2002
Cómo obtener fortaleza interior
Julio de 2002


Cómo obtener fortaleza interior

“¿Cómo podemos, ustedes y yo, estar de tal manera convertidos a la verdad, estar tan llenos de fe, depender de tal modo en Dios, que nos sea posible soportar las tribulaciones e incluso derivar fortaleza de ellas?”

De parte de mis consejeras y de la mesa general de la Sociedad de Socorro, agradecemos a los miembros de la Iglesia de todo el mundo, en especial a las mujeres, quienes, mediante su fidelidad y devoción, sacrifican su tiempo y talentos a fin de bendecir la vida de las personas y familias del mundo entero.

En la bendición que el presidente Gordon B. Hinckley me dio cuando fui apartada, mencionó el servicio que presta la Sociedad de Socorro. Él dijo: “Ésta es una organización enorme, quizás la más grande y más antigua de su clase en todo el mundo. Su misión es hacer el bien y ayudar al pobre y al necesitado, de llevar el proceso de la educación, del buen manejo del hogar y otras destrezas a la vida de las mujeres del mundo”.

Contamos con la guía de la Declaración de la Sociedad de Socorro, de las reuniones de superación personal, de la familia y del hogar, y del programa de las maestras visitantes. Esas herramientas se han evaluado con gran detenimiento y se han establecido con el fin de ayudar a las hermanas a ensanchar su fortaleza interior mediante el servicio y la unidad.

Para demostrar la clase de fortaleza espiritual a la que me refiero, quisiera compartir la historia de Susanna Stone Lloyd, quien, a los 26 años de edad, salió de Inglaterra en 1856 y viajó sola hasta Utah. Susana, que era el único miembro de su familia que se unió a la Iglesia, formó parte de la Compañía de carros de mano Willie. Al igual que muchos otros pioneros, pasó hambre, enfermedad y fatiga amenazantes.

Al llegar al valle del Lago Salado, Susana pidió prestado un espejo a fin de arreglarse y verse más presentable. A pesar de todos sus esfuerzos, relata lo siguiente: “Nunca olvidaré mi apariencia; algunas de mis amistades no me reconocían”1. Debido a que había vendido su propio espejo a un indio a cambio de un trozo de carne de búfalo, ella no había pasado el tiempo contemplándose; ahora ni siquiera reconocía su propia imagen. Era una persona diferente, tanto por dentro como por fuera. Durante el trayecto por cadenas montañosas y enormes privaciones, ella se había forjado una profunda convicción; su fe había sido probada y su conversión era firme; había sido refinada en aspectos que el mejor espejo no podía reflejar. Susana había suplicado recibir fortaleza y la había encontrado: en lo profundo de su alma.

Ésta es la clase de fortaleza interior de la que quisiera hablar. ¿Cómo podemos, ustedes y yo, estar de tal manera convertidos a la verdad, estar tan llenos de fe, depender de tal modo en Dios, que nos sea posible soportar las tribulaciones e incluso derivar fortaleza de ellas?

No tenemos que vivir mucho tiempo para descubrir que la vida casi nunca resulta como la planeamos. La adversidad y la aflicción llegan a todos. ¿Conocen a alguien a quien no le gustaría cambiar algo de sí mismo o de sus circunstancias? Y sin embargo, estoy segura de que conocen a muchos que siguen adelante con fe. Uno se siente atraído hacia esas personas, es inspirado por ellas e incluso fortalecido por sus ejemplos.

Durante los últimos cinco años, me he reunido con hermanas desde África hasta España, que son pioneras a su propia manera. Su fortaleza interior me ha maravillado, y me he sentido inspirada por la intensidad de sus testimonios. Esas son hermanas que viven las verdades que ratifica la Declaración de la Sociedad de Socorro.

La declaración nos recuerda quiénes somos en verdad y por qué hacemos las cosas que hacemos. Cuanto más vivamos de acuerdo con sus preceptos, más fortaleza interior tendremos. Reflejaremos nuestras creencias. El ayuno, la oración y el estudio de las Escrituras surten un efecto en la relación que tenemos con el Salvador. Quisiera destacar dos maneras más mediante las cuales podemos obtener fortaleza interior:

Servicio

Cuando nuestra conversión es verdadera, fijamos la atención en los demás en vez de en nosotros mismos. Podemos encontrar fortaleza interior mediante el servicio. Nada le agradaría más al adversario que el que nos ocupáramos con intereses y apetitos egoístas. Pero nosotros sabemos lo que debemos hacer. El servicio nos ayudará a mantenernos en el sendero correcto.

Me he sentido inspirada por los actos de servicio que han prestado en las conferencias de mujeres, en las reuniones de superación personal, de la familia y del hogar, y principalmente en nuestros propios hogares.

