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Sesión Dos: Cómo Entender el Desarrollo de los Niños


Sesión Dos

Cómo Entender el Desarrollo de los Niños

El progreso gradual es esencial para el desarrollo saludable de los niños. Como padre, usted puede ayudarles al proveerles un ambiente seguro en el que se sientan amados.

Objetivos de la sesión

Durante esta sesión, ayude a los padres a hacer lo siguiente:

  • Entender la importancia de enseñar conocimiento y habilidades a los hijos cuando éstos estén en el nivel de desarrollo apto para aprenderlos.

  • Entender las etapas del desarrollo de la niñez y la adolescencia.

  • Estar al tanto de las señales de advertencia que indiquen que un niño puede tener problemas con su desarrollo.

El progreso gradual

Algunos niños desarrollan problemas debido a que los padres tienen expectativas irrazonables e inadecuadas para ellos. El élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce, declaró que “un Dios que enseña a Sus hijos puede requerir de ellos cosas difíciles”, pero “nunca mandará a Sus hijos hacer nada difícil sin prepararles antes el camino (véase 1 Nefi 3:7)”1. Nuestro Padre Celestial no espera que Sus hijos hagan lo imposible, y tampoco deben hacerlo los padres mortales.

A veces los padres les imponen exigencias poco realistas a sus hijos porque no saben qué esperar de ellos en los diferentes niveles del desarrollo infantil. El presidente N. Eldon Tanner, que sirvió como consejero de la Primera Presidencia, comentó que los hijos “quieren vivir de acuerdo con las expectativas de los que son responsables de dirigir su vida”2. Cuando los hijos no logran cumplir con las expectativas poco realistas de los padres, a menudo se consideran un fracaso y piensan que son deficientes o anormales, que son una desilusión para los demás y que no valen nada. Los efectos a largo plazo pueden ser los sentimientos de inferioridad y de inseguridad, ansiedad y depresión y la falta de habilidad para sentir compenetración con los demás.

Las Escrituras indican una progresión ordenada en la vida, incluso en el desarrollo físico y espiritual. Juan testificó que Jesucristo “no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud” (D. y C. 93:13). El progreso gradual es esencial para el desarrollo sano de los niños. En ciertos períodos de la vida, los niños están física, intelectual y psicológicamente listos para dominar tareas del desarrollo, como aprender a caminar, hablar y alimentarse solos. En lugar de presionar a los hijos para que hagan las cosas antes de que estén listos para hacerlas, los padres pueden fomentar un ambiente seguro en el que los hijos se sientan amados y puedan aprender y progresar.

Las investigaciones indican que la capacidad física y mental a menudo se desarrolla en ciertas etapas del desarrollo; no obstante, cada niño es único. Ejercen una influencia en el desarrollo del niño la biología y el temperamento, la capacitación que le den los padres y el medio ambiente. Los padres no deben preocuparse si el niño toma un poco más de tiempo para aprender ciertas cosas, y tampoco deben emocionarse demasiado si uno de los hijos parece estar un poco más adelantado. Esas diferencias a menudo son temporarias y tienen poca relación con la capacidad del niño a largo plazo. Es mejor disfrutar del desarrollo gradual de cada uno de los hijos.

El estar listos para aprender

Un concepto clave que se debe tener en mente durante el crecimiento y el desarrollo de los niños es esperar a que estén listos. Los padres evitarán muchos problemas si permiten que los hijos adquieran las habilidades a su propio ritmo, y deben tratar de adaptarse a las necesidades de cada uno de ellos en lugar de hacer que se adapten a las expectativas de los padres.

