2023
Pequeños actos de bondad y amor nos califican para la obra
Septiembre de 2023


Mensaje del Área

Pequeños actos de bondad y amor nos califican para la obra

En las Escrituras leemos muchos ejemplos de cómo compartir el evangelio de Jesucristo de maneras increíbles. Por ejemplo, al leer el Libro de Mormón quedé impresionada con cómo un joven valiente conocido como Samuel el lamanita usó sus habilidades físicas y su espíritu para llamar a los nefitas al arrepentimiento. Posiblemente se haya convertido en el héroe de muchos, como lo es para mí. Él deseaba con todo su corazón, alma, mente y fuerza que los nefitas escucharan las enseñanzas y las amonestaciones que el Señor había puesto en su corazón, tanto fue así, que al ser echado de la ciudad de Zarahemla, pensó que la mejor manera de ser oído era subiéndose en lo alto de una muralla, donde extendiendo la mano y clamando en voz alta predicaba el arrepentimiento al pueblo. Aunque fue rechazado, mientras le arrojaban flechas y piedras, él continuó valientemente, hasta terminar lo que debía decir a este pueblo (véase Helamán 13-15).

¿Qué impulsó a este profeta lamanita llamado Samuel a hacer esto? ¿Qué nos impulsa a nosotros a querer compartir el evangelio de Jesucristo con otras personas?

En 2 Nefi 6:3 encontramos la respuesta, nos impulsa el anhelo del bienestar de las almas de nuestros hermanos.

Nos impulsa el no poder soportar que alma alguna se pierda (Mosíah 28:3–4).

Nos impulsa el gran amor que tenemos a Dios y a sus hijos, el cual nos califica para la obra (D. y C. 4:5).

El Salvador nos ha hecho la invitación: “Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mí y sed bautizados en mi nombre, para que seáis santificados por la recepción del Espíritu Santo, a fin de que en el postrer día os presentéis ante mí sin mancha” (3 Nefi 27:20).

Esta invitación de seguirlo se extiende a todos, es por medio de nosotros que nuestros hermanos pueden hallar la verdad.

El presidente Russell M. Nelson nos ha pedido mantener un “ímpetu espiritual positivo” (Russell M. Nelson, “El poder del ímpetu espiritual”, Conferencia General de abril de 2022), el cual nos ayudará a seguir avanzando en la senda de los convenios. Gran parte de ese ímpetu tiene que ver con predicar el arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo.

Es muy probable que no necesitemos subir sobre una muralla para ser escuchados, es probable que no seamos echados de los hogares de nuestros amigos o familiares, pero sí necesitamos ser valientes para compartir e invitar a todos a venir a Cristo.

Quizás sí necesitemos un gran mazo para derribar nuestras propias murallas, las cuales nos impiden compartir, ya sea por temor o vergüenza.

¿Qué cosas podríamos hacer para ayudar en la obra y traer almas?

Una herramienta poderosa es el ejemplo: un corazón piadoso, unas manos dispuestas a servir, un testimonio firme, amoroso y compasivo, estos atributos sin duda conmueven incluso un corazón de hierro.

¿Qué otros pequeños actos de bondad podríamos empezar a hacer? Podríamos:

  • Invitar a las personas a que se unan a nosotros para servir.

  • Extender invitaciones para asistir a nuestras reuniones dominicales y otras actividades que se desarrollen dentro de la Iglesia.

  • Ayunar y orar por nuestros hermanos.

  • Apoyar a los misioneros al acompañarlos a predicar.

  • Utilizar nuestras redes sociales para dar a conocer el Plan de Salvación.

  • Hablar de Cristo, ofrecer esperanza a quienes se hallen angustiados.

  • Testificar sin temor sobre la veracidad del Evangelio restaurado.

  • Servir en una misión de tiempo completo.

Habrá muchas otras maneras más de predicar el Evangelio, el élder Uchtdorf lo resumió en estas tres sencillas palabras: amar, compartir e invitar (véase “Compartir el Evangelio: Transmisión para líderes 2022”).

Sin duda, los élderes que estuvieron en los inicios de mi conversión supieron muy bien cómo llevar a la práctica estos pasos, ellos primeramente conocieron a mi madre, un tiempo después le entregaron un ejemplar del Libro de Mormón, luego llegó la invitación a participar en una actividad de la Iglesia, finalmente ejercieron la fe y la paciencia hasta esperar esas gloriosas palabras: “Élder, enséñeme las charlas, ¡quiero bautizarme!”.

Mi madre realizó convenios con nuestro Padre y Su Hijo Jesucristo seis meses después que me bauticé y cuando partió de esta vida llevaba dentro de sus bolsillos su recomendación vigente para entrar en el templo del Señor. Su paso por esta vida la llevó no solo a las aguas del bautismo, sino también, a realizar convenios más sagrados en el templo.

Jesucristo dijo a sus discípulos:

“Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas […]. Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Juan 10: 11, 14).

Que podamos nosotros también reconocer a esas ovejas de quienes hablan las Escrituras, esas que están preparadas para oírlo y seguirlo.

Que podamos ser valientes, poniendo nuestro corazón para ser guiados a los escogidos y compartir con ellos este evangelio que trae gozo y salvación.