La pornografía
Los pensamientos del corazón


“Los pensamientos del corazón”, Ayuda para personas involucradas en la pornografía, 2019

“Los pensamientos del corazón”, Ayuda para personas involucradas en la pornografía

Los pensamientos del corazón

La historia de Jesse

La primera vez que me topé con la pornografía, me tomó por sorpresa. Me estaba preparando para sacar mi licencia para conducir y estaba comprando un auto en línea. Mientras buscaba, accidentalmente me encontré con un sitio web que sabía que era malo. En seguida me di cuenta de qué se trataba y apagué la computadora.

Sentí que tenía que tomar una decisión: podía hablar con mi padre al respecto o guardar el secreto y hacerme cargo de la situación yo solo. Sabía que había cometido un error sin querer, pero tenía miedo y no quería contarle a mi padre. A pesar de eso, no dejaba de pensar en la imagen que había visto en internet y finalmente cedí a la tentación. Mis pensamientos me llevaron por un camino de soledad, dolor, temor, inseguridad, mentiras y hechos que lamentaré por siempre.

Durante dos años, tuve problemas con esa adicción y no deseaba detenerme; de hecho, cada vez quería más. En lo profundo de mi ser, sabía que tenía que cambiar, porque sabía que estaba mal. Finalmente, durante mi último año en la escuela secundaria, tomé la decisión de cambiar. Habían llamado a un nuevo obispo en nuestro barrio, por lo que me costó ir a su oficina para contarle lo que había hecho. Tenía mucha vergüenza y sentía un dolor muy grande. No sabía qué hacer con mi vida y por eso supe que tenía que hacerlo.

Cuando por fin me reuní con mi obispo, le conté lo que había estado haciendo durante los últimos dos años. Por primera vez sentí algo de alivio, pero ese solo fue el comienzo de mi lucha por la libertad. El obispo fue amable conmigo y me dijo que debía empezar a leer las Escrituras, orar y reunirme con él más a menudo. Me preguntó si tenía que quitarme el privilegio de repartir la Santa Cena hasta que resolviera la situación, y de inmediato supe que no quería que eso ocurriera y que deseaba cambiar, por lo cual hice lo que me pidió.

Durante el año que siguió, me libré del aspecto físico de ver pornografía y me sentía espléndido. Recién más adelante me di cuenta de que la batalla no había terminado. Me gradué de la secundaria y presté servicio en una misión. En la misión, me di cuenta de que me resultaba más fácil superar la adicción física que dominar mis pensamientos. Sentía que en mi mente se estaba librando una batalla que no podía ganar.

Empecé a poner en duda mi fe y la razón por la que me encontraba en la misión. Volví a sentir vergüenza y temor y a sentir que no era sincero, y ocultaba mi pasado. Sentía ganas de huir para esconder mis problemas. Una vez más me vi en la obligación de tomar una decisión, pero no sabía qué hacer. Me sentía perdido y vencido por donde se mirase y deseaba dejar de luchar.

Entonces recordé algo que había escuchado al crecer: era acerca de la expiación de Jesucristo, orar y buscar el perdón por medio de Cristo. Decidí ponerlo a prueba, ya que era consciente de que no sería un proceso sencillo. Empecé por decirme a mí mismo que debía enfrentar un día a la vez. El presidente de misión me dijo que hiciera ejercicio cada vez que volvieran esos pensamientos o tuviera el impulso de hacer algo; entonces empezó a ocurrir un milagro, aunque no era algo enorme ni grandioso, fue algo sencillo. Acudí al Señor y dije: “No puedo hacerlo solo. ¡Ayúdame, por favor!”.

El proceso no dejó de ser difícil y llevó tiempo. Leía las revistas de la Iglesia y el Libro de Mormón; además ayunaba y oraba para en verdad poner en práctica la Expiación en mi vida. Al final de un día de reposo, finalmente me invadió una sensación de paz y libertad; me di cuenta que me había perdonado a mí mismo y había vencido aquello que me había acosado por tantos años. Sentía paz y agradecimiento por la expiación de Jesucristo. Era un triunfo, ¡un triunfo que jamás olvidaría!

Terminé mi misión y regresé honorablemente a mi familia y mis amigos. He podido gozar de tantas bendiciones que sé que no hubiera tenido si no hubiese tomado la decisión de acudir al Señor para que me ayudara. Ahora estoy felizmente casado con una persona maravillosa que me ama y me apoya en todo lo que emprendo. Estamos esperando nuestro primer bebé.

Todavía lucho contra el recuerdo de lo que hice casi diez años atrás, pero sé que sirve de recordatorio de lo que no deseo volver a hacer. Me doy cuenta de que ya no me turba mi pasado, aunque todavía sienta la tentación. Sé que el Señor me ha perdonado y que yo me he perdonado a mí mismo.

Este relato proviene del sitio web del Programa para recuperarse de las adicciones.