Por ejemplo, los niños por lo general están listos para aprender a caminar aproximadamente al año de edad. Los padres pueden estar atentos a las indicaciones de que el niño esté listo para hacerlo. El niño quizás se levante apoyándose en los muebles y se ponga de pie o camine con la mano sobre un mueble. Los padres pueden jugar con el niño sosteniéndolo en la posición erguida y permitiéndole tomar uno o dos pasos. Ese juego puede ayudar al niño a aprender a caminar más pronto que si se le deja solo. Por otra parte, si el niño físicamente no puede soportar su peso, este juego no le ayudará, sino que puede frustrarlo y causarle daños físicos. A los niños no les beneficia a largo plazo el caminar prematuramente; comenzarán a caminar cuando estén listos para hacerlo.

Se debe empezar a enseñar al niño a controlar sus evacuaciones y su vejiga una vez que esté emocional y físicamente listo para hacerlo. El esperar que estén totalmente entrenados para los dos años de edad puede imponerles demandas poco realistas e imposibles. Los niños comienzan a demostrar que están listos cuando pueden entender las peticiones sencillas de los padres, cuando empiezan a quitarse el pañal sucio y cuando imitan la conducta que ven cuando sus padres usan el servicio sanitario3. Algunos niños de tres años de edad y mayores no están listos físicamente para dormir toda la noche sin orinarse o sin ir al servicio sanitario. Los padres que entienden y aceptan ese hecho no se irritan tanto cuando el niño se orina en la cama. Cuando los padres reaccionan con ira o frustración, se arriesgan a reforzar la conducta indeseable. En lugar de ello, deben permanecer calmados y ser pacientes, y, con el tiempo, el niño aprenderá a controlar la vejiga.

De manera similar, los padres no deben esperar que un niño de cuatro años de edad aprenda a montar una bicicleta sin ruedas auxiliares. La mayoría de los niños de esa edad no cuenta con la coordinación necesaria para dominar esa habilidad. Para los seis o siete años de edad, la mayoría de los niños puede andar en bicicleta sin ruedas auxiliares si es del tamaño que le corresponde.

La mejor manera de enseñar a sus hijos a que ayuden en la casa es cuando ellos demuestren interés en ayudar, a lanzar una pelota cuando ellos quieran jugar a la pelota, o a arreglarse el cabello cuando los niños quieran hacerlo solos. Los padres también tendrán mayor éxito si tratan de hacer que esas experiencias de aprendizaje sean agradables. Deben impartir mucho ánimo y reconocimiento por los esfuerzos de los hijos. Si los padres esperan demasiado y quieren que los hijos hagan cosas demasiado pronto; a menudo los hijos se desaniman y pierden el interés en aprender una conducta nueva.

Las etapas del desarrollo

El desarrollo socio-emocional puede considerarse como una serie de etapas que ocurren alrededor de ciertas edades. El terminar con éxito cada una de esas etapas es importante para el sano desarrollo infantil. La información sobre el desarrollo, la cual se cubre en esta sesión, sirve sólo como una pauta general. Los niños progresan a su propio ritmo y la rapidez con que progresen a una temprana edad no es un indicador fidedigno del éxito que lograrán más adelante en la vida. Los padres que lleguen a conocer y amar a sus hijos como individuos estarán mejor preparados para ayudarles a llegar a ser adultos maduros y competentes4.

El aprender a confiar (infancia)

Los padres amorosos responden a las necesidades del recién nacido. Reconocen las señales que indican que el bebé tiene hambre o necesita ayuda, siendo el llanto la más frecuente. Los padres pueden abrazarlo, darle afecto y satisfacer las necesidades físicas y emocionales para brindarle esa ayuda. Deben consolar al niño lo suficiente para que se calme y se sienta seguro.

Cuando los padres reconocen las señales del recién nacido que indican que tiene hambre o que necesita ayuda y responden a dichas señales con amor, el bebé aprende a confiar y a desarrollar fe y confianza en que el padre o la madre responderá a sus necesidades en el futuro. El bebé formará un vínculo con el padre o la madre y se sentirá seguro en su ambiente. El amor de los padres por su hijo(a) también aumentará.

Cuando los padres no responden a las necesidades de un niño, éste se siente inseguro y ansioso, y tiene dificultad para aprender a confiar en los demás. El padre que le entrega el niño irritado a la madre, y viceversa, tiene menos probabilidades de establecer un vínculo seguro con el bebé.

