Sesión del domingo por la tarde
“He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto”
Extractos
El Salvador no está ausente durante nuestro trayecto terrenal […]. Una y otra vez, con Su amor puro y Su misericordia, Él nos sostiene al enfrentar el drama de la vida […].
Ese amor se hace evidente cuando nos apoyamos los unos a los otros en Su obra.
Apoyamos a nuestro profeta viviente en la conferencia general, y también a la Primera Presidencia, al Cuórum de los Doce Apóstoles, a las Autoridades Generales y a los Oficiales Generales de la Iglesia. Apoyar significa sostener a otra persona, prestarle atención, ser fieles a su confianza y actuar de acuerdo con sus palabras. Ellos hablan por inspiración del Señor; entienden los problemas actuales, la decadencia moral de la sociedad y los esfuerzos crecientes del adversario por frustrar el plan del Padre. Al sostener en alto la mano, estamos comprometiendo nuestro apoyo, no solo en ese momento, sino en nuestra vida cotidiana […].
Sostenemos la luz del Señor cuando nos aferramos a nuestros convenios y cuando apoyamos a nuestro profeta viviente cada vez que pronuncia las palabras de Dios […].
Sostener al profeta es una obra sagrada. No permanecemos sentados en silencio, sino que lo defendemos activamente, seguimos su consejo, enseñamos sus palabras y oramos por él […].
Hermanos y hermanas, necesitamos apoyar más y murmurar menos; defender más la palabra del Señor, Sus caminos y Su profeta […].
Al sostener a nuestro profeta, testificamos que ha sido llamado por nuestro Salvador, quien es “la luz […] del mundo”.