Oraciones por Tessa
La autora vive en Colorado, EE. UU.
“Nadie quiere que esté en su equipo”, dijo Tessa.
“¿Quién sigue al Señor? Toma tu decisión” (Himnos, nro. 170).
Tessa tenía la mirada fija en sus zapatos. Era hora de la clase de educación física y los niños estaban escogiendo los equipos para jugar kickball [juego de béisbol con una pelota grande de hule que se patea en vez de pegarle con el bate], y sabía que ella sería la última a quien escogerían. Era lo que siempre sucedía.
En poco tiempo, ya no quedaba nadie más que Tessa. “Supongo que nos tendremos que aguantar con ella de nuevo”, susurró el capitán del equipo a su amigo. Ambos se rieron de forma burlona.
Tessa actuó como si no hubiera escuchado.
Unos minutos después de que empezara el juego, una niña del otro equipo pateó la pelota, ¡justo en dirección a Tessa!
¡Les voy a demostrar que sí puedo jugar!, pensó Tessa. Se lanzó hacia el frente para atrapar la pelota, pero esta le golpeó los brazos y cayó al suelo.
“¿No puedes hacer nada bien?”, dijo el capitán del equipo.
Tessa se dio la vuelta para hacerle frente. “¡Está bien! ¡Ya no tienes que aguantarme!”. Se dirigió con grandes pasos a donde estaba la pelota y la pateó con fuerza.
Shondra, la mejor amiga de Tessa, corrió tras ella. “Oye, no te preocupes”, dijo Shondra. “A cualquiera se le puede caer la pelota”.
“¿Sí? ¿Entonces por qué nadie quiere que esté en su equipo?”, dijo Tessa.
“A lo mejor porque te enojas tanto”, dijo Shondra, y luego regresó a donde los otros niños estaban esperando.
Tessa se sentó en una banca en la esquina del patio donde jugaban. Le ardían los ojos por las lágrimas. Ella no quería que la escuela llamara de nuevo a sus padres. Ya les habían llamado anteriormente y la directora dijo que a Tessa se le dificultaba llevarse bien con los otros niños.
Tessa no sabía por qué actuaba de la manera en que lo hacía y no quería causar problemas. Simplemente a veces se sentía muy enojada y triste, y le costaba mucho controlarse.
Tessa suspiró. “Nunca llegaré a encajar en ninguna parte”, se dijo a sí misma.
Cuando terminó la escuela, Tessa se apresuró a salir. Su mamá había llegado para recogerla y la escuchó mientras Tessa le contaba cómo le había ido ese día.
“Nunca me eligen para estar en su equipo”, dijo Tessa. “Siento que nadie está de mi lado”.
“Lo lamento, cariño”, dijo la mamá. “A veces las personas no son bondadosas, pero el Padre Celestial siempre está de tu lado, y tu familia también”. Le dio a Tessa un abrazo. “Ahora vamos a casa; te tengo una sorpresa”.
Cuando llegaron a casa, ¡la abuela estaba allí! A Tessa le encantaban sus visitas.
“Quiero que me cuentes todo lo que está sucediendo en tu vida”, dijo la abuela. “¿Cómo te va en la escuela?”.
Tessa bajó la mirada. “No muy bien”.
“Tu mamá me dijo que estabas teniendo dificultades”, dijo la abuela. “Sabes que ella y tu papá están orando por ti, ¿verdad?”.
“Sí”.
“Y sabes que el abuelo y yo oramos por ti, ¿verdad?”.
Tessa asintió con la cabeza.
“Pues ahora hay muchas más personas que también oran por ti”.
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Tessa.
“Puse tu nombre en la lista de oración del templo”, dijo la abuela. “De esa manera, muchas personas están orando por ti, incluso personas que no te conocen”.
“¿Entonces es como si estuvieran en el mismo equipo que yo?”, dijo Tessa.
“Claro, podrías verlo de esa manera”, dijo la abuela. “El Padre Celestial siempre te está alentando, y ahora también lo están haciendo todas esas personas que están orando por ti”.
“¡Gracias, abuelita!”. Tessa le dio un fuerte abrazo a la abuela.
La próxima vez que Tessa se sintió molesta en la escuela, cerró los ojos y respiró profundamente. Recordó a todas las personas que estaban orando por ella y eso la hizo sentirse un poco mejor. Luego inclinó la cabeza para hacer su propia oración.
Gracias, Padre Celestial, oró. Gracias por alentarme.