Los hijos de padres indiferentes a menudo sienten que nadie los aprecia ni los ama, y son incapaces de aceptarse a sí mismos como personas de valía. Los niños que crecen sintiéndose así, a menudo tienen problemas con sus relaciones personales y dependen demasiado de los demás para recibir validación. A veces recurren a fuentes alternas de gratificación; por ejemplo, ver la televisión en exceso, comer por compulsión, la gratificación sexual o el abuso de drogas.

El desarrollo de la independencia (de 1 a 3 años de edad)

A menudo se caracteriza la edad de los dos años como la época terrible, ya que los niños a esa edad se esfuerzan enérgicamente por ser independientes. (La conducta independiente a menudo no comienza hasta la edad de dos años, aproximadamente.) Los niños empiezan a aprender el autocontrol, incluso el funcionamiento del intestino y la vejiga, y cómo hacer frente al mundo. En esta etapa, los niños aprenden a correr, a alimentarse solos, a tomar líquidos de una taza, a quitar o tirar juguetes, a abrir puertas, a subirse sobre los muebles y a lavarse y secarse las manos. A los dos años y medio, a menudo son sumamente rígidos y exigentes y tienen dificultad para adaptarse o esperar lo que quieren. La mayoría de los niños pasa por esta etapa sin importar la manera en que se les eduque.

Durante esa etapa de su desarrollo, los niños tienden a ejercer su independencia a la hora de tomar los alimentos, a la hora de acostarse y a la hora de aprender a usar el servicio sanitario. Los niños con frecuencia sienten curiosidad en cuanto a las partes de su cuerpo, lo cual es normal. Ésta es una buena oportunidad para que los padres les enseñen los nombres correctos de los órganos genitales.

Si los padres tienen la actitud correcta, pueden disfrutar de esta etapa de independencia. Pueden ayudar al niño si tienen paciencia, permiten que actúe de manera independiente dentro de ciertos límites aceptables y le dan opciones a elegir (véase la sesión 8) para evitar que haya luchas por el poder. Deben reconocer que esta fase es transitoria pero muy importante para el niño. Con ayuda y comprensión, su hijo puede adquirir un sentido de autodominio que lo lleve a tener un sentido perdurable de auto respeto y buena voluntad.

Los padres deben organizar la casa de tal manera que los niños puedan correr y explorar sin lastimarse ni dañar nada. Deben disfrutar de su compañía, pasar tiempo con ellos, enseñarles cómo jugar con los demás y leerles a la hora de acostarlos. Deben ser firmes pero amorosos cuando tengan que disciplinarlos. A esta edad, no es necesario dar explicaciones cuando los padres dicen “no”; por lo general es suficiente decir “Porque yo lo digo”.

Cuando los padres imparten disciplina a los hijos en esta etapa del desarrollo, usualmente funciona bien el pasar por alto la mala conducta o imponer consecuencias.

Estos años formativos de la infancia son la etapa ideal para impartirles más instrucción espiritual.

Como canalizar sus iniciativas (de 3 a 6 años de edad)

Durante estos años, los niños tienen exceso de energía y tratan de aprender y dominar tareas que les brinden un sentido de capacidad y de conexión con su mundo. Las fantasías infantiles a menudo se exageran, tienen que ver con temas de poder y de agresión, y pueden dar como resultado el que los niños se sientan mal. Cuando no tiene un medio positivo para utilizar su energía, el niño puede sentirse incompetente, infeliz y ansioso.

Para los cuatro años de edad, la mayoría de los niños puede saltar con un pie, pararse en un pie, montar un triciclo, patear una pelota, y subir y bajar las escaleras sin ayuda. Comienzan a jugar de manera cooperativa, hacen muchas preguntas y participan en juegos imaginarios.

