Suicidio
¿Por qué tengo que seguir luchando si la vida es tan difícil?


“¿Por qué tengo que seguir luchando si la vida es tan difícil?”, Pensamientos suicidas, 2018.

“¿Por qué tengo que seguir luchando?”, Pensamientos suicidas.

¿Por qué tengo que seguir luchando si la vida es tan difícil?

La vida terrenal es un don preciado de Dios, un don que debe ser valorado y protegido (véase Doctrina y Convenios 18:10). Se le presentan experiencias terrenales para ayudarle a aprender y a confiar en su Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo.

El élder Jeffrey R. Holland nos ha hecho recordar: “Mis hermanos y hermanas, sea cual fuere su lucha, mental, emocional, física o de otro tipo, ¡no nieguen el preciado valor de la vida acabando con ella! Confíen en Dios. Aférrense a Su amor. Sepan que un día el alba brillará intensamente y todas las sombras de la mortalidad huirán” (“Como una vasija quebrada”, Liahona, noviembre de 2013, págs. 40–42).

El élder Orson F. Whitney enseñó: “Ningún dolor que suframos ni ninguna prueba que experimentemos es en vano, sino más bien contribuyen a nuestra educación, al desarrollo de virtudes como la paciencia, la fe, el valor y la humildad. Todo lo que sufrimos y todo lo que sobrellevamos, particularmente si lo sobrellevamos con paciencia, nos ennoblece el carácter, nos purifica el corazón, nos expande el alma y nos hace más sensibles y caritativos, más dignos de ser llamados hijos de Dios […] y es por medio del pesar y el sufrimiento, de los trabajos y la tribulación, que obtenemos la educación que vinimos a adquirir aquí y que nos hará más parecidos a nuestro Padre y a nuestra Madre Celestiales” (citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, pág. 16).

Si sus desafíos son abrumadores, busque ayuda. Todos necesitamos ayuda de otras personas, sin importar cuán fieles seamos. Aun Jesucristo necesitó consuelo y fortaleza de Su Padre. El Señor puede fortalecerlo o enviar a otros para ayudarlo y consolarlo (véase Mosíah 18:8; 24:15). Obtenga ayuda profesional o hable con su obispo o con otra persona en quien confíe. Pida una bendición del sacerdocio. Ore para pedir ayuda y crea que la recibirá. Dios no se ha olvidado de usted.

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