Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Capítulo 23: Las bendiciones del Santo Templo


Capítulo 23

Las bendiciones del Santo Templo

“Las ordenanzas del templo se convierten en las bendiciones supremas que la Iglesia tiene para ofrecer”.

De la vida de Gordon B. Hinckley

“Creo que ningún miembro de la Iglesia recibe lo máximo que esta Iglesia tiene para dar mientras no reciba sus bendiciones del templo en la Casa del Señor”, dijo el presidente Gordon B. Hinckley en la sesión del sacerdocio de la Conferencia General de octubre de 1997. “Por consiguiente, estamos haciendo todo lo que sabemos hacer para acelerar la obra de la construcción de esos sagrados edificios y poner las bendiciones que allí se reciben al alcance de más personas”1. Mencionó varios templos que estaban en diversas etapas de planificación y construcción, y luego hizo un anuncio que cambiaría la vida de las personas de todo el mundo:

“Hay muchas regiones distantes y aisladas de la Iglesia, donde el número de miembros es pequeño y donde no es probable que aumente mucho en el futuro cercano. ¿Se han de negar a quienes viven en esos lugares las bendiciones de las ordenanzas del templo para siempre? Mientras visitábamos una de esas regiones hace unos meses, meditamos esa cuestión con espíritu de oración. Creemos que recibimos la respuesta con toda claridad.

“En algunas de esas regiones construiremos templos pequeños… Se [edificarán] de acuerdo con las normas que corresponden a los templos, las cuales son mucho más elevadas que las de los centros de reuniones. [Contendrán] todo lo necesario para efectuar bautismos por los muertos, el servicio de investidura, los sellamientos y todas las demás ordenanzas que se deben realizar en la Casa del Señor tanto a favor de las personas vivas como de las fallecidas”2.

La inspiración de ese plan había comenzado más de veinte años antes, cuando el presidente Hinckley prestaba servicio como Presidente del Comité de Templos de la Iglesia. Preocupado porque muchos Santos de los Últimos Días no podían acceder con facilidad a las bendiciones del templo, escribió en su diario personal: “La Iglesia podría edificar [muchos] templos [más pequeños] por el mismo costo del Templo de Washington [que en ese entonces estaba en construcción]. [Hacerlo] llevaría los templos a las personas en lugar de que las personas tengan que viajar grandes distancias para llegar a ellos”3.

En 1997, una revelación del Señor dio vida a dicha idea. El presidente Hinckley compartió parte de la revelación cuando ofreció la oración dedicatoria del Templo de Colonia Juárez, Chihuahua, México: “Fue aquí, en el norte de México”, dijo en la oración, “que Tú revelaste la idea y el plan de [edificar] un templo más pequeño, completo en todos los detalles necesarios, pero adaptado en tamaño a las necesidades y circunstancias de los miembros de la Iglesia de esta parte de Tu viña. Aquella revelación provino del deseo y de una súplica de ayudar a Tu pueblo de estas colonias que han sido leales y fieles”4.

Seis meses después de anunciar el plan para edificar templos más pequeños, el presidente Hinckley hizo otro anuncio significativo:

“Hemos estado viajando por muchos lugares donde residen miembros de la Iglesia. He estado con muchos que poseen muy poco en lo que respecta a los bienes de este mundo, pero que tienen en el corazón una fe grande y ardiente concerniente a esta obra de los últimos días; aman la Iglesia, aman el Evangelio, aman al Señor, y quieren hacer Su voluntad. Pagan el diezmo, por modesto que este sea; hacen tremendos sacrificios a fin de asistir al templo, para lo cual viajan durante días enteros en autobuses baratos y embarcaciones viejas. Ahorran dinero y pasan privaciones para hacerlo posible.

“Necesitan templos más cerca: templos pequeños, bellos y prácticos. Por lo tanto, aprovecho la oportunidad para anunciar a toda la Iglesia un programa para construir de inmediato unos treinta templos más pequeños…

“Será un proyecto extraordinario. Nada semejante se ha intentado antes… Con eso se alcanzará un total de cuarenta y siete templos nuevos, además de los cincuenta y uno que están ahora en funcionamiento. Pienso que sería una buena idea que agregáramos dos más con el fin de llegar a los cien para el fin del siglo, dado que se cumplirán dos mil años ‘desde la venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo en la carne’ (D. y C. 20:1). En este programa estamos avanzando a una escala que jamás hemos visto antes”5.