Los niños de esa edad tienden a inventar y contar cuentos exagerados e incluso creen lo que se han imaginado. A veces su conducta es incorrecta y desacatan la autoridad de los padres; quizás golpeen, pateen o rompan cosas, usen lenguaje inapropiado o se escapen de ellos. A veces sorprenden a los padres al responder positivamente cuando éstos comunican claramente sus expectativas, no son demasiado estrictos y dan algo de flexibilidad a los hijos.

Para los seis años de edad, la mayoría puede montar una bicicleta, atar los cordones de los zapatos, botar y batear una pelota y contar hasta 100. Estos niños usualmente son muy activos y están ansiosos de hacer cosas. A veces sus emociones son tumultuosas, y los niños de esta edad a menudo expresan variaciones de amor y de resentimiento. Tienden a querer ser el centro de atención pero les falta un sentido de estabilidad personal. Les gusta salirse con la suya. Pueden ser groseros y discutir cuando se les pide que hagan algo.

En esta etapa, muchos niños tienen pesadillas. A veces no pueden elegir entre dos cosas porque quieren las dos. Es importante para ellos conseguir lo que quieren.

Los padres pueden ayudar si son pacientes y amorosos, si son firmes y a la vez ayudan a estos niños a probarse a sí mismos dentro de límites claramente definidos. Deben tener reglas que establezcan una estructura para ver televisión, realizar tareas domésticas, terminar las tareas escolares e irse a la cama. Deben administrar la disciplina de manera amorosa y bondadosa, empleando alternativas y consecuencias para los problemas de conducta. Los padres deben pasar tiempo con sus hijos, leerles algo y demostrar interés en ellos, tanto en la casa como en la escuela. Deben hacer los arreglos necesarios para que sus hijos tengan tiempo para explorar, correr al aire libre y jugar con otros niños.

Cómo aprender a ser industrioso (de 6 a 12 años de edad)

Esta etapa comienza cuando el niño empieza la escuela y continúa hasta el inicio de la pubertad. El niño siente placer y desarrolla confianza al aprender, obtener buenas calificaciones en la escuela y cultivar sus habilidades. El niño ingresa a una cultura social más amplia y se siente aceptado y productivo cuando se compara favorablemente con los demás, pero cuando esto no ocurre, a menudo se siente inferior. El resultado de esta fase es muy importante. Los que llegan a ser industriosos, a menudo aceptan con optimismo los desafíos de la vida. Los que no llegan a serlo, a veces se recluyen y participan en normas de conducta autodestructivas.

A los ocho años de edad, a menudo los niños ya pueden escribir; con frecuencia tienen sentido del humor; saben diferenciar entre el bien y el mal; usualmente son muy activos y sociables y tienen un(a) mejor amigo(a). Quieren “conquistar el mundo”.

A los niños de esta edad por lo general les gusta ayudar con los quehaceres, lo cual les infunde un sentimiento de importancia y logro. Se oponen a que se les mande hacer las cosas, pero por lo general responden positivamente a los pedidos de sus padres.

A los 10 años de edad, ha comenzado la preadolescencia, y los niños tienden a ser tranquilos, dóciles y de buen carácter. A menudo son sociables, cooperativos, industriosos y serviciales en casa. Valoran a sus padres y las opiniones de sus amigos. Disfrutan de actividades en grupo, de la Iglesia y de la escuela.

A los 12 años de edad, muchas jovencitas han empezado la pubertad. En general, a los niños de esta edad les va bien en su casa y en la escuela, pero muchos experimentan altibajos emocionales y de conducta, y oscilan entre la infancia y la adolescencia una y otra vez; en un momento son responsables y en otro irresponsables, ponen a prueba las reglas y luego dependen de ellas. Su apariencia llega a ser importante y sus amistades pueden cambiar repentinamente.

