2023
Donde el Señor me necesitaba
Febrero de 2023


“Donde el Señor me necesitaba”, Liahona, febrero de 2023.

Retratos de fe

Donde el Señor me necesitaba

Había esperado ser llamado a África en la misión, pero el Señor me necesitaba en otra parte de Su viña.

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Fotografía por Cody Bell

Mis padres se unieron a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Kenia y ambos sirvieron en misiones de tiempo completo. Desde que era joven, me enseñaron que yo también debía servir en una misión. Lo esperaba con entusiasmo.

Nueve meses antes de recibir mi llamamiento, me mudé de Kenia a Nueva Jersey, EE. UU., donde mi madre estaba trabajando. Cuando envié la solicitud misional, pensaba que sería genial regresar a África en la misión. De hecho, esperaba ser llamado allí.

Pero cuando recibí mi llamamiento misional, me enteré de que iría a la Misión Washington Spokane en los Estados Unidos. Ni siquiera sabía dónde estaba, pero el primer pensamiento que el Espíritu me habló a la mente fue: “Allí es donde el Señor te necesita”.

Cuando aterricé en Spokane unos meses después, el presidente de misión me saludó y me hizo una pregunta: “Leí su solicitud. ¿Es cierto que habla suajili?”

“Sí”, le respondí. “Crecí hablando suajili e inglés”.

“Bueno, entonces”, dijo, “su llamamiento misional ha cambiado de habla inglesa a habla suajili”.

El presidente había estado orando por un misionero que hablara suajili. Algunos élderes de la misión incluso habían tratado de aprender suajili por su cuenta. Pronto supe por qué.

Spokane había recibido a un grupo numeroso de refugiados de las naciones africanas orientales de Tanzania, Kenia, Congo, Ruanda y Uganda. Muchos de esos refugiados provenían en un principio de la República Democrática del Congo. Su suajili era un poco diferente del que yo hablaba, pero podíamos entendernos unos a otros. Terminé pasando toda la misión en el mismo barrio de Spokane, enseñando a esos refugiados.

El amor fue lo más importante

Los miembros de la Iglesia a menudo dicen: “A las personas no les importa cuánto sabes hasta que saben cuánto te importan”. Durante la misión, aprendí lo cierto que esa declaración es para el éxito misional.

En sus países de origen, muchas de las familias de refugiados a las que enseñamos habían visto cosas terribles en conflictos y guerras que son difíciles de imaginar. En verdad habían sido testigos del odio y de las cosas malas que los seres humanos son capaces de hacer a los demás. Muchos habían perdido la esperanza en la humanidad y tuvieron que huir de sus hogares.

Cuando los misioneros comenzamos a enseñarles, no fue necesariamente lo mucho que sabíamos acerca del Evangelio lo que los ayudó a venir a Cristo. Fue más bien lo mucho que nosotros y los miembros del barrio les mostramos un amor semejante al de Cristo. Cuando les mostramos amor y nos preocupamos por ellos, volvieron a sentir esperanza. Vieron que todavía había buenas personas en el mundo y que las buenas personas que habían llegado a conocer en el barrio estaban vinculadas al evangelio de Jesucristo. Querían sentir ese amor, ser parte de él, así que aceptaban venir a la Iglesia y volver a la Iglesia.

“Su Iglesia está llena de amor”, me dijo un hombre a quien enseñábamos.

Antes de que siquiera pidiéramos ayuda para hermanar, los miembros del Barrio Lincoln Heights que supervisaban el grupo de suajili preguntaban qué podían hacer. Las familias de refugiados a menudo nos decían: “Esta persona nos ayudó con esto y esta persona nos ayudó con aquello”. El barrio incluso comenzó a tener una Escuela Dominical en Suajili.

Fue maravilloso ver a los miembros del barrio amar a los africanos en la Iglesia. El amor fue lo que más contribuyó a nuestro éxito entre los suajilis. Algunos miembros proveían el transporte a la Iglesia, otros albergaban familias, otros las visitaban y otros hacían cosas por ellas de manera discreta. Además, el obispo del barrio, Philip Huber, que trabajaba arduamente para aprender suajili, siempre estaba presente para mostrar amor y apoyo. No podría haber pedido un barrio mejor con el que trabajar.

Esta es Su obra

Todos somos hijos de Dios. Él nos conoce y nos utilizará en áreas en las que podamos servirle mejor con nuestras habilidades personales singulares. Esta es Su obra. No es nuestra obra. Él nos pone donde sabe que es mejor. Cuando los misioneros reciben su llamamiento, tal vez no vayan a donde querían ir, pero el Señor de seguro los envía a donde Él quiere que vayan. El lugar al que los envía es la tierra donde Él ha preparado a las personas para recibirlos.

Cuando llegué a Spokane, sentí que no tenía que ir a África, después de todo. En Spokane, sentí que se me había enviado a una pequeña África en América.

A veces pienso en mi misión y digo: “Aquello era demasiado importante para que yo formase parte. ¿En verdad debía formar parte de ello?”

Me siento humilde y agradecido al pensar que lo fui.

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