2002
Pongamos al alumnado en acción: Cómo incrementar la participación en las clases
septiembre de 2002


Pongamos al alumnado en acción: Cómo incrementar la participación en las clases

Cuando los miembros de una clase toman parte en la lección, tiene lugar la enseñanza eficaz.

Un líder de estaca estaba enseñando la clase del quórum de élderes durante una conferencia de barrio. Era obvio que había dedicado una buena cantidad de tiempo y esfuerzo a su preparación y hablaba con sinceridad. Sin embargo, los miembros del quórum no prestaban atención; algunos incluso se notaban algo impacientes. ¿Por qué? Después de la oración final, cuando el maestro reflexionó sobre la lección, se dio cuenta de que en vez de buscar la participación de los alumnos, se había limitado a dar un discurso muy largo.

El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, hizo hincapié recientemente en la necesidad de que los miembros de la Iglesia mejoren la enseñanza del Evangelio: “En una época en la que el Profeta está solicitando más fe por medio del oír la palabra de Dios, debemos dar ímpetu a la buena enseñanza y darle un lugar preeminente en la Iglesia” (“ ‘Venido de Dios como maestro’ ”, Liahona, julio de 1998, pág. 26).

¿En Qué Consiste la Enseñanza Eficaz del Evangelio?

El papel de un maestro del Evangelio consiste en “ayudar a la persona para que acepte la responsabilidad de conocer el Evangelio: despertar en ella el deseo de estudiar, entender y vivir el Evangelio y mostrarle la manera de hacerlo” (La enseñanza: el llamamiento más importante, 2000, pág. 66).

“Recae sobre el alumno la responsabilidad del aprendizaje. Por lo tanto, es a él a quien se debe poner en acción” (Asahel D. Woodruff, Teaching the Gospel, 1962, pág. 37). Los maestros con éxito se centran menos en impartir lo que conocen y más en ayudar a los miembros de la clase a sentir el deseo de buscar conocimiento e inspiración por sí mismos.

Tanto en el hogar como en los salones de clase de la Iglesia, somos menos eficaces cuando intentamos “derramar” conocimiento y crecimiento sobre los demás. En las reuniones sacramentales, en las conferencias y en otras reuniones formales, los oradores no suelen invitar a la participación; pero en los salones de clase, podemos seguir el modelo establecido en las instrucciones del Señor a la Escuela de los Profetas: “Nombrad de entre vosotros a un maestro; y no tomen todos la palabra al mismo tiempo, sino hable uno a la vez y escuchen todos lo que él dijere, para que cuando todos hayan hablado, todos sean edificados de todos y cada hombre tenga igual privilegio” (D. y C. 88:122; cursiva agregada).

¿Cuáles son algunas formas mediante las cuales podemos ayudar a los alumnos a tomar parte activa en las clases del Evangelio?

1. Hablar Menos

Los maestros que hablan durante el 90 por ciento del tiempo de clase probablemente estén hablando demasiado. Por supuesto, en calidad de maestro, usted tendrá que dar explicaciones, instrucciones, ejemplos, relatos, testimonios, etcétera, pero el hablar debe formar parte de su plan para promover la participación. En una clase eficaz, los alumnos podrían hablar quizás un 40–60 por ciento del tiempo. Esa forma de encarar la lección le ayudará a evitar convertirse en un simple orador o un transmisor de información. En vez de ello, deberá facilitar la participación de los alumnos, ayudándoles a aprender de las Escrituras, de los demás miembros de la clase y del Espíritu. Ciertamente, deberá presentar la lección y contribuir con ciertos antecedentes y, hacia el fin de la clase, aclarar y resumir la doctrina que se haya enseñado. Sin embargo, deberá tener cuidado y no dedicar demasiado tiempo a esto.

