Hace poco se me preguntó cómo puedo mantener una actitud de esperanza durante las pruebas de la vida. Pensé en mi niñez. Mi padre era un padre magnífico, amoroso y bondadoso, pero no era activo en nuestra fe. Probablemente tuvimos un poco más de tensión en nuestro hogar que en otros hogares. En ocasiones, me preocupaba que mis padres se divorciaran. Pero si tuviera que volver a vivir esa época, seguiría escogiendo a esos padres. Tuvimos experiencias familiares maravillosas y mis padres hicieron todo lo que pudieron por mí. ¡Los amo mucho!

Hasta que me fui de casa no me di cuenta de que mi familia no tenía mucho dinero. Gracias a un milagro, pude ir a BYU y a la Universidad de Yale, en ambos casos con becas. Tuvimos que aprovechar todo lo que teníamos, orar y tener la esperanza de que contaríamos con suficiente dinero para pagar el diezmo y terminar los estudios. Por lo tanto, no soy ajeno a las dificultades de la vida, pero creo que ahora puedo ver más allá de ellas.

Durante todas esas dificultades, siempre supe que las cosas iban a salir bien. No era solo una esperanza injustificada, sino una esperanza teológica y religiosa en el Todopoderoso. Así que, a quienes tengan dificultades hoy, les digo: tengan esperanza, sean felices y sonrían. Recuerden que Dios está de su lado. Él no es un Dios enojado y despiadado que intenta hacerlos tropezar. Él está de su lado, no en su contra. Él es su Padre y está deseando hacer todo lo posible para bendecirlos. Él escucha sus oraciones y desea hacer de su vida todo lo que pueda llegar a ser. Ese es el Dios en el que creo y espero que ustedes también crean en Él.

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