El 1 de octubre de 2000, el presidente Hinckley dedicó el Templo de Boston, Massachusetts, que pasó a ser el templo número 100 en funcionamiento. Antes de fines de ese año, dedicaron dos templos en Brasil, y para cuando falleció, el 27 de enero de 2008, la Iglesia tenía 124 templos en funcionamiento, y trece más anunciados. De los 124 templos en funcionamiento, el presidente Hinckley había participado en la planificación y la construcción de la mayoría de ellos, y él mismo había dedicado 85 de ellos.

Al mismo tiempo que el presidente Hinckley anunció un gran número de templos nuevos, e incluso al maravillarse ante su belleza, también recordaba a los Santos de los Últimos Días el propósito de aquellos edificios sagrados: bendecir a las personas y a las familias, una por una. En cuanto al Templo de San Diego, California, dijo: “Qué esplendorosamente bello es este edificio. No obstante, más allá de toda su belleza, esta estructura es solo un medio para lograr un fin, y no el fin en sí mismo. Este edificio se erigió y dedicó para efectuar las sagradas ordenanzas que el Señor ha revelado en esta época”6.

En otra ocasión, dijo: “Ninguna persona tiene todo el Evangelio hasta que pueda recibir [las ordenanzas del templo]; y la responsabilidad recae en nosotros de ver que los edificios se hallen al alcance. No sé cuánto tiempo más seguiré con vida, pero espero terminar mis días edificando templos del Señor, llevando los templos cerca de las personas a fin de que puedan recibir las maravillosas bendiciones que [allí] se obtienen”7.

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Templo de Colonia Juárez, Chihuahua, México

El Templo de Colonia Juárez, Chihuahua, México.

Enseñanzas de Gordon B. Hinckley

1

Los templos son una expresión de nuestro testimonio y representan la forma más elevada de nuestra adoración.

Cada uno de los templos edificados por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una expresión del testimonio de este pueblo de que Dios, nuestro Padre Eterno, vive; de que Él tiene un plan para bendición de Sus hijos e hijas de todas las generaciones; de que Su Amado Hijo Jesucristo, que nació en Belén de Judea y fue crucificado en la cruz del Gólgota, es el Salvador y el Redentor del mundo, cuyo sacrificio expiatorio posibilita el cumplimiento de ese plan en la vida eterna de toda persona que acepte el Evangelio y lo viva8.

Todo lo que ocurre en [el] templo es de naturaleza edificante y ennoblecedora. Habla de la vida aquí y de la vida más allá del sepulcro. Habla de la importancia de las personas como hijos de Dios. Habla de la importancia de la familia como creación del Todopoderoso. Habla de lo eterno de los lazos matrimoniales. Habla de avanzar a una gloria mayor. Es un lugar de luz, un lugar de paz, un lugar de amor donde tratamos las cosas de la eternidad9.

“Todo templo… se ha erigido, en efecto, como un monumento a nuestra creencia en la inmortalidad del alma humana, de que esta fase de la vida terrenal que atravesamos es parte de un ascenso continuo, por así decirlo, y de que tan ciertamente como hay vida aquí, habrá vida allí. Esa es nuestra firme creencia, que surge gracias a la expiación del Salvador; y el templo llega a ser, como he indicado, el puente de esta vida a la venidera. El templo tiene que ver con las cosas de la inmortalidad10.

Esos edificios singulares y maravillosos, y las ordenanzas que en ellos se efectúan, representan la forma más elevada de nuestra adoración; dichas ordenanzas son la expresión más profunda de nuestra teología11.

Los asuntos sagrados merecen una consideración sagrada… Cuando salgan de las puertas de la Casa del Señor, sean fieles a esa confianza sagrada que se les tiene de no hablar de lo que es sacro y santificado.

El Señor dijo: “Recordad que lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu” (D. y C. 63:64). Y también: “No trates con liviandad las cosas sagradas” (D. y C. 6:12)12.

2

Por medio de las ordenanzas del templo recibimos las bendiciones supremas del Evangelio.

Esos templos, que ahora llenan la tierra, son necesarios para el pleno cumplimiento de la expiación del Salvador. Aquí, bajo la autoridad del Santo Sacerdocio, se administrarán las ordenanzas que conducen no solo a la salvación, sino también a la exaltación eterna13.

