía: “¿Por qué dudas? ¡La fe precede al milagro! Tan sólo abre el libro. El primer pasaje de las Escrituras que leas te brindará la respuesta al problema”.

Deseché el pensamiento al considerarlo una expresión de deseo; no obstante, ese sentimiento del corazón libró una intensa batalla y ganó. Me puse de pie, fui a mi escritorio y tomé el Libro de Mormón. El corazón me latía rápidamente por la expectativa. No volví ninguna página hacia adelante ni atrás; sencillamente abrí el libro y leí Jacob 3:1: “Confiad en Dios con mentes firmes, y orad a él con suma fe, y él os consolará en vuestras aflicciones, y abogará por vuestra causa”. Me conmoví y ya no pude leer más.

¡El Señor abogaría por mi causa! Fui a trabajar relajado y aliviado. A las 11:00 de la mañana recibí una llamada de la policía de la estación de trenes que me informaba que se había devuelto mi billetera. Un día después me la entregaron. No faltaba nada.

El Señor me había consolado en mis aflicciones; Él había abogado por mi causa. Mi Padre Celestial había contestado mis oraciones mediante el Libro de Mormón, de manera directa y personal. Siempre he sentido amor por el Libro de Mormón y, tras aquella experiencia, se ha vuelto aun más preciado para mí.