Oración dedicatoria

Templo de Santiago, Chile, 15 de septiembre de 1983

Oh Dios, nuestro Padre Eterno, santificado sea Tu nombre. Tú eres el gran Elohim, a quien honramos y amamos. Ante Ti inclinamos la cabeza solemnemente y venimos a Ti en el nombre de Tu Hijo Amado, nuestro glorioso Redentor, el Señor Jesucristo. Nos hemos reunido para dedicar esta Sagrada Casa y para alabarte a Ti y a Tu Hijo Unigénito.

Te damos gracias por este día en que Tu Casa ha sido terminada. Te damos gracias por todos los que han contribuido a su construcción; por Tu profeta, quien decidió bajo inspiración que debía haber un templo en esta tierra; por los santos de aquí que han sacrificado mucho y han contribuido generosamente de sus bienes; y por todos los fieles pagadores de diezmos de todo el mundo, de los cuales han provenido los medios para erigir esta estructura. Expresamos nuestra gratitud a aquellos que lo diseñaron y lo construyeron, y a todos los que han ayudado de alguna manera en esta sagrada empresa.

Te damos gracias por Tu profeta escogido, José Smith, y por la Restauración de Tu obra llevada a cabo por medio de él en esta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos, con todos los dones y la autoridad relacionados con ella.

Estamos agradecidos por aquellos que pusieron los cimientos de Tu Iglesia en esta nación, y por todos aquellos que con devoción han venido después de ellos.

Te damos gracias por el magnífico florecimiento de Tu obra en esta parte de la tierra y por la estatura que ha alcanzado. Te damos gracias por la fe y la lealtad de Tus santos aquí y en todo el mundo. Bendícelos, Padre; protégelos de los dardos del adversario y fortifícalos contra las tormentas que puedan amenazar.

Al contemplar las maravillosas bendiciones que vendrán por medio del ejercicio del Santo Sacerdocio en esta Tu Casa, nuestro corazón está lleno de gratitud para contigo. Las ordenanzas que se efectúen aquí bendecirán a Tus hijos e hijas para siempre.

Y ahora, en el nombre de Jesucristo y con la autoridad del Santo Sacerdocio conferido sobre nosotros, y por asignación de Tu profeta actual, dedicamos a Ti, nuestro Padre y nuestro Dios, y a Tu Hijo Amado, nuestro Salvador y Redentor, este Templo de Santiago, Chile, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Dedicamos el terreno sobre el cual se erige, la vegetación que lo embellece, el edificio con todas sus partes y todas sus instalaciones y equipos, como templo de Dios, una casa de santidad a la cual Tú y Tu Hijo puedan venir como a Tu propia morada. Que Tu Espíritu permanezca aquí siempre, y que todos los que entren sientan ese Espíritu.

También lo dedicamos para efectuar las ordenanzas sagradas que hemos recibido de Ti, por medio de la revelación, para bendición tanto de los vivos como de las grandes multitudes de los muertos.

Te pedimos que aceptes este Tu santo santuario, rogamos que lo honres con Tu presencia; que veles por él y que por el poder de Tu fuerza lo preserves de cualquiera que quiera profanarlo o busque dañarlo o destruirlo. Reprende los elementos para que sea protegido contra cualquier catástrofe de la naturaleza y frustre los malvados designios de los inicuos y de los impíos que se burlarían de los propósitos sagrados para los cuales se ha construido. Que sea un refugio para Tu pueblo, una casa de paz, una casa de oración, una casa de amor. Que todos los que entren por sus portales lo hagan con reverencia y respeto hacia Ti. Que aquí se renueve su espíritu y se fortalezca su fe.

Padre, unimos nuestro corazón y nuestras voces para pedir por Tu siervo escogido que no está presente hoy, sí, Tu profeta Spencer W. Kimball. Tus fieles santos de toda la tierra lo aman. Rogamos que lo bendigas y le prolongues la vida de acuerdo con Tu voluntad divina.

Bendice Tu obra en este gran continente de Sudamérica, que es parte de la tierra de Sion. Bendice Tu obra en esta nación de Chile. Que todo lo que se ha hecho en el pasado no sea más que el prólogo de una obra mucho mayor en el futuro. Que haya un número cada vez mayor de barrios y estacas. Que Tu pueblo sea reconocido por la virtud de su vida. Bendice la tierra con paz y rectitud, y bendice a todos los que gobiernan para que Tus hijos e hijas se regocijen en la nación de la cual forman parte.

Ahora, Dios Todopoderoso, rogamos que Tus santos hallen gracia ante Tus ojos, que aumente la fe en el corazón de Tu pueblo, que abunde el amor en sus hogares, que el espíritu de Sion se halle entre ellos y que sean un pueblo bendito y feliz. Haz que prosperen en sus labores. Abre las ventanas de los cielos y derrama bendiciones sobre los fieles hasta que sobreabunden.

Que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres en una gran obra de salvación que abarque desde la vida terrenal hasta más allá del velo por las eternidades venideras.

Te expresamos nuestro amor por Ti y por Tu Hijo Jesucristo. Lo honramos y le damos las gracias por ser el Redentor de la humanidad. Sabemos que Su nombre es el único “nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

Acepta nuestro agradecimiento y escucha nuestra oración, y complácete en mirarnos con gracia, humildemente lo pedimos en el nombre de Tu Unigénito, el Salvador del mundo, el Señor Jesucristo. Amén.