Jesucristo, el Hijo de Dios, dio Su vida en la cruz del Calvario como expiación por los pecados del género humano; Su sacrificio fue un sacrificio vicario por cada uno de nosotros. Mediante ese sacrificio todos recibimos la promesa de la resurrección, lo cual llega a ser realidad por la gracia de Dios, sin esfuerzo alguno de parte de los hombres; y más allá de ello, por medio de las llaves del Santo Sacerdocio que el Señor confirió a los Doce cuando anduvo entre ellos, las cuales fueron restauradas en esta dispensación por quienes las poseían en la antigüedad, se han recibido grandes bendiciones adicionales, incluso las singulares y extraordinarias ordenanzas que se administran en la Casa del Señor. Solo en esas ordenanzas se logra el ejercicio de “la plenitud del sacerdocio” (D. y C. 124:28)14.

Las ordenanzas del templo [son] las bendiciones supremas que la Iglesia tiene para ofrecer15.

Las bendiciones del templo tanto para los hombres como las mujeres dignos de entrar en él… incluyen nuestros lavamientos y unciones para que podamos estar limpios ante el Señor; comprenden los servicios de instrucción, en los que se nos imparte una investidura de obligaciones y bendiciones que nos motivan a comportarnos de conformidad con los principios del Evangelio. También incluyen las ordenanzas selladoras por las cuales lo que se ata en la tierra también es atado en el cielo, haciendo posible la continuidad de la familia16.

[En una ocasión] se me llamó para que acudiera al lecho del hospital de una madre que se encontraba en la fase terminal de una grave enfermedad. Falleció poco después, dejando a su esposo y cuatro hijos, entre ellos a un pequeñito de seis años. Se manifestó un pesar hondo, conmovedor y trágico. No obstante, entre las lágrimas brillaba una hermosa y firme fe de que, tan cierto como ahora había una dolorosa separación, algún día habría una alegre reunión, porque aquel matrimonio había comenzado con el sellamiento por esta vida y la eternidad en la Casa del Señor, bajo la autoridad del Santo Sacerdocio…

Muchos han viajado distancias [grandes] para recibir las bendiciones del matrimonio en el templo. He visto a un grupo de Santos de los Últimos Días de Japón que, antes de que se construyera un templo en su patria, se habían privado hasta de comer a fin de hacer posible el largo viaje hasta el Templo de Laie, Hawai. Antes que hubiera un templo en Johannesburgo, conocimos a personas que habían pasado necesidades para poder costearse el vuelo de 11.000 kilómetros desde Sudáfrica hasta al templo que está en Surrey, Inglaterra. Tenían luz en los ojos y una sonrisa en el rostro, y sus labios testificaban que aquello valía infinitamente más que todo lo que les había costado.

También recuerdo haber oído en Nueva Zelanda hace muchos años el testimonio de un hombre de una región remota de Australia que, habiéndose casado previamente por la autoridad civil y luego de unirse a la Iglesia con su esposa e hijos, habían atravesado aquel vasto continente, habían cruzado el mar de Tasmania hasta Auckland [Nueva Zelanda], y viajado de allí hasta el templo que se encuentra en el hermoso valle de Waikato. Recuerdo que dijo: “No teníamos dinero para venir. Nuestras posesiones en este mundo eran un auto viejo, los muebles y la vajilla. Le dije a mi familia: ‘No podemos darnos el lujo de ir’. Luego miré el rostro de mi bella esposa y el de nuestros hermosos hijos, y dije: ‘No podemos darnos el lujo de no ir. Si el Señor me da fuerzas, puedo trabajar y ganar lo suficiente para comprar otro auto, y otros muebles y platos; pero si perdiese a estos, mis seres queridos, sería verdaderamente pobre tanto en esta vida como en la eternidad’”17.

No es de extrañar, mis hermanos y hermanas, que al inaugurar… templos haya visto las lágrimas de hombres fuertes que abrazaban a su esposa en los altares de esas sagradas casas. He visto las lágrimas de los padres y madres al abrazar a sus hijos frente a esos mismos altares. Por medio del poder que allí se ejerce han llegado a saber que ni el tiempo ni la muerte pueden destruir los lazos que los unen18.

3

El templo es un santuario de servicio donde recibimos las ordenanzas de salvación a favor de quienes han muerto sin recibir el Evangelio.