Un maestro de la Escuela Dominical preparó una lección sobre Doctrina y Convenios 135–137; sin embargo, una vez en clase, los alumnos se enfrascaron en una magnífica charla sobre los principios de la sección 135. Debido a que muchos miembros de la clase compartieron ideas, experiencias y testimonios, el tiempo de clase pasó rápidamente. Al principio, el maestro se sentía frustrado, pero luego se dio cuenta de que había sido la participación de los alumnos lo que había convertido la clase en todo un éxito.

“Los maestros deben tener mucho cuidado de no terminar prematuramente un buen análisis con la intención de abarcar todo el material que hayan preparado. Lo más importante no es la cantidad de material que se abarque, sino que los miembros de la clase sientan la influencia del Espíritu, aumenten su entendimiento del Evangelio, aprendan a aplicar los principios del Evangelio a su vida personal y fortalezcan su cometido de vivir el Evangelio” (“Enseñanza del Evangelio y liderazgo”, 1999, págs. 366–367).

2. Hacer Preguntas Eficaces

Para comenzar la clase, puede pedir a un alumno que lea un pasaje de las Escrituras o una cita del material de la lección. Entonces usted podría hacer preguntas que susciten respuestas significativas. Por lo general, las preguntas que se puedan responder con un “sí” o un “no”, las preguntas cuya respuesta conozca la mayoría de los miembros de la clase y las preguntas que requieran que los alumnos adivinen lo que usted esté pensando no fomentarán la participación ni las respuestas que valgan la pena. En vez de ello, haga preguntas como:

  • ¿Qué significado tienen esos versículos para ustedes?

  • ¿Qué principios del Evangelio ven ustedes en los versículos…?

  • ¿Por qué __________ les ayuda a entender…?

  • ¿Qué subrayarían o marcarían en estos versículos? ¿Por qué?

  • ¿Cómo dirían esto con sus propias palabras?

  • ¿Qué conclusiones podemos sacar de esto?

  • ¿Cómo podemos aplicar esto a nuestra vida?

  • ¿Qué comentarios o sentimientos tienen al respecto?

  • ¿Quisiera alguien compartir su testimonio en cuanto a este principio o una experiencia relacionada con él?

Los siguientes son algunos ejemplos de posibles preguntas para enseñar 1 Nefi 16:

  • ¿Cómo se sintió cada miembro de la familia de Lehi cuando Nefi rompió el arco?

  • ¿Qué versículos ponen de manifiesto los sentimientos de Nefi?

  • ¿Podría alguien hablarnos de un reto o de una aflicción que le haya ocasionado crecimiento espiritual?

  • ¿Cuál versículo de este capítulo les gusta más? ¿Por qué?

Asegúrese de conceder a los alumnos tiempo para pensar y responder a sus preguntas o a las invitaciones a participar. Puede hacer saber a los alumnos que el silencio no tiene por qué ser algo incómodo, diciendo algo como: “Nos tomaremos algunos segundos para pensar en esto y cuando alguien esté listo para responder, que levante la mano”. Si usted se siente cómodo con el silencio, los alumnos también lo estarán. Los maestros no deben presionar a los miembros de la clase para que les hablen de experiencias personales y de sentimientos si ellos no toman la iniciativa de hacerlo. Es posible que algunas experiencias sean demasiado sagradas para compartirlas.

3. Responder de Forma Positiva a la Participación

“Usted puede ayudar a quienes enseña a sentirse más confiados en cuanto a su capacidad para participar en un análisis si responde positivamente a cada comentario sincero” (La enseñanza: el llamamiento más importante, 2000, pág. 69). Los maestros no deben ridiculizar ni criticar preguntas, comentarios, sentimientos, experiencias ni testimonio alguno; antes bien deben mostrar cortesía y amor, y hacer todo lo posible por alentar una participación que sea de provecho para todos. Usted puede ayudar a sus alumnos a sentir que lo que ellos aportan es valioso, así como la participación es importante, aunque a veces deba aclarar amablemente algunos malentendidos doctrinales. Tenga presente que los alumnos corren ciertos riesgos sociales, emocionales y espirituales cuando comparten sus ideas personales; ellos no volverán a compartir sus ideas si no perciben una reacción positiva.

