Liahona
El destino divino de nuestros hijos
Abril de 2024


“El destino divino de nuestros hijos”, Liahona, abril de 2024.

El destino divino de nuestros hijos

Cuatro maneras en que los padres pueden ayudar a sus hijos a aprender acerca de Jesucristo y a reconocer lo divino que hay en ellos.

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Un joven orando

A menudo, se les pregunta a los niños: “¿Qué quieres ser cuando seas mayor?”. En la vida preterrenal, si se nos hubiera hecho una pregunta similar, nuestra respuesta podría haber sido, simplemente: “Quiero ser como nuestros padres celestiales”.

A menudo, la crianza de los hijos tiene que ver con la hora de acostarse y de bañarse, la enseñanza y las rabietas, corregir y consolar. Sin embargo, quizás podamos retroceder un momento y ver nuestra función de padres desde una perspectiva más amplia, recordando la naturaleza divina de nuestros hijos —que ellos también son hijos de Dios— y que tienen un destino divino, incluso llegar a ser como Dios algún día (véase Doctrina y Convenios 132:20).

El presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, enseñó: “Nuestra teología empieza con padres celestiales, y nuestra aspiración más elevada es lograr la plenitud de la exaltación eterna”1 y cada uno de nosotros tiene ese potencial divino. En “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” se afirma: “Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos”2.

Los padres pueden ayudar a los hijos a transitar y a tener éxito en su camino para llegar a ser como Dios. Sin embargo, para llegar a ser más como Él, nuestros hijos primero deben aprender más acerca de cómo es Dios. Una de las razones por las que Jesucristo vino a la tierra fue para ayudarnos a entender a nuestro Padre Celestial. Como dijo el Salvador: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30); “El que me ha visto, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Para llegar a ser como Dios, nos volvemos al Salvador, aprendiendo de Él.

Estas son cuatro cosas que podemos hacer para ayudar a nuestros hijos a aprender quién es Jesucristo y, por lo tanto, a llegar a conocer a su Padre Celestial:

  1. Enseñarles a confiar en los apóstoles y profetas del Salvador.

  2. Enseñarles a actuar con fe.

  3. Enseñarles la importancia de la revelación.

  4. Ejemplificar las cualidades del Salvador.

Confiar en los apóstoles y profetas

Una de las maneras más importantes en que nuestros hijos llegarán a conocer a Jesucristo consiste en escuchar a Sus testigos especiales escogidos. Al igual que en la época del Nuevo Testamento, los apóstoles de la actualidad nos ayudan a entender Su carácter y Su obra. El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Los apóstoles ordenados de Jesucristo siempre testifican de Él. Ellos nos indican el camino, en tanto avanzamos por el doloroso laberinto de nuestras experiencias terrenales”3. Y el élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Un profeta no se interpone entre ustedes y el Salvador; más bien, permanece a tu lado y señala el camino hacia el Salvador”4.

También es importante enseñar a nuestros hijos a tener humildad y paciencia al escuchar a nuestros líderes inspirados. El élder Andersen dijo: “No se sorprendan si en ocasiones sus perspectivas personales no están inicialmente en armonía total con las enseñanzas del profeta del Señor. Estos son momentos de aprendizaje, de humildad, en los que nos arrodillamos en oración. Caminamos hacia delante con fe, sabiendo que con el tiempo recibiremos más claridad espiritual de nuestro Padre Celestial”5. El Señor enseñó un principio importante cuando dijo del profeta José Smith: “Porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca” (Doctrina y Convenios 21:5). El enseñar a nuestros hijos a tener paciencia y a esforzarse por entender los hará espiritualmente autosuficientes a lo largo de su vida.

Actuar con fe

Saber algo es más que memorizar información. Las personas pueden leer libros sobre cómo tocar el piano, pero si nunca tocan una nota, su conocimiento no les ayudará a convertirse en pianistas. Lo mismo ocurre con respecto a conocer a Jesucristo. Llegar a conocerlo es más que solo saber información. Para llegar a conocerlo, debemos actuar como Él.

El Salvador hizo énfasis en que el hacer es una parte esencial del saber: “El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo” (Juan 7:17). El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Comenzamos a conocer al Salvador cuando avivamos nuestras facultades espirituales y ponemos en práctica Sus enseñanzas”6. El rey Benjamín preguntó: “¿Cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido?” (Mosíah 5:13).

Nuestros hijos pueden aprender acerca de Cristo por medio del estudio de las Escrituras, Seminario y la conferencia general. Sin embargo, eso será insuficiente sin hacer lo que Cristo hizo: predicar el Evangelio, cuidar de los necesitados y andar “haciendo bienes” (Hechos 10:38).

