De la Publicación semanal para jóvenes adultos
Para todos los que sienten que se están quedando atrás en la vida
Aunque no había alcanzado las metas que me había fijado, había estado creciendo y aprendiendo durante todo el proceso.
¿Alguna vez te has sentido atrasado en la vida?
Pasé la mayor parte de mis veinte midiendo el progreso de una manera muy específica. Planeaba lograr ciertos hitos y acontecimientos de la vida que creía que me indicarían que estaba logrando todo lo que quería en la vida.
Bueno, acabo de cumplir treinta este año y muchos de esos hitos aún no los he alcanzado, especialmente en mi carrera. Y debido a eso, lucho con la sensación de que me estoy quedando atrás respecto a mis compañeros, respecto a donde todos esperaban que yo estuviera y, lo que es más doloroso, respecto a donde yo esperaba estar.
Supe que quería ser médico desde que era adolescente, y es algo por lo que he estado trabajando durante años. Si volviera atrás y le dijera a mi yo adolescente lo atrasado que estoy con respecto a mis planes, probablemente se horrorizaría.
Pero la buena noticia es que mi yo de treinta años tiene una perspectiva mucho mejor de la vida.
Un ciclo sin fin
Cuando tenía dieciocho años, las cosas iban muy bien. Me mudé a un país diferente para comenzar la universidad y estaba navegando con éxito por la vida en un nuevo lugar, comencé la carrera que los otros estudiantes de premedicina a mi alrededor estaban haciendo y mantuve mis calificaciones altas.
Las cosas siguieron marchando bien cuando hice una pausa en los estudios para servir en una misión, regresé a casa y me casé unos años después.
Pero este fue el punto en el que todo comenzó a complicarse un poco más.
Primero, me tomé un año sabático porque mi esposa era unos años más joven que yo y necesitaba terminar sus estudios. Al año siguiente, solicité empleo y me aceptaron en una institución académica de mi país de origen, pero rechacé la oferta debido al cierre de fronteras por el COVID-19 y a la inesperada oportunidad profesional de mi esposa. Al año siguiente volví a presentar la solicitud, esta vez en el país en el que vivía actualmente, pero tuve poco éxito porque no era residente permanente en ese país.
Cuando cumplí veintisiete años, estaba completamente desanimado. ¡Se suponía que ya debería estar por la mitad de la carrera de medicina! Los amigos con los que había ido a la universidad y con los que me había graduado seguían adelante con sus vidas, mientras que yo estaba atrapado en lo que parecía un ciclo sin fin de solicitudes y rechazos.
Diferentes formas de progresar y medir el progreso
Desde mi punto de vista, estaba atascado y no progresaba. El no alcanzar los hitos que había marcado cuando era adolescente me hizo sentir bastante abatido y decepcionado conmigo mismo.
Pero aquí está la cuestión: hay muchas maneras diferentes de progresar y de medir el progreso. Y en retrospectiva, me he dado cuenta de que había estado creciendo y aprendiendo durante todo el proceso.
¿Y qué hay de ese primer año sabático? Esa fue una oportunidad para mostrarle a mi esposa que su educación era importante para mí y seguir adquiriendo experiencia que me ayudaría a ser un mejor médico.
¿Ese segundo año en el que rechacé una oferta? Esa fue una oportunidad para que oráramos y deliberáramos juntos sobre cómo equilibrar las prioridades opuestas y construir la vida que deseábamos.
¿Y ese último año, cuando me sentí impotente por las cosas que escapaban a mi control? Eso me permitió buscar revelación personal y recibir la confirmación que necesitaba del Padre Celestial de que estaba en el camino correcto, incluso cuando estaba desanimado y no podía ver lo que me deparaba el futuro.
No quiero fingir que esos años de espera fueron fáciles. Mientras los vivía, a menudo me sentía frustrado, estancado y desanimado. Pero ¿sabes qué? El futuro terminó siendo mejor de lo que podría haber imaginado. Estoy en mi segundo año de la facultad de medicina, mientras mi esposa trabaja en el empleo de sus sueños y puede mantenernos económicamente. Después de los años de priorizar su trabajo y educación, ella está lista para apoyarme en los míos, y tenemos el tipo de relación que puede mantenerse fuerte a través de los agotadores días de la preparación médica.
Recuerda qué es lo más importante
Todavía espero con ansias el día en que pueda decir que soy médico. Pero como enseñó una vez el presidente Russell M. Nelson, quien es médico, hay identidades que son más importantes que esa.
Y recordar mi identidad como hijo de Dios, hijo del convenio y discípulo de Cristo me ayuda en los momentos en que quiero etiquetarme a mí mismo como “rezagado”, que es algo que creo que muchos de nosotros tenemos la inclinación a hacer cuando somos jóvenes adultos.
Tal vez eres como yo y te has sentido un fracaso debido a los desvíos en tu carrera. O tal vez tu carrera va bien, pero lidias con la etiqueta de “soltero”, “luchas con una enfermedad mental” o algo completamente diferente.
Sea cual sea tu situación, debes saber que hay muchas maneras de crecer, aprender y progresar. No te midas según la vida o las expectativas de otra persona, ni siquiera las expectativas de tu yo pasado.
En vez de ello, recuerda lo que más importa: “Nuestra relación con el Padre Celestial y Su Hijo Amado, con nuestra familia y con nuestro prójimo, y permitir que el Espíritu del Señor nos guíe en esas relaciones”.
Puede que todavía no sea médico, pero soy hijo de Dios. Soy una persona que guarda sus convenios. Soy alguien que se esfuerza por ser un buen esposo.
Y eso siempre ha importado más que los plazos arbitrarios.