No se preocupe demasiado si el comentario de un alumno parece estar desviando la lección en un sentido que usted no tenía previsto. Si el comentario no resulta útil para el progreso de la clase, puede responder de forma positiva al comentario, introducir un tema nuevo y buscar nuevamente la participación. Algunas formas de responder a los comentarios de la clase son:

  • Gracias por ese comentario.

  • ¡Me gusta la forma en que lo describe!

  • Gracias por compartir sus sentimientos.

También puede fomentar la participación diciendo:

  • Ésa es una buena pregunta. ¿A quién le gustaría responderla?

  • Eso es interesante. Por favor, explíquenos un poco más a qué se refiere.

  • ¿Cómo llegó a sentirse así?

Si un alumno dice algo inapropiado o incorrecto, podría decir:

  • Gracias. El principio en el que quiero que piensen es…

  • También lo he oído, pero a mi entender…

Puede que tenga uno o dos alumnos que estén siempre dispuestos a responder a las preguntas y a hacer comentarios. Muestre su gratitud por su disposición para participar, aunque el presidente Howard W. Hunter (1907–1995) aconsejó: “No caigan en la trampa en la que a veces algunos de nosotros caemos, de dirigir las preguntas siempre a los que son los más preparados, dispuestos y ansiosos por dar la respuesta adecuada. Busquen y pregunten a los que vacilan, a los tímidos y a los que se retiran, quizás, turbados en el espíritu” (Eternal Investments, discurso dirigido a los instructores del Sistema Educativo de la Iglesia, 10 de febrero de 1989, pág. 4). No obstante, los maestros no deben presionar ni forzar la participación de aquellos alumnos que, por cualquier motivo, prefieran no responder; ni tampoco deben avergonzar ni hacer sentir incómodos a los integrantes de la clase al intentar dar participación a todos.

El Gozo de la Enseñanza del Evangelio

Los maestros eficaces del Evangelio son humildes, están dispuestos a ceder el centro de atención y conceder a los miembros de la clase el papel principal. La hermana Virginia H. Pearce, que fue primera consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes, dijo: “El buen maestro no desea que los alumnos salgan de la clase hablando de lo maravilloso y extraordinario que es el maestro, sino que hablen de lo magnífico que es el Evangelio” (“El salón de clase común y corriente: Lugar eficaz para un progreso firme y continuo”, Liahona, enero de 1997, pág. 13).

El Evangelio de Jesucristo es, ciertamente, magnífico y debemos esforzarnos por dejar que esa magnificencia brille al emplear el conocimiento, los sentimientos, las ideas, las experiencias y los testimonios de toda la clase. Mediante la enseñanza eficaz del Evangelio, que “todos sean edificados de todos”.

Jonn D. Claybaugh es presidente de la Misión Costa Rica San José. Amber Barlow Dahl es miembro del Barrio Centennial, Estaca Eagle, Idaho.

La Participación Conduce Al Crecimiento

“Cuanto más lean los miembros de la clase la asignación de las Escrituras, cuanto más lleven las Escrituras al aula, cuanto más comenten lo que realmente significa el Evangelio en su vida, tanto más será la inspiración, el crecimiento y el gozo que sentirán al intentar solucionar sus inquietudes y retos personales” (élder Joseph B. Wirthlin, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Teaching by the Spirit”, Ensign, enero de 1989, pág. 15).

Den Prioridad a los Alumnos, No a las Lecciones

“El maestro del Evangelio no debe dedicarse a sí mismo. Quien comprenda este principio no habrá de considerar su llamamiento como simplemente ‘dar o presentar una lección’, porque tal definición contempla la enseñanza desde el punto de vista del maestro y no del alumno” (élder Dallin. H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, “La enseñanza del Evangelio”, Liahona, enero de 2000, pág. 96).