Los cambios físicos son importantes, ya que les señalan que son como los de su misma edad, en pleno desarrollo. La preocupación por su apariencia a veces lleva a algunos de estos niños, especialmente a las niñas, a caer en los trastornos alimenticios (anorexia o bulimia). La mayoría de los niños de esta edad se concentra en tener una amistad continua con las personas del mismo sexo; sin embargo, los cambios repentinos en esas amistades a menudo hace que se sientan lastimados en sus sentimientos.

Cuando los padres demuestran interés en las actividades de sus hijos y reconocen las cosas que hacen bien, ayudan a fomentar su interés en hacer un buen trabajo. Los padres deben unirse a sus hijos en proyectos y actividades, y ayudarles a lograr el éxito. Deben tomarse el tiempo para escuchar, ayudar a sus hijos a resolver problemas y enseñarles cómo resolver conflictos. Siempre que sea posible, los padres también deben asistir a los eventos en los que participen sus hijos.

Los padres deben pedir la participación de sus hijos en la elaboración de reglas, expectativas, límites y consecuencias en la familia. Deben dar a sus hijos cada vez más responsabilidades de trabajo y limitar el tiempo que pasen viendo la televisión.

Los padres tienen que estar especialmente al tanto de la influencia de los medios de difusión en sus hijos a esta edad. Las revistas de modas y de modelos pueden dar a las niñas una idea incorrecta de lo que es la belleza. Los juegos de video pueden influir en los hijos, impulsándolos hacia la violencia y la inmoralidad. Los padres deben hablar con sus hijos acerca de las percepciones que estén recibiendo de los medios de difusión y enseñarles la percepción correcta para corregir lo que esté mal. Los padres también deben llegar a conocer a los amigos de sus hijos e instarles a invitar a sus amigos a la casa. Los padres no deben criticar a los amigos de sus hijos.

Es más probable que los hijos acepten la ayuda de sus padres durante estos años que cuando sean mayores. Los padres deben considerar los problemas y los desafíos como oportunidades de ofrecerles ayuda. La enseñanza afectuosa será muy útil (véase la sesión 4). Los padres deben expresarles amor a sus hijos con frecuencia, animarlos y manifestarles admiración por sus logros. Deben animarlos a ser industriosos, pero protegerlos de aceptar demasiada responsabilidad. Las metas deben ser realistas y factibles, y no deben interferir con las metas y expectativas familiares meritorias.

Los padres deben instar a sus hijos a que tengan intereses y amistades razonables fuera del hogar. Deben respetar su intimidad y tener expectativas realistas en cuanto a su conformidad con las reglas.

La búsqueda de independencia y sentido de identidad (de 12 a 18 años de edad)

Cuando comienza la pubertad, el cuerpo de los niños cambia rápidamente y surgen las emociones sexuales. Los jóvenes de esta edad desean ser iguales a otras personas e independientes de ellas, particularmente de sus padres, pero al mismo tiempo valoran la seguridad y la comodidad que disfrutan en un hogar estable.

Durante esos años, los jóvenes consideran que se están convirtiendo en adultos y comienzan a preguntarse cómo y dónde encajan en la sociedad. La tarea principal para su desarrollo es establecer un sentido de identidad y un lugar para sí mismos dentro de la sociedad de adultos.

A los 14 años de edad, la mayoría de los jóvenes se sienten inseguros acerca de sí mismos, su cuerpo y su aceptabilidad. Tienden a ser idealistas, impulsivos y enérgicos, y todo lo quieren ahora mismo. A menudo son egocéntricos, temperamentales y argumentativos, y tienen más conflictos con los padres, a quienes consideran anticuados.

A esa edad, casi todos ya están en la pubertad, y para algunas jovencitas esta etapa ya ha concluido. Los jóvenes de esta edad buscan saber qué conducta es aceptable con otros jóvenes de esa misma edad. Aunque a menudo evitan que se les vea en público con sus padres, muy en lo profundo de su ser siguen amándoles y se sienten conectados a la familia.

