Jesucristo enseñó que los dos mandamientos más grandes son amar a Dios y amar a los demás.
El Salvador dejó claro que amar a “tu prójimo” es algo más que ser amable con las personas que viven cerca de ti. Parte de la responsabilidad de Sus seguidores es mostrar caridad, el amor puro de Cristo, a todo el mundo, incluso a aquellos que podrías considerar tus enemigos. Si seguimos el primer mandamiento como lo hizo Jesús, amar a Dios con todo el corazón, Él puede ayudarnos a amar mejor a todos Sus hijos, incluso cuando parezca difícil.
A veces, servir a los demás puede ser más significativo, y más divertido, cuando lo haces con otra persona. ¡Nos encantaría que sirvieras con nosotros! Estas son algunas de las formas en que trabajamos juntos para mostrar caridad semejante a la de Cristo.
Dentro de nuestras congregaciones, a los miembros de la Iglesia se los divide en grupos de dos y se les asignan algunas personas a las que ministrar. Cuando ministramos a los demás, intentamos servirles como lo haría el Salvador. Los compañeros ministrantes están pensados para que funcionen como una especie de amigos que vienen incluidos. Se aseguran de que todos los miembros de la congregación tengan a alguien que vele por ellos y a quien puedan recurrir si necesitan algo.
En toda la Iglesia se anima a los miembros a ayunar y orar mensualmente, sin comer ni beber durante unas veinticuatro horas (si son físicamente capaces). Luego, los miembros de la Iglesia donan el dinero que se habría utilizado para esas comidas a un fondo de ayuda a los necesitados.
Con estas donaciones, los líderes locales pueden ayudar a los necesitados con apoyo económico para alimentación, vivienda y transporte. Los líderes de la Iglesia también ayudan a las personas que reciben asistencia a elaborar un plan para mejorar su situación, a menudo utilizando recursos adicionales como servicios de empleo, asesoramiento a través de los Servicios para la Familia, cursos de autosuficiencia, etc.
Esta ayuda permite a los necesitados sentir el amor del Salvador, así como el amor de su comunidad y su familia, incluso, y especialmente, cuando los tiempos son difíciles.
Cuando se producen desastres en todo el mundo, la Iglesia y sus miembros se movilizan para ayudar. Como parte de un sólido sistema de ayuda en caso de desastres, la Iglesia proporciona alimentos, suministros médicos, ropa y otros artículos de primera necesidad en zonas afectadas por desastres naturales, guerras y otros acontecimientos de gravedad. La Iglesia también colabora con otras organizaciones de confianza para cubrir las necesidades singulares que surgen en cada situación.
Los miembros de la Iglesia también están ansiosos por participar. Cuando se produce un desastre, los miembros y los misioneros de la zona se organizan rápidamente para recoger y clasificar donativos, retirar escombros y proporcionar alimentos, ropa, refugio y apoyo emocional, cuando es necesario.
La Iglesia trabaja para cuidar de los necesitados de todo el mundo a través de diversos programas y proyectos.
Esta labor varía de una zona a otra en función de las necesidades específicas de cada región. La Iglesia se centra especialmente en mejorar el acceso al agua potable y el saneamiento, la atención materna y neonatal, la asistencia sanitaria, la educación, la seguridad alimentaria y la ayuda a los refugiados. Trabajar con organizaciones de confianza para llevar a cabo estas iniciativas ayuda a la Iglesia a maximizar el impacto de nuestros esfuerzos por amar al prójimo como a nosotros mismos.
¿Qué supone para ti amar a tu prójimo? Aquí tienes algunas ideas sobre cómo puedes seguir el ejemplo de Jesús:
Para encontrar proyectos de servicio en tu zona o maneras de prestar servicio a distancia, puedes visitar SirveAhora.org.