Hay incontables millones de personas que han pasado por la Tierra sin tener jamás la oportunidad de escuchar el Evangelio. ¿Acaso se les negarán las bendiciones que se ofrecen en los templos de la Iglesia?

Las mismas ordenanzas están disponibles para los que han partido de la mortalidad, por medio de representantes vivos que las reciben en nombre de los que han muerto. Luego ellos, en el mundo de los espíritus, tienen la libertad de aceptar o rechazar las ordenanzas que se hayan efectuado a su favor en la Tierra, entre ellas el bautismo, el matrimonio y el sellamiento de los lazos familiares. En la obra del Señor no debe existir la compulsión, pero sí la oportunidad19.

Este es un santuario de servicio. La mayor parte de la obra que se efectúa en esta sagrada casa se realiza de manera vicaria, a favor de quienes han pasado más allá del velo de la muerte. No conozco obra alguna que se le compare. Se asemeja más al sacrificio vicario del Hijo de Dios por todo el género humano que cualquier otra obra de la que tengo conocimiento. No se espera el agradecimiento de quienes se hallan en el otro mundo y que se convierten en beneficiarios de ese servicio consagrado. Es un servicio que realizan los vivos a favor de quienes han muerto, un servicio que es la esencia misma del altruismo20.

[A] gran cantidad de niños y niñas… se les ha recordado que los templos no son únicamente para sus padres, sino también para ellos. A los doce años de edad pueden entrar en la Casa del Señor y efectuar bautismos vicarios a favor de quienes están allende el velo. ¡Qué servicio tan magnífico y desinteresado! ¡Qué maravilloso es que nuestros jóvenes participen en ese acto totalmente abnegado a favor de aquellos que no tienen la capacidad de ayudarse a sí mismos!

A la par [de la] creciente actividad de los templos está el aumento en nuestra obra de Historia Familiar. Las computadoras, con sus diversas aplicaciones, aceleran la labor, y las personas sacan provecho de las nuevas técnicas que se les ofrecen. ¿Cómo puede alguien negar que la mano del Señor está en todo eso? Conforme mejora la informática, crece el número de templos para dar cabida al ritmo acelerado de la obra de Historia Familiar21.

Somos responsables de la bendición —de la bendición eterna— de todos aquellos que han vivido sobre la Tierra, las incontables e innumerables generaciones de hombres y mujeres que han vivido sobre la Tierra, de todos los que hoy en día viven sobre la Tierra, y de todos los que vivirán sobre la Tierra. Cuán grande es nuestra responsabilidad. Debemos estar un poco más a la altura de las circunstancias y trabajar un poco más arduamente para lograrlo22.

Quienes se hallan del otro lado, que están muertos, pero cuyos espíritus viven, se regocijarán y se alegrarán al levantarse y progresar en su camino hacia “la inmortalidad y la vida eterna” (Moisés 1:39)23.

4

Nos esperan grandes bendiciones cuando nos mantenemos dignos y vamos con frecuencia al templo.

Extiendo… el desafío a cada uno de ustedes el día de hoy de poner su vida en orden, de ser dignos de ir a la Casa del Señor y participar allí de las bendiciones que son singularmente suyas… Son grandes los requisitos, pero aún más grandes son las bendiciones24.

Exhorto a nuestro pueblo en todas partes, con todo el poder de persuasión de que soy capaz, a que vivan de tal manera que sean dignos de tener una recomendación para el templo, a obtener una y considerarla una posesión preciada, y a hacer un esfuerzo mayor por ir a la Casa del Señor y participar del espíritu y de las bendiciones que se reciben allí25.

Ya sea que puedan ir a menudo [al templo] o no, háganse merecedores de una recomendación para el templo y guarden esa recomendación en el bolsillo. Les servirá de recordatorio de lo que se espera de ustedes como Santos de los Últimos Días26.

Tengo la convicción de que todo hombre o mujer que vaya al templo con un espíritu de sinceridad y fe saldrá de la Casa del Señor convertido en una mejor persona. En la vida, todos tenemos la necesidad de mejorar constantemente. De vez en cuando tenemos la necesidad de dejar atrás el ruido y el tumulto del mundo y entrar en los recintos de una sagrada Casa de Dios, para allí sentir Su Espíritu en un entorno de santidad y paz27.