Para los 16 años de edad, la mayoría de los adolescentes tratan de sentirse más tranquilos y cómodos alrededor de los miembros de su familia. Tienden a sentirse más seguros con su identidad, pero siguen procurando determinar sus valores y creencias, y buscar un sentido más claro de quiénes son. Son sensibles a las normas sociales y a los grupos de compañeros de su misma edad. Es posible que continúen poniendo a prueba las reglas y cuestionando la autoridad.

Cuando los hijos adolescentes se esfuerzan por ser independientes, a veces sus padres piensan que éstos desafían la autoridad paterna o materna. En lugar de sentirse así, deben tratar de manifestar gratitud por el deseo que tienen los adolescentes de ser autosuficientes. Se les debe ceder gradualmente el control y permitir que los adolescentes progresivamente tomen mando de su propia vida. Se puede seguir empleando límites y consecuencias cuando la conducta sea inaceptable.

Se debe procurar que los hijos piensen por sí mismos. Los padres deben hacer un esfuerzo por aceptar las características de sus hijos sin ponerse a la defensiva ni rechazarles. Deben permanecer tranquilos y ser coherentes y constantes en sus métodos al enfrentar la intensidad emocional de sus hijos adolescentes.

Los padres tienen que estar disponibles para escuchar cuando sus hijos estén dispuestos a hablar, y ofrecerles sugerencias para ayudarles a poner en orden su vida. Deben poner atención a la tristeza o la depresión que pudieran experimentar los hijos y escuchar sus luchas y desafíos. Deben enseñarles maneras de afrontar la presión de otros adolescentes de hacer cosas indebidas.

Los padres no deben sentirse ofendidos si sus hijos no desean su compañía; sin embargo, sin esperar que sean perfectos, deben tratar que cumplan las reglas de la familia. Deben escoger prudentemente qué batallas quieren pelear, e imponer consecuencias cuando sea necesario hacerlo.

Durante esta etapa de su desarrollo, los adolescentes que se sienten inseguros, se convierten en jóvenes adultos con un sentido de identidad, propósito y dirección interior. Los adolescentes usualmente desarrollan confianza en sí mismos al sentirse aceptados, capaces y preparados para el futuro.

Los adolescentes que se consideran ineptos y no aceptados a menudo se sienten confundidos e inseguros acerca de sí mismos, de su papel y del valor que tienen para la sociedad, y es posible que consideren a sus padres como un obstáculo para su emergente independencia. Estos adolescentes pueden llegar a ser irrespetuosos, ingratos, rebeldes y desafiantes, y algunos se identifican con camarillas (grupos exclusivistas), pandillas o héroes adolescentes al tratar de considerar que pertenecen a un grupo determinado.

Los indicios de problemas en el desarrollo socio-emocional

A continuación figura una lista de señales de advertencia que indican que hay problemas en el desarrollo, emocional o social. Un hijo que tenga cualquiera de estas señales o síntomas puede requerir ayuda especializada de un pediatra o consejero profesional.

Para la edad de 2 años

  • No puede caminar.

  • No puede formar oraciones de dos palabras o usar por lo menos 15 palabras.

  • No parece saber cuál es el uso de objetos comunes como el peine, la taza o la cuchara.

  • No puede empujar un juguete con ruedas.

Para la edad de 4 años

  • Demuestra una señal de advertencia o un síntoma de un grupo anterior a su edad.

  • Babea constantemente.

  • No habla con claridad.

  • No puede entender instrucciones sencillas.

  • Demuestra poco interés en los demás.

  • Se le dificulta separarse de su mamá.

  • No participa en juegos de imaginación.

Para los 6 años de edad

  • Demuestra una señal de advertencia o un síntoma de un grupo anterior a su edad.

  • No puede montar un triciclo.

  • No puede lanzar una pelota por encima de la cabeza.

  • Llora y se aferra a sus padres cuando éstos se lo permiten.

  • No demuestra ningún interés en relacionarse con otros niños ni jugar con ellos.

  • No se puede controlar cuando está molesto o enojado.

  • No quiere vestirse, irse a la cama ni usar el cuarto de baño.