El programa Niños y Jóvenes de la Iglesia puede ayudar a nuestros hijos a actuar con fe. Podemos ayudarlos a considerar metas que les permitirán hacer las cosas que Cristo hizo y a llegar a saber quién es Él7.

Buscar revelación

También llegamos a conocer a Cristo a un nivel más personal cuando, como el presidente Nelson ha instado, lo escuchamos por medio del Espíritu: “También podemos escucharlo con mayor claridad si refinamos nuestra capacidad de reconocer los susurros del Espíritu Santo. Nunca ha sido más necesario que en este momento, saber cómo el Espíritu Santo les habla. En la Trinidad, el Espíritu Santo es el mensajero. Él les comunicará pensamientos a su mente que el Padre e Hijo desean que reciban”8.

Nuestros hijos pueden llegar a conocer al Salvador cuando escuchan lo que Él desea que sepan y hagan individualmente. El programa Niños y Jóvenes anima a los niños y a los jóvenes: “Puedes orar para saber cuáles son [tus talentos] y en qué puedes trabajar ahora”9. A medida que los hijos busquen entender lo que el Salvador desea para ellos, aumentará de manera personal la oportunidad de sentir Su amor.

Podemos enseñarles a no desanimarse si las respuestas no llegan de inmediato. Pueden continuar con fe, sabiendo que sentirán el amor de Dios a medida que se esfuercen por escucharlo. El presidente Nelson describió pasos que nos ayudarán, en palabras del profeta José Smith, a “crecer en el principio de la revelación”, incluso: sumergirnos en las Escrituras, acercarnos al Señor en oración, escuchar las respuestas y anotar nuestros sentimientos y (aunque no tenemos que ser perfectos) esforzarnos a diario para ser cada vez más dignos10.

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Madre e hija orando juntas

Ser un ejemplo

Por último, como padres, una de las maneras más impactantes en que enseñamos a nuestros hijos acerca de Cristo es emulando Sus cualidades en nuestra propia vida. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “¿Es esperar demasiado que nuestros hijos puedan sentir por nosotros una pequeña porción de los sentimientos que el Hijo Divino sintió por Su Padre? ¿Podríamos ganarnos más de ese amor al tratar de ser más de lo que Dios fue para Su hijo? En todo caso, sabemos que el concepto que un niño tenga en cuanto a Dios se centra en las características que se manifiesten en los padres terrenales de ese niño”11.

Cuando emulamos a Cristo, ayudamos a revelarlo a Él y al Padre a nuestros hijos. Algunas de las cualidades de Cristo se detallan en Moroni 7:44–45, entre ellas la caridad, la esperanza, la benignidad, la mansedumbre, el no irritarse fácilmente, la longanimidad y el soportar todas las cosas.

El padre de una mujer que conozco se enojaba fácilmente a menudo. Ella dijo: “Durante muchos años, vi al Padre Celestial de la misma manera en que veía al mío: alguien que, en gran medida, guardaba distancia y se desilusionaba fácilmente”. Eso influyó en la capacidad de ella para de verdad comprender al Padre Celestial. Sin embargo, ella señaló que el Padre Celestial la ayudó a saber que “lentamente me está ayudando a salir del temor a Él y a alcanzar el poder salvador de Su amor”. Ella comenzó a verlo a Él como en realidad es.

El primer propósito de la Primaria es ayudar a los niños a sentir el amor de su Padre Celestial12. Este también puede ser uno de los primeros propósitos de los padres. A medida que los niños sientan el amor del Padre Celestial, tendrán una mejor comprensión de Él y querrán llegar a ser como Él.

¿Qué es lo que quieren ser nuestros hijos cuando sean grandes? Como padres, podemos fomentar en ellos el deseo de ser como nuestros padres celestiales. Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto y, al ayudar a nuestros hijos a venir a Él, es más probable que obtengan ese deseo. Podemos ayudarlos a llegar a conocer a Dios y a Jesucristo al edificar la confianza en los apóstoles y profetas, al ayudarlos a actuar como lo haría el Señor, al ayudarlos a escucharlo a Él por medio del Espíritu y al emular al Señor en nuestras propias acciones.

Nuestro ejemplo y la relación de convenio que ellos tengan con el Señor crearán estabilidad, un sentido de pertenencia y el conocimiento del amor de Dios que nuestros hijos necesitan, lo cual los bendecirá durante los años venideros.