Publicación semanal para jóvenes adultos
Estaba rodeada de gente, pero seguía sintiéndome sola
Marzo de 2024


“Estaba rodeada de gente, pero seguía sintiéndome sola”, Liahona, marzo de 2024.

Jóvenes adultos

Estaba rodeada de gente, pero seguía sintiéndome sola

Cuando me mudé lejos de casa, mi conexión con el cielo me ayudó a superar la soledad.

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Una mujer con rayos de luz que la rodean mientras varias personas caminan a su alrededor

¿Conoces esa sensación de estar rodeado de gente, pero aun así sentirte completamente solo?

Desde que dejé Uganda, mi país natal, y me mudé a Dubái por motivos de trabajo, me he sentido sola casi todo el tiempo. En mi vecindario, la gente se saludaba en la calle. Nos conocíamos. Nos apoyábamos mutuamente. Tenía muchos amigos y familiares que profesaban mi religión.

Sin embargo, aquí no ocurre lo mismo. Vivo en una cultura muy diferente, en una gran ciudad y rodeada de gente con trabajos muy ajetreados. A pesar de que sí asisto a mi barrio y he tratado de conocer a otros jóvenes adultos y miembros del barrio, nuestro ocupado horario laboral hace que sea casi imposible vernos más que el par de horas que pasamos en la iglesia cada semana.

Dubái es una ciudad grande y glamorosa, y estoy agradecida de estar aquí, pero puede ser muy abrumadora, especialmente cuando te sientes solo. La gente tiene muchos bienes materiales y parece tener la vida resuelta. Sin embargo, ahora que vivo entre todas estas cosas elegantes y estos hermosos edificios, a veces me pregunto:

¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Es este el lugar adecuado para mí?

Volver a hallar un sentido de pertenencia

El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó lo siguiente: “El sentido de pertenencia es importante para nuestro bienestar físico, mental y espiritual”1. No me había dado cuenta de lo esencial que era ese sentido de pertenencia hasta que no lo sentí más, ni en la iglesia ni en ningún otro lugar, en realidad.

¿Cómo iba a encontrarlo ahora, lejos de todos mis seres queridos?

Con el tiempo, empecé a reconocer “el papel central de Jesucristo para nuestro sentido de pertenencia”2.

Por mucho que todavía extrañaba a mis amigos y familiares, empecé a darme cuenta de que no me había separado de todas las personas de mi vida al mudarme: seguía teniendo un Salvador y un amoroso Padre Celestial que siempre querían estar conectados conmigo.

Entonces empecé a hacer todo lo posible para conectarme mejor con Ellos cada día. Comencé a escuchar los pódcast de estudio de Ven, sígueme cuando salía a correr. Me colocaba los auriculares en el trabajo y escuchaba las Escrituras mientras completaba las tareas.

Lo más importante es que descubrí el maravilloso regalo que es poder orar directamente al Padre Celestial. Le hablo con más frecuencia y atención que nunca. Cuando me siento sola, oro y siento Su consuelo. Cuando escribo un correo electrónico y trato de ser paciente con mis compañeros de trabajo, oro y le pido ayuda.

Me encanta lo que el presidente Thomas S. Monson (1927–2018) dijo acerca de la oración: “A los que […] estén pasando desafíos y dificultades grandes y pequeñas, la oración brinda fortaleza espiritual; es el pasaporte a la paz. La oración es el medio por el cual nos acercamos a nuestro Padre Celestial, que nos ama. Hablen con Él en oración y después escuchen para recibir la respuesta. Los milagros se llevan a cabo por medio de la oración”3.

Al dedicar tiempo a Ellos en mi vida, especialmente por medio de la oración sincera, empecé a ver que, aunque no estaba rodeada de mi gente ni de mi propia cultura, seguía rodeada del Espíritu y podía sentir el amor de Dios.

Siempre podemos estar conectados

Las cosas siguen siendo difíciles, pero tengo esperanza en el futuro. Y he llegado a creer lo que enseñó el hermano Milton Camargo, Primer Consejero de la Presidencia General de la Escuela Dominical: “El Señor Jesucristo vive hoy en día. Él puede tener una presencia activa y diaria en nuestra vida. Él es la solución a nuestros problemas, pero debemos levantar los ojos y elevar la mirada para verlo a Él”4.

A veces todavía me siento sola, pero sé que siempre, siempre podré orar a mi Padre Celestial y tener acceso a la Expiación de Jesucristo.

De pie o de rodillas, sola o en grupo, puedo orar.

Puedo clamar al Padre Celestial.

Puedo dar las gracias.

Puedo pedir guía y protección.

Y, a través de mi conexión por convenio, sé que yo, hija de un amoroso Padre Celestial, siempre le perteneceré a Él. Gracias a Su guía, tengo la seguridad de que estoy en el lugar correcto, haciendo lo que Él desea que haga.