  • Es hiperactivo a un grado que interfiere con sus labores escolares.

  • No puede llevarse bien con otros niños; no tiene amigos.

  • Se orina o defeca en la cama.

  • Es obeso.

  • Tiene pesadillas que se repiten.

  • Es demasiado agresivo (discute o pelea).

  • Parece sentir temor en exceso.

Para los 8 años de edad

  • Demuestra una señal de advertencia o un síntoma de un grupo anterior a su edad.

  • No puede decir ni saber qué hora es.

  • Evita ir a la escuela o tiene un mal desempeño escolar.

  • A menudo es desobediente, su manera de dirigirse a los adultos es irrespetuosa, y no hace lo que se le dice.

A cualquier edad

  • No puede hablar al nivel que se espera a su edad (tiene un vocabulario limitado o comete errores de conjugación; no puede recordar palabras o formar oraciones o usar sonidos apropiados; tartamudea).

  • No puede cuidarse a sí mismo al nivel que se espera a su edad.

  • No puede formar una relación con los demás (no hace contacto visual, no tiene expresiones faciales, y no comparte intereses que formen parte de las relaciones sociales).

  • Demuestra ser incapaz de tener éxito en la escuela.

  • No puede trabajar o participar en actividades recreativas al nivel que se espera a su edad.

  • Es incapaz de seguir las prácticas de salud y seguridad.

  • No puede leer ni escribir ni hacer operaciones matemáticas al nivel que se espera a su edad.

  • No puede caminar, gatear, sentarse, lanzar un objeto, atraparlo o correr al nivel que se espera a su edad.

  • Tiene dificultades para prestar atención, parece no escuchar, no sigue instrucciones, tiene problemas para organizarse o se distrae u olvida las cosas fácilmente.

  • No se queda quieto, se levanta de su asiento en la escuela, corre o trepa sobre objetos en exceso, habla demasiado, responde impulsivamente a preguntas sin esperar su turno, interrumpe e importuna a las personas.

  • Pierde los estribos o discute; contraría las peticiones de los adultos.

  • A menudo está enojado o resentido; culpa a otros por sus propios errores.

  • Intimida o amenaza a otros o pelea con ellos.

  • Destruye propiedades, roba o infringe las reglas.

  • Es cruel con los animales y con las personas.

  • Obliga a otros a participar en actividades sexuales.

  • No come ni sube de peso como debería, o pierde peso de una manera inexplicable.

  • Tiene contracciones nerviosas (movimientos del cuerpo o vocalizaciones repentinos, rápidos y repetitivos).

  • Se preocupa o se angustia cuando se separa del hogar o de sus padres o cuando sabe que va a ocurrir una separación.

  • Está deprimido (los síntomas incluyen el sentirse triste o desanimado; no es capaz de sentir placer al hacer las cosas; es emocionalmente inestable, tiene sentimientos de culpabilidad e indignación, se siente aletargado, tiene problemas para pensar o concentrarse, tiene pensamientos y sentimientos de suicidio).

  • Demuestra ansiedad (parece estar nervioso, tenso o temeroso o siente terror o pánico; parece presentir fatalidad inminente; tiene falta de aliento o dolor de pecho).

Expectativas realistas

La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce enseñaron: “En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales… aceptaron [el] plan [de Dios] por el cual obtendrían un cuerpo físico y ganarían experiencias terrenales para progresar hacia la perfección y finalmente cumplir su destino divino como herederos de la vida eterna”5. Para la mayoría de las personas, dicho progreso incluye las etapas de la infancia, la niñez, la adolescencia y la edad adulta. Los padres pueden ayudar a sus hijos a pasar con éxito por estas etapas y prepararles para los desafíos de la vida. Al seguir este proceso, los principios rectores deben ser las expectativas realistas y el progreso gradual. Los padres deben llegar a conocer a sus hijos y a valorarlos como individuos especiales; al hacerlo, les demostrarán el amor que nuestro Padre Celestial nos ofrece a todos.

