Oración dedicatoria

Templo de Mérida, México, 8 de julio de 2000

Oh Señor, Dios de Israel, Tú, Gran Elohim, Tus agradecidos hijos venimos ante Ti para dedicar éste, Tu templo sagrado. Estamos sobrecogidos de gratitud porque Tú nos has favorecido con su presencia, para que podamos, vestidos de blanco impecable, venir aquí a servirte y ayudarte en la obra de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de tus hijos e hijas.

Te damos gracias porque su construcción se ha hecho realidad gracias a la fe de los de Tu pueblo de todo el mundo. Ellos han consagrado sus diezmos y ofrendas para hacer posible todo esto. Expresamos nuestra gratitud a ellos.

Ahora, en el nombre de Tu Hijo Amado, el Salvador del mundo, y con la autoridad del sacerdocio eterno que Tú nos has conferido, dedicamos y consagramos éste, el Templo de Mérida, Yucatán, México, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, como Tu casa y como la casa de Tu Hijo, nuestro Salvador.

Es nuestra ofrenda a Ti, que Te damos con amor y con acción de gracias.

Por favor, acéptalo y permite que Tu divina presencia se haga sentir. Rogamos que Tu Santo Espíritu more aquí y enternezca el corazón y la vida de todos los que entren.

Suplicamos que sea una casa hermosa para todos los que la contemplen. Que nunca sea deshonrada ni profanada en ninguna forma. Suplicamos que se mantenga en pie en medio de las tormentas de la naturaleza. Rogamos que sea un refugio del ruido del mundo, una casa de paz, un lugar de adoración.

Dedicamos toda la estructura y todo lo que la rodea. Dedicamos el terreno sobre el cual se encuentra, las paredes y las ventanas y la estatua de Moroni sobre su torre.

Dedicamos y consagramos el bautisterio, donde se puede realizar la gran obra vicaria en beneficio de los que están al otro lado del velo de la muerte. Dedicamos las salas de investidura, el hermoso salón celestial y las salas de sellamiento con sus sagrados altares ante los cuales las familias pueden ser unidas en un vínculo por toda la eternidad. Dedicamos todas las salas y los detalles arquitectónicos de ésta, Tu Casa, amado Padre.

Imploramos que siempre llevemos en nuestros corazones un gran sentimiento de gratitud por su presencia en nuestra tierra y ciudad. Que nos hagamos dignos de venir a Tu Casa a participar en las santas ordenanzas que se administrarán aquí. Que seamos incansables en nuestros esfuerzos por hacer llegar estas bendiciones a nosotros mismos y a nuestros familiares, y luego, seguir adelante, y hacerlas llegar a los que están en el más allá, efectuando por ellos las sagradas ordenanzas de Tu divino Evangelio.

Te damos gracias porque esta nación ha dado la bienvenida a nuestros misioneros. Te damos gracias por todos los que han aceptado el Evangelio. Rogamos que ellos permanezcan leales y fieles, dignos de venir a Tu Casa y de tomar aquí sobre sí convenios que son divinos y sempiternos.

Rogamos por la presidencia del templo, por la directora de las obreras y por sus ayudantes, y por todos los que sirvan aquí. Dales fortaleza y vitalidad al buscar ellos hacer Tu voluntad. Suplicamos que los que sean dignos de asistir crezcan en número a lo largo de los años venideros.

Concede, “Padre Santo, que todos los que adoren en esta casa crezcan en ti y reciban la plenitud del Espíritu Santo; y se organicen de acuerdo con tus leyes y se preparen para recibir cuanto fuere necesario;

“y que sea ésta una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de gloria y de Dios, sí, tu casa” (D. y C. 109:14-16).

Ahora, amado Padre, te suplicamos que nos bendigas como Tus dedicados hijos e hijas.

Rogamos que, en nuestras diarias ocupaciones, Tus bendiciones descansen sobre nosotros. Que seamos prosperados en nuestras labores. Que haya alimentos sobre nuestras mesas, ropa sobre nuestras espaldas y un techo sobre nuestras cabezas. Que la sonrisa de Tu faz sea con amor sobre nosotros y que Tu Santo Espíritu guíe nuestras acciones, rogamos humildemente.

Por favor, acepta nuestro amor por Ti y por Tu Hijo. Ayúdanos hoy a rededicar nuestras vidas para el progreso de Tu causa y reino. Que cada uno de nosotros sea leal y fiel hasta el fin, para que algún día podamos darte cuentas favorables de nuestras labores, rogamos humildemente en el nombre de nuestro Señor y Maestro, nuestro Rey y nuestro Redentor, sí, Jesucristo. Amén.