Este sagrado edificio es una escuela en la que se recibe instrucción sobre los dulces y sagrados asuntos de Dios. Allí se nos da el bosquejo del plan que nuestro amoroso Padre delineó a favor de Sus hijos e hijas de todas las generaciones; allí se nos presenta un boceto de la odisea de la travesía eterna del hombre, desde su existencia preterrenal, su paso por esta vida, hasta la vida venidera. Se enseñan grandes verdades fundamentales y básicas con claridad y sencillez, completamente al alcance de la comprensión de todos los que escuchen…

El templo es también un lugar para recibir inspiración y revelación personales. Innumerables personas han acudido al templo en espíritu de ayuno y oración en busca de guía divina en momentos de tensión, cuando hay que tomar decisiones difíciles y cuando deben abordar problemas desconcertantes. Muchas de ellas han testificado que, a pesar de no haber oído ninguna voz de revelación, han recibido en esa ocasión, o tiempo después, inspiración concerniente al camino a seguir que se ha convertido en respuestas a sus oraciones.

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El presidente Hinckley junto a la piedra angular del templo

“Vayan a la Casa del Señor, sientan Su Espíritu allí y estén en comunión con Él, y conocerán una paz que no hallarán en ningún otro lugar”.

Este templo es una fuente de verdad eterna. “Mas el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás” (Juan 4:14). Aquí se enseñan las verdades que son de naturaleza divina y que tienen consecuencias eternas.

Para los que entran en sus recintos, este lugar llega a ser una casa de convenios. Aquí prometemos, de modo solemne y sagrado, vivir el evangelio de Jesucristo en su máxima expresión; hacemos un convenio con Dios, nuestro Padre Eterno, de que viviremos los principios que son el fundamento de toda religión verdadera28.

¿Su vida está colmada de preocupaciones? ¿Tienen ustedes problemas, inquietudes y congojas? ¿Desean paz en el corazón y la oportunidad de estar en comunión con el Señor y meditar sobre Sus vías? Vayan a la Casa del Señor, sientan Su Espíritu allí y estén en comunión con Él, y conocerán una paz que no hallarán en ningún otro lugar29.

En los momentos de oscuridad, traten de asistir a la Casa del Señor y allí apártense del mundo. Reciban Sus santas ordenanzas y bríndenlas a los antepasados de ustedes. Al concluir la sesión del templo, siéntense en silencio en el salón celestial y mediten en las bendiciones que acaban de recibir o que han recibido a favor de quienes han pasado al más allá. El corazón se les henchirá de gratitud, y su alma rebosará de pensamientos sobre las verdades eternas del gran plan de felicidad del Señor30.

En este mundo ruidoso, bullicioso y competitivo, qué privilegio es tener una sagrada casa donde podamos sentir la influencia santificadora del Espíritu del Señor. Constantemente nos invade el factor del egoísmo, el cual debemos vencer, y no hay mejor manera de hacerlo que ir a la Casa del Señor a prestar servicio en una relación vicaria en beneficio de aquellos que están más allá del velo de la muerte…

 Los animo a sacar mayor provecho de este bendito privilegio que les refinará su modo de ser, que los despojará del caparazón de egoísmo en el que vivimos la mayoría de nosotros. Literalmente traerá una influencia santificadora a nuestra vida y hará de nosotros mejores hombres y mujeres31.

Sé que tienen vidas ocupadas. Sé que tienen mucho que hacer. No obstante, les prometo que, si van a la Casa del Señor, serán bendecidos y la vida será mejor para ustedes. Ahora bien, les ruego, les suplico, mis amados hermanos y hermanas, que aprovechen la gran oportunidad de ir a la Casa del Señor y participen así de todas las maravillosas bendiciones que les corresponde recibir allí32.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Preguntas

  • El presidente Hinckley dijo que las ordenanzas del templo son “la expresión más profunda de nuestra teología” (sección 1) y “las bendiciones supremas que la Iglesia tiene para ofrecer” (sección 2). ¿Qué bendiciones ha recibido por medio de dichas ordenanzas?

  • El presidente Hinckley mencionó algunos hombres y mujeres que derramaron lágrimas de gozo en los templos (véase la sección 2). Considerando su propia experiencia, ¿por qué cree que las ordenanzas del templo inspiran sentimientos tan profundos?