Cómo responder a la conducta

Los padres que valoran a sus hijos y que llegan a conocerles como individuos, tienen más probabilidades de responder de manera adecuada a la conducta de ellos y son capaces de enseñarles principios correctos.

Los niños a menudo tienen conductas que quizás a los padres no les gusten, como chuparse el dedo, trepar objetos y ser exagerados. Esos comportamientos a veces tienen que ver con las etapas del desarrollo; se abandonan a medida que los niños van madurando. Al saber que sus hijos crecen y se desarrollan, los padres se sentirán menos culpables y preocupados cuando vean dicha conducta y podrán responder de manera más eficaz.

A veces, los padres fortalecen la conducta indeseable cuando castigan, ridiculizan o reprenden al niño. Una respuesta tan emocionalmente intensa concentra demasiada atención en la conducta en sí; a veces hace que el niño se sienta mal, rebelde o indebidamente curioso en cuanto a la conducta. Por ejemplo, una respuesta extrema al hecho de que un niño se chupa el dedo, puede provocar que el niño se aferre a su conducta. Sin embargo, cuando los padres responden de manera tranquila o incluso ignoran la situación, es probable que el niño la abandone.

Si se hace demasiado hincapié en la conducta del niño que es adecuada para su edad, también se pueden fortalecer éstas innecesariamente, animándole así a repetir excesivamente su comportamiento, incluso en formas peligrosas. Por ejemplo, cuando los padres se se emocionan demasiado al ver que su hijo está trepando las cosas (“se ve tan encantador cuando lo hace”), pueden fomentar conductas que pongan en peligro la seguridad del niño.

Los adolescentes a menudo se apartan de la familia y tienden a criticar a sus padres. Los padres que se lo toman demasiado en serio, se sienten rechazados y tratan de imponer control, y podrían provocar que el hijo se rebele, obstruyendo así su progreso a través de esta fase; sin embargo, cuando los padres aceptan que la conducta del hijo es parte de su desarrollo y no se preocupan demasiado al respecto, le ayudan a pasar por esta fase de la adolescencia. En general, los hijos aceptan más a sus padres a medida que se acercan a la edad de ser adultos.

Cómo llegar a conocer a cada hijo

Para los padres, la mejor forma de llegar a conocer a sus hijos —sus gustos y disgustos, esperanzas y temores— es pasar tiempo con ellos. Las familias pueden pasar tiempo juntos diariamente en la oración y el estudio de las Escrituras en familia. Pueden trabajar juntos y tener una conversación sencilla y agradable. Los padres pueden fomentar que los hijos participen en actividades de grupo como ir al parque, construir una cabañita infantil, salir a dar una vuelta en el auto, salir a caminar juntos, sembrar y cuidar un huerto, y participar en juegos. A menudo las actividades más divertidas son las que cuestan menos.

Los padres deben pasar tiempo individual con cada uno de sus hijos, permitiendo a menudo que ellos elijan las actividades que harán juntos. Las conversaciones que surgen en esas ocasiones usualmente se centran en los intereses del hijo.

Notas

  1. “Lecciones que aprendemos de Lamán y Lemuel”, Liahona, enero de 2000, pág. 7.

  2. En Conference Report, octubre de 1977, pág. 64; o Ensign, noviembre de 1977, pág. 43.

  3. Véase William Sears y Martha Sears, The Baby Book: Everything You Need to Know about Your Baby from Birth to Age Two, New York: Little, Brown & Company, 1993, pág. 536.

  4. Cierta información de esta sección se adaptó de Erik H. Erikson, Childhood and Society, New York: Norton, 1963, págs. 247–263; Frances L. Ilg, y otros, Child Behavior, New York: Harper & Row, 1981, págs. 12–46; y Louise Bates Ames, y otros, Your Ten-to-Fourteen-Year-Old, New York: Dell, 1988, págs. 21–180, 318–323.

  5. “La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.