2011
¿Qué sucedería con mi carrera?
Marzo 2011


¿Qué sucedería con mi carrera?

David Hooson, Londres, Inglaterra

Todo comenzaba a marchar perfectamente; me había graduado en la Universidad de Oxford con un título en música y había empezado a trabajar para una orquesta profesional de Edimburgo, Escocia. Mi carrera progresaba, y me estaba haciendo de muchos amigos.

Mientras estudiaba, había decidido demorar el servicio misional de tiempo completo. Por ahora, la idea de servir estaba lejos de mi mente. El temor a muchas cosas, en especial el temor a demorar mis planes profesionales, me hacía pensar que yo era una excepción y que no necesitaba servir. Los sacrificios que ello implicaba parecían demasiado grandes.

No obstante, los buenos amigos y las dulces experiencias con el Espíritu comenzaron a cambiarme el corazón. El amor de un obispo comprensivo y atento me ayudó a obtener un testimonio más fuerte y profundo del Evangelio restaurado. No tardé en saber que debía aceptar el llamamiento a servir. No tenía idea de cómo retomaría mi carrera en un ámbito competitivo después de una pausa de dos años, pero confiaba en que el Señor me bendeciría debido a mi decisión. Dejé mi trabajo sin saber cómo resultarían las cosas.

Se me llamó a servir en la Misión Indias Occidentales, en el idioma francés. Los retos eran arduos, pero me encantaba servir a las personas y ver su vida cambiar. Durante esos dos años me centré solamente en procurar la voluntad de mi Padre Celestial. El servir a otras personas desinteresadamente me brindó más gozo del que jamás había experimentado.

Después de regresar a casa, vi el mundo desde la perspectiva de nuevas prioridades y valores, y procuré mantener mi vida centrada en el evangelio de Jesucristo. Inmediatamente busqué empleo, pero las oportunidades eran pocas. Después de una serie de entrevistas laborales infructuosas comprendí que mis dos años en un campo de trabajo totalmente diferente ahuyentaron a muchos posibles empleadores. ¿Me costaría en verdad la misión mi carrera?

Estoy agradecido de que la respuesta fuera no. Casi tres meses más tarde, hallé una vacante que era perfecta para mí. Poseía justamente las aptitudes adecuadas para el tipo de trabajo requerido. No sólo eso, sino que ¡se requería que los aspirantes al empleo hablaran francés con fluidez! Mi misión abrió la puerta a esa oportunidad. Después de tres entrevistas se me ofreció el empleo. Mi carrera estaba incluso un peldaño más arriba de lo que hubiera estado si no hubiese prestado servicio. Sentí la misericordia y el amor del Señor. Sé que Él prepara bendiciones para nosotros cuando hacemos nuestra parte.

Lo que el profeta José Smith enseñó es verdad: “Hagamos con buen ánimo cuanta cosa esté a nuestro alcance; y entonces podremos permanecer tranquilos, con la más completa seguridad, para ver la salvación de Dios y que se revele su brazo” (D. y C. 123:17).

Después de una serie de entrevistas laborales infructuosas comprendí que mis dos años en un campo de trabajo totalmente diferente ahuyentaron a muchos posibles empleadores.