  • El presidente Hinckley dijo sobre la obra de redención de los muertos: “¡Qué maravilloso es que nuestros jóvenes participen en ese acto totalmente abnegado!” (sección 3). ¿Qué pueden hacer los padres y los jóvenes para trabajar juntos en ese servicio?

  • ¿Qué podemos hacer a fin de encontrar el tiempo para prestar servicio y adorar en el templo? ¿Cómo influye el servicio que prestamos en el templo en la vida que llevamos fuera de este? (En la sección 4 figuran algunos ejemplos). ¿Qué bendiciones ha recibido por asistir al templo?

Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema

Éxodo 25:8; 1 Reyes 6:11–13; D. y C. 88:119–120; 109:12–13, 24–28; 110:1–10; 128:22–24.

Ayuda para el estudio

“Comparta con alguien lo que aprenda. Al hacerlo, sus pensamientos serán más claros y aumentará su poder de retención” (La Enseñanza: El llamamiento más importante, 2000, pág. 17).

Notas

  1. Véase “Pensamientos sobre los templos, la retención de conversos y el servicio misional”, Liahona, enero de 1998, pág. 57.

  2. Véase “Pensamientos sobre los templos, la retención de conversos y el servicio misional”, pág. 57.

  3. Véase Sheri L. Dew, Go Forward with Faith: The Biography of Gordon B. Hinckley, 1996, pág. 325.

  4. Véase “This Is a Day Long Looked Forward To”, texto de la oración dedicatoria del Templo de Colonia Juárez, Chihuahua, México, 6 de marzo de 1999, Church News, 13 de marzo de 1999, pág. 7.

  5. Véase “Nuevos templos para proporcionar ‘las bendiciones supremas’ del Evangelio”, Liahona, julio de 1998, pág. 95.

  6. Véase Discourses of President Gordon B. Hinckley, Volume 1: 1995–1999, 2005, págs. 311–312.

  7. Véase Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 641.

  8. Véase “Esta pacífica Casa de Dios”, Liahona, julio de 1993, pág. 85.

  9. Véase Teachings of Gordon B. Hinckley, págs. 623–624.

  10. Véase “Las palabras del Profeta viviente”, Liahona, mayo de 2001, pág. 16.

  11. Véase “Misiones, templos y responsabilidades”, Liahona, enero de 1996, pág. 63.

  12. Véase “Mantengamos sagrados los templos”, Liahona, julio de 1990, pág. 68.

  13. Véase “Shining Star in a World Oppressed with Darkness”, texto de la oración dedicatoria del Templo de Manhattan, Nueva York, 13 de junio de 2004, Church News, 19 de junio de 2004, pág. 5.

  14. Véase “Regocijaos en esta gran época de construir templos”, Liahona, enero de 1986, pág. 44.

  15. “Nuevos templos para proporcionar ‘las bendiciones supremas’ del Evangelio”, pág. 96.

  16. Véase “Los templos y la obra que se realiza en ellos”, Liahona, noviembre de 1982, pág. 3.

  17. Véase “El matrimonio que perdura”, Liahona, julio de 2003, págs 4, 5–6.

  18. Véase “Regocijaos en esta gran época de construir templos”, pág. 46.

  19. Véase “¿Por qué todos estos templos?”, Liahona, junio de 1992, pág. 6.

  20. Véase “El Templo de Salt Lake”, Liahona, noviembre de 1993, pág. 6.

  21. Véase “Bienvenidos a la conferencia”, Liahona, enero de 2000, pág. 4.

  22. Véase Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 640.

  23. Véase Discourses of President Gordon B. Hinckley, Volume 1, pág. 154.

  24. Véase Discourses of President Gordon B. Hinckley, Volume 1, pág. 362.

  25. Véase “Misiones, templos y responsabilidades”, págs. 63–64.

  26. “Pensamientos inspiradores”, Liahona, abril de 2002, pág. 4.

  27. Véase “Misiones, templos y responsabilidades”, pág. 64.

  28. Véase “El Templo de Salt Lake”, pág. 6.

  29. Véase “Excerpts from Recent Addresses of President Gordon B. Hinckley”, Ensign, abril de 1996, pág. 72.

  30. Véase One Bright Shining Hope: Véase Messages for Women from Gordon B. Hinckley, 2006, pág. 103.

  31. “Comentarios finales”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 105.

  32. Véase Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 624.