Hace unas semanas, recibí una llamada telefónica del presidente del Área Europa Central. Dijo que los miembros y los misioneros de Albania y Moldavia tenían mucho frío, y preguntaba si la Sociedad de Socorro tendría algunos acolchados que pudieran enviarles. Imagínense el gusto que me dio cuando me puse en contacto con los Servicios Humanitarios y descubrí que podíamos donar mil acolchados. En cuestión de días se embalaron y se enviaron. El presidente de misión escribió: “Los miembros se sintieron conmovidos de que otros miembros hubiesen pensado en ellos”. Gracias por su servicio desinteresado.

Hermanas, examinen los temas sugeridos para las reuniones de superación personal, de la familia y del hogar y busquen maneras de adquirir fortaleza espiritual, de desarrollar destrezas personales, de fortalecer el hogar y la familia y de proporcionar servicio en el Evangelio. Al hacerlo, estaremos menos preocupadas con nuestros problemas y dependeremos más en Dios.

Unidad

Otro medio para adquirir fortaleza interior es esforzarnos por tener unidad en nuestras familias, estacas, barrios, y en nuestras presidencias. El Señor mismo enseñó: “…si no sois uno, no sois míos”2.

La unidad de propósito, de pensamientos y sentimientos son cualidades exaltadoras. Cuando dejemos de lado nuestras diferencias y valoremos nuestras fortalezas mutuas, ocurrirán cosas maravillosas. El profeta José Smith amonestó “a no limitarse en cuanto a sus conceptos de las virtudes de sus prójimos… [ensanchen] sus almas, la una para con la otra”3. Esa generosidad de espíritu se presta a una mayor unidad.

He visitado estacas y barrios que son unidos; las presidencias de las organizaciones auxiliares se apoyan unas a otras y coordinan sus esfuerzos; apoyan a sus líderes del sacerdocio y se esfuerzan juntos para llevar familias a Cristo. A medida que el reino de Dios avanza, debemos unir nuestros esfuerzos para salvar almas.

En calidad de presidencia general de la Sociedad de Socorro, agradecemos el nuevo énfasis que se ha puesto en el programa de las maestras visitantes4. En los nuevos mensajes se invita a las hermanas a leer sus Escrituras y las enseñanzas de la Primera Presidencia y de otras Autoridades Generales en cuanto a un principio del Evangelio. Luego, se insta a las hermanas a compartir puntos de vista y experiencias en cuanto a la forma en que el vivir ese principio haya sido una bendición en su vida.

Hermanas, si ustedes siguen ese formato, sentirán más unidad con su compañera y con las personas a las que enseñen; se sentirán fortalecidas espiritualmente.

Pese a nuestras circunstancias, ¿quién de nosotros puede darse el lujo de desperdiciar su vida enfrente de los espejos de la autoconmiseración y del desaliento? Sí, como amonestó el apóstol Pablo, todos debemos “[probarnos] cada uno a sí mismo”5 de vez en cuando; todos debemos arrepentirnos, reconocer las debilidades y venir más plenamente a Cristo. Al igual que Susana, quizás tengamos que vender nuestro espejo para cruzar las praderas del dolor, del pesar y del desaliento; pero al hacerlo, descubriremos las fortalezas que Dios nos ha dado y que de otro modo no habríamos reconocido.

El presidente Joseph F. Smith habló con elocuencia acerca de la fortaleza interior de las mujeres pioneras. Él dijo: “La muerte les era indiferente. Las dificultades no tenían importancia. El frío, la lluvia y el calor les resultaban insignificantes. Todo lo que sentían, conocían y deseaban era el triunfo del reino de Dios y de la verdad que el Señor les había dado”. Y luego, con toda la sinceridad de un profeta de Dios, suplicó: “¡Oh! ¿Dónde hay mujeres como aquéllas ahora?”6.

Estoy aquí hoy para testificarles que mujeres como esas se encuentran en todo el mundo en las Sociedades de Socorro de la Iglesia. Estoy infinitamente agradecida por la oportunidad que he tenido de ver a estas mujeres de nuestros tiempos que se han “fortalecido en el conocimiento de la verdad”7. Sé, con todo mi corazón, que el Señor puede hacer “que las cosas débiles sean fuertes”8. Sé que ésta es Su obra y Su reino. Sé que cada uno de nosotros puede imitar al Salvador por el modo que elijamos vivir nuestra vida. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Journey to Zion: Voices from the Mormon Trail, compilación de Carol Cornwall Madsen, 1997, pág. 634.

  2. D. y C. 38:27.

  3. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 278.

  4. Véase “Para esta hora”, Liahona, febrero de 2002, pág. 18.

  5. 1 Corintios 11:28.

  6. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, Joseph F. Smith, pág. 203.

  7. Alma 17:2.

  8. Éter 12:27.